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Crítica del valor Teoría

Algunas notas sobre la prehistoria del capital (I)

La fuente que vamos a utilizar en primer lugar es el libro de Alain Bihr La préhistoire du capital aunque para un tema tan importante como el que nos ocupa, las existencias previas de capital antes del despliegue del capitalismo, las fuentes en realidad son múltiples: desde el mismo Marx obviamente, a las elaboraciones compañeras como las de Cuadernos de Negación, el GCI, o el mismo Jacques Camatte, o elaboraciones más académicas como las de Robert Brenner sobre la transición del feudalismo al capitalismo.

Lo que está en juego es entender por una parte cuál es el ciclo del capital que precede al capitalismo antes de su instauración y como ese ciclo es un ciclo imperfecto, un ciclo donde las categorías del capital no son aún plenas, donde el valor hinchado de valor que se manifiesta no consigue sustentar por sí mismo su camino al no llevar a cabo una simbiosis entre producción y circulación. El ciclo del valor en las sociedades precapitalistas se da en un ámbito de la circulación, en este sentido, no vive de la sustancia social que configura su fuerza y músculo en el capitalismo, el trabajo abstracto. Es un capital desustancializado y a la búsqueda permanente del cuerpo de la producción para poder autonomizarse de las comunidades primitivas y los modos de producción dominantes. En este sentido, el capital antes del capitalismo tendrá siempre un efecto disgregador sobre la comunidad primitiva y los modos de producción precedentes al capitalismo. Tratará continuamente de luchar contra esas formas sociales, al mismo tiempo que vivirá de modo parasitaria de ellas (en muchos casos a través del robo y la piratería), en los intersticios y las periferias de esas formaciones sociales, a través del comercio lejano (pues no será capaz de afrontar y deshacer unas “economías” cercanas dirigidas a la subsistencia y al valor de uso).

Algunas definiciones previas, el capital es un valor hinchado de valor. El valor en el capitalismo es una sustancia social, el trabajo abstracto. Esto será una aportación decisiva de Marx en su polémica y ruptura de la economía clásica. Para Adam Smith e incluso Ricardo el valor es fundamental una medida, un numerario que permite intercambiar las mercancías entre sí (es el enfoque vulgar que sigue siendo el dominante en el sentido común). Se reconstruye de este modo un desarrollo lineal de la historia, que marcha desde el trueque al invento del dinero como instrumento general de riqueza. El dinero y el valor de cambio serían simplemente inventos técnicos, neutrales. Muy diferente es el enfoque de Marx. Éste no se pregunta solo por el intercambio de dos mercancías sino cómo es posible que se de este hecho. Por qué los productos del trabajo humano adquieren la forma de mercancía y se pueden intercambiar de manera general y universal. Eso es posible porque existe una sustancia social común, el trabajo abstracto, que se refleja en el cuerpo y la materialidad de cada producto del trabajo. En este sentido la mercancía tiene un carácter sensible y suprasensible, en su ropaje vulgar aparece de un modo metafísico pues tiende a oscurecer el hecho de que en realidad la reducción de los productos del trabajo a valor de cambio, a mercancía expresa una cualidad que no está en ellos de modo natural sino que es un efecto y un resultado de la relación social que fragmenta la producción en múltiples unidades y separa la producción de bienes de su consumo, de esta manera solo de un modo mediado es posible el acceso general a la riqueza. Se inventa la economía. La producción de bienes deja de estar regida por el valor de uso y comienza a estar dominado por la producción y acumulación constante de valor y capital.

En las sociedades precapitalistas las formas de aparición de capital se encuentran desustancializadas. Y este hecho es decisivo. No existe una sustancia social tras la aparición de las formas de valor de cambio. El capital, se podría decir, es un valor de cambio que se autodespliega e incrementa pero no a partir de sí mismo (de una sustancia social que se produce como en el caso del trabajo abstracto bajo el capitalismo). El capital aparece de modo imperfecto, antediluviano dirá Marx, como capital mercantil en forma comercial y financiera. Pero no vivirá una simbiosis con el ámbito de la producción y por ende no subsumirá el trabajo y los productos del trabajo a su lógica.

