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Apuntes sobre nuestro momento histórico

Soldados de Taiwan

También en francés

  1. Vivimos un período histórico bisagra entre dos épocas históricas. Una época pasada, marcada por la contrarrevolución que destruyó la oleada revolucionaria de 1917 a 1927 a través de la acción combinada del estalinismo, el fascismo y la democracia. Y una época futura marcada por las contradicciones cada vez más agudas del capitalismo, contradicciones que hacen del comunismo el único movimiento real que puede evitar que la naturaleza catastrófica del capitalismo nos acabe conduciendo a la extinción de la especie. Comunismo o catástrofe: son tiempos de bifurcación histórica.
  2. La contrarrevolución vivió su momento álgido en las décadas 30 y 40 del siglo XX. Fue un tiempo de socialización del capital donde éste integró todas las esferas sociales a su dinámica interna. Previamente había extendido sus relaciones de producción a todo el globo. El fascismo, el estalinismo y el New Deal tienen como elemento común ser expresiones de esta dinámica general del capital que subsume todos los aspectos de su ser al capital total. La intervención del Estado en la economía capitalista, la estatalización de los sindicatos, la extensión del Estado y la mercancía al conjunto de la vida social… son factores de este proceso en que la lógica del valor deriva y se metamorfosea en la política, el derecho, la ideología y los valores dominantes, etc.
  3. Tras la II Guerra Mundial se impone a nivel mundial esta socialización del capital. Es decir, las potencias democráticas de posguerra ya no son las potencias liberales del siglo XIX. Han sometido a su lógica e integrado el movimiento obrero y sus organizaciones políticas (partidos), sindicales y económicas (cooperativas). El sometimiento del proletariado se expresa a través de una forma de democracia social que reconoce los derechos de sindicación, de huelga, de participación política en sus constituciones, precisamente porque suponen la integración del movimiento obrero en el mundo del capital. Al mismo tiempo, es una derivación de la propia lógica impersonal del capital y su tendencia a hacerse total, a subsumir todos los aspectos de la vida social. A partir de entonces, la burguesía no tiene ya miedo de la participación política o económica del proletariado a través de sus organizaciones, organizaciones que no son sino la izquierda del capital
  4. Uno de los factores claves de la contrarrevolución lo protagonizó el estalinismo. Ya que supuso un factor de contrarrevolución desde dentro del movimiento proletario. A diferencia de otras contrarrevoluciones y derrotas del pasado (como en junio de 1848 o en la Comuna de París de 1871), no fue la burguesía sociológica la responsable de la derrota y represión de nuestra clase, sino que fue el resultado de un viejo sector del partido de clase que asumió el programa, las posiciones y las tareas del capital. Se convirtió en agente directo de la contrarrevolución y del capital, al mismo tiempo que afirmaba lo contrario. De este modo, se invirtieron todos los términos del programa de clase y de su doctrina marxista, la contrarrevolución se revistió de rojo. A esta dinámica se integraron sectores importantes de la clase obrera que, de este modo, se convierten en apéndices de esta terrible máquina contrarrevolucionaria.
  5. Esta situación amordazó a sectores importantes del proletariado, encerró la potencialidad histórica de su experiencia en unos Estados y partidos “comunistas” que eran la negación práctica de cualquier horizonte auténticamente revolucionario. Y, al mismo tiempo, muchos de los sectores que se iban alejando de esta perspectiva nacional “comunista” quedaban atrapados por su rival imperialista (Estados Unidos, la democracia, la socialdemocracia europea…). Las minorías revolucionarias que resistieron en esta auténtica medianoche en el siglo se encontraban completamente aisladas de la clase obrera de su tiempo. O sea, se trató del período más largo e importante de contrarrevolución que ha vivido el proletariado en su historia. Y, de hecho, todavía estamos bajo el dominio de una contrarrevolución más general que no se redujo solo al estalinismo.
  6. Otro aspecto muy importante de la dinámica contrarrevolucionaria de postguerra lo protagonizaron los llamados movimientos de “liberación nacional” de las colonias capitalistas. En estos movimientos tuvieron un peso muy importante las corrientes estalinistas, aunque su realidad, como demuestran los procesos de independencia de la India o de Pakistán, no se reducía solo a éstas. En cualquier caso, fue una corriente que tuvo un peso muy importante en los procesos de integración del proletariado mundial a las burguesías nacionales, y en el uso del proletariado como carne de cañón, tal como se vio en muchos de los conflictos de posguerra. A su vez, hoy en día, con un menor peso del estalinismo, se sigue presentando como ideología “antiimperialista” en contra del proletariado a través del apoyo a regímenes, partidos e ideología burguesas y contrarrevolucionarias, como se ve en la defensa del llamado Eje de la Resistencia.
