PCE: de la revolución a la contrarrevolución
Antes de entrar de lleno en el tema vayamos a algo que en estos días no es tan obvio, ¿de qué hablamos cuando hablamos de comunismo? Sin complicaciones ni palabras enrevesadas, el comunismo es el movimiento real que niega las condiciones existentes y se dirige hacia una sociedad sin estado, clases sociales ni mercancía. Por lo tanto, comunismo no es socialismo en un solo país, nacional-comunismo, ni tampoco aplaudir carnicerías de proletarios en conflictos imperialistas. Tampoco es represión a minorías revolucionarias cuando defienden la revolución en contra de la alianza con la burguesía progresista. A este respecto, escuchemos lo que nos dice Munis:
PAÍSES SOCIALISTAS
Acepción truhanesca. Aquellos en que el capital, estatizado, explota el proletariado a mansalva, sin que éste conserve siquiera la libertad de rechazar el precio que le ofrece aquél por su capacidad de trabajo, ni otra libertad cualquiera, sea de huelga, de palabra, de asociación o de simple desplazamiento.
Acepción Revolucionaria. Aquellos países, inexistentes hoy, donde la función productiva se efectúe sin trabajo asalariado y las mercancías dejen de serlo para convertirse en productos adquisibles sin equivalente. La venta de la capacidad de trabajo supone por sí sola la existencia de un capital comprador, mientras que la relación capital-salariato presupone, no puede dejar de presuponer, la explotación del último. La prueba de la supresión del capitalismo es la supresión del trabajo asalariado.[1]
Hay muchas formas de falsificar la historia y no es necesario mentir, simplemente basta con omitir lo que no interese contar. Lo que pretendemos hacer es poner sobre la mesa las omisiones y tergiversaciones que hace la contrarrevolución estalinista cuando habla de la historia del PCE.
A grosso modo podríamos dividir la visión oficialista del Partido “Comunista” de España en 5 etapas diferentes: su origen y las luchas internas hasta la dictadura de Miguel Primo de Rivera, una segunda que serían los años “sectarios” bajo la dirección de José Bullejos hasta su destitución en 1932, después ya tendríamos al gran partido antifascista y defensor de la democracia -que es la imagen más común y duraría hasta la muerte de Franco-, después, durante la Transición, tenemos al partido de la responsabilidad que pone a un lado sus objetivos por el bien de la democracia y, por último, el partido en democracia después de la primera victoria de Felipe González. Esta estructura, en realidad, solo hace una cosa: ocultar lo que significó la contrarrevolución estalinista y el papel de los partidos nacional-comunistas en defensa del imperialismo soviético y el socialismo en un solo país. En este texto, nos vamos a referir principalmente a los primeros años de la historia del PCE y llegaremos, de modo más conciso, a los años de Postguerra.
- La fundación del PCE (1920-1923)
La oleada revolucionaria mundial que barrió cada esquina del planeta en los años posteriores al final de la 1ª Guerra Mundial también se dejó sentir en España, en eso que se ha venido a llamar el Trienio Bolchevique, de 1918 a 1921. Hay que entender el origen y la radicalidad del primer partido comunista en ese contexto, como producto y factor de la lucha de clases. La fundación de la Internacional Comunista en 1919 y el llamamiento a su adhesión hizo que las diferencias dentro del PSOE entre los defensores de la revolución rusa y aquellos que querían la reconstrucción de la II Internacional y la vuelta al período anterior a la Primera Guerra Mundial se hiciesen cada vez más difíciles de mantener. En este contexto, se celebró un Congreso extraordinario del PSOE en diciembre de 1919 para decidir la adhesión a la III Internacional que acabó con la decisión por 14.010 votos contra 12.497 a favor de permanecer en la II Internacional con el fin de darle tiempo a esta última para unificarse con la Internacional Comunista. Si en el próximo congreso de la II Internacional esta no se unificaba, el PSOE se uniría la III Internacional. Esta decisión, que los terceristas[2] tomaron con la confianza de conseguir que la mayoría del partido apoyara su posición, se recibió con impaciencia por parte de los dirigentes de la Juventud, que también celebró su Congreso en diciembre y se posicionó a favor de la creación de una sección de la Internacional Comunista.
En esta situación de enfrentamiento entre la Juventud y los terceristas, llegaron en enero de 1920 a Madrid desde Nueva York dos delegados de la Internacional Comunista, Michael Borodin y M. N. Roy, con la orden de proponer la creación de un partido comunista en España. Estos delegados se pusieron en contacto con miembros de la izquierda del PSOE que en ese momento acababan de constituirse en el Grupo pro-Tercera Internacional y, a través de estos últimos, con los integrantes del Comité Nacional de las Juventudes Socialistas. Como explica Juan Andrade[3]:
La idea fue aceptada fácil e inmediatamente por el Comité Nacional de las JJSS, tanto más porque coincidía con su propósito, que solo retrasaba el temor de las dificultades económicas para mantener un órgano propio y la propaganda. Ante la promesa de una ayuda financiera, la decisión fue aceptada sin vacilación.[4]
Fue en abril de 1920, con la promesa de ayuda financiera, cuando una parte de las JJSS se escinde y funda el Partido Comunista Español. El partido de los 100 niños, como se siguen refiriendo a él despectivamente, en ese momento mantenía posiciones antiparlamentarias y se sentían cercanos a las posiciones de la izquierda comunista germano-holandesa, Gorter y el KAPD. Pero no solo eso, Bordiga, por ejemplo, escribió en El Comunista, órgano del partido[5]. La defensa de una posición de izquierda será explicada como consecuencia de su radicalismo juvenil, de una enfermedad infantil. De aquella manera, que no podía estar más lejos de la realidad, fueron tachados como “100 niños” los que mayoritariamente defendieron posiciones contra la guerra durante la 1ª Guerra Mundial, siendo la Federación madrileña de las Juventudes Socialistas la única que se adhirió a la declaración de Kienthal. No era izquierdismo, era la búsqueda de posiciones revolucionarias frente a la deriva oportunista que se empezaba a dibujar en la Internacional Comunista como se puede ver en palabras de Juan Andrade, dirigente del Partido Comunista español, en referencia a la crítica de Lenin en La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo[6].