Entonces capital es un valor hinchado de valor. El valor es el trabajo abstracto como sustancia social y el valor de cambio es la forma fenoménica del valor. El resultado de que éste para aparecer, en el capitalismo, se tiene que desdoblar por la fragmentación general entre producción y consumo, por el hecho de que son las cosas, las mercancías, las que parecen contener de modo natural una riqueza que en realidad es expresión de unas relaciones sociales. No hay que olvidar nunca que las mercancías son productos del trabajo en condiciones mediadas y segmentadas. Esto es lo que genera la dinámica característica del capitalismo que Marx describió con la afortunada expresión fetichismo de la mercancía. Vivimos en un mundo donde la dinámica impersonal y automática de las cosas domina sobre las personas. Fetichismo implica creer que son las cosas en sí mismas (y el dinero como mercancía entre las mercancías) las que son una riqueza andante a las que solo les falta ir solas al mercado, como añadía el mismo Marx.

Todo lo que hemos indicado anteriormente nos parece esencial para diferenciar las diferentes formas de valor de cambio a lo largo de la historia. El capital que aparece en el capitalismo no es el mismo que se manifestaba anteriormente aunque al mismo tiempo estaba tratando de devenir teleológicamente tal. Es decir buscaba la autonomía del ciclo del valor, poder fusionar producción y circulación. Pero no se puede asimilar, como insiste correctamente Alain Bihr, el momento en que el capital aparece como valor hinchado, a cuando se consolida, cuando despliega su movimiento expansivo y extensivo o cuando domina el conjunto de la praxis social. Es muy importante para entender que las formas de capitalismo comercial no son capitalismo, mediatizaban unas relaciones sociales de producción que no eran capitalistas.

El capital preexiste al capitalismo pero no ha de confundirse con el capital como relación social (que es lo que le permite hacer del trabajo abstracto la sustancia social común del valor de la riqueza, con la preeminencia del valor sobre el valor de uso). Entonces el capital como relación social no tiene que reducirse a las diferentes formas funcionales en que discurre el proceso de reproducción ampliada de éste en las sociedades precapitalistas. ¿Cómo logró el capital conformar esta relación social? Superando los obstáculos que la cristalizaban en su forma embrionaria, aún no productiva, como capital mercantil. El capital en la simbiosis entre producción y circulación logró superar dichos obstáculos, y de este modo hacer de su precondición lógica (el trabajo abstracto como su sustancia social) el resultado final del proceso histórico. Para ello además tuvo que contar con otro factor de una importancia indudable, sobre el que insisten con razón los compañeros de Cuadernos de Negación y del GCI, su extensión desde el inicio como un capital mundial (en lo que es un momento decisivo el genocidio de América del siglo XVI, aunque previamente lo fueron todos los intentos de llegar a las Indias a través de diferentes rutas). Lo que es importante, para nosotros, es que es la simbiosis entre producción y circulación y su ser inmediatamente una economía-mundo lo que caracteriza al capitalismo desde sus inicios en el siglo XVI. El capitalismo no puede existir sin ninguno de esos factores, tuvo que ser mundial para existir, pero si no hubiese fusionado producción y circulación la dinámica de los mercados lejanos internacionales hubiesen seguido siendo periféricos a la dinámica de las relaciones sociales pre-capitalistas como lo habían sido hasta entonces.

Como dice Alain Bihr, el devenir-mundo del mundo capitalista no solo es el resultado del devenir histórico del capitalismo sino su punto de partida y presupuesto. El capitalismo solo se ha podido formar como modo de producción en el cuadro de su devenir mundo y sobre sus propias bases (es decir sobre la base del trabajo abstracto, añadimos nosotros).