  7. Los años 60 y 70, con el desarrollo de movimientos de clase generalizados, supusieron la primera erosión de la contrarrevolución, empezando por el estalinismo que comenzó a vivir disgregaciones internas cada vez más significativas. La unidad interna en torno a Moscú se empieza a separar con la aparición de otras versiones de su rama contrarrevolucionaria (el maoísmo, el titoísmo, posteriormente el “eurocomunismo”), pero sobre todo porque empezaron a surgir minorías proletarias que trataban de enlazar con el pasado revolucionario de nuestra clase y con sus sectores más consecuentes, las izquierdas comunistas. Además, ya se habían vivido los primeros movimientos de clase que, aunque sin orientación política adecuada, habían puesto en cuestión los regímenes estalinistas de la Europa del Este: la revuelta obrera de Berlín en 1953, los Consejos Obreros Húngaros de 1956, la Primavera de Praga de 1968 y, finalmente, la enorme oleada de huelga de masas que inundará Polonia a lo largo de toda la década de los 70 y que encontrará su momento culmen en el año 1980. Revueltas, como decimos, que, debido al peso de la contrarrevolución, y a la identificación entre perspectiva comunista y los horrores capitalistas del estalinismo, no permitieron que germinase un proceso de constitución del proletariado en clase y en partido, y ni siquiera conllevaron el surgimiento de minorías políticas significativas de nuestra clase. Lo que sí dejaron claro, para enormes sectores de la clase obrera mundial (además de local), fue la realidad opresiva de estos regímenes políticos y sociales. Se empezó a dar un distanciamiento entre clase obrera y estalinismo que será fundamental de cara a las próximas décadas.
  8. Al mismo tiempo, las luchas de clases de los años 60 y 70 se enfrentaban también a los Estados democráticos occidentales. Se dieron también importantes niveles de autonomía proletaria en numerosos países (ya hemos hablado del caso polaco), pero son importantes los procesos de lucha de clases en numerosos países: desde el Cordobazo argentino a los Cordones Industriales en Chile, desde las luchas autónomas del proletariado español a la enorme oleada de revueltas que sacudieron Italia desde 1969 hasta finales de la década de los 70 o a la Portugal de 1974. Los años 60 y 70 suponen un pasaje fundamental en la puesta en cuestión de la paz social, en el cuestionamiento de la integración del proletariado en las instituciones del capital. Se dieron luchas de clases que se autoorganizaron en comités y asambleas obreras y que superaron y se enfrentaron al dominio burgués que integraba las luchas obreras a través de los partidos y sindicatos de la izquierda del capital. Eran luchas débiles programáticamente, sin duda, pero no podían ser de otro modo tras décadas de contrarrevolución. Luchas en todo caso que confirman la continuidad de la potencialidad revolucionaria del proletariado y que empiezan a cuestionar las diferentes instituciones con que la izquierda del capital en sus diferentes versiones y el Estado habían amordazado al proletariado.
  9. Los años 70 fueron, también, la década en que volvió la crisis de sobreacumulación del capital, lo que la burguesía escondió con la idea de que era una mera crisis coyuntural por la subida del precio del petróleo, y que, en realidad, expresaba la vuelta de los problemas de valorización del capital por su tendencia a la disminución de la tasa de ganancia. Esta crisis supuso un primer punto de inflexión en la entrada en un nuevo período, ya que señaló la caída de los mitos acerca de un capitalismo sin crisis, eterno, capaz de superar sus contradicciones. Desde entonces, y a pesar de las contratendencias empleadas por la burguesía mundial (bajada de salarios, recortes, ampliación de mercados) y el recurso al crédito y al ingente desarrollo del capital ficticio, el capitalismo no solo no ha solventado esa crisis de sobreacumulación, sino que la ha agravado. Su origen no fue cíclico o coyuntural sino, como veremos, estructural.
