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Teoría

Cartas sobre la dictadura del proletariado y la transición al comunismo

Consejo de obreros de la fábrica Putílov

También en inglés

Publicamos el siguiente intercambio de e-mails con un compañero internacional que nos preguntaba acerca de nuestras diferencias con la comunización y nuestra posición acerca de algunos problemas que presenta la dictadura del proletariado y las medidas de transición al comunismo. Consideramos que puede ser de ayuda para otros compañeros que nos lean.

 

Compañero internacional

Llevo mucho tiempo preguntándome qué impediría que una revolución proletaria internacional (la que defiende vuestra organización, que mantiene una fuerte autoridad central bajo el partido para coordinar la planificación y no inicia de inmediato la transición hacia el comunismo, a diferencia de lo que propugnan los “teóricos de la comunización”) se estanque y permanezca en un estado de DDP [Dictadura del Proletariado] para siempre, sin avanzar realmente hacia el comunismo. ¿Basta el éxito de una revolución internacional para evitar que la burocracia tome el poder?

E incluso si esto se impide, ¿no existiría alguna autoridad central que se viera formalmente incentivada a mantener el Estado allí donde ostenta el poder? Entiendo que debe existir un partido para canalizar los impulsos de la clase, pero que este partido reciba el poder estatal formal, en mi opinión, podría traer algunos problemas… Por eso, en parte, me he considerado más cercano a la teoría de la comunización que a varias corrientes de la “izquierda comunista italiana”. Mi lógica es, en cierto modo, que “mejor avanzar hacia el comunismo lo antes posible antes de que la revolución se calcifique”.

¿Vuestra organización tiene posibles respuestas a mi pregunta? ¿O refutaciones a mis conclusiones? Agradecería mucho una respuesta. ¡Muchas gracias!

Barbaria

Hola, compañero:

La pregunta que haces es compleja y requeriría de una conversación más larga que la que puede permitir un correo. Para nosotros, la dictadura del proletariado no es una elección, sino una necesidad histórica marcada por la experiencia de nuestra clase en el pasado. Nos sentimos parte de los compañeros que en el pasado, desde distintas corrientes comunistas, dieron la batalla contra la teoría del socialismo en un solo país y afirmaron que solo es posible abolir el valor mediante la revolución mundial. Pero si es así, en la medida en que esta no puede producirse de una vez en todos los territorios (aunque el desarrollo del capitalismo acelera su sincronicidad), las clases siguen existiendo y el proletariado debe imponerse contra la burguesía para afirmar sus necesidades en contra del valor. Esto implica que debe destruir el Estado burgués y constituir su propio poder político, que implica por definición una centralización bajo la dirección de los revolucionarios, ya estén organizados en el partido mundial (como creemos que es necesario) o bajo otras formas. No creemos que materialmente sea posible otra solución, aunque nos encantaría abolir esa maquinaria terrible que es el Estado por la fuerza de nuestra voluntad en el momento mismo de la insurrección.

En cualquier caso, será fundamental tomar toda una serie de medidas de transición, como se defiende en el “Programa Revolucionario Inmediato” de Bordiga en la reunión de Forlì de 1952 y como han desarrollado ampliamente los compañeros de n+1. Pero es esencial diferenciar estas medidas de transición, que están siempre en pugna contra la tendencia del valor a volver a imponerse sobre nuestras relaciones sociales, de las verdaderas medidas de comunización donde el valor se iría aboliendo progresivamente, ciudad a ciudad, pueblo a pueblo. Creemos que una de las lecciones fundamentales de la contrarrevolución es que no se ha vencido el capitalismo hasta la victoria de la revolución mundial. Olvidar esto puede traer las consecuencias más graves y dejarnos desarmados ante el gran reto que supone la dictadura del proletariado.

