Carta respuesta al GIGC
Publicamos nuestra carta al Grupo Internacional de la Izquierda Comunista que responde a una carta previa que discutía nuestras Tesis programáticas y que se puede consultar aquí y aquí en su página web. Posteriormente a nuestra carta, ellos han publicado un nuevo texto a partir de nuestra respuesta.
Nos parece que es un debate interesante para profundizar en las posiciones internacionalistas por parte de las minorías revolucionarias actuales.
Queridos compañeros:
Muchas gracias por vuestra crítica, que cómo decís es útil para que podamos volver sobre nuestro mismo texto programático. Todo ello de cara a confrontarnos con nuestras tesis y ayudar en un proceso de clarificación y decantación más general hacia las posiciones de clase y proletarias de otros compañeros.
A lo largo de vuestro texto seguís el orden de nuestro texto y lo vais criticando, como señaláis el problema de este método es que no permite ir a la discusión más general y a la confrontación de las posiciones, y que en algunos casos lo que señaláis se corrige con lo que se dice posteriormente. Entendemos los motivos que decís pero nosotros trataremos de ir a las cuestiones más generales que señaláis, porque creemos que facilita la discusión y su posible continuación.
Nos parece una crítica rigurosa, y que, a diferencia de otras críticas que hemos recibido por otros grupos de la izquierda comunista (pensamos en las críticas que nos ha ido haciendo la CCI o el grupo bordiguista El Comunista), se dirige a aquello que sostenemos en nuestro texto. Y cuando no está seguro de algo lo señala. Solo una aclaración que evidentemente se debe a que no entendéis el sentido de esa frase, cuando en nuestro comentario a la tesis 3 señaláis que:
“Creemos que es un error considerar que las fuerzas nacionalistas, imaginamos que se trata de las fuerzas de “extrema derecha”, al igual que el capital internacional, puedan “poner en cuestión” la soberanía de los Estados.”
Cuando hablamos de fuerzas nacionalistas, que dentro de sus fronteras ponen en cuestión de la soberanía de los Estados, no nos referimos a fuerzas de extrema derecha sino a nacionalismos como el catalán, el vasco, el escocés, etc. que ponen en cuestión a los Estados actualmente existentes. Y que, obviamente, quieren construir otros Estados burgueses como alternativas. Nuestra crítica a todo movimiento nacionalista, como corriente burguesa y contrarrevolucionaria, es obviamente implacable. Y lo hemos hecho en numerosos textos contra el procès nacionalista catalán. Y, obviamente, no hay ninguna oposición entre Estado y capital. El Estado burgués está siempre al servicio de los intereses de la reproducción del capital en general. No puede haber capitalismo sin Estado, como claramente está mostrando Milei actualmente en Argentina, a pesar de sus planteamientos “libertarios”.
Bien, vayamos a las cuestiones más generales de la crítica de las que nos parecen menos importantes a las que si creemos constituyen motivos de diferencia entre nuestros dos grupos.
Materialismo histórico
En primer lugar, una introducción sobre el sentido de nuestras tesis. Son un primer documento programático que estuvimos trabajando colectivamente a lo largo del curso político 2023-2024. Obviamente es un documento sintético y menos desarrollado que vuestra Plataforma Política. Una de las razones de esto es que a lo largo de cada una de las Tesis, en la versión digital en español, remitimos a diferentes artículos para profundizar la reflexión y la clarificación acerca de lo que queremos decir. En el resto de ediciones (de momento en francés, inglés y catalán) se indica una bibliografía posterior para profundizar cada uno de los temas. Como señaláis en el texto uno de los sentidos de estas Tesis es la integración de compañeros a nuestro grupo. Pero el proceso de integración no se reduce, obviamente, a la discusión sobre las Tesis. Éstas establecen el marco general de la discusión. Pero ésta continúa con el conjunto de los textos que se señalan y que permiten profundizar en el proceso de integración a nuestras posiciones.
A partir de aquí señaláis varias críticas. El hecho de que partamos del individuo en algunas de nuestras referencias. Se trata, en realidad, más de una cuestión de estilo, de expresión de las Tesis, que de contenido. Obviamente tenéis razón en lo que señaláis en relación a los contenidos. Como materialistas históricos nunca partimos de los individuos, sino de las relaciones sociales de producción en que viven las personas, que implica una división antagónica entre clases sociales (desde que nacieron las sociedades de clase y hasta que se disuelvan en el comunismo, en lo que Bordiga llamó el arco histórico de la especie) para producir y reproducir su vida. Son aspectos que, en un sentido más sistemático, hemos desarrollado en un texto sobre la cuestión y que os señalamos aquí. Creemos que aquí se define bien nuestra posición, y cómo, más allá de los equívocos de la redacción, nuestra posición es clara.