  10. En primer lugar, se derrumbaron los regímenes políticos del bloque imperialista más débil, es decir, el formado por la Rusia estalinista y sus satélites de la Europa del Este, que no pudo aguantar el ritmo de eficiencia y productividad que requería la competencia capitalista y el desarrollo de la carrera armamentística que imponía Estados Unidos. El derrumbe de estos regímenes supuso, en la coyuntura del momento, un aparente fortalecimiento del capitalismo. Sus voceros, como Fukuyama, hablaban del fin de la historia. Pero, como comunistas, es importante ver el desarrollo completo y dialéctico del proceso, de la película. Su caída supuso el segundo punto de inflexión histórico: la muerte histórica del estalinismo. Lo que algunas corrientes izquierdistas ahora evocan como fin del Ciclo de Octubre o como derrota del comunismo no fue tal. En realidad, lo que supuso fue el derrumbe de uno de los elementos centrales de la contrarrevolución, el estalinismo. A partir de ahora, y aunque costara algunas décadas, los movimientos de lucha de clases no tendrían que hacer frente a la sombra larga y siniestra del estalinismo. La experiencia histórica del proletariado volvía a abrirse para reconectar con su programa histórico y con las fracciones de clase que habían mantenido el hilo histórico del comunismo auténtico. Esa experiencia del proletariado, de minorías revolucionarias que tratan de orientarse en sus perspectivas, no se tendrán que enfrentar a esas máquinas políticas y sindicales tan brutales y masivas. Máquinas expertas en el trabajo de eliminar a muchos de nuestros compañeros del pasado. El desarrollo del capital, con su lógica impersonal y contradictoria, había hecho su trabajo y originado una primera gran confesión del monstruo capitalista estalinista.
  11. El maoísmo, versión alternativa dentro del estalinismo al “revisionismo” de Moscú, entró también en crisis a finales del siglo XX, con el desarrollo cada vez más fuerte de una agresiva política interna de modernización capitalista, que además ha implicado que China se haya convertido en la segunda potencia mundial, y aspire a suceder a Estados Unidos como potencia hegemónica mundial. Pero no es solo el ala china que siguió la línea oficial de Deng Xiao Ping. Las alternativas contra el “revisionismo” chino acabaron derrotadas, como en el caso de Sendero Luminoso (un ejemplo de cómo la llamada “guerra popular prolongada” es en primer lugar un arma en contra del proletariado) o integradas en el Estado democrático como en el caso de Nepal y su líder Pachandra, que acabó siendo primer ministro del Estado nepalí. En cualquier caso, los remanentes existentes, como en Filipinas o India, no tienen nada que ofrecer que no sea lo ya conocido: intentos de tomar el poder a nivel nacional para desarrollar una política de acumulación local de capital.
  12. La crisis del capital se ha agudizado enormemente desde los años 70. Las causas de esta agudización no son casuales, de ahí que hablemos de capitalismo senil. Su origen se encuentra en cómo el desarrollo de la competencia capitalista obliga a las empresas a aumentar su productividad. Esto está detrás de la tendencia inevitable a sustituir trabajo vivo por trabajo muerto, por lo que la masa de capital variable tiende a reducirse cada vez más en relación al aumento del peso del capital constante (maquinaria, materias primas, etc.). Los aumentos de la productividad cada vez repercuten menos en la masa de plusvalor y en la tasa de ganancia, sencillamente porque los procesos de expulsión del trabajo vivo hacen que haya menos trabajadores productivos de los que extraer el plusvalor. El desarrollo de la revolución tecnológica y la aplicación de nuevos desarrollos como la inteligencia artificial acelerarán lo que ya Marx anticipó en su Fragmento de las Máquinas de los Grundrisse: el tiempo de trabajo se convierte en una medida miserable para medir el conjunto de la riqueza social creada, el robo de trabajo ajeno no puede ser ya la base sobre la que se articule el nivel de complejidad social que hemos alcanzado como especie. Es el tiempo del comunismo.