Precisamente por esta presión del valor por imponerse, desde fuera y desde dentro de la dictadura de clase, y como apuntas tú acertadamente, el tiempo que tenemos para que esto ocurra no puede ser indefinido, sino que tenemos un plazo después del cual el proceso empezará a decaer. No sabemos cómo se presentarán en el capitalismo de hoy en día las señales de agotamiento de la dictadura del proletariado. Habrá algo en común y mucho de diferente con la Rusia de 1918-1921. Pero sí sabemos lo más importante, y es que en la medida en que ese agotamiento se consolide y no haya una nueva insurrección proletaria en otro lugar que reavive las fuerzas de nuestra clase, dejará de haber dictadura del proletariado y solo quedará un Estado capitalista que deberemos abandonar si queremos preservar la posibilidad de una nueva revolución más adelante. Era mejor dejar caer Kronstadt y, si hubiera sido necesario, toda Rusia, que dejar imponerse la degeneración que fue contaminando primero a la dictadura del proletariado, después al partido bolchevique y por último a la propia Internacional. Si hubiéramos organizado la retirada en Rusia, habríamos podido preservar la teoría revolucionaria y su herramienta indispensable, nuestra organización mundial, para enfrentar con claridad los siguientes asaltos en Reino Unido (1926), China (1927) o España (1936).

Para nosotros las lecciones extraídas por Bilan durante los años 30 fueron fundamentales: la crítica a la mistificación de la violencia de los bolcheviques, la importancia de que las decisiones en la dictadura del proletariado se tomen desde la Internacional para escapar a las tendencias conservadoras del Estado, y ante todo la centralidad de la tarea de extender la revolución mundial. En este texto traducido al inglés encontrarás una síntesis más desarrolladas de estas lecciones.

No queremos hacer más larga esta respuesta de lo que ya lo es. Dinos si tienes más dudas, te gustaría que desarrollemos más algo o si quieres contarnos cómo lo ves tú.

Saludos comunistas 

Compañero internacional

Muchas gracias por las respuestas, ¡fueron bastante esclarecedoras!

Aún tengo algunas preguntas. No hacen falta respuestas largas si no queréis (¡pero las agradezco!) .

En primer lugar, si entiendo bien, una de vuestras propuestas (bueno, de Bilan) para contrarrestar las tendencias conservadoras del Estado es que las decisiones políticas se tomen desde la Internacional, separadas del Estado (para que el partido no asuma el papel de “gestor”), ¿verdad? Me parece bien la idea, pero me cuesta imaginar cómo funcionaría en la práctica.

En segundo lugar, ¿estaría la Internacional separada del partido/su órgano central? ¿No estaría más influenciada por su ubicación, y por lo tanto no podría conducir a una especie de “bolchevización”, donde los intereses se desplazarían del internacionalismo al apoyo a un Estado?

En tercer lugar, no entiendo bien cómo se podría prevenir el oportunismo y la burocratización dentro del órgano central del partido y dentro de la Internacional, ya sea mediante el centralismo democrático, el centralismo orgánico o lo que propusiera Damen (“centralismo dialéctico”). La “primera generación” probablemente estaría verdaderamente comprometida, pero sería posible que los sucesores tergiversaran sus objetivos. Seguir un programa invariante podría resolver muchos problemas, pero tengo la impresión de que esto podría ir en contra de un análisis materialista del funcionamiento del poder, ¿no? Al fin y al cabo, son las condiciones materiales y las relaciones que se forman a partir de ellas las que determinan cómo actúan las personas, no la superestructura ideológica, ¿no?

Y finalmente, ¿cómo suponéis que el órgano central del partido o la DDP afirmaría su “voluntad” cuando el impulso del resto del proletariado no fuera suficiente (digamos, por ejemplo, abolir la distinción entre ciudad y campo prohibiendo la construcción de viviendas en las ciudades)? ¿Recurriría a la policía? ¿Utilizaría en su lugar a insurgentes especialmente dedicados sin autoridad formal, pero que, representando directamente al partido, gozan del respeto de muchos? Si utiliza una fuerza externa a los propios insurgentes, ¿no existe la posibilidad de que esta jerarquía se “replique” y que intente justificar eternamente su propia existencia, distorsionando su propio papel? (Por ejemplo, un sistema de producción consejista con delegados podría, con el tiempo, transformarse en una economía dirigida, donde los delegados solo sirvieran para garantizar la comunicación entre el Estado y los trabajadores, quienes los seguirían por “necesidad” (a pesar de que no hubiera dinero en juego).

Pido disculpas por las preguntas tan largas, ¡simplemente tengo mucha curiosidad!