Igualmente de cara a las referencias sobre los militantes históricos del campo proletario, nos referimos a ellos como militantes destacados de partidos, organizaciones o fracciones de nuestra clase. Pero sin separarles nunca de estas organizaciones, como expresiones siempre de esas minorías revolucionarias que expresan el sentido comunista del movimiento de nuestra clase. Del mismo modo que vosotros lo hacéis en vuestra Plataforma Programática al referiros a Marx o Engels, a Lenin o a Rosa Luxemburgo. Nosotros nos reivindicamos del combate político y programático que hicieron nuestros compañeros históricos desde la Liga de los Comunistas a las posiciones comunistas dentro de la I Internacional, al desarrollo de las fracciones de izquierda en la II Internacional que fueron la base (los bolcheviques in primis) para la fundación de la III Internacional, y a las minorías de la izquierda comunista que combatieron el oportunismo primero y la degeneración contrarrevolucionaria de la III Internacional posteriormente. Y, en ese plano, nos reivindicamos ante todo (aunque no exclusivamente como vosotros) de la izquierda italiana. Y, sobre todo, del trabajo de los compañeros en torno a Bilan en los años 30, a muchas de las elaboraciones de Bordiga en la Postguerra o al trabajo de oposición a la deriva auto proclamacionista de Programma Comunista por parte de compañeros como Camatte o Dangeville en 1964-1966, las oposiciones antisindicales y en contra del proclamacionismo formal que protagonizaron partes importantes de las secciones francesas del Pcint y de sus grupos escandinavos en 1971, o, por último, la batalla que dio Suzanne Voute y el grupo de Marsella, junto a los compañeros de la sección de Torino, que dio lugar posteriormente al grupo en torno a la revista n+1, contra la deriva “marxista-leninista y tercerinternacionalista” del Pcint antes de su estallido en 1982 (l´eclatement). Hemos desarrollado esta explicación de un modo más claro en esta carta a un camarada francés.
Todo esto para señalar que nos ubicamos en el terreno de la izquierda comunista (no exclusivamente en la italiana, pues reivindicamos las batallas de otras corrientes como la izquierda germano-holandesa o de compañeros y grupos que rompieron con la deriva contrarrevolucionaria del trotskismo en la postguerra y dieron una batalla organizada para ello), principalmente de la italiana: de aquellos grupos que ven la potencialidad de la izquierda comunista como el necesario balance de los límites de la III Internacional, y de la necesidad de ir más allá, entonces, del tercerinternacionalismo. Cuando vosotros os reclamáis de la izquierda italiana en exclusiva vemos un problema, porque homogenizáis una corriente que vivió discusiones y polémicas de clarificación en su seno sobre las que hay que posicionarse. En parte, en la carta indicada, nosotros lo hacemos someramente en relación a algunos de los debates principales que han atravesado a la izquierda italiana en su historia.
Las fronteras de clase
En el documento, señaláis que no indicamos las posiciones que defendemos como posiciones de clase. Uno de los sentidos de las Tesis es precisamente éste. Definir cuáles entendemos que son las posiciones imprescindibles, hoy, para mantenerse en una posición de clase y cuáles no. Y qué corrientes consideramos burguesas integralmente y que se pasaron al campo de la contrarrevolución. En la Tesis 3 es, por ejemplo, lo que pretendemos hacer con la socialdemocracia, el estalinismo (que nació directamente como una organización contrarrevolucionaria) y el trotskismo durante la II Guerra Mundial, proceso que culmina en 1948. Consideramos que el internacionalismo y la independencia de clase con respecto a la burguesía en todas sus formas (es decir independencia también con respecto a la izquierda del capital o a los procesos llamados de “liberación nacional”) es lo que implica que una organización sea definida o no como parte de un campo proletario, en un terreno de clase. Eso no coincide exactamente con el conjunto de nuestras posiciones (a propósito de una pregunta que nos hacéis) o de vuestras propias posiciones. Ya que en caso contrario, además de una visión reductiva lo que implicaría es un puro auto proclamacionismo. Os ponemos un ejemplo, creemos, para vosotros entendemos que también, los diferentes grupos de la diáspora bordiguista, posterior a 1982, son parte de un campo proletario. Y eso a pesar del sindicalismo presente en las dos versiones de Il partito de Florencia o de El Comunista radicado sobre todo en España. O, por ejemplo, aquellos grupos que aún le conceden un cierto rol a las luchas de liberación nacional (en el sentido que le dio Bordiga a las luchas anticoloniales) como en el caso de Le Proletaire / Il Comunista. Para nosotros son grupos que se sitúan en un terreno de clase. ¿Esto significa que el futuro partido comunista mundial nacerá sobre esas posiciones? Para nosotros claramente no. El tipo de posiciones que defendemos nos parecen aquellas, que de un modo más coherente, pueden instituirse en el vector de convergencia en el proceso de desarrollo del partido de clase mundial al calor de la próxima oleada revolucionaria mundial.