  13. Las políticas capitalistas han tratado de superar estos obstáculos estructurales debidos a una disminución de la tasa de ganancia, cada vez más aguda, a través de una serie de contratendencias: el ataque a las condiciones de vida del proletariado para aumentar el plusvalor absoluto por medio de salarios más bajos, el aumento de la jornada de trabajo y el uso extensivo de mano de obra; la extracción más eficiente desde el punto de vista capitalista de las materias primas y las fuentes de energía con la finalidad de disminuir los costes; la ampliación de los mercados para compensar la disminución del valor por mercancía que ocasiona el aumento de la productividad; la multiplicación de la deuda privada y pública o la extensión casi ilimitada de los derivados financieros y del capital ficticio que constituyen auténticas montañas de dinero sin valor… Sin embargo, todas estas contratendencias son impotentes frente a la tendencia a la disminución del valor (a partir de su sustancia, el trabajo abstracto) a un mínimo que no encuentra en el mercado posibilidades reales de expansión compensatoria. El capitalismo ha comprado tiempo, pero camina sobre un suelo cada vez menos sólido, lleno de bombas de relojería que saltarán con una potencia de fuego siempre mayor. Su propio desarrollo arranca el suelo y la base sobre la que camina, sus mismas categorías. La crisis del 2008 supuso un nuevo punto de inflexión que acentuó y aceleró el desarrollo de la crisis del capital. No sabemos cuándo será el próximo punto de inflexión, pero sí que será más agudo.
  14. La crisis del capital marca este período bisagra entre el agotamiento de la contrarrevolución y la entrada en una nueva época histórica. Ya Marx había señalado en su Introducción de 1859 que una época de revolución social se inicia cuando las relaciones sociales de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas, para medir la riqueza social. Es desde esta premisa que analizamos nuestro momento histórico entre esas dos épocas. Las fuentes para el desarrollo de una perspectiva revolucionaria en el proletariado no se encuentran en la cultura o en las ideas, sino en su acción como clase. El proletariado se verá obligado a luchar cada vez más porque esta sociedad está en crisis y no puede mantener más sus condiciones de reproducción social. Esta es la fuente de la lucha de clases de las últimas décadas y aumentará aún más en el futuro. Si el proletariado quiere vivir dignamente se verá obligado a luchar cada vez con más fuerza, y para ello tendrá que negar las bases sociales que le atan como clase al capital (es decir, las bases de su misma existencia como clase explotada). Solo hay dos alternativas históricas: o el proletariado logra orientarse en su lucha y constituirse en partido mundial o el capital sigue amplificando su lógica de desarrollo catastrófico hasta conducirnos a la extinción como especie. No hay otra alternativa. Tertium non datur.
  15. Para ello deberá combatir las diferentes corrientes de recuperación e integración de la lucha proletaria. La contrarrevolución, como dijimos anteriormente, no se reduce solo al estalinismo histórico. Aunque indudablemente su derrota histórica es una enorme ventaja para reabrir la experiencia histórica del proletariado que ya no se encontrará con un obstáculo tan mortífero como fue el estalinismo en el pasado. Su derrumbe en 1989-1991 fue sin duda un momento importante en esta transición de época (entre el capitalismo en crisis y el comunismo necesario que se presenta en esta bifurcación histórica). La democracia y los intentos de integrar al proletariado en el seno del Estado son hoy en día el gran obstáculo que el proletariado debe enfrentar. Ya dijo Engels que la república democrática sería la última barrera que debería superar el proletariado para alcanzar su emancipación. Sin embargo, la crisis de la democracia y de los partidos institucionales es cada vez más importante. Y no es casual. Los elementos de integración tradicionales caen en la medida en que disminuye la eficacia de la producción y reproducción capitalista. Y, en este sentido, no es casual el debilitamiento estructural y cualitativo de los sindicatos en relación a hace algunas décadas. Su crisis, como elementos de mediación entre capital y trabajo asalariado e integración obrera en el Estado capitalista, es uno de los elementos en que es más evidente la erosión de la contrarrevolución. El motivo es la dificultad que tienen de seguir actuando como mecanismos de integración ante la crisis cada vez más evidente del capital. Al mismo tiempo, a nivel político, aumentan los populismos, de modo pendular, primero de izquierdas (Chávez, Morales, Correa, Corbyn, Podemos, Sanders, Syriza…) y ahora de derechas (Vox, Meloni, Le Pen, Milei, Alvise… y entre todos ellos Trump). Se trata de alternativas ficticias y que tienden a agotarse más rápidamente que aquellas que sustituyen. Y es que el problema de estos populismos, incluidos los de derechas, es el agotamiento de la base sobre la que caminan: el valor como sustancia social del capitalismo. En ese sentido y frente a los trampantojos antifascistas, el fascismo no es una alternativa histórica actual. No lo es porque precisamente el fascismo fue un elemento de modernización capitalista, junto a otras ideologías burguesas que tuvieron un impacto material en los Estados de los años 30 del siglo XX, en ese salto de cualidad que fue la socialización del capital. Y ahora lo que se encuentra en crisis, de modo irreversible, son todas las alternativas de base capitalista.