Barbaria

Hola, compañero:

Son buenas preguntas, y todas ellas profundas. Creemos que hay dos aspectos centrales en el método con el que extraer las lecciones de la contrarrevolución y con los que guiarnos para afrontar la problemática de la dictadura del proletariado. 

En primer lugar, la revolución no es una cuestión de formas de organización. Por tanto, no hay ninguna forma de organización que pueda salvaguardarnos del proceso de degeneración de la revolución. Si en Rusia se hubiera mantenido una democracia obrera, con los soviets a modo de poder legislativo y con el gobierno soviético elegido por ellos a modo de poder ejecutivo, ello no habría impedido el fortalecimiento de un aparato estatal capitalista y la creación de una red de intereses para mantener la explotación del proletariado y subordinar los intereses del proletariado mundial a los del Estado ruso. Como demuestran las democracias occidentales, este proceso podría haber convivido con el sistema político democrático, pero si por cualquier circunstancia se demostrara como un problema, simplemente la nueva burguesía soviética habría encontrado la forma de librarse de él. Ninguna Constitución, ninguna forma política o jurídica concretas habría impedido lo que al principio se mostró como oportunismo y burocratización, y que poco a poco fue revelando su verdadera naturaleza de clase. Lo único que puede evitar que la dictadura del proletariado siga siéndolo y no se transforme en la dictadura —más o menos democrática— del capital es la extensión de la revolución mundial. Si esto no ocurre, antes o después se producirá la degeneración del proceso. 

Sin embargo, eso no tiene por qué significar que esté todo perdido. Para nosotros la tragedia no fue que degenerara la revolución rusa, sino que lo hizo degenerando la Internacional y el programa revolucionario. Las revoluciones se pueden perder, los líderes pueden traicionar, pero ninguna de las dos cosas tenía por qué haber abierto un período de contrarrevolución que iba a hacer que la lucha de clases de los siguientes cien años fuera incapaz de vincularse a sus intereses históricos y adquirir una dirección revolucionaria. Lo que abrió el período contrarrevolucionario fue la distorsión más absoluta del programa comunista, donde el socialismo podía ser en un solo país, el internacionalismo se convertía en la defensa del Estado ruso y la Internacional en su correa de transmisión, la teoría del valor podía ser socialista y el socialismo de hecho significaba trabajar hasta la extenuación con el estajanovismo y matar a proletarios alemanes por la defensa de la patria socialista. Esta inversión de todos los términos generó una desorientación enorme: las nuevas generaciones de proletarios crecieron pensando que eso era el socialismo y algunos lo defenderían —defendiendo así una de las peores expresiones del capitalismo—, otros reaccionarían ante él cayendo en la otra cara de la contrarrevolución, la defensa de las democracias occidentales, y otra parte sencillamente quedaría desalentada y replegada en su vida personal. En este contexto, las minorías revolucionarias ya no podían constituir nuevos partidos de clase, porque a efectos prácticos no había clase en el sentido histórico y político, y se vieron abocadas al trabajo de extracción de lecciones y de restitución del programa revolucionario.

El segundo aspecto de método a tener en cuenta es la crítica a la mística de la violencia y al voluntarismo. El comunismo no se puede decretar. Es un cambio radical en las relaciones sociales que, por definición, solo pueden dar los agentes de esas relaciones sociales. Si el proletariado no está dispuesto a llevarlo a cabo, no hay voluntad del partido que valga. Al contrario, si usa la violencia sobre su clase para imponer su voluntad, simplemente romperá su vínculo con ella, dejará de ser el partido de clase, se convertirá en una organización burguesa a las riendas del Estado burgués y su actividad estará dedicada a reproducirse como clase dominante a las riendas del Estado, como señalas en tu última pregunta. Si durante el proceso revolucionario el proletariado deja de luchar por sus propios intereses históricos, no hay ninguna gran estrategia ni gran voluntad capaz de sustituirlo, y lo mejor que podemos hacer como minorías revolucionarias es organizar la retirada y volver a nuestras tareas de clarificación y extensión del programa. Solo eso permitirá que en el siguiente asalto revolucionario podamos volver a converger con el proletariado en lucha y terminar lo que habíamos empezado.