Las declaraciones de Lenin son completamente oportunistas y las del Com. Ejec. De Moscú no reflejan tampoco un criterio muy acertado. Como nosotros mantenemos una posición de izquierda no podemos solidarizarnos con eso. (Andrade a Geers[7], 03/07/1920)
Serán las posiciones de la izquierda las que adopte el primer partido comunista. Aunque sería un error generalizar y hablar del primer partido comunista como un partido organizado en torno a un programa de izquierda coherente ya constituido, como puede ser el caso del PCdI o el KAPD, es importante resaltar su instinto revolucionario y la búsqueda real de posiciones revolucionarias. Frente al silencio que impone el estalinismo, siempre es interesante dejar hablar a los protagonistas de los hechos. Luis Portela fue un dirigente de este partido y, más tarde, del partido unificado que, en un artículo en 1980, rememora su experiencia de esos años y que expresa desde posiciones de una persona que en ese momento forma parte del Partido de los Socialistas de Cataluña, asociado al PSOE, la situación dentro del Partido Comunista Español.
En el seno del Partido Comunista Español se manifestó una corriente izquierdista similar a las que surgieron en Holanda, en Italia, en Bélgica, en Alemania, incluso en Rusia. Fueron las figuras más relevantes de esta tendencia Pannekoek, Rutges Y Geers en Holanda, Bordiga, en Italia; Van Overstraeten, en Bélgica y Alejandra Kollontai, en Rusia […] A decir verdad, en España no pasó de ser una afección cutánea, una dolencia que no profundizó en el organismo del Partido. Era una postura típica de intelectuales, y no había nada de sorprendente en el hecho de que en el Partido Comunista Español, que contaba en Madrid con un grupo bastante numeroso de jóvenes que habían pasado por la Universidad surgiese una tendencia acusadamente izquierdista, y tampoco en el de que un partido formado esencialmente por jóvenes esta tendencia arrastrase a bastantes de sus militantes. Andrade y Ugarte fueron los hombres más representativos de esta corriente. Andrade mantenía, a título personal, correspondencia con Van Overstraeten, con Bordiga y, sobre todo, con los holandeses.
[…] Desde sus primeras actuaciones en España, Humbert-Droz[8] se mostró sistemáticamente hostil al núcleo fundador del Movimiento Comunista en nuestro país, el Partido Comunista Español. Contribuyó no poco a crear una imagen totalmente deformada de los comunistas de la primera hora: exageró la importancia de la corriente antiparlamentaria que se había manifestado entre ellos en los primeros tiempos, basada, en general, en razones no de principio, sino tácticas, y que él mismo hubo de reconocer, como lo hizo también Graziadei[9], que no tenían nada de irracionales. Partiendo de ahí, les atribuyó desviaciones hacia el anarquismo y el terrorismo.[10]
En las palabras de Portela vemos cómo, por un lado, persisten los argumentos del izquierdismo como una especie de etapa de juventud o algo utópico que solo tiene cabida en la cabeza de intelectuales desconectados de la realidad. Por otro lado, y aquí está lo importante, da prueba de la existencia de posiciones que se enmarcan dentro de las defendidas por la izquierda en la Internacional dentro del partido. Además, a pequeña escala, se pueden ver la posición centrista y la búsqueda de difamar a la izquierda en el ejemplo de Humbert-Droz.
En este sentido, es útil ver la posición que el Partido Comunista Español tenía hacia los sindicatos. Por un lado, era contrario a la creación de nuevos sindicatos y criticaba el reformismo de la UGT, pero reivindicaba que era en estos sindicatos donde había que dar la batalla en defensa de posiciones revolucionarias. Y, a su vez, también se apuntaba la tesis de la unión sindical como paso previo a la creación de consejos.
Aceptando lo que unos y otros tengan de bueno y añadiendo lo que falta a ambos y nosotros podemos darle: una ideología elevada, objetiva y un plan de ataque estudiado con base amplia y con resultado infalible (…) En suma: dar a los sindicatos la amplitud posible para matar al gremialismo y fecundarlos con el ideal comunista es nuestra misión; después habremos de aplicarnos a la creación de los Consejos de fábrica y taller, invirtiendo el orden natural porque a los líderes no les gustan los Consejos, y habrá que eliminarlos a ellos antes.[11]
Vemos una intención de situarse dentro de los debates que están dándose dentro del movimiento obrero en torno al papel de los comunistas con los sindicatos y de los consejos de fábrica como órganos de clase. Tenemos que entender el partido recién formado dentro de ese instinto revolucionario de sus militantes que, al mismo tiempo, intentan orientarse sin un programa claro.
Por otro lado, el PSOE volvió a celebrar un congreso en junio de 1920 para decidir si se adhería o no a la Internacional Comunista. En esta ocasión el ambiente era favorable a los terceristas, lo que, de hecho, se demostró en la votación mayoritaria a favor de la III Internacional pero la decisión final quedaba postergada a un viaje a la URSS de un representante de cada tendencia y del informe que elaborasen de su estancia. De este modo, la decisión se postergaba, lo cual daba tiempo a que los defensores de la II Internacional volvieran a conseguir el control de un partido muy dividido en su interior. La vuelta de Rusia de Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano, este último como representante de los terceristas, con informes sobre la URSS totalmente antagónicos, solo fue la verificación de una situación que de facto ya existía. El congreso donde finalmente se decidió la adhesión a la Internacional Comunista se celebró en abril de 1921 – un año y cuatro meses después del congreso extraordinario para tratar la adhesión – y, simplemente, fue la constatación de una escisión que ya existía en el interior y que se produjo con la salida del congreso de toda la corriente tercerista y la formación del PCOE. Aunque este nuevo partido contaba entre sus dirigentes con antiguos aliadófilos y defensores de la participación el I Guerra Mundial, es cierto que, en comparación con el Partido Comunista Español, contaba con una mayor extensión y número de militantes. A su vez, habían ganado para su partido a las Juventudes Socialistas reconstruidas después de la escisión de abril de 1920.
