PCInt – Proyecto de tesis sobre la cuestión sindical
Nota introductoria del Grupo Barbaria
Publicamos la traducción al castellano de una serie de textos acerca de la escisión que vivió el PCInt-Programma Comunista en 1971 a partir de sus secciones escandinavas y algunas de sus secciones francesas (Saint Étienne, Lyon, Bourg, Le Mans y una parte de la de Marsella). En los argumentos tratados, nos parece que destacan toda una serie de reflexiones que son vitales hoy desde un punto de vista teórico para la preparación de la futura revolución y el desarrollo de nuestro partido histórico: la crítica al activismo y el inmediatismo sindical; la toma de distancia con el tercerinternacionalismo y a una perspectiva tradeunionista y kautskysta que se adapta a la clase obrera tal y como es en un período de paz social, y no de cara al proceso revolucionario futuro; la consideración del partido formal como ya existente y motor de la lucha de clases; la comprensión de que el capitalismo es una totalidad que ha socializado y unificado economía y política, lo que hace imposible pensar una actividad revolucionaria alrededor del dualismo sindicato-partido, etc. Las consecuencias de esto son muy importantes, pues explicaría que el proletariado se constituye en clase y en partido, superando ese dualismo, precisamente rompiendo con la paz social y con el sometimiento del proletariado al capital y a sus instituciones económicas, políticas y jurídicas. En definitiva, esperamos que la lectura de estos textos cumpla con su función esencial: ayudar en el proceso de clarificación programática hacia el comunismo.
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Presentado por las “secciones escandinavas”.[1]
I. Las asociaciones económicas en el determinismo económico
1. Según el marxismo revolucionario, todas las organizaciones del proletariado (consejos de fábrica, sindicatos, comités de huelga, soviets, partidos políticos, etc.) están determinadas por su práctica durante las luchas y ataques del proletariado contra el Estado capitalista. Esto es lo que constituye el criterio de valoración que los marxistas hacen de estas asociaciones; esta valoración no puede en ningún caso basarse en leyes y estatutos formales.
2. Las llamadas organizaciones obreras participaron en la centralización de la economía durante la guerra imperialista. Llegaron a armar directamente a los proletarios en los ejércitos imperialistas, en los frentes de la Resistencia antifascista o en los cuerpos francos [freikorps, NdT] antiproletarios de Noske. Eligieron, pues, el partido de la contrarrevolución, el partido del Estado capitalista.
3. Bajo el dominio de la contrarrevolución, no hay organización que pueda llamarse «de clase», «obrera» o «reivindicativa», es decir, neutral en el sentido ya afirmado y combatido por la Tercera Internacional.
4. La fundación de la Internacional Sindical Roja (Profinterm) y la consigna de escisión en la AFL[2] estadounidense fueron la expresión incompleta de la elección inevitable y necesaria entre revolución y contrarrevolución, elección ante la cual se encontraban todas las organizaciones proletarias de los países imperialistas occidentales. Por lo tanto, la fundación de Profinterm y la táctica adoptada con respecto a la AFL en el primer año de la Internacional estaba en total contradicción con la política que se desarrolla con las uniones alemanas, la orden de la integración en la ADGB[3], y con los comunistas ingleses la táctica oportunista consistente en la entrada parlamentaria en el Partido Laborista, el partido de la II Internacional y de la burocracia sindical.
Si el entrismo en la ADGB, en las TUC[4], en el Partido Laborista (y en la AFL después del II Congreso de 1920) fue un error grave, igualmente grave fue el error de hacer entrismo en las cooperativas de “trabajadores”. De hecho, en los países occidentales estas organizaciones tenían un carácter puramente mercantil y completamente aclasista, y generalmente se dedicaban a la especulación bancaria en la industria bélica.