  16. Otras alternativas que se ofrecen son las de raíz comunitaria debido a la propia crisis de las relaciones capitalistas. Se buscan alternativas de tipo comunitario y religioso. Pensamos en el desarrollo de las sectas evangelistas en América Latina o del islamismo político desde los años 70, encontrando en su triunfo en Irán un momento importantísimo para presentarse como alternativa “antimperialista”. Pero, obviamente, se trata también de comunidades ficticias de tipo capitalista. El islamismo político no es sino una fracción burguesa en competencia con otras. Cuando gobiernan, como en Irán, muestran su verdadera cara burguesa y opresiva desde sus inicios (destruyendo y reprimiendo brutalmente al proletariado). Sus raíces se alimentan de la crisis general del capitalismo y tratan de presentarse como una falsa alternativa que, como comunistas, debemos combatir implacablemente. La tendencia al desarrollo de guerras imperialistas, como veremos en otro punto con más detenimiento, hace, además, de estas tendencias burguesas un terreno privilegiado para que las burguesías locales encuadren al proletariado como carne de cañón para sus intereses. Y, por eso, deben ser combatidos con intransigencia al igual que todos los supuestos movimientos de liberación nacional (en realidad son siempre una afirmación de burguesías nacionales contra el proletariado). Otra realidad importante, que se agudiza cada vez más en nuestra época, es el desarrollo de mafias ilegales a partir del narcotráfico y que tienen un impacto muy negativo en el territorio y en la vida del proletariado. Se trata de un fenómeno muy evidente en algunas ciudades de Latinoamérica, pero cuyo impacto es mundial. Basta pensar que en el año 2022 más de 100.000 personas murieron en Estados Unidos de sobredosis.
  17. Nuestra época es la de una vida sin sentido. Una época que amplifica de modo exponencial el desarrollo de desequilibrios, trastornos, enfermedades mentales… La raíz se encuentra en las mismas bases de un desarrollo capitalista cada vez más catastrófico. El ser genérico y social de la especie se rebela frente a un mundo cada vez más atomizado, alienante y enajenante, disfuncional para la vida humana. Es una expresión más de cómo las relaciones sociales capitalistas son incapaces de reproducir la vida humana, incluso porque los parámetros con que lo hacían en el pasado se encuentran en crisis. Una vida sin sentido implica también que el capitalismo no dispone ya de esa aura de progreso, de futuro… que tenía en el pasado. Ese no future capitalista se identifica muchas veces con un mundo sin salida, con una humanidad que se dirige al abismo. No se trata de un combate de ideas. Será de la lucha de clases y del desarrollo del proletariado como partido de donde surgirá la alternativa histórica y de donde la humanidad recobrará el sentido colectivo de su vida. Y es que, como afirmaba Marx en su juventud, la verdadera esencia humana es la Gemeinwesen (la comunidad humana) liberada de dinero, mercancía y Estado.
  18. Un tercer punto de inflexión de este período histórico es el desarrollo de la catástrofe ecológica, catástrofe que es inmanente a la misma lógica del capitalismo por su esencia depredadora y productivista. Además, el intento de resolver la crisis de valorización le lleva a desarrollar aún más la propia dinámica de la catástrofe medioambiental, ya que necesita aumentar la producción de mercancías para disminuir la caída de la tasa de ganancia, disminuir el tiempo de vida de las mercancías a través de la obsolescencia programada… lo que conlleva usar cada vez más energía y materias primas. El capitalismo tiene necesidades de crecimiento ilimitado que chocan con los límites del planeta, de la naturaleza, del ser humano… Esta lógica capitalista se expresa también en el desarrollo de un cambio climático que hace que los eventos catastróficos en el clima sean cada vez más habituales, como hemos visto en el período más reciente desde Valencia a Mayotte (inseparables además de un urbanismo capitalista que concentra a las poblaciones en lugares que preparan su muerte). O que a través de la voracidad de colonizar mercantilmente todo el planeta cause pandemias propias del capital como la del COVID, al mismo tiempo que prepara con seguridad otras futuras. En definitiva, la crisis ecológica es uno de los elementos constitutivos de la crisis estructural y global del capitalismo, que define nuestro período histórico, donde la crisis económica, medioambiental, política, militar y social se alimentan de un modo recíproco e inseparable. Basta pensar cómo el deshielo del Ártico está conllevando una competencia interimperialista para hacerse con los recursos naturales que saldrán a la luz e implementar nuevas y más rápidas rutas comerciales. Por ejemplo, Donald Trump acaba de proponer a Dinamarca la compra Groenlandia e incluso amenaza con una intervención militar si no hay acuerdo (su reelección es un nuevo “acelerador” de las contradicciones y tensiones del capital internacional). Y es que lo que está en crisis es la totalidad capitalista definida por su esencia mercantil. A lo que estamos asistiendo es a una transición de fase de un modo de producción (el capitalismo) a otro (el comunismo) donde cabe la posibilidad en esta disyuntiva histórica que el final sea una profundización de la catástrofe y la extinción de nuestra especie.