Aunque ya como dirigente trotskista, Juan Andrade hace una buena reflexión acerca del marxismo en España en el momento de las dos escisiones y las peculiaridades del partido socialista español con respecto a los grandes partidos socialdemócratas europeos que nos parece interesante rescatar:
Los partidos comunistas se han formado en todos los países a través de las minorías de oposición revolucionarias que existieron antes, durante y después de la guerra en el seno de los partidos socialdemócratas. Estas minorías mantenían ya dentro de los partidos, de manera más o menos acertada, los principios del marxismo revolucionario. Constituían núcleos de afinidad marxista revolucionaria dentro de la socialdemocracia. Batallaban diariamente contra la camarilla reformista, y se esforzaban por dar una interpretación coherente marxista a la política del partido. Cuando surgieron los partidos comunistas, es decir, cuando surgió la escisión dentro de los partidos socialdemócratas, los nuevos partidos comunistas que surgieron de esta separación se encontraron con un estado mayor teóricamente capacitado a consecuencia de las luchas desarrolladas en el seno del viejo partido. La constitución en estos países del partido comunista fue la derivación lógica de toda una actuación contra el reformismo oficial.
No puede de ninguna manera decirse que este fuera el caso de España. País de menos tradición marxista, incluso en el sentido equívoco que los socialdemócratas daban a la palabra, no ha existido en Europa. El «pablismo», única definición específica que puede darse a lo que en España ha pasado por socialismo, era una mezcla de obrerismo reformista a secas y de democratismo pequeñoburgués. La divulgación de los trabajos de Lafargue realizada por los viejos socialistas era en el fondo la necesidad de dar un barniz teórico a su política. Los grandes problemas planteados en la socialdemocracia europea no encontraron eco en las filas del socialismo español. Este se hallaba políticamente aislado del mundo.[12]
No entendemos estas palabras de Andrade con el sentido que le da el estalinismo a la poca importancia política que tuvo el PCE hasta la República. Sirviéndose de algo real, como es la ausencia de una fuerte tradición marxista y la de una oposición revolucionaria dentro de la socialdemocracia, borran toda la experiencia de los primeros años del movimiento comunista en España y sus diferentes expresiones bajo argumentos de sectarismo o inexistencia política. Hacen esto solo para justificar que el partido estalinista de masas de los años 30 fue el verdadero partido comunista y a partir de donde, realmente, comienza su historia. Para nosotros da una buena explicación de la confusión en las posiciones defendidas por la izquierda del partido comunista y la fuerza dentro del Partido del seguidismo de la Internacional que fue, de facto, la que dirigió el partido durante la segunda mitad de la década de los años 20, así como durante la Guerra civil.
Por mediación de la Internacional los dos partidos se fusionaron en noviembre de 1921. Es esta fecha, el 14 de noviembre de 1921 la que se considera como fundación del Partido Comunista de España. Desde la fusión habrá una lucha constante entre la facción que defendía las posiciones mayoritarias de la Internacional y la de los que seguían manteniendo posiciones de izquierda[13]. Fueron estos los que crearon el Grupo Comunista dentro del PCE, por lo que fueron expulsados, aunque algunos fueron reintegrados de nuevo más tarde. La derrota y consecuente represión del Trienio bolchevique en España y el reflujo de la lucha de clases a nivel mundial a partir de 1921 dificultaron al PCE su actividad militante que, en los pocos años que pudo darse, se centró en la denuncia de la guerra de Marruecos, pero toda su actividad paró debido al golpe de estado de Primo de Rivera y la implantación de la dictadura que duró hasta 1930.
- El sectarismo en el PCE
La idea, bastante extendida, de que habría un PCE sectario que se mantendría hasta la llegada de José Díaz a la Secretaría General en 1932, es heredera de las costumbres de la Internacional estalinista, que culpaba a los partidos nacionales de sus constantes giros oportunistas. En este caso, empezará con el nombramiento en 1925 de José Bullejos como Secretario General para llevar a cabo lo que se llamó bolchevización de los partidos comunistas. Esto quería decir la obligatoriedad de la defensa del socialismo en un solo país y la subordinación de los partidos nacionales a los intereses geopolíticos del capitalismo soviético. La personificación en Bullejos de la debacle que supuso para el PCE la represión de la dictadura y el aventurerismo de la política del tercer período de la Internacional estalinista sirve para ocultar las consecuencias de la política de Stalin. El problema ya no sería la traición al programa comunista, en nombre de defensa de la URSS, sino la personalidad autoritaria y sectaria de Bullejos y su camarilla. De este modo, las purgas y expulsiones en el partido son culpa de una persona y no del método que se impone en todos los partidos comunistas con el proceso de bolchevización, que los dejaron listos para la aparición del dirigente estalinista que solo sabía obedecer. El mismo proceso se puede ver con las maniobras de Gramsci en el Partido Comunista de Italia para expulsar a la mayoría de la izquierda, que dejó el camino listo para ese contrarrevolucionario que fue Togliatti.
Aunque hoy en día al Partido “Comunista” le encante aparecer envuelto en la bandera de la II República y haga de su discurso republicano algo que define su identidad y una de las señas de su historia, veremos que la realidad es algo diferente. No porque tuviera problemas con defender un estado burgués y la defensa de las relaciones sociales capitalistas, sino porque su defensa de la burguesía republicana solo fue consecuencia del cambio de las alianzas imperialistas de Stalin a partir de 1934 y su giro hacia las democracias occidentales. Volviendo a 1931, lo que hay es un partido comunista casi desaparecido que, siguiendo la política del tercer período, hace gala del voluntarismo estalinista llamando a la formación de soviets. Su actividad será principalmente el ataque a los “socialfascistas” del PSOE y a los “anarco-fascistas” de la CNT. Entretanto, asistimos al mayor período de actividad del proletariado español, en el que sus minorías revolucionarias desde el primer momento padecieron la implacable represión de la II República.
Desde el comienzo de la II República hubo críticas constantes desde la propia Internacional, así como desde el grupo en torno a José Díaz, a la dirección del PCE por estar aislada de las luchas del proletariado y no aplicar correctamente la táctica del tercer período, cuando realmente consignas como el frente único por la base o la política contra el socialfascismo venían directamente de la propia Internacional. El verdadero problema, en realidad, era una búsqueda de mayor independencia de la dirección nacional de Bullejos frente a Moscú. La defensa de un nacional-comunismo frente a otro. Es interesante ver como a través de Stepanov y Manuilski, encargados de la Internacional para Europa Occidental, justifica el recambio burocrático y cómo la culpa es del partido y no de la política contrarrevolucionaria de la Internacional.