Lo decimos por lo que decís también en el punto 2 de vuestra Plataforma Política:
“El campo proletario como lugar privilegiado del combate para el partido
Si la lucha por el partido político del proletariado está en el centro de sus actividades e intervenciones, el GIIC no es el partido. Es sólo un componente entre otros del campo proletario dentro del cual las fuerzas llamadas a formarlo se definirán, surgirán y se seleccionarán no en función de su crecimiento numérico en sí mismo, sino en función de sus programas, posiciones políticas y capacidades de intervención efectiva en las luchas proletarias. Pertenecen, en efecto, a este campo, las fuerzas y corrientes políticas que siguen reivindicando los principios del internacionalismo proletario – “los trabajadores no tienen patria” – y de la dictadura del proletariado – “derrocando por la violencia todo el orden social existente” [– y que no los han traicionado en el pasado; que defienden la independencia y la oposición de clase del proletariado frente al capital y sus fuerzas políticas; que rechazan cualquier apoyo a tal o cual fracción burguesa – incluida la izquierda –, cualquier frentismo antifascista u otro, cualquier forma de nacionalismo, cualquier carácter supuestamente socialista de la antigua URSS estalinista; y que reconocen que, mucho más que la Comuna de París de 1871, la Revolución Rusa de 1917 fue la primera experiencia real del ejercicio de la dictadura del proletariado con valor universal.
Este espacio político proletario es, de hecho, el lugar privilegiado de confrontación y clarificación política entre las fuerzas y corrientes políticas de la clase, condición previa e indispensable para la elaboración y adopción de los principios y posiciones, el programa y la plataforma, del partido. Formado por grupos, círculos y organizaciones con diferentes posiciones y tradiciones políticas, su dinámica se define principalmente por la evolución de la relación de fuerzas, la oposición y la confrontación, entre lo que Lenin definía como fuerzas propartido y antipartido. Con la intervención en las luchas obreras, el campo proletario es el otro campo privilegiado de intervención y de lucha que el GIIC desarrolla con vistas al reagrupamiento de las fuerzas militantes y a la formación del partido.”
Estamos, completamente, de acuerdo en lo que se define en el primer párrafo acerca de lo que debería definir a las organizaciones y grupos que luchan por el desarrollo de un partido comunista mundial. Aunque la posición sobre el nacionalismo es más equívoca por el carácter progresivo que dieron los bordiguistas a las luchas anticoloniales (y que justamente llevó al éclatement en 1982 por el apoyo a la OLP de su grupo en torno a L´Oumani), o las posiciones que señalábamos más arriba de Le Proletaire / Il Comunista. Son posiciones que indudablemente presionan en un sentido negativo.
Ahora bien, nos parece que una cosa son las posiciones de los comunistas internacionalistas y otras aquellas que definen un campo de clase. Nos referimos sobre todo al anarquismo que vosotros en una de vuestras Tesis (la n. 13) situáis integralmente en el terreno de la izquierda del capital y de la contrarrevolución (como justamente hacéis con socialdemocracia, estalinismo y trotskismo):
“o el anarquismo – que, después de haber participado también en la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, se sitúa hoy en el marco del mismo planteamiento político defendiendo un cierto número de posiciones de los partidos socialistas y de los partidos comunistas, por ejemplo las alianzas antifascistas – pertenecen al mismo campo que el del capital. El hecho de que tengan menos influencia o de que utilicen un lenguaje más radical no quita el trasfondo burgués de su programa y su naturaleza, sino que los convierte en ojeadores o suplentes útiles de estos partidos.”
