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Clase y partido Serie: PCInt 1971 Teoría

PCInt – Extracto sobre la situación del partido (sección de Le Mans, noviembre de 1971)

Nota introductoria del Grupo Barbaria

Publicamos la traducción al castellano de una serie de textos acerca de la escisión que vivió el PCInt-Programma Comunista en 1971 a partir de sus secciones escandinavas y algunas de sus secciones francesas (Saint Étienne, Lyon, Bourg, Le Mans y una parte de la de Marsella). En los argumentos tratados, nos parece que destacan toda una serie de reflexiones que son vitales hoy desde un punto de vista teórico para la preparación de la futura revolución y el desarrollo de nuestro partido histórico: la crítica al activismo y el inmediatismo sindical; la toma de distancia con el tercerinternacionalismo y a una perspectiva tradeunionista y kautskysta que se adapta a la clase obrera tal y como es en un período de paz social, y no de cara al proceso revolucionario futuro; la consideración del partido formal como ya existente y motor de la lucha de clases; la comprensión de que el capitalismo es una totalidad que ha socializado y unificado economía y política, lo que hace imposible pensar una actividad revolucionaria alrededor del dualismo sindicato-partido, etc. Las consecuencias de esto son muy importantes, pues explicaría que el proletariado se constituye en clase y en partido, superando ese dualismo, precisamente rompiendo con la paz social y con el sometimiento del proletariado al capital y a sus instituciones económicas, políticas y jurídicas. En definitiva, esperamos que la lectura de estos textos cumpla con su función esencial: ayudar en el proceso de clarificación programática hacia el comunismo.

 

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Continúa la reflexión del texto de septiembre de 1971.

2. “Centralismo orgánico”

Se recuerda, con razón, que el «centralismo orgánico» es un principio para nosotros y que, por consiguiente, no tiene sentido discutirlo. Compartimos completamente este punto de vista. Simplemente queremos evitar que este principio quede desacreditado por distorsiones o malentendidos, o que se convierta en un pretexto para rechazar cualquier crítica. Teniendo en cuenta que la fórmula «centralismo orgánico» no está clara para un cierto número de camaradas que no conocen suficientemente los textos fundamentales de nuestra corriente, no creemos que sea inútil recordar brevemente su contenido. De hecho, hay dos aspectos:

Consideramos que el vínculo entre la clase y sus organizaciones diferenciadas debe ser orgánico (no «democrático», pluralista, etc.). Esto corresponde a lo que se ha llamado el esquema de la «pirámide»: en la base de la pirámide, la masa de obreros; en el nivel intermedio, las organizaciones económicas; en la cima, el partido de clase, con una doble dirección ininterrumpida en ambos sentidos.

Desde esta perspectiva, se deduce, por un lado, la necesidad del «asociacionismo» obrero y, por otro, la visión del sindicato como «correa de transmisión» del partido.

Nada que reprochar a este nivel. Simplemente, cuando la parte superior es reemplazada por capital, ¿qué pasa con el resto? Las organizaciones económicas se convierten en «correas de transmisión» del capital, el «asociacionismo» equivale a encerrar a los proletarios en organizaciones al servicio del capital. La organización que defiende el programa de clase queda entonces necesariamente aislada y se reduce a su más simple expresión. La reconstitución de la pirámide supone entonces la insubordinación de una vanguardia proletaria en relación al capital y por tanto en relación a las organizaciones que se han convertido en su correa de transmisión. Decir lo contrario sería condenar a posteriori a las fracciones comunistas que se separaron hace cincuenta años de los partidos socialdemócratas. Si estas fracciones no se vieron obligadas a favorecer la destrucción de las asociaciones económicas es porque el período no era contrarrevolucionario, y esto impidió que estas asociaciones, incluso dirigidas por reformistas, fueran completamente correas de transmisión del capital. Este punto también deberá aclararse a la luz de las investigaciones actuales sobre el movimiento en Alemania.

El segundo aspecto del “centralismo orgánico” es su aplicación como modo de funcionamiento del partido. La fórmula se opone a la del «centralismo democrático»: este último supone de hecho la dictadura de la mayoría o de los dirigentes, mientras que el «centralismo orgánico» se basa en la dictadura de los principios dentro de la organización, que asegura la continuidad del partido en tiempo y espacio; debido a que la estrategia y la táctica deben estar estrechamente vinculadas a los principios, al cuerpo de doctrina, esto excluye cualquier posibilidad de creación e innovación contingentes.

