Carta sobre la izquierda comunista
Recientemente nos escribió un compañero por mail para preguntarnos qué nos diferenciaba de otros grupos provenientes de la izquierda comunista italiana, como la TCI o Il Partito. Publicamos nuestra respuesta bajo la consideración de que puede resultar útil también para otras compañeras y compañeros que nos lean. Tras ella, nos consultó por nuestra caracterización del trotskismo y en especial de las organizaciones trotskistas francesas.
Querido compañero:
Para responder a tu pregunta habría que empezar por explicar que en realidad, si mantenemos el término de “izquierda comunista” es porque la historia de nuestra clase todavía no ha podido romper plenamente con la contrarrevolución, que se ha apropiado del término “comunista” a secas. Como ejemplo de a qué nos referimos, basta con pensar que la oleada revolucionaria que se inicia en 1917 necesita romper con el término “socialdemocracia” y encuentra en el baúl de nuestro acervo colectivo el de “comunismo” y “comunista”, que después de Marx y Engels había caído relativamente en desuso. La “izquierda comunista” es un mal término porque está anclado a las condiciones de su surgimiento, la pelea primero contra el oportunismo de las posiciones mayoritarias en la Internacional Comunista, y después contra la degeneración de la revolución a nivel mundial. Si bien Trotsky y la Oposición de Izquierdas también lucharon contra esta degeneración (eran la principal corriente organizada a nivel mundial contra el estalinismo), y en ella encontramos muchos compañeros valiosos conocidos y anónimos, a partir de su defensa del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial consideramos que el trotskismo pasa la frontera de clase para no volver nunca más. Todos los compañeros de valor en esa corriente, como Munis y el grupo bolchevique-leninista en España, Stinas en Grecia, Ngo Van en Vietnam o los compañeros de los RKÖ con Georg Scheuer tendrán que romper con la IV Internacional para seguir siendo comunistas. En definitiva, el próximo levantamiento revolucionario de nuestra clase saldará las cuentas con el lenguaje que la propia contrarrevolución nos robó y distorsionó.
Dicho esto, consideramos que en la izquierda comunista hay diferentes corrientes, pero todas ellas en posiciones de clase pese a sus diferencias, y en ella contamos también a la izquierda germano-holandesa. Si tienes interés, intentamos explicar los elementos en común entre la izquierda germano-holandesa y la italiana en este pequeño panfleto traducido al inglés.
A partir de este prisma, en el que entendemos a la izquierda comunista como el esfuerzo más avanzado de nuestra clase por extraer lecciones programáticas de la oleada revolucionaria de 1917, nos reconocemos en la izquierda italiana por ser los compañeros que más lejos llegan en ese esfuerzo. Son cualitativas su crítica a la democracia como expresión de las relaciones capitalistas, su explicación del fascismo a partir de las necesidades de desarrollo capitalista y su crítica al antifascismo como mecanismo de subordinación del proletariado a la burguesía, su prioridad de los principios programáticos por encima de la flexibilidad táctica, y del partido mundial (la Internacional) sobre los partidos nacionales, también el ruso, así como su denuncia implacable de la contrarrevolución en marcha. Bordiga es determinante en el desarrollo de estas posiciones, pero son propias del conjunto de la izquierda italiana. Al mismo tiempo, Bordiga mantendrá una serie de posiciones provenientes de la III Internacional como la defensa de los movimientos de liberación nacional (con su idea de doble revolución), el sindicalismo o, en otro orden de cosas, la justificación del aplastamiento de Kronstadt, que otros compañeros acabarán por poner en cuestión, como Vercesi en Bilan o ya en el PCInt y Damen más adelante con Battaglia, un tiempo después de la ruptura de 1952. Estos aspectos que estaban en el Bordiga del PCInt, pero dentro de una crítica general a toda forma de activismo y voluntarismo del partido que controlaba sus peores consecuencias, serán mucho más pronunciados por el PCInt tras su muerte con la llegada de la oleada de luchas de los años 60 y 70. Lo que nos distingue de los diferentes PCInt son precisamente estos rasgos. Por un lado su activismo sindical, más pronunciado o menos según el PCInt del que se trate (ver la crítica de Munis a los sindicatos en Unions Against Revolution). Por otro lado, la defensa de la doble revolución (ver aquí nuestra crítica) que, aunque la mayor parte de los PCInt la consideran inactual, estuvo detrás del estallido de 1982, con la defensa de la sección argelina de Programma de la OLP palestina. Por último, consideramos que los actuales PCInt tienen una visión autoproclamatoria del partido comunista, lejos de la perspectiva de Bordiga en la diferencia entre partido histórico y partido formal, el mismo Bordiga que trabajó con Camatte el texto de partido Origin and Function of the Party Form, mucho antes de que este compañero se perdiera y negara al proletariado como el único sujeto revolucionario. Para nosotros, el partido solo puede constituirse en las proximidades de la apertura de la crisis revolucionaria, al calor de la lucha de clases, porque el partido de clase solo puede ser factor de la historia después de haber sido su producto, cuando (al mismo tiempo) la propia clase se constituye y afirma como tal. Mientras tanto, la organización de los comunistas es esencial y como organización comunista nos asumimos tareas de partido, pero no tenemos la presunción de que nuestro pequeño grupo sea ni el verdadero partido del proletariado, ni el germen de ese futuro partido en el que el resto de minorías revolucionarias deban mirarse.
Nosotros coincidimos con la TCI en la crítica al sindicalismo y la cuestión nacional. Sin embargo, creemos que Bordiga tenía razón en su crítica a Damen sobre el concepto de “capitalismo de Estado”, así como en la afirmación de la invarianza del programa (que no niega su evolución), de la visión catastrófica, no decadentista y no conciencialista de la revolución que implica su noción de la inversión de la praxis, así como de la noción del centralismo orgánico contra una visión más democrática de la organización (aquí los compañeros de n+1 explican muy bien, a nuestro entender, el centralismo orgánico). Creemos que, frente a la idea monolítica que tienen los PCInt de la tradición de la izquierda italiana (y cuya defensa radical del anonimato les ayuda a mantener), compañeros como Bilan o más adelante las nuevas generaciones de Programma (antes del estallido del 82), como el propio Jacques Camatte, Roger Dangeville, Lucien Laugier o Carsten Juhl, con todas las diferencias existentes entre ellos y sus posteriores trayectorias, sin embargo trabajaron por desarrollar el marco programático que estableció Bordiga en común con los compañeros de Programma, yendo más allá de las limitaciones que estos heredaron de la III Internacional. En esta línea nos reconocemos y reivindicamos. Por ello creemos que podemos decir que trabajamos en el hilo programático legado por Bordiga, sin necesidad de identificarnos con las posiciones actuales de los PCInt en sus aspectos estratégicos y tácticos.
Espero que esta carta, bastante larga ya, haya ayudado a clarificar un poco el asunto. Disculpa la extensión, pero tu pregunta lo merecía. Si tienes cualquier comentario o reflexión que hacer a partir de ella, te agradeceríamos que nos la hagas llegar. También nos gustaría saber algo más de ti si te animas a contárnoslo.
Saludos fraternos