Militantes o corrientes anarquistas se opusieron a la II Guerra Mundial (pensamos por ejemplo al grupo en torno a Volin en Francia) o en España a la guerra interburguesa y a la contrarrevolución democrática y estalinista (Los Amigos de Durruti). Hoy, el nivel de integración del anarquismo en el Estado y en las corrientes burguesas capitalistas es muy amplio. Basta ver el apoyo a la guerra imperialista en Oriente Próximo que hacen muchos grupos (a través de Rojava o del apoyo al bando palestino en la guerra imperialista). Pero sigue habiendo pequeños grupos que tratan de mantener posiciones internacionalistas, muchas veces de modo confuso y contradictorio. Pero nos parece errado considerar a todos los que se proclaman anarquistas como izquierda del capital. Otra cosa es para organizaciones tradicionales como la CNT, la USI o la FAUD alemana. Pero han existido organizaciones anarquistas que sobre Palestina o Siria han mantenido claramente posiciones internacionalistas como en el caso de KRAS-AIT en Rusia. ¿Eso significa que esas organizaciones van a poder hacer parte del partido comunista mundial que dirija (junto a los Consejos como órganos de insurrección y poder) la dictadura del proletariado mundial? Obviamente no. El anarquismo como corriente ha mostrado todos sus límites para desarrollar ese camino, camino que en última instancia es el del proletariado mundial por su emancipación. Nuestra doctrina teórica (materialismo histórico, crítica de la economía política, dialéctica materialista…), posiciones como la dictadura del proletariado, el conjunto de posiciones programática que han surgido de la lucha de nuestro partido histórico son imprescindibles para acabar con la sociedad de clases.
Contra la interseccionalidad, el feminismo, antirracismo…
Vosotros mismos tenéis un buen texto al respecto sobre este tema que algunos de nosotros leímos en su día. Nosotros afirmamos con toda claridad que todas estas corrientes (feminismo, antirracismo, ecologismo…) son corrientes burguesas por su misma esencia. Es eso lo que hemos explicado en nuestras Tesis y de un modo más desarrollado y detenido en este libro y en numerosas presentaciones que han girado, no causalmente, en una defensa de una perspectiva revolucionaria frente al carácter inevitablemente burgués de estas posiciones. Cuando hablamos del carácter estructuralmente racista y patriarcal del capitalismo no estamos creando luchas paralelas a la lucha de clases (volveremos sobre este tema, el de la lucha de clases, en nuestro apartado sobre el voluntarismo). Lo que estamos afirmando es que el capitalismo hereda y transforma, a su imagen y semejanza, un conjunto de opresiones de otros modos de producción clasistas. Es lo que hemos desarrollado de un modo más pormenorizado en el libro y ensayos indicados. En ese sentido, la opresión a las mujeres es estructural de todas las sociedades de clase y en ese sentido el patriarcado. Término que usan también otras organizaciones del medio proletario como Il Partito. Es estructural porque toda sociedad de clases cuida del proceso de producción y reproducción de la sociedad y, por ende, de la especie (y de los fundamentos de la sociedad de clases). El capitalismo lo hace de un modo específico en relación a otras sociedades de clase. Por ejemplo, a través de un proceso de democratización e igualización formal de las relaciones sociales que es intrínseco a los fundamentos del capitalismo, como vosotros señaláis. Pero, al mismo tiempo, este proceso no puede eliminar la necesidad que tiene el capitalismo, como toda sociedad de clases, de controlar la reproducción de la especie y el papel de la mujer encerrada en la estructura familiar (aunque se democratice y cambie de formas). Como señalamos en uno de los textos del libro ya indicado:
“Y es así también como la mujer comienza a escindirse. En tanto que sujeto jurídico y trabajadora atomizada, es individuo abstracto. Se establecen así las bases para el cuestionamiento de la desigualdad entre hombres y mujeres, para la reivindicación del derecho de éstas a desarrollar el conjunto de sus facultades humanas independientemente de la maternidad, para su incorporación al sujeto racional y universal del capitalismo. Pero en tanto que mujer, esa parte específica de la especie con capacidad reproductiva, es madre, y madre encerrada en los muros de una estructura familiar cada vez más atomizada y separada del conjunto de la producción social.”
Obviamente la eliminación de todas estas formas de opresión que se vinculan al propio desarrollo del capitalismo, a la propia reproducción de su misma lógica en torno al valor y la mercancía, solo es posible a través de la lucha de clases en un sentido revolucionario, es decir por medio de la constitución del proletariado en clase y en partido. Ésta es la esencia de nuestra crítica. Como vosotros indicáis en vuestra misma plataforma:
“Es en la lucha proletaria, en su extensión, en su generalización, es decir, en la lucha por su unidad para hacerla lo más efectiva posible, que el proletariado en lucha supera, y de hecho tiende a abolir, todas las divisiones, sean de color de piel, de género, de preferencia sexual, etc. Es en la abolición de la explotación del ser humano por el ser humano, en la abolición del capitalismo y de las relaciones mercantiles, en la abolición de la división del trabajo y en la desaparición de las clases, sólo alcanzable mediante el ejercicio de la dictadura del proletariado.”