Y cuando los acontecimientos vinieron, cuando la República fue proclamada al empuje poderoso de las grandes masas que se echaron a la calle, el partido lanzó órdenes erróneas e incompatibles para ellas. El Partido Comunista español tiene demasiadas supervivencias anarquistas; no es una organización netamente proletaria, y constituye más bien un grupo de propagandistas sectarios débilmente unidos a las masas, sin políticas claras, sin perspectivas precisas. El Partido Comunista español es una pequeña tertulia de amigos cristalizada en el interior de una retorta. Las organizaciones regionales llevan una vida lánguida, sin preocupaciones por las masas, limitándose a esperar circulares del centro. Esto alcanza ya proporciones inadmisibles. Se puede citar numerosos casos en que obreros revolucionarios no han sido admitidos en el partido `para que no descienda el nivel cualitativo de la elite comunista´. Esto demuestra un espíritu revolucionario `pequeño-burgués´, que tiende a la creación del `héroe´ lo cual no pasa de ser un reflejo del caciquismo.[14]
Este escrito de 1932 tenía la función de justificar el recambio por otra burocracia más dócil a los intereses imperialistas de Moscú. Es el mismo estilo que se impuso con la bolchevización y será característico del burócrata estalinista: la difamación y el borrado del pasado[15].
Resulta llamativo ver cuál fue el motivo de la expulsión de la “camarilla” de Bullejos y cómo los voceros pasados y presentes del partido sufren una especie de amnesia cuando hablan del PCE durante la República. Orgullosos del antifascismo y de la alianza interclasista del Frente Popular, parecen olvidar la justificación de la expulsión de la dirección bullejista. Veamos lo que dice el propio Bullejos sobre lo ocurrido durante el intento del golpe de estado del general Sanjurjo en el verano de 1932
Esta vez los miembros del secretariado del partido que estábamos en Madrid (…) no quisimos repetir las faltas extremistas que el 14 de abril se cometieron, y en el manifiesto redactado por mí después de analizar las causas de los sucesos, que atribuíamos a la política de contemporización del gobierno, lanzamos la consigna de «Defensa de la República».
[…] No se trataba de apoyar incondicionalmente al gobierno de Azaña, sino de provocar una coalición de todas las fuerzas democráticas populares sobre la base de un programa revolucionario de defensa de la República, que comprendiera en primer lugar el desarme militar, político y económico de todos los elementos reaccionarios[16].
Solo el cinismo más desvergonzado puede justificar la política del PCE y la Internacional. En menos de un año se acusa de lanzar “órdenes erróneas e incompatibles” durante la proclamación de la República para seguidamente utilizar como justificación no seguir la táctica del tercer período para expulsar a la dirección. Los constantes zigzagueos que la Internacional “Comunista” se explican por los diferentes intereses internacionales de la Unión Soviética que se vinculaban a partir de las diferentes organizaciones nacionales. El PCE hasta 1935 va a seguir la política del llamado tercer período que en España se concretizó en la lucha por una República desde abajo y en la lucha contra el socialfascismo.[17] De ahí pasará en ese año a la creación del Frente Popular con la burguesía progresista contra el fascismo que igual que antes vino avalado por el nuevo giro de acercamiento a las burguesías occidentales por parte de Stalin.
- El Partido antifascista
En lo que pareció un giro inesperado de los acontecimientos, el PCE se unió a la Alianza Obrera en septiembre de 1934, un mes antes de que estallase la insurrección asturiana. ¿Qué ha ocurrido para pasar del socialfascismo a la colaboración con el PSOE en menos de un año? ¿Abandonó el PCE su posición sectaria y de aislamiento? La realidad es muy diferente y nada tiene que ver con la iniciativa del partido en España. La victoria de Hitler en 1933 y, sobre todo, el abandono de Alemania de la Conferencia de Desarme obligó a un cambio de las alianzas internacionales por parte de la Unión Soviética[18]. El antifascismo fue muy útil para disfrazar el mero interés de la defensa del capital nacional por parte de Stalin, ya que, como él mismo dijo en el XVII Congreso del PCUS de 1934:
Naturalmente está muy lejos de entusiasmarnos el régimen fascista de Alemania. Pero no se trata aquí de fascismo, por la sencilla razón que el fascismo en Italia, por ejemplo, no ha impedido a la URSS establecer las mejores relaciones diplomáticas con dicho país[19].
Y como no se trataba de fascismo sino de la amenaza a las fronteras soviéticas por parte de una Alemania belicista y que estaba rearmándose, la Unión Soviética, con la bandera del leninismo a media asta se convirtió en miembro de ‒ esa “cocina de ladrones”, como la denominó antaño Lenin– la Sociedad de Naciones en septiembre de 1934. Ese mismo año comenzaron las negociaciones con Francia que acabarían con la firma del pacto franco-soviético un año más tarde.
Es en este contexto que podemos entender el giro del PCE que culminó con la táctica de los frentes populares un año más tarde. El gran partido comunista, idealizado por todos los estalinistas, el partido de José Díaz y La Pasionaria, no fue más que el partido del interclasismo y la defensa de la democracia burguesa. Ya lo dice muy claramente Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Estalinista:
Otra es hoy la situación de los países capitalistas. Hoy, la contrarrevolución fascista ataca a la democracia burguesa, esforzándose por someter a los trabajadores al régimen más bárbaro de explotación y aplastamiento. Hoy las masas trabajadoras de una serie de países occidentales se ven obligadas a escoger, concretamente para el día de hoy, no entre la dictadura del proletariado y la democracia burguesa, sino entre democracia burguesa y el fascismo[20].
Aunque, en los hechos, ya se estaba practicando desde 1934, los acuerdos del VII Congreso fueron el pistoletazo de salida para el cambio a la táctica interclasista de la formación de frentes populares con la burguesía “progresista”, en defensa de la democracia burguesa contra el fascismo. Como obediente cachorro, el PCE empezó la campaña en favor del Frente Popular y la unidad con el antiguo partido socialfascista español. En efecto, la misma unidad interclasista que defendió la anterior dirección después del golpe de Sanjurjo por la que fueron expulsados, como ya explicamos anteriormente. La segunda mitad del año se centró en el debate sobre cómo debía ser el Frente Popular: una coalición electoral o un partido de gobierno. El interés aquí fue la determinación del PCE de apoyar a la burguesía frente a cualquier manifestación revolucionaria por la creencia que era necesario completar primero una revolución burguesa en España, por lo que todo intento revolucionario sería puro aventurerismo.