  19. Sabemos que aún vivimos en tiempos de contrarrevolución, pero, todos los elementos arriba descritos aseguran que viviremos un período histórico donde la lucha de clases será cada vez más extensa y radical. El proletariado mundial está y estará cada vez más obligado a luchar en defensa de sus condiciones de vida. Y estas condiciones chocan además con la misma esencia de las relaciones sociales de producción capitalista. Hay un antagonismo irresoluble entre las necesidades de valorización, cada vez más en crisis, del capital y las necesidades de reproducción del proletariado como clase internacional. De hecho, desde principios del siglo XXI hemos asistido a diferentes oleadas de lucha de clases a nivel mundial que fueron integradas por distintas ideologías capitalistas. Ese hecho no nos sorprende. El proletariado necesita vivir y protagonizar su experiencia histórica para que pueda dar un salto de calidad, un punto de inflexión decisivo que envuelva el resto de factores, y constituirse en clase y partido mundial. No se pasa, en un fotograma, de la lucha de clases de la contrarrevolución más absoluta a la claridad absoluta de las tareas de nuestro programa histórico. La revolución es un proceso dialéctico que madura de modo subterráneo (el viejo topo del que nos hablaba nuestro viejo compañero) y molecular. Madura hasta presentar dos polarizaciones políticas antagónicas, una contra otra, dos modos de producción que se presentan y chocan como alternativas históricas (capitalismo vs comunismo). Y, sin embargo, vivimos en un momento en que la experiencia histórica del proletariado ha vuelto abrirse por la erosión de la contrarrevolución.
  20. A lo que asistimos mientras tanto es a diferentes oleadas de lucha de clases donde el proletariado lucha por sus intereses inmediatos y trata de orientarse subjetivamente frente a un mundo que se le presenta cada vez más catastrófico. Podemos, brevemente, hablar de diferentes oleadas, expresión de una polarización social creciente, donde el proletariado madura subterráneamente su conciencia de clase: en la revuelta argentina de 2001 (“¡Que se vayan todos!”) con sus asambleas “populares”, que vivió contagios en otros países latinoamericanos desde Ecuador a Bolivia o a Oaxaca en 2006 y que, finalmente, fueron reintegradas por el populismo latinoamericano de la izquierda del capital. La segunda inició en las revueltas del hambre de 2008 y tuvo sus puntos más altos en el 2011: en el mundo árabe desde Túnez a la Plaza Tahrir y Siria, en el 15-M en España o en Occupy en Estados Unidos. Los procesos de lucha de clases en Grecia, contra los recortes, en Brasil contra el mundial de fútbol y Turquía, en el 2013, con la ocupación del parque Taksim Gezi, harán parte de esta oleada. La tercera ola, donde aumentó la violencia de clase de la revuelta social, estalló con la revuelta de los chalecos amarillos y siguió con el levantamiento de octubre de 2019 en Chile, las luchas en Ecuador, en Colombia y en el Líbano por el crack financiero y la posterior explosión del puerto que generó manifestaciones en contra de la división religiosa y a favor de que se vayan todos. Después de la pandemia hemos asistido a diferentes oleadas de lucha de clases y de huelgas como en Francia, Reino Unido, Grecia… También son parte de esta oleada los movimientos que derribaron recientemente los gobiernos de Sri Lanka y Bangladesh o las recientes luchas en Kenia. Al mismo tiempo países como Irán han visto estos años uno de los proletariados más combativos que lucha, en defensa de sus condiciones de vida por la inflación, contra la carestía, a causa de los problemas de distribución del agua o contra la represión del régimen de los Ayatollahs en el caso de la muerte de la joven Masha Amini. ¿Qué nos indican todas estas luchas? En primer lugar, el carácter completamente mundial del proletariado hoy en día. Muchas de estas revueltas y rebeliones se han alimentado unas a otras, basta pensar en el año 2011. Este carácter simultáneo y mimético de esta polarización social es fundamental. Ya se dio en el paso en las grandes oleadas revolucionarias y, sin duda, será mucho más fuerte en la futura oleada revolucionaria y comunista del proletariado mundial. Y es que el capitalismo ha desarrollado