¿Decadencia del capitalismo?
En la parte final de vuestro texto, indicáis que se pueden resumir en dos las principales diferencias que tenéis con nuestras Tesis. La primera sería:
“la ausencia o debilidad del enfoque histórico para definir las posiciones de clase y la comprensión del programa comunista.”
En realidad no focalizáis bien el motivo de nuestra diferencia con vosotros y es que, en realidad, no compartimos la teoría de la decadencia del capitalismo. Es algo que hemos explicado ya en una primera contribución que se encuentra traducida también en francés. Nos parece que es una teoría que adolece de importantes fallas que podemos resumir en los siguientes puntos:
- “El capital desarrolla siempre sus fuerzas productivas, aunque lo haga de un modo cada vez más catastrófico. El capital es valor hinchado de valor. La competencia entre capitales por acumular más valor les empuja al desarrollo de las fuerzas productivas. Negar o minusvalorar este hecho categorial implica no entender la naturaleza de las categorías del capitalismo, su ADN.
- Eso no quiere decir que el capitalismo no tenga cada vez más dificultades para valorizarse. De hecho, el propio valor se está agotando como categoría histórica, porque las fuerzas productivas que no puede dejar de impulsar anulan al mismo tiempo el sentido de medir el producto del trabajo humano en términos de valor, de tiempo de trabajo socialmente necesario, en términos mercantiles, en definitiva. Pero nada de esto implica una pérdida paulatina de su esencia, sino al contrario, el capitalismo es mucho más puro ahora, cuando se está acercando a su límite interno, de lo que lo era en 1914.
- La idea de decadencia conlleva una separación entre lo subjetivo y lo objetivo de la lucha de clases. Para nosotros es esencial unir el desarrollo del capitalismo con el crecimiento del proletariado revolucionario, y es entonces cuando el comunismo se convierte en el programa de acción inmediato para nuestra época.
- Ese dualismo de la noción de decadencia entre lo objetivo y lo subjetivo le lleva a defender un programa durante la fase de ascenso del capitalismo y otro durante la fase de decadencia. Bien al contrario para nosotros, el programa no cambia en función de la fase en que se encuentra un modo de producción determinado, sino que asistimos a un lento conformarse del proletariado como clase revolucionaria, a partir de su autonomía e independencia de clase, y con él a una clarificación de su programa comunista, de sus intereses históricos.
- Por último, en el caso de la CCI esta perspectiva se vuelve cada vez más idealista con la teoría de descomposición. Dado que la revolución comunista no ha liberado a la humanidad de un capitalismo en decadencia, las relaciones sociales se van descomponiendo hacia una guerra de todos contra todos, una anomia social generalizada. La consecuencia de esto es evidente: la lucha de clases y por tanto la revolución pierden su sentido material, histórico, y se va desvaneciendo ante una noción cada vez más moral e ilustrada de la lucha del proletariado.”