La victoria del Frente Popular, en febrero de 1936, y la salida inmediata de todos los revolucionarios presos, trae un resurgir de la lucha de clases que la brutal represión de la insurrección asturiana había conseguido parar momentáneamente. En una situación donde solo en los meses que van desde febrero al golpe del 18 de julio se organizaron más de 113 huelgas generales y 228 huelgas en pueblos y ciudades, veamos cuál fue la posición del PCE en uno de las luchas más importantes como fue la huelga de la construcción de Madrid:
No es un secreto para nadie que después del 16 de febrero, los patronos fascistas utilizan como forma de luchar el empujar primero a los obreros a declarar conflictos y luego prolongar su solución, mientras sea necesario y posible, para desesperar a las masas, lo cual provocará actos esporádicos sin finalidad ni efectividad (…), pero que enfrentarán a los obreros con el gobierno, porque ésta es una de las condiciones (…) para un golpe de estado (…) La actitud de los patronos (…) hace necesario que los obreros de la construcción, aunque no estén satisfechos con el convenio, terminen una situación cuya prolongación implica un grave peligro para todos los trabajadores (…) Ha llegado el momento de saber cómo finalizar una huelga, sin renunciar a la posibilidad, establecida en el convenio, de continuar las conversaciones sobre el problema de los salarios en el consejo laboral mixto.[21]
En este artículo del 6 de julio de 1936 de Mundo Obrero ya vemos cual fue el papel del PCE y que se multiplicó durante la Guerra Civil española (1936-1939). Como dice el historiador oficialista Fernando Hernández Sánchez[22] en el documental del centenario del PCE: «Es el partido de la lucha contra el fascismo» y es una buena muestra de lo que es el antifascismo, el abandono de la independencia de clase en pro de la defensa de los intereses de una fracción de la burguesía nacional frente a otra a la vez que se acusa a los revolucionarios de incontrolados.
La lucha contra el fascismo y la defensa de la democracia sigue siendo en la actualidad el orgullo de sus militantes y la base de su legitimidad institucional. Al fin y al cabo, fueron ellos quienes más encarnizadamente defendieron la democracia republicana y fueron “El Partido” del antifranquismo y quienes más dieron por la vuelta de la democracia en España. Pero como le gustaba decir a los estalinistas durante el golpe de estado, “el Gobierno manda y el Frente Popular obedece” y el Gobierno temía más al proletariado en armas que a los militares, con los que intentó llegar a un acuerdo para formar un gobierno de concentración el 18 de julio. Como ya sabemos, si se consiguió parar el golpe fue gracias a la actividad independiente del proletariado en armas y no a los dirigentes contrarrevolucionarios y su compañera de viaje, la burguesía antifascista. Esto se puede ver muy claramente a través de las órdenes mandadas por Dimitrov, dirigente de la Komitern, el 23 de julio, en pleno estallido de fervor revolucionario por parte del proletariado a solo unas horas de las jornadas revolucionarias del 19 de julio de 1936:
En la presente etapa no deberíamos asumir la tarea de crear soviets y de tratar de establecer la dictadura del proletariado en España. Eso sería un error fatal. Así pues, debemos decir: actuar bajo la apariencia de defensa de la República; no abandonar las posiciones del régimen democrático en España en ese momento, cuando los trabajadores tienen las armas en la mano ya que eso tiene una gran importancia para alcanzar la victoria sobre los rebeldes. Deberíamos aconsejarles que sigan adelante con esas armas, como hemos hecho en otras situaciones, procurando mantener la unidad con la pequeña burguesía y los campesinos, y con los intelectuales radicales, consolidando y reforzando la actual etapa de la República democrática (…) Ni que decir tiene que los camaradas españoles están sometidos a muchas tentaciones. Por ejemplo, Mundo Obrero se ha apropiado del magnífico edificio de Acción Popular. Es estupendo. Pero si nuestra gente comienza a confiscar fábricas y empresas, y a causar estragos, la pequeña burguesía, los intelectuales radicales y parte del campesinado pueden apartarse de nosotros, y nuestras fuerzas no son todavía suficientes para una lucha contra los contrarrevolucionarios[23].
Defensa de la pequeña burguesía, la propiedad y la defensa del gobierno, estos fueron tres pilares básicos de la política del estalinismo durante la guerra y los mantuvo a toda costa. El mismo día que Dimitrov escribía el informe secreto en Barcelona se creó el PSUC, resultado de la unión del diferentes grupos socialistas y grupúsculos estalinistas, que desde su creación se convirtió en el perro de presa de la pequeña burguesía catalana, organizada en las Federaciones de Gremios y Entidades de Pequeños Comerciantes e Industriales, para defender la propiedad frente las incautaciones y colectivizaciones que el proletariado estaba llevando a cabo en Cataluña. Y, aunque ya encontremos un proletariado que a finales de julio ya estaba encuadrado entre dos frentes de un conflicto imperialista, la profundidad de sus acciones y el ambiente revolucionario de la Cataluña de 1936 era innegable. Ante esta situación, los contrarrevolucionarios, a las órdenes del capitalismo ruso, tenían muy claro cuál era su deber como bien viene expresado en periódico de Partido “Comunista” Francés, L’Humanité, del 3 de agosto:
El Comité Central del Partido Comunista de España nos ha pedido, en respuesta a los relatos fantásticos e interesados en cierta prensa, que informemos a la opinión pública de que el pueblo español, en su lucha contra los facciosos, no pretende la instauración de la dictadura del proletariado y no tiene más que un solo objetivo: la defensa del orden republicano y el respeto a la propiedad[24].
Y no solo cumplieron su objetivo, con creces, sino que reprimieron, asesinaron y torturaron a aquellos que apostaron por la revolución[25]. Cuando se habla del P“C”E como el partido de la lucha contra el fascismo se está hablando justo de la defensa del orden republicano. La lucha de clases desaparece en un conflicto interimperialista, solo existe la visión de las facciones burguesas enfrentadas.
No queremos hacer todo un desarrollo de los sucesos y la actuación del estalinismo durante la España de los años 30, en cambio, nos centraremos en las imágenes épicas de la historia oficial del estalinismo patrio y la guerra: la ayuda de la URSS y la lucha contra el fascismo.