 

El paradigma liberal del mercado y el capitalismo

Los apuntes indicados más arriba son importantes para desarrollar una diferenciación entre la ruptura marxiana de qué es el capitalismo y el capital y los enfoques académicos, en la historia o en la academia, y que confunden capitalismo con mercado. Viendo de este modo capitalismo ya en el mundo griego o romano, de este modo el capitalismo sería una tensión natural del ser humano, como defendía Adam Smith. Frente a los argumentos de Adam Smith, Pirenne o Braudel es importante entender que capitalismo no es igual a mercado, que el capitalismo tiene como precondición la expropiación de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, para hacer de ellos mercancías libres.

Marx en los Grundrisse señala tres líneas históricas diferentes que proceden de la descomposición parcial de la comunidad primitiva comunista (Gemeinwesen), cada una de ellas dará lugar a un modo de comunidad (Gemeinde) diferente, a un modo de producción diferenciado, pero que combinan de un modo específico las formas subsistentes de propiedad colectiva y de propiedad privada. Es en estas circunstancias históricas donde es importante entender las condiciones históricas de emersión de capital imperfecto de tipo mercantil y su tendencia a desagregar la Gemeinde precapitalista. Formas imperfectas porque si bien tienden a disolver las relaciones y las prácticas precapitalistas no engendran por sí mismas nuevas relaciones de producción. Y en esto las aportaciones de Brenner al debate sobre la transición son muy importantes y el papel que concede a la lucha de clases. Y es que frente a un esquema lineal del desarrollo de las fuerzas productivas, que como estamos viendo no tiene nada que ver con Marx, lo decisivo es la transformación de las relaciones sociales de producción, cambio que no será ni mucho menos pacífico.

 

Mundos mercantiles precapitalistas

Marx distingue las diferentes formas de Gemeinde precapitalista en los Grundrisse sobre la base de como tejen la relación entre el objeto de trabajo (normalmente la Tierra, la naturaleza inorgánica como la definirá en los Manuscritos de 1844), los medios y los productos del trabajo. De este modo aparecen los diferentes modos (comunitarios) de producción que Marx analiza: el “asiático”, el germánico y el de la Antigüedad clásica mediterránea.

Las relaciones precapitalistas implican una unidad inmediata entre productor y condiciones objetivas de producción (medios y consumo) que están siempre aseguradas, al contrario que en el capitalismo que supone la liberación de las condiciones subjetivas con respecto a las objetivas.

1) El productor se encuentra unido a la tierra y rige la propiedad comunitaria de ésta que deriva del comunismo primitivo, la propiedad colectiva convive con la individual pero predomina aquella. Es un modo de producción clasista y estatal, donde se forman grupos dominantes (hombres sobre mujeres, las clases sociales, burocracia y sacerdocio de Estado…). La comunidad primitiva se disoció por motivos internos y a veces por invasiones externos. Existen propietarios no productores (propiedad eminente) y productores no propietarios, aunque las formas de propiedad son imperfectas. Pero se mantiene siempre la unidad inmediata entre el trabajador individual y la tierra (de una forma u otra). Correspondería con el modo de producción asiático y posteriormente con algunas características del feudalismo.

2) En el segundo caso el productor solo posee su instrumento de trabajo, es propio del trabajo artesanal que se separa de la comunidad campesina para convertirse en especialidad profesional de individuos que pierden su unidad con la tierra. Expresión de la descomposición de las comunidades primitivas y patriarcales (bajo nuevas formas). Se desdobla la propiedad inmobiliaria sobre la tierra y la mobiliaria (dinero) y las relaciones mercantiles. Estas formas de trabajo artesanal son propias de las ciudades y se organizan bajo formas corporativas que reducen la autonomía individual y transmiten hereditariamente un régimen que en muchos casos evoluciona hacia un sistema de casta. El capitalismo para desarrollarse e imponerse tuvo que destruir la organización gremial de las actividades productivas.

3) En el tercer caso se es propietario de los medios de consumo vinculándose de modo obligado a la tierra y a la persona, individual o colectiva, que le domina. Es el caso del esclavismo.