Perdonad la cita tan larga pero nos parece útil. Es decir, nosotros no negamos que el capitalismo ha ido viviendo transformaciones a lo largo de su desarrollo histórico. Pero esas transformaciones no implican una decadencia del capitalismo, sino que, por el contrario, el capitalismo se va haciendo cada vez más puro, más acorde a sus categorías abstractas que Marx analizó en El Capital y en sus obras de crítica de la economía política. Estas transformaciones se ven impulsadas desde la década de los veinte del siglo pasado e implican una socialización del capital donde la lógica del valor y de la mercancía se extienden al conjunto de las instancias de la vida social. Es lo que siguiendo a los compañeros de n+1 llamamos socialización del capital: el fascismo, el estalinismo y el New Deal en Estados Unidos fueron la expresión política de este movimiento que, en efecto, tiende a integrar el conjunto de instancias económicas, políticas e ideológicas en el movimiento unitario de la totalidad capitalista. Preferimos el uso del término de socialización del capital al del capitalismo de Estado, que usáis vosotros, porque como le decía Bordiga a Damen, en su correspondencia y en un Hilo del tiempo, es un mal concepto ya que puede presuponer que es el Estado el motor de la dinámica social y no lo inverso: «El capitalismo de Estado no es la sumisión del capital al Estado, sino una más firme sumisión del Estado al capital». En efecto, es la propia dinámica del capital la que se afirma en este proceso de concentración y centralización del capital, que, aminorando el peso de los empresarios individuales, afirma el carácter impersonal de la dinámica del capitalismo encarnado en el despliegue de las sociedades anónimas. Bordiga analizó muy bien este proceso de desarrollo capitalista desde la Postguerra. Es la misma Izquierda Italiana la que, a través de Bordiga, critica la idea de decadencia en textos como La doctrina del diablo en el cuerpo y Teoría y acción en la doctrina marxista y es que cómo se afirma en este último texto:
“La visión de Marx no es la de un ascenso del capitalismo seguido de un declinar del mismo sino, por el contrario, la del contemporáneo y dialéctico exaltarse de la masa de fuerzas productivas que el capitalismo controla, de la acumulación y concentración ilimitada de ellas y, al mismo tiempo, de la reacción antagónica constituida por aquélla de las fuerzas dominadas que es la clase proletaria. El potencial productivo y económico general continúa creciendo siempre hasta que el equilibrio es roto, teniendo lugar entonces una fase explosiva revolucionaria en la cual, en un brevísimo período de brusca caída, con la ruptura de las antiguas formas de producción, las fuerzas de producción recaen, para reorganizarse luego en una nueva forma y reemprender un ascenso más potente.”
Es decir, el capitalismo desarrolla siempre sus fuerzas productivas (no puede ser de otro modo ya que capital es valor hinchado de valor), pero lo hace de un modo cada vez más contradictorio, chocando siempre más con sus relaciones sociales de producción. Lo que tiende a romper el equilibrio capitalista de un modo más continuado y con cada vez más fuerza. El proletariado, organizado en partido, es el elemento decisivo para el desarrollo de esa inversión de la praxis que permite la afirmación del comunismo. Afirmación que el capitalismo prepara con cada vez más fuerza por su mismo desarrollo de las fuerzas productivas que es incapaz de medir y equilibrar a través del valor de cambio y la mercancía. Y es que, cómo se preguntaba retóricamente Bordiga en el primer texto que señalamos, no se puede “llamar decadente a la sociedad que está lista para la intervención de la revolución-comadrona, de la partera que hará venir al mundo la nueva sociedad.”
Ahora bien ¿Esto significa que para nosotros es lo mismo participar en los sindicatos en el siglo XIX que en la actualidad, intervenir en los parlamentos decimonónicos que en las tribunas parlamentarias del siglo XX o XXI? Por supuesto que no. Estamos de acuerdo que este tipo de cuestiones viven su Rubicón con el desarrollo de la I Guerra Mundial, cuando el propio desarrollo del capitalismo hace de un modo cada vez más claro el carácter reaccionario del sindicalismo, la democracia, el parlamentarismo, las luchas de liberación nacional… Tampoco es casual que este tipo de posiciones sean atacadas con cada vez más fuerza por las minorías revolucionarias del periodo, minorías de las que descendemos políticamente. Estableciendo, de este modo, una clara división en las barricadas de la lucha de clases entre revolución y contrarrevolución. En este sentido, el debate de la Huelga de masas, que se da desde principios del siglo XX dentro de la socialdemocracia internacional, es decisivo tal y como afirmáis. Y, en realidad, como afirmaba Rosa Luxemburgo ese debate supone devolver la teoría revolucionaria a 1848 y 1871, al combate de las barricadas que la lucha parlamentaria y sindical, impulsadas por el ala revisionistas pero también por el ala centrista de Kautsky, querían eliminar. Por lo tanto, sí le damos importancia a analizar históricamente las posiciones de nuestro partido históricamente. Precisamente, por eso, vemos la afirmación progresiva de posiciones de clase y revolucionarias a partir de la propia experiencia que surge de la lucha de clases y del desarrollo del capitalismo. De hecho, es una cuestión a la que estamos dedicando mucha importancia en nuestras profundizaciones programáticas recientes, como se puede ver en la reunión que hemos dedicado a 1848 y a la I Internacional. Y a la que seguirán otras futuras sobre la II Internacional, Huelga de masas, las teorías del Imperialismo, 1917, etc. Es, pues, una parte inseparable del método que queremos afirmar como comunistas. Entender que las posiciones de nuestra clase se dan su combate histórico y no en el mundo puro de las ideas y de los deseos, ahora bien afirmar eso no va de la mano con la teoría de la decadencia. Es lo que hemos querido explicar en esta parte de nuestra carta.