Con la llegada de Largo Caballero a la presidencia del gobierno en septiembre y la participación por primera vez de las organizaciones obreras en él, será cuando se empiecen a tomar medidas encaminadas a reconstruir las instituciones y el control sobre el proletariado que los republicanos no habían sido capaces de mantener. Fue en septiembre cuando el ejército miliciano – ya imbuido en una guerra interimperialista – se militariza y se restaura la disciplina militar. Es en ese mismo momento cuando Negrín, al servicio del estalinismo, pagó la “ayuda” soviética con el envío de las reservas de oro del Banco de España a Moscú que fue respondida con el envío de armas y la llegada masiva de los asesores soviéticos y agentes del NKVD que trajeron la persecución a revolucionarios, que no luchaban por la defensa del orden republicano y el respeto a la propiedad. Y, al final, acabaron dentro de todos los círculos de poder estatal y de dirección de la guerra a la vez que, a través del Servicio de Inteligencia Militar, se dedicaban a perseguir a los que llamaban “incontrolados”, es decir, a los que se negaron a aceptar la mentira de que primero había que ganar la guerra y luego hacer la revolución. Para conseguir restaurar el orden tuvieron que reinstaurar los cuerpos represivos que casi habían desaparecido, ya que muchos se habían pasado al bando nacional o se habían disuelto en los comités del proletariado. Los militantes del PCE se dieron a la tarea con entusiasmo, siempre obedientes de los verdaderos dirigentes venidos de Moscú. Uno de ellos fue Alexander Orlov, enviado directamente por Stalin, para organizar la NKVD en España que planeará el secuestro y tortura de Andreu Nin. También estaba el italiano Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras, que participó en la formación del Quinto Regimiento y compartía la afición estalinista de la persecución de revolucionarios. Otro que tuvo una actividad prolífica en la persecución fue Ernö Gerö o Pedro, que actuó de verdadero dirigente del PSUC en Cataluña.
Por último, nos parece ejemplar por su brutal honestidad, algo poco común entre la camarilla estalinista, transcribir esos “cuatro consejos amistosos” que Stalin le escribe en diciembre de 1936 a Largo Caballero que nos muestran con claridad el carácter contrarrevolucionario del estalinismo:
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- Convendría dedicar atención a los campesinos, que tienen gran peso en un país agrario como es España. Sería de desear la promulgación de decretos de carácter agrario y fiscal que satisficieran los intereses de los campesinos. También convendría atraer a éstos al ejército y formar en la retaguardia de los ejércitos fascistas grupos guerrilleros integrados por campesinos.
- Convendría atraer al lado del gobierno a la burguesía urbana pequeña y media, o, en todo caso, darle la posibilidad de que adopte una actitud de neutralidad favorable al gobierno, protegiéndola de los intentos de confiscaciones y asegurando en lo posible la libertad de comercio. En caso contrario, estos sectores seguirán a los fascistas.
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- No hay que rechazar a los dirigentes de los partidos republicanos, sino, contrariamente, hay que atraerlos, aproximarlos y asociarlos al esfuerzo común del gobierno. Es en particular necesario asegurar el apoyo al Gobierno por parte de Azaña y su grupo, haciendo todo lo posible para ayudarles a cancelar sus vacilaciones. Esto es también necesario para impedir que los enemigos de España vean en ella una república comunista y prevenir así su intervención descarada, que constituye el peligro más grave para la España republicana.
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- Se podría encontrar la ocasión para declarar en la prensa que el Gobierno de España no tolerará que nadie atente contra la propiedad y los legítimos intereses de los extranjeros en España, de los ciudadanos de los países que no apoyan a los facciosos[26].
Todo un manual de instrucciones de lo que fue la actuación del estalinismo en España. Aquí tenemos la grandeza de El Partido que fue ejemplo de lucha antifascista, defensa de la burguesía y sus intereses y de la propiedad. Solo hay una forma de llevar esto a cabo: represión de los revolucionarios y explotación del proletariado o, en sus palabras, “esfuerzo de guerra”. Veamos qué significó la oposición a estos consejos amistosos. La historia oficial del estalinismo tiende a olvidar los sucesos de mayo de 1937 o cuando habla de ellos prácticamente se compara a los revolucionarios con los franquistas, igual que hicieron en su momento. Fue el último ataque del proletariado al estado burgués sin diferencia de que sea republicano o franquista. El último acto de autonomía proletaria que la contrarrevolución arropada en la bandera antifascista le hizo pagar con creces. A partir de la derrota de mayo, la persecución de revolucionarios se disparó y las cárceles de la retaguardia se llenaron de anarquistas, miembros del POUM y militantes comunistas como Grandizo Munis o Jaime Fernández que sobrevivieron milagrosamente a la contrarrevolución burguesa y estalinista[27]. Nada hubo ya que hacer para los revolucionarios más que resistir la represión a partir de ese momento.
Con la victoria de Franco y la llegada de la dictadura el PCE continuó actuando igual, pero con mayor peligro para sus militantes. No vivieron este peligro sus dirigentes, que disfrutaban de los lujos que les ofrecía su obediencia, siempre y cuando se mantuviera intacta. Ya sea en el exilio como en el interior en esos años se desarrolló una pugna por el poder y una caza de brujas al más puro estilo estalinista. Con la muerte de José Díaz el 21 de marzo de 1942 se inicia una lucha por el poder entre Dolores Ibárruri, La Pasionaria, y Jesús Hernández. Este último estaba en una posición más favorable, ya que tenía más relación con los funcionarios de la IC puesto que vivía en el mismo lugar que ellos. A su vez, tenía más relación con los emigrantes españoles y se mostraba partidario de que pudieran salir de la URSS. Esta mejor posición se desvaneció al momento de mandarle a México y apartarle de facto de la sucesión de Díaz y que acabó con la expulsión de Hernández del partido en mayo de 1944. La caída en desgracia de Jesús Hernández trajo como consecuencia la caza de los hernandistas y la locura acusatoria que fue el mecanismo que los antiguos seguidores de Hernández para no ser acusados de traidores y ponerse en buen lugar con Ibárruri.