En cualquiera de las tres formas existe una vinculación entre la reproducción material del productor y la reproducción de las relaciones sociales objetivas. Es esta reproducción la finalidad de las relaciones sociales de producción. Existen algunas características comunes que vinculan estas formas precapitalistas de Gemeinde y las diferencias de la comunidad ficticia del capital: predominio de las relaciones inmobiliarias de la tierra sobre la propiedad mobiliaria (dinero); las relaciones de explotación están fundadas sobre la violencia directa; el sobretrabajo se obtiene por medio del trabajo forzado y la extorsión directa bajo forma de un tributo, de derechos jurisdiccionales o señoriales…; prevalencia de las relaciones comunitarias o personales de dominación sobre las relaciones impersonales del capital (mercantiles, jurídicas, administrativas…); la prevalencia del uso sobre el intercambio; la producción está organizada para el consumo y no para la acumulación como fin en sí misma.

Junto a estas diferenciaciones podemos añadir otras políticas o ideológicas, siguiendo a Alain Bihr, pero teniendo en cuenta que la separación entre economía y política, privado y público es algo que acontece precisamente con la afirmación histórica del capitalismo. Podemos hablar de una cierta oposición entre Imperios-mundo (Roma, China, Mesopotamia, Incas, Aztecas, Egipto, Bizancio, Otomanos…) y economía-mundo con una excepción importante en el feudalismo donde de los conflictos entre Imperio y Papado saldrá una organización política más fragmentada (en formas monárquicas) que será una condición importante para la afirmación del capitalismo.

El predominio de la tierra fomentará la guerra y los conflictos bélicos como un aspecto estructural de estos modos de producción, pero con unas raíces diferentes a las del capitalismo. La anexión de nuevos territorios es un objetivo para lograr nuevos tributos. Con frecuencia la conquista no modificaba sino muy superficialmente la vida de las poblaciones conquistadas (a diferencia del capital que modifica toda la praxis social sin necesidad de conquista militar). Muchas veces estos imperios acababan siendo víctimas de la dialéctica de su expansión y extensión, abarcando un territorio tan amplio que no podían abarcar. Y caían siendo víctimas de las partes periféricas de su Imperio (fue algo habitual en el mundo mesopotámico) o de un fraccionamiento interno con la independencia de las provincias (véase por ejemplo el Imperio árabo-musulmán).

 

Carácter periférico del capital en su prehistoria

Como hemos argumentado la primera forma bajo la que el valor de cambio se autonomiza (de modo imperfecto) bajo la forma de dinero ha sido en los modos de producción precapitalistas. El valor se pone como valor en proceso, como D-M-D´ a través de capitales mercantiles. Lo importante es entender que será en el dominio de la circulación y venta de mercancías donde aparecerán estas formas de capitales. En la mayor parte de los casos vinculado sobre todo a mares y océanos, y a un comercio lejano. Será el desarrollo de rutas terrestres como el caso de la milenaria Ruta de la Seda, de mares interiores (como el Mediterráneo, el Océano Índico, Mar Báltico, el Mar de China…. Y finalmente el Atlántico con la emersión del capitalismo). Pero los mundos antiguos no soportan y no toleran sino pocos intercambios mercantiles que no afecten las formas de organizar la producción comunitaria. El sobreproducto social es organizado y regido por reglas estipuladas por la comunidad. La riqueza no es el fin de la producción, por lo que el mercado aparece en los intersticios de los Imperios o del cuerpo social (por ejemplo los judíos en Europa o los chinos en el sudeste asiático, armenios, indios, árabes…). Las periferias de los imperios organizan en muchos casos a través de monopolios el comercio lejano. Es lo que explica la prosperidad de ciudades europeas como las de la Liga de la Hansa, Brujas, Venecia… Se organizan, antes que los gremios, en forma de corporaciones (guildas). Es un tipo de comercio que convive con lo militar, en muchos casos con la piratería y el robo (y es que no dispone de una fuente interna de crecimiento y auto expansión como en el caso del trabajo abstracto en el capitalismo), y como la apertura de nuevas vías comerciales arruina los monopolios precedentes. Es lo que le ocurrió a Venecia con Portugal y sus viajes a las Indias alrededor de África. El capitalismo mercantil es parásito de los antiguos modos de producción, de alimenta de su producción.

