LOADING

Type to search

Actualidad

Declaración internacionalista sobre la situación mundial

También en árabe, catalán, francés, gallego, inglés y portugués

Entramos en un periodo en el que se aceleran y acentúan los tiempos históricos. Un momento bisagra entre la erosión de la contrarrevolución de la década de los veinte del siglo pasado, que ya vivió una sacudida en los años 60 y 70, sacudida que confirmó la caída de los gobiernos estalinistas de la Europa del Este (las naciones del mal llamado “socialismo real”, que en realidad eran naciones capitalistas) y la revolución venidera. Además, las contradicciones del capital, temporalmente atenuadas mediante la socialización del capital y la II Guerra Mundial, estallaron finalmente en los 70 y desde entonces los problemas de sobreacumulación de capital se han acentuado. El capitalismo ha lanzado sus problemas hacia el futuro, agravando la dimensión y la densidad de la crisis que atraviesa. El capitalismo ha buscado solventar estos problemas a través del incremento de la deuda de los Estados y el desarrollo del capital ficticio en los mercados financieros. Pero esto son bombas de oxígeno a corto y medio plazo que preparan crisis cada vez más agudas, como ya se vio en la crisis del 2008. Y es que la base sobre la que se sustenta el movimiento del capital, la producción de valor, se ve socavada por la sustitución de trabajo vivo por trabajo muerto (capital constante). La acentuación de la crisis del capitalismo se ve acompañada por el declive general de la potencia hegemónica salida de la II Guerra Mundial, Estados Unidos, y el ascenso de la potencia que disputa el poder mundial, China. Asistimos tendencialmente, tanto en el terreno económico como en el militar, a la conformación de dos bloques imperialistas alrededor de las dos potencias señaladas antes. Ahora bien, la futura guerra generalizada no tendrá el efecto benéfico para el capital que tuvo la guerra mundial pasada sobre el capitalismo, ya que las bases sobre las que descansa la acumulación del capital son cada vez más estrechas. A todos los elementos críticos anteriormente definidos hay que añadir la catástrofe ecológica,  que el capitalismo genera endógenamente por su naturaleza depredadora y productivista. Además, una de las contratendencias para superar los problemas de valorización de capital, supone ampliar los mercados y, por ende, la producción y distribución de mercancías, por lo que se precisará para ello cada vez más energía y materias primas.

Todos estos elementos son los que producen una polarización social que es cada vez más marcada. Marx había señalado que una época de revolución social se inicia cuando las relaciones sociales de producción se convierten en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas, de la producción de riqueza social. Pues bien, estamos entrando en esa época, una época bisagra entre la contrarrevolución pasada y la revolución futura. Obviamente Marx sabía que época o era revolucionaria no son lo mismo que situaciones revolucionarias o revoluciones. Estamos asistiendo al desarrollo de diferentes rebeliones y revueltas en los últimos años, muy confusas con respecto a sus perspectivas políticas y de clase (como no podía ser de otro modo), pero que permiten reabrir la experiencia histórica del proletariado, el surgimiento de minorías revolucionarias y la intervención de las minorías comunistas en estos procesos. Es en este contexto en el que nos parece muy importante intervenir, tratando de ayudar en la clarificación programática y de posiciones políticas. Por eso redactamos esta toma de posición común entre nuestros tres grupos comunistas internacionalistas.

 

Tendencia mundial a la guerra imperialista

De un extremo a otro del planeta—del Cáucaso al África Central, del Levante a las aguas del Mar de China Meridional—el capitalismo lo cubre todo con una serie de conflictos intratables y sangrientos, mientras prepara el terreno para que estallen nuevos conflictos que prometen, por su destructividad y su mera escala, empequeñecer a los actuales hasta la más absoluta insignificancia.

Ya hemos visto, hasta la náusea, las horribles imágenes en televisión y en Internet: las fosas comunes, los kilómetros de escombros -una visión apocalíptica del futuro que este sistema nos tiene reservado-, las familias enteras destrozadas por las bombas, los niños pequeños que nunca crecerán para tener ningún tipo de futuro porque han sido quemados vivos o ejecutados a sangre fría por disparos de francotiradores… Desde Gaza a Siria, de Sudán al Congo, la brutal e inhumana guerra capitalista amenaza con extinguir las condiciones de vida de nuestra especie.

Y detrás de esta extinción masiva de vida humana, detrás de esta carnicería organizada que nuestros explotadores y verdugos aún se dignan a llamar «civilización», está la dictadura impersonal del capital, cada vez más totalitario en su estructura, que recompensa y da razón de ser a la matanza y a la crueldad actualmente exhibidas.