Huelga decir que suscribimos plenamente esta posición de principios. Observemos, sin embargo, que si el partido de clase no tiene existencia real, la aplicación mecánica del principio corre el riesgo de conducir a un cierto formalismo, a recetas organizativas. También parece que las críticas que se nos hacen a este respecto se refieren a este formalismo. Por ejemplo, el “centralismo orgánico” no significa ausencia de discusión (sólo a través de un abuso formalista se equipara discusión y democracia), sino ausencia de cuestionamiento de los principios. Si los principios son cuestionados de una forma u otra, especialmente cuando se constata un divorcio entre teoría y práctica (ver cuestión sindical), es absolutamente necesario discutir para rectificar la situación. La Izquierda dio el ejemplo en el pasado cuando criticó las consignas erróneas y peligrosas de la Internacional Comunista. Mejor aún, hizo pública esta crítica sacándola en su prensa. Nótese que esto no es lo que llevó a la ruptura entre la Izquierda y la Internacional Comunista.

Por otro lado, es normal, y en el caso de que se cometan errores, incluso puede ser positivo que las secciones se comuniquen entre sí. Supongamos, por ejemplo, que nosotros mismos estuviéramos en un error: ¡los camaradas de las secciones vecinas serían entonces irresponsables si no nos ayudaran a corregir este error! Este fue el caso cuando, en el seno del Partido Comunista de Italia, la izquierda formó un Comité de Enlace, disuelto en julio de 1925 sin que los camaradas de la Izquierda «renunciaran al derecho de consulta en un trabajo puramente teórico de preparación y discusión de tesis» (Programme Comuniste, número 34, página 41). No olvidemos tampoco la circular número 1 de 1971 del Centro[1]: «pero la centralización, que es manifestación y también garantía de la eficacia del Partido, debe lograrse en todos los niveles. Es por eso que las secciones deben estar interconectadas regionalmente. En Francia, en particular, al menos dos centros de coordinación […] deben servir como órganos prácticos de enlace entre secciones aisladas, celebrando reuniones conjuntas, respondiendo a sus preguntas». La sección de París extrajo la siguiente conclusión: «exhortamos a los camaradas de las secciones relativamente cercanas a París que hagan el esfuerzo de enviarnos sus novedades […] pero también de comunicarnos los problemas políticos o materiales con los que podamos ayudarles».

Por lo tanto, parece que las negativas a la discusión (ver París) y las prohibiciones de comunicación entre secciones son una práctica reciente, dictada por el «acontecimiento»[2] y no por la práctica tradicional de nuestra organización. De hecho, parece que algunas personas se esconden detrás de una interpretación formalista del “centralismo orgánico” para evitar cualquier crítica. Pero si la crítica es correcta, hay que admitirla; si es errónea, hay que refutarla. Volvamos una vez más a un texto de nuestro partido, el discurso del representante de la izquierda ante el VI Ejecutivo ampliado de la Internacional Comunista (Programme Comuniste, nº 34, página 52):

Es evidente que debemos tener un partido absolutamente homogéneo, sin divergencias de ideas y sin agrupaciones diferentes. Pero no es un dogma, no es un principio a priori; es un objetivo por el que podemos y debemos luchar, durante el desarrollo que conduce a la formación de un verdadero partido comunista, pero con la condición de que todas las cuestiones teóricas, tácticas y organizativas hayan sido planteadas y resueltas correctamente. […] Cuando surgen diferencias, se demuestra que la política del partido es errónea, que es incapaz de combatir victoriosamente las tendencias desviacionistas. […] Cuando se registran casos de indisciplina, es nuevamente un síntoma de esta incapacidad del partido. La disciplina es, por tanto, un punto de llegada y no un punto de partida, una plataforma inquebrantable.

Por tanto, debemos tener cuidado con estas medidas disciplinarias que permitieron a Stalin eliminar a los viejos bolcheviques sin desenmascararse.

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[1] El Centro del PCInt en ese momento era Bruno Maffi, dirigente histórico de la izquierda comunista italiana tras la II Guerra Mundial [NdT]

[2] Se refiere a la crisis organizativa que estaba viviendo el PCInt [NdT]

 

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