En la periferia de los grandes imperios surgirán sociedades mercantiles, como los fenicios, los cartagineses, el mundo griego o el mundo árabe clásico (del siglo VIII al XI). Se diferenciarán ampliamente de los Imperios-mundo, a la estructura centralizada de éstos opondrán una estructura reticular, a un mundo más cerrado y aislado le opondrán un mayor cosmopolitismo que implica los intercambios mercantiles, a los dogmas interpretados como hechos naturales y eternos, el desarrollo de la filosofía como en la Atenas del siglo V A.C., a la arbitrariedad de las exacciones precapitalistas opondrán el desarrollo del derecho privado y mercantil… En este sentido hay oposiciones históricas interesantes, por ejemplo, y como comenta el medievalista español José María Mínguez, las parias con los que los reinos feudales peninsulares van a sojuzgar a los Reinos de Taifas en el siglo XI producirán conflictos bastante importantes dentro de los territorios de Al-Andalus porque los tributos estaban mucho más reglados y no eran tan arbitrarios, debido a un mayor desarrollo mercantil.

Y, sin embargo, estas sociedades conocerán límites para poder desarrollar el capitalismo como un orden que fusiona producción y circulación. Y no solo por cuestiones técnicas. Por ejemplo no hay que olvidar que el mundo árabe se alimentaba de esclavos como fuente productiva, del control de vías terrestres y marinas, de la agricultura de irrigación… Todas estas fuentes se van a ir agotando progresivamente al final del período abasida. El capital mercantil tendía a autonomizarse pero en última instancia seguía dependiendo de la producción de relaciones sociales pre-capitalistas.

Podríamos detenernos, y sería muy interesante aunque no es el objetivo de estas ya largas notas, en cada uno de los procesos históricos para entender el porqué del fracaso de la tendencia del ciclo del valor a disolver las relaciones precapitalistas y fusionarse con la producción. En cualquier caso hay que tener en cuenta que los Imperios-mundo actuaron en muchos casos (por ejemplo en el mundo chino) como baluartes en lucha contra la forma-valor y el carácter generalmente negativo que tenía el trabajo mercantil en todas las sociedades precapitalistas condenadas como usura, relegadas al uso de sectores periféricos de las sociedades (metecos). El mismo Aristóteles oponía la economía de subsistencia (Oïkos) a la crematística. Se intuía la amenaza que para las relaciones de dependencia personal suponía el capital mercantil.

Esta amenaza es la de la tendencia a crear fuerza de trabajo como mercancía, materializada en la ruptura de la unidad entre productor y condiciones objetivas de producción (que como hemos dicho es una invariante de las comunidades precapitalistas) y, por ende, de formas de organización social que tienen como finalidad la reproducción de las condiciones objetivas y subjetivas. Históricamente serán las sociedades del llamado modo de producción asiático quienes más lograrán resistir la ofensiva del capital mercantil y su ciclo del valor. Serán las sociedades más estables históricamente a nivel de comunidad, debido precisamente a la profunda unidad del productor colectivo con el objeto, el instrumento y el producto del trabajo humano. El llamado despotismo oriental será una realidad externa a las formas de organización comunitaria de su producción y aparecerá a través de formas de tributos, en muchos casos las continuas guerras, invasiones, caída de dinastías apenas modificarán formas de vida social profundamente iguales a lo largo de miles de años. Serán comunidades con una fuerte autarquía de la producción, aislamiento que será reforzado por la prácticamente ausencia de formas de propiedad privada (mundo inca, azteca, Egipto, China…). El comercio será muy escaso, concentrado para los intercambios con el exterior, y controlado en algunos casos, como Egipto, por el poder político y estatal. Herodoto se sorprendía de la ausencia, en las ciudades mesopotámicas, de plazas para el comercio. Continuaban en algunos casos vigentes los criterios de redistribución de riqueza de tipo comunístico a través de templos y almacenes colectivos.

