[Octavilla] El drama de la vivienda solo acabará con el final del capitalismo

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Hay pocas cosas más violentas que el que te expulsen de tu propia casa, o tener que marcharte de ella para que evitar que lo hagan. También es violento tardar una o dos horas en llegar al trabajo o vivir con desconocidos en una habitación de alquiler. O no saber nunca cuándo llegará la siguiente subida que te obligue a dejar el piso. Nos dicen que la vivienda es un derecho, pero los derechos los concede el Estado y este problema no lo puede resolver ningún gobierno, sea del color que sea. Quien nos intenta convencer de que votando a unos o a otros podemos acabar con el encarecimiento de los medios de vida, el paro y la precariedad, sencillamente nos miente. Los Estados son parte del problema, no de la solución.
La situación dramática que vivimos con la vivienda es un problema para nuestra clase a nivel mundial: Reino Unido, Francia, China, Estado Unidos, por todas partes nos ahogan por querer tener un techo. Mientras, la inflación supera con mucho la magra subida de salarios y estos se igualan a la baja: el salario más frecuente está ya muy cerca del salario mínimo.
En el capitalismo, el trabajo no se organiza en torno a las personas sino al revés: las inversiones se concentran en las grandes urbes y nosotras y nosotros, el proletariado, la mano de obra, nos hacinamos en ellas con la esperanza de poder obtener un salario estable. Los alquileres suben en las ciudades que van bien, porque es donde está el trabajo. También suben en las ciudades que, como les va menos bien, se venden como mercancías turísticas al mejor postor. Solo en las zonas deprimidas económicamente, como esa España vaciada, el precio de la vivienda se mantiene o desciende ligeramente.
Esta tendencia es imparable, y se acelera conforme avanza la crisis del capitalismo: cuanto más trabajo expulsa la automatización de la economía, mayor es la concentración de quienes buscan empleo en las grandes ciudades. El techo del alquiler solo reduce la oferta de viviendas y aumenta su precio. La construcción de vivienda pública no puede tener un gran impacto en la oferta y, de tenerlo, tan solo sería temporal: unos precios más bajos llamarían de vuelta a quienes ya han sido expulsados a los confines del área metropolitana. La regulación contra las subidas “abusivas” de los alquileres apenas toca la superficie del drama de la vivienda, porque las subidas “no abusivas” se acompasan con el descenso de los salarios y el aumento del paro, los desahucios y las infraviviendas.
PSOE, Podemos, Sumar, Más Madrid, CCOO, UGT: los mismos que sancionan y maquillan la precariedad con la reforma laboral, los mismos que aumentan la edad de jubilación de tapadillo y que quieren “flexibilizar” las bajas laborales para seguir trabajando enfermos, nos dicen que van a resolver el problema de la vivienda. Pero ellos son parte del problema, y no son derechos, sino represión lo que nos aplican cuando nos rebelamos contra él.
El drama de la vivienda con sus desahucios, suicidios, personas sin casa o eternamente en la casa familiar solo acabará si desarrollamos la lucha por nuestras necesidades inmediatas de forma unida, como una misma clase, autoorganizada y con una perspectiva internacional e internacionalista. Y esa lucha solo tiene un fin posible, por muy difícil que parezca hoy: imponer las necesidades humanas a la lógica del capital, una lucha que ha de ser, necesariamente, revolucionaria.