Al igual que la lucha por el poder entre los dirigentes en el exilio, la reconstrucción del PCE en el interior también va a ser víctima de las mismas formas, así como de los zigzagueos de la política soviética. Desde el pacto de no agresión con la Alemania nazi hasta la ruptura de la Yugoslavia de Tito con la URSS y la ola antititoísta. Los casos de Heriberto Quiñones y Monzón son solo un ejemplo de las formas y la política estalinista dentro del PCE.[28] Quiñones había tenido un papel secundario dentro del PCE durante los años 30 y que trabajó primero con el delegado de la IC Codovila y más tarde con Gerö. En 1941 llegó a Madrid para reconstruir el partido después de la caída de 1939. Quiñones, en su papel como dirigente del partido en el interior, entró en conflicto con la dirección establecida en México, a través de los cuadros llegados a Lisboa desde allí. Estos traían nuevas directrices para el partido que Quiñones fue acusado de ignorar. Este último proponía una política de unión nacional – continuando la línea establecida en 1938 – de todos los antifascistas y los monárquicos descontentos contra el régimen franquista, lo que estaba en contradicción con la línea que defendía la dirección del exilio mexicano (y en Moscú), que quería controlar estrechamente la actividad interna del PCE y prefería una estrategia de “resistencia pasiva” en sintonía con las necesidades diplomáticas rusas en el contexto de la II Guerra Mundial. Esto llevó a un constante enfrentamiento con la dirección americana y sus enviados, que eran acusados de desconocer la situación española. Para principios de 1942 toda la estructura del partido en España y en Lisboa fue desmantelada por la policía. Ante esta caída se empezó a trabajar en un relato exculpatorio de las posiciones políticas del partido tan típico del estalinismo, y en la culpabilización de Quiñones y de todos sus colaboradores. Se le acusó de ser un agente inglés[29], un delator y de haber llevado el partido a la ruina por sus formas sectarias y autoritarias. Antes de la detención de Quiñones el 30 de diciembre de 1941 ya estaba planeado su asesinato por algunos miembros del partido, entre ellos un miembro de la dirección quiñonista. Al final el asesinato no resultó porque Quiñones fue arrestado y no se presentó a la cita[30]. La campaña posterior contra el quiñonismo y sus colaboradores fue virulenta, acusándole de traidor, acompañado de muchos testimonios y cartas críticas de muchos de sus anteriores colaboradores. Al fin y al cabo, no criticarle era sinónimo de quiñonismo, es decir de traición. En un artículo de 1950, Carrillo acusó a Quiñones de ser un espía británico y de tener un plan para aprovecharse de la debilidad de los comunistas del interior y para entregarlos a la policía.
En ese mismo momento, pero en Francia, Jesús Monzón como dirigente del PCE allí llevó a cabo la política de Unión Nacional – ahora con la aquiescencia de la dirección del partido en la URSS – debido al cambio de alianza de Stalin y la colaboración con los Aliados después de la invasión de Hitler de Rusia. Esta versión de la Unión Nacional, similar a la propuesta por Quiñones, pero con una situación internacional diferente para la Unión Soviética, consiguió unificar en una misma estructura a una parte de la oposición al franquismo tanto dentro como fuera de España. A su vez Monzón continuó con las mismas formas estalinistas de acusaciones y purga hacia los militantes. O en sus propias palabras «limpiar toda la mierda del anterior», en referencia a la anterior dirección quiñonista.[31]. En su papel como dirigente del partido en Francia y España reorganizó el partido en el interior donde, a través de las Juntas de Unión Nacional, colaboró con católicos desafectos con el Régimen o conservadores como Juan March. Monzón, con el acuerdo de la Junta Suprema de la Unión Nacional en Toulouse y la dirección del PCE, organizó una invasión guerrillera desde el sur de Francia en 1944 aprovechando la organización de unidades españolas dentro de la resistencia francesa que él había ayudado a organizar. De esta invasión, en la que participaron decenas de miles de guerrilleros, se suponía que iba a impulsar un alzamiento popular en España que el partido debería preparar en el interior. La invasión del valle de Arán, como se conoció, fue un fracaso absoluto donde miles murieron, y no impulsó ningún levantamiento popular.
Después del fracaso vino aquello de «limpiar toda la mierda anterior», que ahora le tocó a Monzón y a todos sus colaboradores como el veterano León Trilla, que fue asesinado por guerrilleros a las órdenes de Carrillo. En la campaña desplegada contra Monzón se le acusó de haber planeado la invasión del valle de Arán como forma de destruir el partido y de ser un agente franquista debido a sus orígenes familiares. También se le acusó de rodearse de aventureros y resentidos con el partido como Trilla, que había sido expulsado en 1932 como colaborador de José Bullejos. Aparte de toda la retahíla de acusaciones, a Monzón también se le acusó de titoísta debido a que Tito rompió relaciones con Stalin en una lógica nacional frente a la URSS. Esto condujo a considerar el titoísmo como otra nueva causa de traición antisoviética.
A partir de los 60, ya habiendo muerto Stalin, se nos vende esa imagen del partido de la reconciliación y de la democracia, el de la responsabilidad que dejó de lado sus objetivos por la consecución de la democracia en España, pero no es difícil hacer la comparación con los años 30: el antifascismo es antifascismo en cualquier década. Y, aunque ya no había tortura y asesinato a revolucionarios, es el mismo interclasismo y defensa del capital de siempre.
La intención de este texto no es en cualquier caso realizar un análisis pormenorizado del PCE, ni mucho menos continuar con el recorrido por su historia formal. Para nosotros lo esencial es explicar una trayectoria en que cambió rápidamente su naturaleza de clase, de una organización revolucionaria a ser un instrumento esencial de la contrarrevolución en la España de la II República y de la Guerra Civil. A partir de todo lo que hemos desarrollado es importante entender que la historia posterior del PCE en los años 60, 70 y 80 no marca un salto cualitativo de integración en el mundo burgués y capitalista, sino que el eurocomunismo supone una evolución y una continuación nacional y burguesa de la gangrena contrarrevolucionaria que supuso el estalinismo y que hacía del PCE ya una fuerza integralmente contrarrevolucionaria en la década de los años 30 del siglo XX.
[1] Munis, Grandizo, Léxico de la truhanería política contemporánea, comparada con el léxico revolucionario. Se puede encontrar este texto en el segundo volumen de sus obras en nuestra web https://barbaria.net/2022/08/26/munis-obras-completas/
[2] El nombre por el cual se identificaban los miembros del PSOE que estaban a favor de entrar en la Tercera Internacional.
[3] Andrade fue un revolucionario español que fue dirigente de las Juventudes Socialistas y, luego, uno de los dirigentes del primer Partido Comunista Español (llamado el de los “100 niños”) y, posteriormente, tras la unificación con el PCOE por las presiones de la Internacional Comunista, del Partido Comunista de España hasta su expulsión por criticar la política de la dirección llevada a cabo por Bullejos. Durante los años 30 fue miembro de la Oposición Comunista de España (trotskista) y, más tarde, del POUM.
[4] Cita extraída de Pagès, Pelai, La historia truncada del partido comunista de España. Libros Corrientes, 2021, Madrid. p. 36
[5] Por ejemplo, el artículo de Partido y clase de Bordiga se publicó traducido en El Comunista
[6] En referencia a esto, véase nuestro folleto El pasado de nuestro ser https://barbaria.net/2018/05/27/el-pasado-de-nuestro-ser/
[7] Compañero de la izquierda germano-holandesa que estaba en contacto con Andrade.
[8] Fue el encargado de los países latinos de Europa Occidental por parte de la Internacional Comunista
[9] Miembro de la derecha del Partido Comunista de Italia que fue mandado por la Internacional como representante de su Comité Ejecutivo en las negociaciones para la fusión de los dos partidos comunistas españoles. Hizo parte de la derecha del Partido Comunista de Italia opuesta a la mayoría de izquierdas dirigida por Bordiga.
[10] Portela, Luis (1980) El nacimiento y los primeros pasos del movimiento comunista en España. Estudios de historia social 14. p. 206
[11] Cita extraída de Pagès, Pelai, La historia truncada del partido comunista de España. Libros Corrientes, 2021, Madrid. p. 39
[12] Ibidem, págs. 41-42
[13] A partir del III Congreso de la Internacional Comunista en 1921, se dibuja un giro de las posiciones de la Internacional Comunista, que trata de lograr la mayoría dentro del movimiento obrero a partir de tácticas oportunistas hacia la socialdemocracia: unidad con sus alas izquierdas en nuevos partidos (véase los casos alemán e italiano), o las tácticas del gobierno obrero o del frente único. Estas tácticas fueron combatidas por la izquierda germano-holandesa en sus manifestaciones más inmediatas, y en un sentido más profundo y teórico por parte de la izquierda italiana.
[14] Cita extraída de Ramos, Juan Ignacio, Los años decisivos. Teoriía y práctica del Partido Comunista de España. Fundación Federico Engels, 2012. Madrid. págs 112-113.
[15] La eliminación de las direcciones nacionales de los Partidos “Comunistas” era una práctica habitual por parte de la Komintern estalinista. De este modo, se justificaban los zigzagueos de las líneas políticas y, además, se garantizaba la existencia de direcciones dóciles. En algunos casos, esta eliminación era física, como ocurrió con toda la dirección del partido “comunista” en Polonia en los años 30.
[16] Citado en Juan Andrade, Apuntes para una historia del PCE https://fundanin.net/2019/01/17/historia-del-pce/
[17] Con socialfascismo se refieren a la acusación a la socialdemocracia como una forma de fascismo, por ayudar al fascismo por su enfrentamiento contra los partidos “comunistas”
[18] No estamos defendiendo un determinismo diplomático. A lo que nos referimos, como decimos en nuestro libro ya mencionado sobre el estalinismo, es que la política del Komintern y de todos los partidos “comunistas” del mundo se subordina a los intereses de la URSS como Estado capitalista. Los distintos giros de su política internacional a la “izquierda”, la política llamada del tercer período, a la política frentepopulista se argumenta con distintos argumentos, pero el eje explicativo no son estos argumentos sino los intereses del Estado capitalista ruso.
[19] Citado por Juan Ignacio Ramos https://www.revolucionrusa.net/index.php/indice-tematico/la-oposicion-de-izquierdas/31-de-la-revolucion-de-octubre-al-triunfo-del-estalinismo
[20] Citado en https://www.unionproletaria.com/la-experiencia-de-la-internacional-comunista-en-la-construccion-de-partidos-de-tipo-bolchevique-y-vi/
[21] Cita extraída de Ramos, Juan Ignacio, Los años decisivos. Teoriía y práctica del Partido Comunista de España. Fundación Federico Engels, 2012. Madrid. págs 202-203.
[22] Historiador académico actual que en sus trabajos justifica las posiciones del PCE al mismo tiempo que trata de independizarlas de las órdenes de Moscú. La entrevista completa que le hicieron para el documental se puede ver aquí.
[23] Juan Ignacio Ramos, op. cit. https://fundacionfedericoengels.net/images/PDF/MEMORIA%20HISTORICA%202.pdf
[24] Ibidem https://fundacionfedericoengels.net/images/PDF/MEMORIA%20HISTORICA%202.pdf
[25] Para más información sobre la lucha de clases en los años 30 en España y la actuación de los contrarrevolucionarios https://barbaria.net/category/serie_espana36/
[26] Citado en http://documentoshistoria.blogspot.com/2012/10/normal-0-21-microsoftinternetexplorer4.html
[27] Como el caso de Grandizo Munis, que sobrevive huyendo de la cárcel de Barcelona aprovechando la entrada de las tropas de Franco en enero de 1939 en Barcelona. Estaba condenado a muerte por los sicarios estalinistas y republicanos, y sus guardianes tenían la orden de matarle a la llegada de las tropas de los militares franquistas. La confusión del momento le permitió huir.
[28] Para ver más detalladamente las posiciones políticas del PCE en el periodo de la década de los 40 y 50 y la represión hacia dentro del partido recomendamos la biografía de Santiago Carrillo de Paul Preston, El zorro rojo, De bolsillo y Joan Estruch Tobella, El PCE en la clandestinidad 1939-1956, Siglo XXI
[29] En un informe se acusa a Quiñones de trabajar para el “enemigo” y especulando que podía colaborar con los ingleses porque a veces le habían visto fumar tabaco inglés en vez de negro
[30] Fernández Rodríguez, Carlos, Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945). Prensas de la Universidad de Zaragoza. 2020. Zaragoza.
[31] Ibidem p. 948