Esa gran capacidad de resistencia de la comuna rural “asiática” frente al ciclo del valor será destacada por Marx. Por como asocia, además, el trabajo agrícola, con el ganadero y el artesanal a partir de la misma comunidad rural. En muchos casos las enormes matanzas y genocidios que ocasionará el capitalismo serán por la necesidad de romper la simbiosis comunitaria (Gemeinde) para crear su propia simbiosis de la separación. Pensemos por ejemplo a las matanzas ingentes del imperialismo británico en la India, la resistencia de la comuna campesina fue muy dura.

Sin embargo, el mundo antiguo mediterráneo será más propenso al desarrollo de un capitalismo mercantil, y vivirá, por ello mismo, más los efectos de disolución del ciclo del valor. La escasez de tierras (a diferencia del mundo asiático) hará de la asociación político-militar y de la conquista de territorios uno de los objetivos fundamentales de las comunidades mediterráneas y de sus asociaciones urbanas. Éstas al inicio serán más o menos igualitaria, con la existencia siempre de tierras comunes (el Ager Publicus romano). Pero el desarrollo de la guerra como un elemento estructural de estas sociedades hará aparecer el esclavismo como una figura social esencial, lo que acentuará la división social interna dentro de las propias comunidades urbanas y rurales, acentuando la existencia de una propiedad de la tierra que va a convivir con las tierras comunes. Estas divisiones van a tomar, por ejemplo, en el caso del mundo griego la diferencia entre patricios y plebeyos, o en el caso del mundo griego las luchas entre la aristocracia y los sectores populares (los Thetes). Aun así persistirá siempre la autarquía  del oïkos griego o del domus romano. Los patricios romanos estarán siempre orgullosos de su linaje y mirarán muy mal oficios como el mercantil, no dignos de su origen. Serán latifundistas en grandes dominios.

El desarrollo del comercio y del capital mercantil en el mundo romano nacerá, por ejemplo, vinculado a la enorme concentración y centralización de la producción latifundista que se ocasionará. Pero afectará mucho más, el comercio, a la venta de productos de los latifundistas que a la compra de bienes de producción o herramientas. El dominio latifundista romano queda dominado por la lógica de la autarquía, y el trabajo esclavo sigue siendo la base de la producción y es, por excelencia, un trabajo no libre. La crisis del siglo III paralela a las dificultades de expansión del Imperio romano y con ello del aprovisionamiento de nuevos esclavos signará la decadencia del modo de producción de la Roma clásica, profundamente dependiente del esclavismo. Con ello las formas de capital mercantil en Roma nunca se lograron romper la dependencia de la circulación con respecto a la producción, el capital industrial empezó a asomar la nariz en los latifundios romanos pero de un modo muy insuficiente e inacabado, siempre reducido a un modo autárquico de consumo con el que no se logró romper, al mismo tiempo que no se expropió a los productores.

A este respecto es muy interesante lo que dice el mismo Marx en los Grundrisse, la proletarización de los plebeyos en el mundo romano. Su pérdida de tierras y su ida a las ciudades no ocasionó su transformación en fuerza de trabajo asalariado. Seguían siendo ciudadanos romanos, porque Roma no había separado (como si hizo el capitalismo moderno) la condición política y económica. Y como ciudadanos romanos tenían derechos a recibir una renta del Estado: pan y circo fue la política imperial. Es gracioso pensar que todas las lógicas reformistas actuales de la renta básica en realidad reproducen lo válido para otro tipo de orden social, y pretenden trasladarlo al capitalismo en descomposición. Sin entender que en el capitalismo, a diferencia del mundo antiguo, el trabajo abstracto es la única fuente de riqueza y reconocimiento social.

Con esto terminamos esta primera parte, en una segunda analizaremos como el capitalismo logrará emerger históricamente alcanzando sus dos precondiciones: la fusión producción y circulación que logrará en el mundo feudal europeo, y su simbiosis con un mercado mundial que se desarrollaba a partir de las formas imperfectas de capital mercantil y del ciclo del valor que luchaba por materializarse corpóreamente.

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