Todas las grandes potencias imperialistas mundiales y regionales, así como sus aliados de bloques «más pequeños» y menos poderosos, impulsadas por la necesidad de conquistar nuevos mercados para la exportación (en los que volcar los excedentes de mercancías), nuevas fuentes de materias primas y fuerza de trabajo (para reducir los costes de producción, para salvaguardar y avanzar su posición dentro del sistema económico mundial, con el fin de poder fijar las condiciones de intercambio en su exclusivo beneficio), participan con regocijo en los baños de sangre que nos rodean mientras conspiran para organizar los del mañana.

Basta con echar un vistazo a algunos de los principales escenarios de los combates actuales para ver claramente lo que está ocurriendo.

Ante la amenaza militar creíble de un gran adversario regional como Rusia, Estados Unidos y su coalición de Estados europeos integrados en la OTAN han demostrado su dedicación a desgastar a las fuerzas enemigas proporcionando apoyo técnico, armamentístico y de inteligencia a Ucrania en un conflicto cuya conclusión parece cada vez más inevitable.

A pesar de la condena mayoritaria en el momento de la invasión y del régimen de sanciones, cuyas peores consecuencias se parece haber evitado gracias a una combinación de astuta política monetaria e ingresos constantes procedentes de las exportaciones de petróleo y gas natural, Rusia aparenta estar bien posicionada para ganar ese conflicto, al tiempo que sigue siendo capaz de proyectar suficiente poder en el exterior para mover sus «piezas de ajedrez» y seguir complicándole la vida a sus adversarios imperialistas.

Por otro lado, los Estados del Sahel (Malí, Burkina Faso y Níger), cuyos gobiernos militares recién acuñados -producto de un prolongado conflicto armado interno contra la insurgencia islamista/salafista- cuentan con el asesoramiento de mercenarios rusos en oposición al bloque de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), más alineado con Estados Unidos y la UE. Además, Rusia ha forjado estrechas alianzas con Irán, que sigue siendo uno de sus principales proveedores de armas, y con Corea del Norte, con quien ha firmado un tratado de defensa mutua y que recientemente ha enviado unos 10.000 soldados para ayudar a Rusia a retomar el control de Kursk.

Mientras tanto, la guerra de Israel en Gaza sigue ampliándose, amenazando con envolver y arrastrar no sólo a Estados Unidos, su Estado patrón, sino también a sus aliados europeos de una forma u otra. De breves y limitados intercambios de cohetes con Hezbolá en el sur del Líbano, la ofensiva israelí ha pasado ahora a bombardeos totales de bloques de apartamentos, pueblos y otras zonas de Beirut, con el resultado de más de 3.000 muertos y el desplazamiento de casi 2 millones de personas, aplicando en el Líbano las mismas tácticas de guerra total que ha estado llevando a cabo en Gaza sin final a la vista.

Como telón de fondo de todas estas muertes, Irán e Israel se siguen lanzando el uno contra el otro mortíferos ataques con misiles, subiendo por la escalera de la escalada hasta llegar a la guerra abierta, con Israel golpeando no sólo contra operativos iraníes, milicias chiíes y otros grupos proxy en el Medio Oriente, sino también dentro del propio Irán. Un Irán que responde del mismo modo, lanzando ataques coordinados dentro de Israel que desbordan sus sistemas de defensa antimisiles y que requieren el apoyo aéreo estadounidense para mitigarlos.

El intercambio armado entre dos grandes potencias regionales—Israel e Irán—se va intensificando cada día y, después de meses de ataques aéreos israelíes contra Hezbolá y las fuerzas armadas sirias que debilitaron la posición del gobierno ahí, acabó abriendo una brecha para que las fuerzas rebeldes llevaran a cabo un ataque relámpago contra Damasco. El régimen de Assad, que ha gobernado el país con mano de hierro durante más de cincuenta años encarcelando y asesinando a la oposición, es naturalmente odiado por la población civil, la cual ha sufrido de forma inimaginable en una guerra civil que dura ya una década, un conflicto responsable de más de 500.000 muertes.

Sin embargo, el nuevo gobierno “de transición”, formado por combatientes islamistas con vínculos a Al Qaeda e ISIS, no será mejor en última instancia y, de hecho, la situación interna en Siria podría agravarse. Incluso podría reavivarse la guerra civil debido a los continuos enfrentamientos entre grupos armados con diferentes apoyos externos: ya sean las milicias kurdas del PYD/PKK patrocinadas por los Estados Unidos en el norte de Siria, el Ejército Sirio Libre respaldado por Turquía o grupos chiíes con apoyo de Teherán. En el Medio Oriente, como en todo el mundo, el capital ruge y exige sacrificios. Su hambre no se saciará por muchos inocentes que se pongan bajo tierra.