La consigna de «conquista” de estos órganos del Estado burgués y de la contrarrevolución se lanzó, por tanto, en completa contradicción con la concepción marxista de la «acción económica» y de la organización revolucionaria de los proletarios. Esta táctica se basó en los mismos errores democráticos y errores educacionistas que la Fracción Comunista Abstencionista del PSI reprochó al «parlamentarismo revolucionario” de Lenin. Además, esta consigna sindical estaba imbuida del tradeunionismo formalista y gradualista (teorizado por De Leon), que la III Internacional había heredado del movimiento socialdemócrata del capitalismo reformista. Un tradeunionismo que como consejero era tan peligroso como el laborismo y el “economicismo de Proudhon». Además, este último también dejó sus huellas, aunque de forma modesta, en las tesis sobre el «control obrero» de la Internacional y de sus secciones (por ejemplo, en el III Congreso de la Comintern en 1921: «La Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja» y en el II congreso del PCd’l en 1922: «El Partido Comunista y los sindicatos” de Gramsci y Tasca, capítulo «El problema del control obrero»).
5. En lo que se refiere a la organización y a la lucha, la fundación de las Uniones alemanas (AAUD[5], FAUD(S)[6], la fundación en Inglaterra de los comités de delegados o shop stewards, la «confederación de los Tres» (Dreibund) y la revitalización de las uniones en los Estados Unidos (IWW[7], One Big Union), fueron la expresión de la escisión política de los viejos sindicatos e incluso del ataque revolucionario contra ellos (Hamburgo, Bremen 1919).
6. En consecuencia, aprovechando la lección aprendida por las dos guerras mundiales imperialistas y por el período revolucionario 1917-1921/23, el Partido Comunista Internacional, frente a las llamadas organizaciones «obreras» en las metrópolis imperialistas, se basa en el siguiente criterio de apreciación: si estas organizaciones no siguen una práctica agresiva contra el capitalismo, están del lado de la contrarrevolución y deben ser tratadas como órganos estatales y políticos de la contrarrevolución.
II. Balance comunista del papel actual de los sindicatos tradicionales
7. «El movimiento económico y la acción política de la clase trabajadora en lucha están indisolublemente unidos» (Asociación Internacional de Trabajadores, 1871). No hay lucha de defensa económica que no constituya al mismo tiempo una preparación política. Bajo el imperialismo, todas las luchas económicas tienden a un pasaje inmediato a la lucha política.
Cualquier «acción económica» compacta y agresiva es confrontada inmediatamente por los órganos «pacíficos» del Estado: sindicatos, tribunales laborales, comisiones mixtas de investigación, organizaciones sociológicas, etc. cuyo verdadero papel es sabotear y destruir la acción proletaria. Este enfrentamiento entre los proletarios y los órganos del capital puede conducir a multas y penas de prisión (Escandinavia, países del Este) o a una batalla abierta contra los órganos armados del Estado (Stettin, Gdansk, Gdynia, Nosario, Granada, Avola, Battipaglia). El enfrentamiento con los órganos estatales, desde el sindicato hasta la policía, es un enfrentamiento político, y su tendencia es la tendencia a la revolución que, a través de la huelga general total, conducirá al asalto armado contra el Estado capitalista.
8. Por lo tanto, hoy el papel de la agitación comunista es mostrar a los proletarios el contenido revolucionario de su posición antisindical y su rebelión contra la disciplina sindical: la destrucción del Estado capitalista y sus sindicatos antiproletarios.
9. En consecuencia, debemos combatir las ilusiones tradeunionistas según las cuales todavía existen en las metrópolis imperialistas sindicatos con direcciones oportunistas capaces de ser «conquistados» por «la fracción comunista en el sindicato» y de ser utilizados como «correa de transmisión” del partido político de clase.
10. Si todavía existen asociaciones económicas de trabajadores con dirección oportunista, sólo puede ser en la periferia del capital (como vimos durante la Primera Guerra Mundial y entre las dos guerras en Rusia, Italia, Yugoslavia, Bulgaria, etc.)[8]. De hecho hoy, incluso en los países subdesarrollados, «crisis nacionales», «guerras locales», golpes militares, represión continua contra el proletariado, todo esto lleva a los sindicatos de estos países a la elección histórica entre revolución y contrarrevolución, en una época en la que no hay lucha revolucionaria en las metrópolis imperialistas y la práctica de estos sindicatos los lleva a convertirse en órganos burgueses, estatales y a menudo ministeriales.