mucho más su esencia mundial hoy que en 1917. Sus armas se le volverán en contra como anunciaron Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. Junto a este carácter mundial de las luchas hay que destacar también la tendencia a la autoactividad y autoorganización de estos procesos, su extensión más allá de los confines que separan la economía y la política capitalista y la tendencia a generalizar sus reivindicaciones y peticiones más allá de los motivos que impulsaron las protestas (la subida del precio del boleto del metro en Chile o la subida de los impuestos a los carburantes en el caso de los chalecos amarillos). Conocemos los límites de estos movimientos, como dijimos más arriba, pero al mismo tiempo es importante reconocer su realidad y sus potencialidades. Por cómo superan los confines de la paz social capitalista, y su mundo ordenado, parlamentario y sindical que es guiado por el derecho. Por cómo permiten que germinen minorías revolucionarias y comunistas que puedan a su vez interactuar con estos movimientos para convertirse en factores de clarificación comunista. El desarrollo de minorías de clase que crezcan al calor de estos procesos es lo que permitirá que las potencialidades revolucionarias, antiforma, que ejecuten el asalto a las viejas formas y permitan el nacimiento irresistible de las nuevas formas comunistas. De hecho, no es casual, como parte de este proceso más general, el surgimiento de minorías de jóvenes proletarios en muchas zonas del mundo, que tratan de orientarse y clarificarse en una perspectiva revolucionaria, y que, en algunos casos, se acercan a las posiciones de la izquierda comunista. Se trata de una expresión de una maduración subterránea de la conciencia de clase que expresa también las características de nuestro período histórico.
  21. Y, mientras tanto, asistimos al declive general de la potencia hegemónica salida de la II Guerra Mundial, Estados Unidos, y al ascenso de China como potencia que le disputa el poder mundial. Se trata de la crisis del orden capitalista salido de la II Guerra Mundial, con Yalta y Postdam, y que ya entró profundamente en crisis con la desaparición de la URSS en 1991. Sabemos que, como en el pasado, ninguna transición de potencia mundial capitalista se ha dado pacíficamente (basta pensar en las dos guerras mundiales imperialistas del siglo XX). Por ese motivo las razones de la fragmentación en el mundo capitalista tienden a prevalecer cada vez más, aunque sin negar los motivos de unidad y cohesión que aún persisten. La victoria de Donald Trump en las últimas elecciones norteamericanas es, sin duda, una expresión de las dinámicas que tienden a la confrontación y competencia entre las principales potencias capitalistas. Ya ha anunciado que con su victoria subirán los aranceles a mercancías chinas y ha amenazado lo mismo con la UE. Al mismo tiempo, China está obligada a que el peso económico cada vez mayor que tiene sobre la producción mundial tenga una relación con su peso político y estratégico. Y, para ello, debe romper el estrangulamiento que Estados Unidos y sus aliados ejercen sobre ella en el mar de China. Por eso Taiwán, que el Estado chino considera parte de su territorio, se convierte en el foco central que puede desarrollar la guerra imperialista generalizada entre China y Estados Unidos y los bloques imperialistas que ambas potencias consigan arrastrar detrás de sí.
  22. El estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido sin duda un cuarto punto de inflexión en la dinámica de este período histórico. Presenta de un modo claro la tendencia a la guerra imperialista y a la posible conformación de bloques imperialistas en torno a las dos potencias que se disputan la hegemonía sobre el capitalismo mundial. No se puede leer esta guerra, que estalla en febrero de 2022 y aún está sin concluir, de un modo separado a la dinámica mundial tendente a la guerra, como no lo podemos hacer del resto de los conflictos existentes y que cada vez se multiplican más: entre Israel y Palestina, en Siria, en Sudán, en el Congo y así un largo etcétera. Índice claro de este punto de inflexión es el aumento del presupuesto militar que están protagonizando las principales potencias del mundo (incluyendo a Alemania y Japón).