Además, están los continuos esfuerzos de «contención» hacia China, que han llevado a Estados Unidos y a sus aliados a firmar tratados de defensa mutua y de apoyo armamentístico con la India, Corea del Sur, Japón, Indonesia, Filipinas y Australia, entre otros países, mientras trabajan incansablemente para impedir que China alcance su estatus de potencia regional y se convierta en un actor principal en la geopolítica mundial.

Y por encima de todo esto, como una proverbial espada de Damocles que pende sobre la cabeza de toda la humanidad, flota el espectro de la guerra generalizada que amenaza con convertirse en holocausto termonuclear a cada momento. La situación de nuestra especie nunca ha sido tan grave como ahora, y es el mundo del capital y de la mercancía el responsable.

La posición de los internacionalistas

Existe una amenaza latente de extinción de nuestra especie. La potencia material de procesos de exterminio en masa de proletarios en la competencia mundial se organiza de una manera cada vez más tecnificada, y por tanto tiende a arrastrar áreas más extensas a sus dinámicas destructivas. Por eso nos encontramos ante una dinámica que supone la crisis del orden capitalista mundial y se prepara a través de la configuración tendencial de dos bloques imperialistas en torno a Estados Unidos y a China. Y todos los Estados existentes o en formación tienden a alinearse a partir de esta situación general. Frente a los mitos burgueses no es posible ninguna soberanía política y económica en el mundo del capital y todas las fuerzas se alinean alrededor de algún imperialismo mayor. Basta ver el ejemplo del Kurdistán sirio, que se proclama “anarquista” y hasta ahora se ha aliado con Estados Unidos.

Ante esto sólo podemos plantear una salida. La asociación de la clase obrera por fuera de los organismos estatales políticos y sindicales. Estos organismos en el mejor de los casos paralizan políticamente a la clase, reducen su acción a la búsqueda de una mejor posición dentro de esta sociedad y propagan consignas pacifistas. Y, en el peor de los casos, organizan el proceso por el cual la clase obrera es arrastrada a la defensa de las naciones en las masacres. Frente a esto, el proletariado debe abogar por el derrocamiento de la autoridad burguesa (independientemente de su forma republicana o monárquica, de su partido gobernante, derechista o izquierdista, de su relación con la religión, ya sea laica, islámica, cristiana, judía…, de sus leyes y derechos…) y su sustitución por la dictadura proletaria, la Comuna o semiestado. Así se  iniciará un proceso de disolución de todas las fuentes de separación de la existencia y producción humanas, acabando con la propiedad privada, las mercancías, los Estados, las naciones y las clases sociales y, por tanto, con las guerras y los ejércitos.

Nuestro llamamiento es al viejo topo que, frente a la amenaza que se cierne sobre el planeta, ha de roer las raíces de esta civilización que impide reconocerse y afirmarse a la clase revolucionaria. Una clase revolucionaria que se expresa como la fuerza de disolución de esta anticuada sociedad y que transformará la guerra imperialista en guerra civil. Para ello es preciso que la clase trabajadora rompa la separación entre economía y política, entre la lucha por sus condiciones de vida y la lucha contra el poder colectivo de la clase capitalista (el Estado) y que las huelgas corporativas den paso a la huelga de masas, forma generalizada de lucha que en su extensión territorial le permitirá construir sus propios órganos revolucionarios. Hasta entonces, los comunistas, sector más destacado del proletariado, diferenciado de los demás proletarios sólo porque en todos los conflictos que éstos atraviesan siempre defienden los intereses generales e históricos del conjunto de nuestra clase, deben rechazar, aunque sea a contracorriente, todo compromiso político con los distintos bloques nacionales y la ideología del mal menor. Y deben apoyar el sabotaje al militarismo y la deserción en todos los frentes (la guerra a la guerra). Por eso es importante la defensa de una perspectiva de derrotismo revolucionario que entienda que el enemigo no está simplemente en nuestro país, sino en el conjunto de la burguesía mundial en cualquiera de sus diferentes facciones.

“La política imperialista no es obra de un Estado cualquiera o de varios, sino que es producto de un determinado grado de maduración en el desarrollo mundial del capital, un fenómeno internacional por naturaleza (…) y del que ningún Estado puede sustraerse.» (Rosa Luxemburgo, Folleto de Junius).

Balance y Avante

Barbaria

Liga de los Comunistas Internacionalistas

A 4 de enero de 2025

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *