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Clase y partido Teoría

Sobre la decadencia del capitalismo, la revolución permanente y la doble revolución

También en francés.

Las notas que presentamos a continuación tienen un carácter semielaborado, y es que la expresión teórica de la lucha proletaria se ha hecho la gran mayoría de veces a través de fragmentos, notas, esquemas, debates emborronados, reflexiones por desarrollar, textos sin terminar, materiales semielaborados. Poco tiene que ver la actividad militante con el plácido salón de un intelectual o la pluma muerta de un académico. El programa comunista es invariante, porque invariantes son tanto el capital como su enterrador histórico. Al mismo tiempo, nuestra clase aprende su programa a base de luchas y derrotas, de esperanzas y engaños, de duros balances en tiempos de represión. Las notas que publicamos a continuación son expresión de un debate nuestro, como grupo, en el que buscamos desarrollar algunas premisas iniciales para afrontar un debate fundamental del movimiento histórico del proletariado. Por tanto, presentamos estas notas con la intención de desarrollarlas con mayor claridad y sistematicidad en futuras elaboraciones.

Este texto semielaborado parte de dos puntos fundamentales del movimiento comunista revolucionario:

  • El comunismo mundial es posible porque el capitalismo crea sus condiciones materiales. Y esto es una premisa básica que ha oscurecido la presencia del posmodernismo en nuestros medios.
  • Un elemento central en el debate entre compañeros del pasado como Trotsky, Bordiga, Lenin o Rosa Luxemburgo consiste en determinar cuándo podemos hablar del capitalismo como un modo de producción plenamente asentado, y si se trata de un hecho ya de naturaleza mundial o tiene un desarrollo regional, geohistórico: es decir, si al tiempo en que la revolución comunista es plenamente actual en unas regiones del mundo, en otras aún se debe llevar a cabo una transición plenamente capitalista.

Por tanto, para este debate es esencial partir de una noción determinada de revolución burguesa, entendiéndola como el conjunto de transformaciones políticas y jurídicas que asientan las condiciones en que el capital se reproduce de manera ampliada y autosostenida con el automatismo impersonal que le caracteriza. Para ello es importante tener presente que el capitalismo no es solo las condiciones inmediatas de producción (relación capital-trabajo), sino que engloba el conjunto de condiciones de reproducción social (políticas, jurídicas, ideológicas, etc.). Por tanto, la revolución burguesa permite liberar los obstáculos para el pleno desarrollo del capitalismo.

En consecuencia, para esta discusión es importante diferenciar entre el capitalismo durante el siglo XIX y lo que es el capitalismo en el siglo XX. Sin esta diferenciación, no podremos entender bien lo que van a sostener los compañeros de nuestro partido en el pasado.

En el siglo XIX, cuando Marx escribe el Manifiesto del Partido Comunista y días después se desarrolla una oleada revolucionaria, la de 1848, el capitalismo es una relación social aún muy débil. Convive en el continente europeo con una realidad aún fuerte del Antiguo Régimen y con un proletariado todavía débil y minoritario a nivel social. Partiendo del hecho de que es necesario que el capitalismo se desarrolle y que promueva una determinada extensión del proletariado para que el comunismo sea posible, la pregunta urgente para Marx y Engels en 1848 es cómo podemos defender los intereses históricos del proletariado en un momento todavía prematuro para la revolución comunista: cómo defender su independencia de clase, organizada en partido, y cómo participar desde ahí en la oleada revolucionaria europea de 1848. Es a partir de ahí que surgirá su perspectiva de la revolución en permanencia. El objetivo del proletariado es que una vez derrocado el Antiguo Régimen la revolución prosiga en una perspectiva comunista y proletaria.

En el siglo XX, el colonialismo ya ha extendido las relaciones capitalistas a todo el mundo y ya están liberados los obstáculos para que el capitalismo pueda desarrollarse plenamente. El imperialismo expande las relaciones capitalistas a nivel mundial y al hacerlo crea las premisas, que son globales, para la revolución comunista mundial. Es en este contexto que nace la revolución rusa como expresión de esa revolución mundial, y en ese momento nacerá también la idea de decadencia que defenderá la Internacional Comunista, por la cual a comienzos del siglo XX el capitalismo ya no da más de sí, está agotado históricamente. A esta perspectiva se confrontarán años más tarde compañeros como Bordiga.

Lo que está claro para el conjunto de nuestros compañeros en aquel momento es que el tiempo histórico ya no es el de Marx: es el momento de la revolución comunista. Para algunos la revolución es ya comunista a nivel mundial y para otros, como Bordiga, solo hay una revolución comunista pura en Occidente, pero de naturaleza múltiple (burguesa y proletaria, doble revolución), en los países periféricos del capitalismo. Otra discusión sería si la revolución es puramente comunista, o tiene rasgos de revolución burguesa y democrática: ésa será, por ejemplo, la perspectiva de Trotsky con su idea de revolución permanente.

Esta panorámica general nos ayuda a entender el contexto general del debate.

1) Marx y la revolución en permanencia

Para Marx en 1848 el proletariado ha conquistado el terreno para luchar por su emancipación (independencia de clase), pero no las condiciones de su emancipación misma. Por lo tanto, ha de participar en las revoluciones burguesas y democráticas con el objetivo de liderar una revolución en permanencia, un transcrecimiento de la revolución burguesa en proletaria. Sin embargo, ello solo puede ser posible si mantiene su premisa básica: su independencia política y organizativa respecto a cualquier otro programa, cualquier otra clase social. En esta perspectiva de Marx nunca hay una paz latente entre burguesía y proletariado. La burguesía está en un callejón sin salida entre Antiguo Régimen y comunismo (encarnado por el proletariado). El surgimiento del proletariado como clase explotada y revolucionaria amenaza ya a la burguesía. Es el espectro que la aterroriza. Marx diferencia, además, las tareas de los comunistas en función del país del que se trate. No es lo mismo Alemania, con un Antiguo Régimen fuerte y donde aún no ha habido unificación nacional, que Francia, donde el proletariado se expresa cada vez más como fuerza autónoma, a tal punto que su papel en las jornadas de junio de 1848 habrá de sufrir la represión sangrienta de la burguesía por mano del general Cavaignac.

La Comuna de París, primer experimento triunfante durante unas semanas de revolución social y dictadura de clase, supondrá una anticipación del cambio histórico que se dibuja claramente desde el 1900.

2) Los debates en el proletariado ruso: Lenin y Trotsky.

Marx y Engels militan en un interregno, entre un ya no y un todavía no, pero las cosas empiezan a cambiar a partir del nuevo siglo, y sobre todo con la Revolución rusa de 1905.

¿Qué debates se dan en la socialdemocracia rusa? A vuela pluma y de un modo esquemático, diremos que los mencheviques consideran de un modo lineal y mecánico que Rusia es un país feudal y, por lo tanto, que hay que apoyar una revolución burguesa. Para los mencheviques, sólo después de llevar a cabo la revolución burguesa podrá el proletariado luchar por una revolución comunista.

Los bolcheviques tienen una visión distinta. Coinciden en que Rusia todavía tiene que pasar por una revolución de tipo burgués, pero el agente de esa revolución será el proletariado en alianza con el campesinado, ya que la burguesía rusa es débil y, además, tiene miedo de la fuerza y la amenaza que supone para ella el proletariado. En esta perspectiva, es fundamental el panfleto de Lenin Dos tácticas de la socialdemocracia rusa. Su visión de la revolución rusa es sin duda menos etapista que la perspectiva menchevique, y llama a una dictadura de obreros y campesinos que, sin embargo, seguiría dentro de un régimen capitalista:  o sea, no ascendería hacia una revolución proletaria.

Diferente es la perspectiva de Trotsky. De un modo sintético podemos señalar tres aspectos positivos en su teoría:

  • Su idea de la revolución permanente plantea que el mundo está ya maduro para la revolución comunista mundial.
  • Esto se debe a que todo el orbe estaría ya dominado por el capitalismo, que implica un desarrollo desigual y combinado. No se puede hablar a principios del siglo XX de feudalismo o de precapitalismo.
  • Su visión eminentemente mundial de la revolución y del capitalismo implica una crítica a la idea contrarrevolucionaria del socialismo en un solo país.

Y, sin embargo, podemos señalar cinco límites en su perspectiva:

  • Se basa en una idea de decadencia. El capitalismo ya no desarrolla las fuerzas productivas, con lo que ha dejado de crecer y solo implica la destrucción de fuerzas productivas. Como veremos más abajo, esta perspectiva presupone una incomprensión de la naturaleza del capitalismo.
  • Vinculado a esta idea está el hecho de que la revolución permanente sería el único desarrollo posible para los países periféricos del capitalismo, con lo que se entiende que el capitalismo de los países periféricos o de los países que han llegado más tarde al capitalismo no podrían desarrollar sus fuerzas productivas. Esta idea de decadencia e imperialismo presupone que no habría competencia real entre capitales nacionales. Y, sin embargo, es muy evidente que con el desarrollo del capitalismo hemos visto desplegarse un capitalismo orgánico y competitivo en países como China, India, Corea del Sur o Brasil, por hablar solo de algunos ejemplos entre otros, pero muy sintomáticos.
  • La revolución permanente hace pasar movimientos y procesos burgueses como si fueran comunistas. Esto es evidente en el caso de la actitud del trotskismo de posguerra hacia la China de Mao, la Yugoslavia de Tito o la Cuba de Castro. Esto tiene que ver además con la misma noción de Estado obrero degenerado burocráticamente en Trotsky y la identificación entre nacionalización y socialismo, entre capitalismo y propiedad privada.
  • Trotsky en un cierto momento extiende la noción de revolución permanente a Europa occidental e identifica comunismo y revolución permanente, con lo que traslada al comunismo todo el democratismo que implica esta noción. Trotsky llevará a cabo esta extensión de categorías, por ejemplo, en sus textos sobre la España de los años 30.
  • Así, la noción de revolución comunista sería la de una revolución permanente que se transforma en socialista haciéndose permanente, con lo que el uso de consignas democráticas se convierte en algo central de la perspectiva comunista.

3) La noción de decadencia y nuestra crítica

Como decíamos al principio, la idea de decadencia tiene su origen en una perspectiva desarrollada por la Internacional Comunista en el contexto de la oleada revolucionaria mundial de 1917-1923, y tiene en Rosa Luxemburgo su principal teórica. A principios del siglo XX, el capitalismo se ha expandido a todo el globo y con ello ha acabado con los mercados extracapitalistas. Para Rosa el capitalismo tiene un problema de realización de plusvalor en un mundo puramente capitalista, con lo que su expansión mundial supone el final de su desarrollo, la entrada de la decadencia a través de una crisis permanente y sin salida.

Quien más va a desarrollar esta perspectiva es la CCI a partir de los años 70 del siglo XX, y previamente algunos de los miembros de Bilan como Mitchell. En esta idea de la decadencia subyace siempre la noción de que el capitalismo ha alcanzado los límites de su desarrollo saludable. Al agotar los mercados precapitalistas, se producen crisis de sobreproducción que provocan no necesariamente un cese completo de la economía capitalista, pero sí una serie de catástrofes y convulsiones crecientes. Además, la idea de decadencia presupone que aquello que es positivo en la fase de ascenso del capitalismo (parlamentarismo, sindicatos, cuestión nacional, guerras interburguesas…) por arte de birlibirloque se convierte en lo contrario, convirtiéndose en posiciones burguesas e interclasistas. Como veremos, nuestra posición es muy diferente.

Podemos resumir en cinco claves nuestra crítica a la idea de decadencia:

  • El capital desarrolla siempre sus fuerzas productivas, aunque lo haga de un modo cada vez más catastrófico. El capital es valor hinchado de valor. La competencia entre capitales por acumular más valor les empuja al desarrollo de las fuerzas productivas. Negar o minusvalorar este hecho categorial implica no entender la naturaleza de las categorías del capitalismo, su ADN.
  • Eso no quiere decir que el capitalismo no tenga cada vez más dificultades para valorizarse. De hecho, el propio valor se está agotando como categoría histórica, porque las fuerzas productivas que no puede dejar de impulsar anulan al mismo tiempo el sentido de medir el producto del trabajo humano en términos de valor, de tiempo de trabajo socialmente necesario, en términos mercantiles, en definitiva. Pero nada de esto implica una pérdida paulatina de su esencia, sino al contrario, el capitalismo es mucho más puro ahora, cuando se está acercando a su límite interno, de lo que lo era en 1914.
  • La idea de decadencia conlleva una separación entre lo subjetivo y lo objetivo de la lucha de clases. Para nosotros es esencial unir el desarrollo del capitalismo con el crecimiento del proletariado revolucionario, y es entonces cuando el comunismo se convierte en el programa de acción inmediato para nuestra época.
  • Ese dualismo de la noción de decadencia entre lo objetivo y lo subjetivo le lleva a defender un programa durante la fase de ascenso del capitalismo y otro durante la fase de decadencia. Bien al contrario para nosotros, el programa no cambia en función de la fase en que se encuentra un modo de producción determinado, sino que asistimos a un lento conformarse del proletariado como clase revolucionaria, a partir de su autonomía e independencia de clase, y con él a una clarificación de su programa comunista, de sus intereses históricos.
  • Por último, en el caso de la CCI esta perspectiva se vuelve cada vez más idealista con la teoría de descomposición. Dado que la revolución comunista no ha liberado a la humanidad de un capitalismo en decadencia, las relaciones sociales se van descomponiendo hacia una guerra de todos contra todos, una anomia social generalizada. La consecuencia de esto es evidente: la lucha de clases y por tanto la revolución pierden su sentido material, histórico, y se va desvaneciendo ante una noción cada vez más moral e ilustrada de la lucha del proletariado.

4) Nuestra perspectiva.

La revolución burguesa es un momento específico e imprescindible para que el capitalismo se asiente como modo de producción, dado que elimina los obstáculos y restricciones al desarrollo capitalista. Así, la era de las revoluciones burguesas acaba con la subsunción real del planeta a partir de 1885-1900, de la mano de la colonización y el imperialismo.

Lejos de una noción de revolución burguesa consistente en tareas burguesas (una nueva clase dominante, revolución agraria, desarrollo de un régimen democrático e independencia nacional), para nosotros la revolución burguesa es el momento histórico por el que se establecen las condiciones necesarias para la acumulación ampliada de capital y que éste no puede generar por sí mismo, en la dinámica de la producción inmediata de valor y de su realización en el mercado.

Esto presupone por nuestra parte una crítica a la idea de doble revolución de Bordiga, que implica una visión geohistórica de la revolución y de la dinámica del capital. Según la teoría de la doble revolución, habría una revolución puramente comunista en el centro del desarrollo de los países capitalistas, pero en el resto de los países solo cabría una revolución doble (con tareas burguesas y comunistas) que se debería unir a la revolución proletaria mundial. Esto nos parece peligroso, pues implica una defensa de alianzas, aunque sea desde la independencia política y de clase, con fuerzas burguesas antiimperialistas. Así,podemos recordar los resultados que tuvieron la alianza con el Kuomintang durante la revolución china de 1927 o, en general, los de los movimientos de liberación anticolonial hasta los años 70, cuyos últimos ejemplos serían Angola y Mozambique.

Para nosotros la perspectiva es otra. No podemos separar lo objetivo de lo subjetivo. Asistimos en los inicios del capitalismo a una lenta maduración del proletariado como clase, de su programa como fuerza histórica. No se trata de que apoyemos la revolución burguesa en esos momentos históricos, ni de que busquemos una imposible revolución comunista, sino de que afirmemos el terreno de nuestra independencia de clase. Sin embargo, a partir del momento en que el mundo entra plenamente en la fase de la subsunción real al capital (a finales del XIX y principios del siglo XX), el proletariado es una fuerza social que expresa ya la lucha por sus intereses inmediatos unidos a su perspectiva histórica. La revolución comunista se convierte en el único objetivo posible para el proletariado de acuerdo a su ser social, no por la falta de desarrollo del capitalismo, o por la pérdida de su esencia, sino precisamente en razón a su misma madurez. Revolución comunista, pues, como objetivo mínimo, revolución comunista pura y no mezclada con otras tareas. Desde 1914, la perspectiva de la revolución comunista, sus posibilidades materiales han aumentado enormemente. Hoy en día la revolución comunista es mucho más firme: una revolución proletaria hoy en día en China sería mucho más sólida que en 1927. Otra cosa es que junto a esta madurez objetiva haya obstáculos subjetivos debido al peso de la contrarrevolución y al corte histórico de nuestra tradición. En 1914 era más difícil que hoy, por motivos objetivos, que la revolución mundial se desarrollara y triunfara en todo el mundo. Al mismo tiempo, hoy en día es más difícil que en 1914, por el peso de la contrarrevolución estalinista, el estallido de una revolución proletaria con conciencia de su programa histórico. Este es nuestro dilema: nunca ha habido unas condiciones tan maduras para el comunismo, pero no tenemos el comunismo como horizonte de expectativa por el peso que sigue teniendo (menor que hace unas décadas, bien es cierto) la contrarrevolución que arrasó al movimiento revolucionario del proletariado tras la derrota de la oleada revolucionaria en el siglo pasado. En las próximas décadas nos jugaremos el futuro como humanidad. Ese futuro está indisolublemente ligado a la suerte de una revolución comunista mundial pura, sin mediaciones. Y este debate es parte de ese largo camino que nos puede conducir a nuestra emancipación como especie.

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