Partido y clase: ni voluntarismo ni fatalismo
Por último, en vuestra carta señaláis la segunda diferencia importante en:
“La dificultad de captar la relación partido-clase en la tradición de la Izquierda comunista de Italia, que se concreta en una subestimación del papel del partido como órgano de dirección o vanguardia política en la lucha proletaria, en la dinámica de la huelga de masas dejando la puerta abierta a expresiones – incluso una práctica de intervención – de orden consejista.”
Vuestra preocupación tiene que ver de dos aspectos que habéis detectado como un peligro en el medio proletario, como señaláis en vuestra Plataforma Política:
“En consecuencia, el GIIC hace de la lucha contra las expresiones, directas o indirectas, dentro del campo proletario de esta visión, a saber, el economismo y el consejismo, una de sus prioridades.”
Coincidimos con ambas preocupaciones. El economicismo y el obrerismo son incapaces de elevarse por encima del localismo y asumir, por tanto, la necesaria profundización y generalización que implica la lucha por el comunismo. El consejismo es una expresión de todo esto que, además, opone el desarrollo del proletariado como clase al partido. Cuando, en realidad, el partido es el órgano de la clase que encarna su programa histórico, existe una unidad dialéctica, que no identidad, entre clase y partido. Negar esta unidad en movimiento y en proceso supone desarmarse como revolucionarios para lo que son nuestras tareas esenciales desde un punto de vista programático.
Entonces, no vemos el riesgo de consejismo en lo que nosotros sostenemos. Lo que sí observamos es una diferencia en lo que vosotros señaláis como relación entre clase y partido y que para nosotros implica un defecto de voluntarismo por vuestra parte. Nos explicamos mejor.
Como señaláis en el punto 4 de vuestra Plataforma:
“La particularidad del proletariado en comparación con todas las demás clases revolucionarias del pasado es que es a la vez clase revolucionaria y clase explotada. Precisamente por ser la clase explotada por el capitalismo, y por tanto la última clase explotada de la historia, es clase revolucionaria. Como clase explotada y sin ningún poder dentro de la sociedad capitalista, salvo el de vender su fuerza de trabajo al capital, el proletariado está sometido a las “ideas de la clase dominante”, la ideología burguesa, aunque también es la clase “de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista” (K. Marx, La Ideología Alemana) Sólo durante los raros períodos revolucionarios en los que el conjunto del proletariado lucha en masa, “engendrar en masa esta conciencia comunista” (ídem) o conciencia de clase, tiende – y sólo tiende – a producirse, es decir, a extenderse más o menos en las masas proletarias, a través de la experiencia de la propia lucha de clases y de la propaganda e intervención activa del partido – en su defecto, de los grupos comunistas.”
En esta cita para nosotros es esencial lo que afirmáis acerca de que solo durante los raros momentos en los que el proletariado lucha en masa se puede engendrar en masa esta conciencia de masas. Conciencia que, obviamente, implica la extensión de esta en las filas del proletariado y la generalización y profundización en sus contenidos programáticos gracias a la labor del partido de clase. Por eso es tan importante el análisis de la contrarrevolución y los límites que ésta supuso para la acción de clase. Cuando nosotros hablamos de autoorganización de las luchas del proletariado no estamos reflejando una tesis antipartido o que separe la acción de clase de la de las minorías revolucionarias. Lo que estamos sosteniendo es que es fundamental la auto actividad del proletariado que, extendiendo su lucha a través de la huelga de masas, rompe la canalización hacia el Estado y el capital que operan partidos y sindicatos de la izquierda del capital. O sea que la constitución del proletariado en clase y en partido es el resultado de la propia generalización y extensión de la lucha de clases. Esto obviamente no implica ninguna visión fatalista por nuestra parte al estilo de Kautsky. No estamos esperando el día X en que surgirá la revolución para que se desarrolle el partido de clase. En caso contrario, no tendría ningún sentido nuestra labor continua de desarrollo de posiciones revolucionarias, de recuperación doctrinal y de vinculación con nuestro hilo histórico, de debates y lucha por la centralización con otras minorías comunistas, de intervención en los procesos de lucha de clases que tiendan a extenderse y a romper, aunque sea inicialmente y con muchas contradicciones, las cadenas de la paz social del capital. Ahora bien, esto no implica pensarnos como huelgacultores (Marc Chiric) o como motores de la lucha de clases (Suzanne Voute), éste ha sido uno de los grandes problemas de las minorías revolucionarias que nos han precedido. O sea el intento de forzar situaciones de lucha de clases, situaciones revolucionarias a través de nuestra intervención y dirección inmediata en las luchas. Es lo que la izquierda italiana denunció en tiempo real de cara a la mayoría de la III Internacional, el camino oportunista al que conducía la búsqueda de la mayoría en la clase obrera a toda costa. En lugar de saber esperar a que se desarrollara la próxima oleada de lucha de clases a través de la lenta pero segura maduración del proletariado. Como señalaba la Izquierda en 1925 esto no supone ningún fatalismo:
“Podemos y debemos esperar a las masas, pero el partido no podrá, si no quiere la derrota, hacerlas esperar: he ahí la forma de plantear el tremendo problema que pesa sobre todos nosotros, mientras la burguesía permanece aún en pie en medio de su crisis.” (Bordiga, La cuestión de Trotsky, 1925).