  23. Y, sin embargo, los destinos de una futura guerra generalizada, con toda la potencia destructora que implica que muchas potencias imperialistas dispongan hoy de armas nucleares, no tendrán los efectos benéficos para el capital que tuvo la guerra mundial pasada. No asistiremos a ese desarrollo de la acumulación capitalista que vivió el capital hasta 1973-1975. Y es que las bases sobre las que descansa la acumulación de capital son cada vez más estrechas debido a la enorme productividad alcanzada por el desarrollo tecnológico. Las masas de capital que se puedan destruir en la guerra y reconstruir posteriormente alcanzarán rápidamente la composición orgánica de capital previa, la prevalencia del capital constante sobre el capital variable, y, por ende, volverán rápidamente a causar problemas estructurales de sobreacumulación de capital. Nos encontramos ante un capitalismo senil que no rejuvenecería aunque una potencia nueva sustituyera a la anterior en declive.
  24. Y es que es la totalidad capitalista la que está transitando entre dos épocas históricas, como hemos explicado a lo largo de estos apuntes. Entre la contrarrevolución del pasado que se erosiona cada vez más y el comunismo como única alternativa histórica. Hablamos de crisis global y estructural del capitalismo porque es su totalidad concreta la que se encuentra en cuestión. No podemos separar los diferentes elementos de la policrisis (como aluden algunos de los intelectuales de la burguesía mundial) porque se alimentan unos a otros de modo recíproco y, sobre todo, porque la esencia de la crisis es la misma: los fundamentos mercantiles del orden capitalista. Son el hecho y las consecuencias de que el valor sea cada vez más una medida miserable para medir la riqueza social que permite producir y reproducir la vida.
  25. Hemos sintetizado cuatro puntos de inflexión que abren este período bisagra entre revolución y contrarrevolución: la crisis de sobreacumulación de capital iniciado en la década de los 70, la crisis histórica del estalinismo y su derrumbe en 1989-1991, la realidad innegable de la catástrofe medioambiental que causa inmanentemente el capitalismo y la tendencia al desarrollo de una guerra generalizada por parte del imperialismo. Además, habría que añadir a estos puntos de inflexión, como hemos hecho, la crisis cada vez más evidente de la política burguesa y de sus partidos tradicionales y la tendencia a un desarrollo cada vez más extenso e intenso de la lucha de clases. En el próximo período viviremos acentuaciones, aceleraciones y nuevos puntos de inflexión en la dirección indicada. Es decir, en torno a la bifurcación histórica que caracteriza la entrada en una nueva época, la disyuntiva entre el comunismo o la profundización irreversible de la catástrofe capitalista.
  26. Las tareas de las minorías comunistas internacionalistas pasan, como ya dijo Rosa Luxemburgo hace más de 100 años, por argumentar con claridad al proletariado mundial que: “la llegada de un período semejante es inevitable, explicándoles las condiciones sociales internas que conducen a ello, así como sus consecuencias políticas.” Es decir, explicar cómo la tendencia a la guerra, a la crisis del capital, a la catástrofe climática, etc. son fenómenos intrínsecos a la misma dinámica capitalista, que todo esto tiene consecuencias políticas por la crisis de la representación política burguesa y, al mismo tiempo, por una acentuación cada vez más fuerte de las revueltas y rebeliones de nuestra clase. El objetivo de los comunistas es, entonces, asumir con seriedad nuestras tareas del momento, con inflexibilidad doctrinal y programática, con un sentido de responsabilidad histórica, siendo un factor activo en la lucha por la convergencia y centralización internacional de las minorías revolucionarias desde el baricentro del programa comunista.
  27. Frente a las ideas decadentistas del capitalismo, el comunismo nace del propio desarrollo del capital, única alternativa histórica a la catástrofe. El comunismo es una alternativa histórica al mundo del capitalismo no porque éste haya dejado de desarrollarse, sino porque cada vez se desarrolla más y al hacerlo hace que los fundamentos mercantiles sobre los que descansa no permitan medir y orientar la reproducción de la complejidad social. Sólo el comunismo puede hoy orientar y planificar la vida de la especie a nivel mundial. Permitir que despliegue las fuerzas productivas que se encuentran atrapadas bajo las relaciones sociales capitalistas es la tarea del proletariado mundial en el desarrollo de sus luchas, y de las minorías comunistas que luchan junto a él para que se constituya en clase. Todo ello para lograr invertir la praxis de la historia y que sobre las ruinas del valor y la mercancía florezca un plan de vida para la especie.

 

Diciembre de 2024

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