11. En consecuencia, el partido comunista en las metrópolis imperialistas debe demostrar que el sindicato no se puede conquistar. Debe preparar a la clase para seguir sin vacilación su propia tendencia histórica en el período revolucionario: es la tendencia a dar una dirección política desde el punto de vista del programa y de la organización (el partido). Es también la tendencia a batirse en una lucha armada internacionalista por la destrucción de todos los órganos del Estado capitalista y por el establecimiento de la dictadura de clase del proletariado, dictadura que descansa sobre estas organizaciones revolucionarias, y que está dirigida por el órgano-partido que el proletariado se dio antes y durante la batalla, uniéndose a la línea histórica de su programa comunista.
12. Esta concepción de preparación política está contenida inequívocamente en el postulado marxista restaurado por la Izquierda italiana, según el cual el proceso revolucionario se basa en la relación entre partido y clase, y no está sujeto a premisas democráticas que requerirían que el partido sea seguido por una mayoría de obreros individuales. La exigencia tradeunionista de conquista del sindicato equivale hoy en el “mejor” de los casos a una visión democrática del proceso revolucionario, y en el peor, a una propaganda traicionera para mantener a los trabajadores encarcelados en estos organismos contrarrevolucionarios.
III. Las futuras organizaciones de lucha en la perspectiva comunista
13. En los últimos años, los órganos de lucha han adquirido sin duda un carácter local y limitado en el tiempo: este es uno de los efectos de la contrarrevolución, lo que significa que la acción proletaria se limita por el momento a explosiones breves y esporádicas. Sin embargo, estos órganos de lucha han tendido a desarrollar formas que, en su dirección, pueden compararse con las Uniones revolucionarias y los sindicatos escisionistas del pasado (véase Francia, Suiza, Holanda).
14. Estas diferentes formas —comités de huelga (Suecia, Bélgica), comités de fábrica (Polonia), sindicatos escisionistas (Argentina)— muestran que las viejas debilidades derivadas del localismo y el autonomismo pueden reproducirse. La centralización y la organización de la acción son, pues, un problema de hoy como de ayer; pero querer resolverlo conquistando los viejos sindicatos para así apoderarse de una forma centralizada equivale a querer buscar una solución completamente fuera de la historia. Preparar la necesaria coordinación es, por tanto, una tarea que forma parte de la agitación y del trabajo político general de preparación política que lleva a cabo el Partido Comunista.
15. Es la agresividad proletaria del movimiento real la que constituye el criterio de nuestra intervención y de nuestro trabajo, y no los análisis e ideales formalistas, ya que la revolución no es una cuestión de formas de organización. Por lo tanto, los comunistas sólo trabajan en los movimientos proletarios en lucha, incluso si tales órganos están condenados a degenerar y, en consecuencia, a ser destruidos por el proletariado.
Cualquier forma puede surgir, por ejemplo, como producto muerto nada más nacer, a partir de un proceso que no pudo escapar al control total del oportunismo (ejemplos de la mayoría de los consejos de trabajadores y soldados en Alemania en 1918, el C.O. de John Lewis en los EE.UU. en 1935/36[9]). Por otra parte, un comité de huelga, combativo al inicio de la lucha, puede convertirse un mes después en un freno reaccionario para el mismo movimiento (véase Kiruna-Malmberget).
16. La dinámica y la violencia de la futura revolución y la mayor claridad de precisión del programa comunista (después de más de 25 años de restauración de la doctrina) nos dan buenas razones para suponer que el futuro movimiento revolucionario, en lo que respecta a la decisión y la política de dirección, seguirá una línea de programa y acción mucho más claramente trazada, tanto por las experiencias históricas de las grandiosas luchas del proletariado en Rusia y Alemania, como por la confrontación objetiva con un enemigo históricamente obsoleto. De hecho, la burguesía, a través de décadas de contrarrevolución, crisis y guerras imperialistas, pudo completar su papel histórico derribando las relaciones de producción anteriores y las clases que les correspondían (tanto a nivel nacional como a nivel internacional); transformar prácticamente toda la producción humana en producción capitalista de mercancías y poner fin a las relaciones de producción creadas por el capitalismo en su fase reformista y en la primera fase del imperialismo. Este último se caracteriza por el papel creciente del Estado como relación de producción. El Estado aparece cada vez con mayor fuerza como das ideale samtkapital («capital general en idea») según la expresión de Engels (Anti-Dühring), no sólo por su papel cada vez más dirigente en la circulación de capitales y mercancías, sino también a través de su control cada vez mayor de la “organización del capital variable», es decir, el control del mercado de la fuerza de trabajo, facilitado por la integración de las organizaciones sindicales en el Estado.