En relación con esto, es muy oportuno que saques en la conversación la cuestión del materialismo. El materialismo histórico no niega el papel de la conciencia y la voluntad, solo lo coloca en su lugar. Si fuera negado, no habría nada que impidiera la continuación del capitalismo hasta nuestra extinción, puesto que las relaciones sociales capitalistas son fuertemente contradictorias, pero también automáticas, y subordinan cualquier criterio a la valorización del capital. Por tanto, si no hubiera posibilidad de que la conciencia de este hecho se convirtiera en fuerza social para acabar con él, de la mano de la clase y su partido, estaríamos desperdiciando nuestro tiempo con esta conversación. El ser determina la conciencia y el capitalismo es el que produce su enterrador histórico, al proletariado y su teoría revolucionaria, su programa, la brújula de su acción, que se encarna en las minorías revolucionarias y en determinados momentos clave, en su partido. Con todo esto queremos decir que la única forma que tenemos como clase de enfrentarnos a los problemas del proceso revolucionario es precisamente con nuestra conciencia colectiva e histórica, con nuestro programa: por eso el estalinismo fue tan destructivo y por eso las lecciones de la contrarrevolución son para nosotros tan esenciales para restituir las posibilidades de una nueva revolución. El programa no impedirá que la fuerza conservadora del Estado o de la permanencia del valor en nuestras relaciones sociales sigan favoreciendo el oportunismo y la burocratización, pero sí permitirá luchar contra estas tendencias con mucha más claridad que en el pasado y no confundirlas con las bases de una sociedad emancipada. Y ante todo, permitirá al resto del partido comunista mundial mantenerse como un órgano para la dirección efectiva de la revolución en otros territorios, evitando ese proceso de “bolchevización”, es decir, de contaminación de la degeneración, que señalas.

Tus primeras preguntas son más concretas y por ello mismo es más fácil que la experiencia concreta se demuestre de una forma diferente a como lo imaginábamos. Intentaremos responderlas igualmente. Nosotros no creemos que el partido deba quedarse al margen del Estado proletario, dejando su dirección a funcionarios desideologizados —o mejor dicho, imbuidos del sentido común de la ideología dominante—. Los comunistas debemos dirigir la dictadura del proletariado de forma efectiva, con los riesgos que ello implica, porque lo contrario no creemos que sea ni benéfico ni realista dada la situación. Lo que es fundamental es que los grandes debates sobre cómo llevar a cabo esa dirección se hagan en la Internacional, junto al resto de nuestro partido, y no en el territorio insurrecto. El partido bolchevique estuvo atravesado por esos debates desde 1918, como atestigua la revista de la izquierda bolchevique Kommunist, hasta que Stalin terminó por imponerse. Fueron debates muy ricos y profundos, y fundamentales para el desarrollo de los acontecimientos, que se dieron sin embargo a espaldas de la Internacional, ni en su dirección ni en sus congresos. Este es un error que no debemos volver a repetir. Naturalmente que habrá muchas cosas del día a día que hayan de ser decididas y ejecutadas sobre el terreno, pero las grandes líneas del proceso siempre se discuten. Lo que plantea la izquierda italiana ya desde los años veinte es que esa discusión debe ser internacional. 

Esperamos haber conseguido explicar mejor los puntos clave del debate.

Compañero internacional

¡Muchas gracias por las respuestas! Aquí os dejo algunas preguntas:

  • Soy consciente de que el comunismo es imposible dentro de un solo país, ¡y tiendo a estar de acuerdo! Pero, ¿por qué, en vuestra opinión, los problemas de burocratismo y oportunismo no se resolverían con la realización de una revolución global? ¿No seguirían existiendo mecanismos burocráticos? ¿No seguiría existiendo una tendencia en la gente a querer mantener sus empleos (posiblemente informales) mediante el oportunismo?
  • La Revolución no puede realizarse por decreto. Pero ¿por qué cualquier coerción contra el proletariado (por ejemplo, si muchos proletarios siguen comerciando con dinero o siguen utilizando una fábrica para obtener ganancias, tal vez requieran coerción, ya sea por parte de proletarios ideológicamente comprometidos o posiblemente a través de un aparato), que supongo que apoyáis en cierta medida, no conllevaría el riesgo de recrear un aparato estatal que perdería el apoyo del proletariado?
  • En cuanto a la preparación del proletariado para “llevarla a cabo”, ¿requeriría una revolución comunista el apoyo de la mayoría del proletariado? Porque, para minimizar que un aparato estatal “tenga que” implementar sus medidas por decreto o por la fuerza contra los proletarios, estos necesitarían ser ampliamente conscientes y estar a favor de las medidas comunistas, ¿no es así? Pero ¿por qué apoyarían estas medidas si esto llevaría al fin de su existencia como clase? Supongo que a menudo me ha costado entender por qué la revolución comunista beneficia al proletariado en general.
  • No sé si ya he preguntado esto antes, pero si el partido (que, según tengo entendido, no es un círculo formal central de cargos burocráticos, sino un grupo “orgánico” de personas que seguiría un programa) discute, debate y finalmente llega a conclusiones, ¿cómo logrará que se implementen? Surgen dos problemas: la Internacional, si se encuentra fuera del territorio revolucionario, podría ser perseguida por quienes buscan su destrucción. El otro problema es que ellos, el órgano central del partido, podrían tener dificultades para comunicar su voluntad a la gente en los territorios revolucionarios… y hay pocas garantías de que la revolución acepte seguir cualquier sugerencia que presenten (como ocurrió en la URSS. Se tuvo que usar mucha coerción, incluso contra los proletarios. Pero la coerción también representa un riesgo para un partido que “gobierna” al proletariado y para el burocratismo).

Sean cuales sean las respuestas, muchas gracias por responder a mis preguntas.

Barbaria

Querido compañero:

La discusión sobre la naturaleza de la burocracia en la sociedades de clase en general y en el capitalismo en particular es muy importante, y adquirió una especial relevancia a partir de la contrarrevolución estalinista. Como explican los compañeros de Matériaux Critiques en «À propos du concept de bureaucratie» (que si lees francés, recomendamos vivamente) y desarrollamos nosotros también en El capitalismo de Stalin, la falta de herramientas teóricas para afrontar lo que estaba pasando en la URSS llevó muchos a hablar de la burocracia como una nueva clase dominante y del proceso de burocratización como un fenómeno en sí mismo ligado a la dictadura del proletariado, motivo por el cual habría que buscar otras soluciones. A nuestro modo de ver, sin embargo, y como insistió Bordiga en sus Complementos a “Diálogo con los muertos”, la burocracia no fue un producto de la dictadura del proletariado sino de su degeneración. 

En primer lugar, es preciso entender que la sociedad mercantil multiplica las necesidades administrativas en que se basa la burocracia, porque la separación entre las unidades de producción y la competencia entre ellas en la forma de empresas (ya sean públicas o privadas) exige de grandes cantidades de normas y procedimientos jurídicos para garantizar que nadie se impone “ilegítimamente” a nadie en la competencia, que los contratos son respetados, que los derechos civiles y mercantiles se mantienen garantizados para todos los capitalistas en pugna, que el Estado mantiene su neutralidad frente a esta, que la competencia entre intereses individuales de los capitalistas no se vuelve contraproducente para los intereses generales del capital (impidiendo la reproducción de la fuerza de trabajo, por ejemplo, o de los recursos naturales que hacen de capital constante), etc. La anarquía de la producción capitalista no exige menos regulación, como querrían los liberales viejos y nuevos, sino muchísima más que una producción planificada. Es por ello que afirmamos que la centralización de la producción para las necesidades sociales que supone la base de la abolición del valor, y la extinción del derecho que se deriva de ella, no aumenta la regulación administrativa, sino que la disminuye. Es por eso que el comunismo integral instaura una sociedad orgánica, autorregulada y autoconsciente. Los compañeros de n+1 han trabajado mucho en esta línea y hay muchos de sus textos útiles para profundizar en ella.

Por otro lado, allí donde la superabundancia de regulación coincide con la existencia de clases sociales, se erige la burocracia no como clase social, sino como servidora de la clase dominante para el mantenimiento de sus intereses a través del Estado. Y allí donde hay burocracia, como insisten los compañeros de Matériaux Critiques, hay corrupción, puesto que las distintas facciones de la clase dominante intentan influir en ella para usar los recursos colectivos que gestiona a su favor. El reflujo de la revolución mundial y las dificultades materiales durante la guerra civil rusa favorecieron una proliferación de la burocracia en el Estado ruso, pero esta solo empezó a consolidarse por la degeneración del proceso revolucionario, el vaciamiento de los soviets, la identificación progresiva del partido bolchevique con el Estado y en última instancia por el reacomodo de la dinámica de acumulación de capital en Rusia. Fue la consolidación de las relaciones capitalistas la que fortaleció a la burocracia soviética.

Por el contrario, el avance de la revolución mundial y de la dictadura de nuestra clase se verá acompañado de un desarrollo de las medidas de transición que irán estrangulando el dominio del valor sobre la vida social. Para nosotros, y a diferencia de la comunización, que niega la necesidad de la dictadura del proletariado, es importante afirmar su necesidad en contra del valor. Esto presupone un terreno aún capitalista de actuación, hasta que la victoria de la revolución mundial permita su abolición definitiva, pero también implica medidas concretas de transición que transformen la base material sobre la que se desarrolla el proceso revolucionario: gratuidad de los bienes básicos de subsistencia, reducción de la jornada laboral a su mínima expresión, aumento sistemático del gasto social en el sector II de la producción (medios de subsistencia) sobre el sector I (medios de producción), abolición de la escuela y sus títulos universitarios que solo sirven para reproducir la división social del trabajo, etc. El reforzamiento de este proceso eliminará la base material sobre la que pueda erigirse la burocracia, que no tendrá ningún privilegio particular que salvaguardar frente al resto de la sociedad.

Esto se vincula a tu segunda y tercera pregunta. El proletariado ha luchado contra su explotación y, por tanto, contra su naturaleza de clase explotada, desde el momento en que aparece en la historia como clase. La lucha por sus necesidades le empuja a luchar contra las categorías del capital que las niegan, las aplastan y las subordinan a su propio interés de valorización. Allí donde haya explotación, habrá resistencia y lucha. Lo que caracteriza al proletariado en la historia como clase explotada es que este mismo movimiento le lleva a afirmar la transformación radical de las relaciones sociales, aboliendo las categorías que sostienen la existencia misma de las clases, la propiedad privada, la familia y el Estado. 

La revolución es un proceso global, que transforma radicalmente tanto las conciencias como la base material sobre la que se conforman. En ella, afirmación y negación van de la mano. Durante la dictadura del proletariado la toma de protagonismo político de este a través de sus organismos territoriales (lo que fueron los soviets o consejos en el pasado) es esencial, pero no basta. Se requiere al mismo tiempo que las condiciones materiales de vida se vean también transformadas, de ahí la importancia de las medidas de transición de las que hablamos. Y es que, si la dictadura del proletariado continuara teniendo las mismas condiciones materiales que la dictadura del capital, no habría motivos para sostenerla. Solo mediante la afirmación política de la clase proletaria, a través de su dictadura contra la contrarrevolución, y el proceso de su autonegación como clase, a través de las medidas de transición que atacan la división social del trabajo y el dominio de la mercancía, puede sostenerse en el tiempo el proceso revolucionario. Porque si bien la insurrección no la lleva a cabo la totalidad del proletariado, sino que el papel activo lo toma una amplísima minoría que se expresa en sus organismos de clase y encuentra su dirección política en el partido, la dictadura posterior solo se mantendrá con el sostén activo de la mayoría del proletariado.

Dicho esto, para nosotros es fundamental entender que ninguna de estas medidas al interior podrá mantenerse mucho tiempo si no hay una extensión del proceso revolucionario al exterior del territorio insurrecto. Como hemos hablado ya, si la extensión de la revolución mundial se estanca y el proceso revolucionario al interior empieza a dar muestras de agotamiento, se empezarán a producir fenómenos sociales que contrarresten o se contrapongan a la consolidación de las medidas de transición. Nuestra actuación como revolucionarios deberá distinguir estos fenómenos sociales de los comportamientos antisociales de tipo individual. Los individuales se producirán al inicio y durante el proceso revolucionario, sin importar si este mantiene su vitalidad o decae, y solo empezarán a desaparecer en la medida en que venza la revolución mundial y el comunismo pueda empezar a reproducirse sobre sus propias bases. Estos comportamientos antisociales deberán ser enfrentados mediante la presión social y, llegado el caso, mediante la coerción, aunque la forma organizativa que asuma esta tarea es una discusión compleja. Otra cosa muy distinta ocurre con los fenómenos sociales, masivos, que se contraponen a las medidas de transición y que son expresión del agotamiento del proceso revolucionario en el territorio insurrecto. Pensamos por ejemplo en la proliferación del mercado negro durante el llamado “comunismo de guerra” en Rusia, pero también en las reivindicaciones del levantamiento de Kronstadt que pedían el restablecimiento de relaciones de mercado entre la ciudad y el campo. Cuando esto ocurra deberemos estar muy atentos a entender las causas que los hacen surgir, no intentar imponer con la fuerza estatal lo que no está siendo asumido colectivamente por nuestra clase, como enfatizó Bilan en sus lecciones de Rusia, y, si es preciso, dar un paso atrás, como por otro lado acabarían haciendo los bolcheviques con la NEP.