O es lo que nuevamente implicó la polémica que Bordiga llevó a cabo en relación al inmediatismo y activismo presente en las posiciones de Damen en la discusión que dividió a la izquierda italiana en 1952. Y que con el acierto de Damen en relación a las luchas de liberación nacional y, posteriormente, sobre el sindicalismo (posiciones que no defendía inicialmente y que en el debate si planteo desde el inicio Vercesi), sin embargo, implicaba un profundo defecto de análisis de la situación por parte de los sectores que se quedarían desde entonces con la publicación de Battaglia. O sea la creencia de que bastaba una buena táctica o política para invertir la situación política del momento. Ésta es la lección que queremos aprender de los debates de la época, estableciendo la necesaria continuidad en este sentido. Por eso pensamos que cuando vosotros afirmáis que:
“todo núcleo comunista debe intervenir donde se encuentra y donde puede y luchar por la dirección política de las luchas locales e inmediatas” repetís el vicio que denunciamos más arriba.
Obviamente no hay que esperar pasivamente al desarrollo de la clase. Eso es una tarea imposible que no se va a dar nunca. Es fundamental relacionarse con los procesos de lucha de clases existentes, participar en ellos, influenciar y clarificar a las minorías que se despiertan en esos procesos, tratar de impulsar el movimiento lo más lejos posible (como se afirma en el Manifiesto). Desde luego, no somos consejeros de la lucha de clases al modo consejista, pero eso no significa que en esta época aún contrarrevolucionaria (aunque erosionada indudablemente) nos podemos proponer como tarea la dirección de los procesos de lucha de clases. Esa tarea se va preparando por el propio desarrollo de la lucha de clases, nuestras tareas al principio tienen que ser de combate, de luchar por explicar la perspectiva comunista y contra los falsos atajos que la izquierda del capital presenta siempre. Lo contrario, además de una comprensión inadecuada del momento histórico conlleva siempre el riesgo del oportunismo y adaptación al estado de conciencia del proletariado. Que es, a día de hoy, limitado de manera inevitable. Esta posición es la que hemos tratado de explicar en este cuaderno (se encuentra también en inglés) a partir del esquema que Bordiga desarrolla sobre la inversión de la praxis.
Para ir acabando, esta ya de por si larga carta, queremos acabar con lo que mencionáis acerca de la lucha de clases que en parte se relaciona con la nota anterior. Claro que la lucha de clases es fundamental como un elemento doctrinal comunista. Pero como ya escribió Marx en su carta a Weydemeyer de 1852:
“…Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…”
Es decir, lo que es fundamental es la dirección de la lucha de clases hacia el comunismo. O para decirlo con las reflexiones metodológicas de la izquierda italiana la lucha de clases es la causa agente de un proceso histórico superior que señala la sucesión entre las formas de producción, en este caso entre el capitalismo y el comunismo como movimiento real que supera el estado de cosas presentes. Es en este contexto que los comunistas analizamos y participamos en la lucha de clases.
Habría otras cuestiones que tratar o seguir tratando con más profundidad. Pero no queremos extendernos demasiado porque esperamos poder continuar la reflexión y profundización con vosotros. Entendemos que, más allá de las diferencias que vosotros habéis señalado en vuestra carta, a partir de lo que hemos tratado de precisar nosotros, para explicarnos mejor, y las diferencias que hemos resaltado también… lo que nos une es lo esencial: la lucha como comunistas, en un terreno de clase, para el desarrollo del partido comunista mundial de mañana.
Enero de 2025.