El trabajo de la Izquierda Italiana proporciona al futuro movimiento proletario armas mucho más afiladas que aquellas con las que lucharon los revolucionarios del primer período de preguerra. Esto no significa que tengamos los «papeles en regla» con el futuro movimiento; al contrario, debemos seguir profundizando nuestra tarea de preparación revolucionaria. Las formas de esta tarea son la agitación directa contra los partidos y sindicatos traidores; la investigación marxista sobre la práctica seguida por la clase durante las grandes batallas revolucionarias (por ejemplo en la Alemania de 1919/21), la crítica severa a las tácticas sindicales, parlamentaristas, entristas y más tarde frentistas aplicadas por la Tercera Internacional, que se mostró, en realidad, como una federación de corrientes revolucionarias y que en consecuencia fue la expresión, tanto para bien como para mal, de esta fallida revolución internacional.
IV. Nota general sobre los órganos proletarios intermedios del futuro
17. Los comunistas deben trabajar con la perspectiva de la aparición de organizaciones de lucha de las masas proletarias, que constituirán una superación política de las viejas formas (sindicatos profesionales socialdemócratas, nacidos bajo el capitalismo reformista con la tarea de unificar la clase; sindicatos de industria, logrados ahora por el capitalismo en muchos países altamente industrializados).
18. «Es tarea del partido en los períodos desfavorables y de pasividad de la clase proletaria prever las formas y alentar la aparición de estas organizaciones con objetivos económicos para la lucha inmediata, las cuales podrán incluso asumir aspectos totalmente nuevos en el futuro, tras los tipos ya conocidos de corporación, sindicato de industria, consejo de empresa, etc. El partido alienta siempre las formas de organización que faciliten el contacto y la acción común entre los trabajadores de diversas localidades y de distintas profesiones, rechazando las formas cerradas» (Tesis características del Partido, 1951).
V. Conclusión
19. Ya en 1919, la joven Internacional presentó a los sindicatos la opción entre ella misma, la revolución y la dictadura del proletariado o bien el oportunismo, la colaboración de clases y el Bureau amarillo y contrarrevolucionario de Ámsterdam[10]. La contrarrevolución supo determinar el desarrollo del pasado, y con la Segunda Guerra Mundial imperialista todo quedó sometido a ella. La revolución determinará el movimiento futuro que podemos empezar a vislumbrar en la tendencia de los primeros ataques proletarios.
20. Sobre el programa comunista del proletariado está inscrito, por tanto, esto:
¡Qué nazcan los órganos de lucha de la revolución proletaria!
¡Destrucción de los órganos políticos y sindicales de la contrarrevolución!
Copenhague, 01/12/1971
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[1] Según François Langlet, editor de este y otros textos de la crisis del PCInt en 1971, el redactor de las Tesis es Gustav Bunzel [NdT].
[2] La Federación Estadounidense del Trabajo [NdT].
[3] La Confederación de Sindicatos Alemanes [NdT].
[4] Los sindicatos británicos (Trade Unions Congress) [NdT].
[5] Unión General de Trabajadores alemanes, constituida alrededor de comités obreros por fuera de los sindicatos, llegaron en un inicio a agrupar a 200.000 proletarios [NdT].
[6] De orientación anarcosindicalista [NdT].
[7] Industrial Workers of the World, los famosos wobblies [NdT].
[8] No compartimos esta diferenciación entre el centro y la periferia del capitalismo, ya que conlleva el riesgo de establecer programas diferentes según la zona del mundo (como ocurre en la perspectiva de la doble revolución). Véase Sobre la decadencia del capitalismo, la revolución permanente y la doble revolución. Esto no significa, obviamente, que la menor capacidad democrática de los países de la periferia del capitalismo no haga aparecer a algunas estructuras políticas y sindicales del capital de un modo más “radical” de lo que en realidad son [NdT].
[9] Se refiere al nacimiento de la CIO (Congreso de Organizaciones Industriales) estadounidense como un nuevo sindicato igualmente contrarrevolucionario [NdT].
[10] Se refiere a la Federación Sindical Internacional que tenía su sede en Ámsterdam. Era la versión sindical de la II Internacional y funcionó desde 1901 a 1945 [NdT].