La base teórica que está detrás de todas estas afirmaciones está en nuestra concepción de la relación entre clase y partido, lo cual desemboca en tu cuarta pregunta. Creemos que el partido debe dirigir la dictadura del proletariado, lo cual significa que debe tener un control efectivo de la dirección del semi-Estado proletario. A diferencia de otras concepciones, no creemos que el partido deba mantenerse en tareas de dirección “concienciales”, limitándonos a plantear consideraciones desde los soviets, mientras otros elementos sin una claridad de los intereses históricos del proletariado dirigen los aparatos del Estado. Pero la comprensión que tenemos de la dirección del partido sobre la clase no es la burguesa, la de un Estado mayor que da las órdenes a una masa disciplinada de soldados que las ejecutan sin necesidad de entenderlas. La revolución se caracteriza precisamente por lo contrario, por la autoactividad consciente de la clase en el desarrollo de las relaciones sociales comunistas. Para nosotros, la dirección revolucionaria es dirección en el sentido de vanguardia, es decir, de quienes hacen parte del mismo movimiento pero son su punta de lanza por su determinación y claridad, y que por ello tienen el respeto y la confianza del resto de la clase en lucha. Si este movimiento empieza a decaer, si el resto de la clase se desalienta y pierde la confianza, si esto lo expresa en movimientos de resistencia contra el propio semi-Estado proletario, esto significa que se ha roto la relación entre el partido y la clase, y es necesario abandonar el Estado. La dirección del partido sobre la clase no es intelectual, sino efectiva, pero es programática, política, y por ello no puede ser recuperada metiendo a los opositores en las cárceles. El trabajo de Bilan en este aspecto es para nosotros fundamental.

A partir de esta óptica, la cuestión del partido mundial (la Internacional) se entiende mejor. Sin duda, como tú dices, hay criterios técnicos y de seguridad que hacen que sus congresos y su dirección se reúnan en el territorio insurrecto. Lo central es que la composición de la dirección sea internacional, teniendo en ella a los dirigentes revolucionarios de sus diferentes secciones nacionales, y que los congresos discutan abiertamente y de forma decisoria las líneas directrices de actuación en el territorio insurrecto. Naturalmente, el día a día implicará cosas que no se hayan podido discutir en estas instancias, pero cuando el sentido programático y estratégico del conjunto de la organización es el mismo, su concreción en la actividad concreta de sus militantes y secciones deja de ser un problema tan grande. Esto nos llevaría a la cuestión del centralismo orgánico, pero quizás esta carta ha quedado ya demasiado larga para entrar en él. Sí te recomendamos la lectura, si lees francés, del texto de Mitchell «Critique de la genèse des partis de la IIIe Internationale (Matériaux pour l’élaboration d’une plate-forme de la Fraction)» en Communisme nº 16-17, que encontrarás en el enlace que dejamos abajo con el resto de recomendaciones de lectura.

Un saludo caluroso y seguimos hablando

 

Matériaux Critiques: «À propos du concept de bureaucratie» y «Quelques éléments sur la période de transition»

Barbaria: El capitalismo de Stalin

Bordiga: Complément au “Dialogue avec les Morts”

Vercesi:  La cuestión del Estado y La dictadura del proletariado y la cuestión de la violencia

Mitchell: Critique de la genèse des partis de la IIIe Internationale (Matériaux pour l’élaboration d’une plate-forme de la Fraction)

 

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