LOADING

Type to search

Arco histórico Teoría

Crítica al neoludismo

También en inglés

 

Como militantes comunistas, nos damos la tarea de analizar la historia de nuestra clase como un ejercicio necesario, con el fin de extraer de cada experiencia los aportes que completan el hilo rojo del movimiento obrero revolucionario. Estas lecciones las extraemos a través del método que fundamenta nuestra doctrina y es la guía para poner en práctica la praxis revolucionaria. Nuestro compromiso con la futura sociedad comunista nos obliga a buscar en el pasado aquellas experiencias que han puesto de relieve la gran contradicción que existe en el suelo de la sociedad actual, así como aquellas que la han enriquecido en la formulación de nuestro programa histórico. Una de esas experiencias que marcaron la historia de la clase obrera, al producirse con el parto del capitalismo como modo de producción, fue la del ludismo, y queremos dar nuestra perspectiva sobre este movimiento y la importancia que creemos que pudo tener al participar de todo un movimiento social de masas, siendo un antecedente directo del movimiento obrero británico. El movimiento ludita, como objeto de estudio, ha podido ser desvirtuado por los historiadores burgueses, que en su mayoría lo contemplan como un movimiento reaccionario, como por admiradores desubicados, que lo sustraen de la experiencia universal del movimiento obrero o que lo contraponen al desarrollo posterior del mismo.

Este texto semielaborado busca recuperar al ludismo de las manos de aquellos que se proclaman como continuadores de la experiencia del ejército del General Ludd y que lo ligan con una crítica limitada o fetichista de la técnica. Antes de poder comenzar con esta tarea, debemos señalar el origen de estos grupos o movimientos.

Introducción

Fruto de la derrota de la revolución mundial, las tesis revolucionarias cayeron frente a una desviación del programa, que se fue expresando en el seno del Partido Comunista de la URSS y en la Internacional Comunista, desarrollándose una identidad de intereses entre el Estado “proletario” y el partido, que desembocó en la contrarrevolución de los años 20. Estas dinámicas se afianzaron definitivamente en los años 30, como punto de ruptura catastrófico para el movimiento obrero y cuyas consecuencias aún vivimos, pero cada vez con menor intensidad tras la caída del bloque soviético y el peso ya casi inexistente de los falsos partidos comunistas. Con esa ruptura quedó cortado el hilo que unía al proletariado como clase con su historia, su partido y su programa, disipando cantidades ingentes de energía social combativa que el proceso histórico objetivo aún determinaba, empujando a nuestra clase hacia la derrota en cada asalto y siendo incapaz, otra vez, de impedir la segunda guerra mundial, contienda de carácter burgués e interimperialista.

A pesar del dominio del “nacional-comunismo” tras la guerra, la existencia de la URSS como de los siguientes experimentos del mal llamado “socialismo realmente existente”, no impidió que las contradicciones internas se acabaran expresando y que poco a poco su existencia como polo “anti-imperialista” cayese en saco roto ante la verdad que el rojo de la superestructura escondía. Este falseamiento de la realidad se acompañó de las experiencias de represión al proletariado en el bloque soviético, de rupturas entre regímenes hermanos, así como de intervencionismo militar como herramienta de expansión imperialista. Por otro lado, la política contrarrevolucionaria llevó a la unión de los partidos con los sindicatos ya subsumidos por el capital nacional allá donde no habían alcanzado el poder, y la acción lesiva de estos organismos paralizó e hizo fracasar amplios movimientos de masas, como sucedió en el Mayo del 68, generando una reacción ideológica muy fuerte en el seno de la sociedad capitalista.

Esta situación política vino precedida y acompañada por la gran acumulación y la socialización mundial del Capital, que fue desarrollando la función totalitaria del Estado, que intervenía en mayor amplitud en el conjunto de la economía como en la pacificación entre las clases, a través de pactos sociales con las organizaciones sindicales. Esto supuso en algunos países la integración de los sindicatos en la unidad sagrada del capital,  el corporativismo, situación que se estaba germinando desde antes de la primera gran guerra interimperialista, pero que fue fuertemente impulsada durante el período de entre guerras y del capitalismo de guerra de los años 30. Debemos destacar que la segunda guerra mundial vino preparada mediante los planes económicos de los Estados, como fueron el New Deal en E.E.U.U y los planes económicos empleados por el resto de gobiernos democráticos, como también fueron los planes quinquenales del desarrollo industrial del estalinismo en la URSS, así como los empleados por los fascismos. Finalmente, tras la devastación internacional, la reconstrucción impulsada por los E.E.U.U, la evolución económica y política, permitieron orientar parte de la gigantesca industria militar hacia la producción masiva de mercancías de bienes de consumo, dando la base necesaria de los Estados de Bienestar, consolidando nuevas “clases medias”, el consumo de masas, etc.

Esta situación tuvo como consecuencia que las formas de subjetividad que expresaban de forma parcial las problemáticas del propio sistema se fueran desarrollando o profundizando. Entonces, pensamos que solo así se puede entender, como expresamos en el texto de la Interseccionalidad, que las luchas parciales clásicas y las emergentes se desarrollasen con fuerza, intentando desplegar una crítica radical al sistema capitalista desde su propia particularidad.  Esta lógica de ser y de actuar aún se desarrolla hasta el día de hoy. Entre todos estos movimientos, se encuentra el movimiento ecologista, cuyas expresiones más radicales se pueden comprender o identificar con el neoludismo, los temidos enemigos de la tecnología y del progreso.

El neoludismo se reivindica como heredero del ludismo, pero no podrían tener menos que ver

Neoludismo

El movimiento neoludita, como hemos comentado, tiene por antecedente el movimiento ecologista,  movimiento parcial por la defensa de la naturaleza frente al impacto que tiene en esta la gran industria, la energía nuclear, etc., como su impacto en la vida de los ciudadanos. A partir de la década de los años 70 y 80 surgieron corrientes radicales nuevas o segregadas de algunos de los grupos activistas más notorios, como Greenpeace, que estaban siendo parcialmente fagocitados por las instituciones estatales o convirtiéndose en lobbies (al tener que ceder ante los formalismos burocráticos que los Estados imponían, para así poder presentar la batalla legal contra los problemas medioambientales), como con el fin de la experiencia internacional de Mayo del 68. Estas corrientes de nuevos y viejos activistas rompieron con esa dinámica, poniendo en el centro de la ruptura la necesidad de seguir empleando formas de acción directa que se acompañó de cambios ideológicos.

Los activistas del ecologismo radical se encontraban alejados de cualquier propuesta de emancipación que desde el movimiento obrero se pudiera ofrecer, indiferentes del estrecho vínculo que siempre existió entre revolución social y la defensa de un mayor equilibrio de la sociedad con el medio natural desde el siglo XIX. Sus influencias provenían mayormente de diversas experiencias surgidas previas a Mayo del 68, como el movimiento antinuclear, y de nuevos movimientos sociales e individualidades, como fuera el caso del activista The Fox o el movimiento de los Bolt Weevils de Minnesota, surgido de la pequeña burguesía agraria a la que se le unieron diversos activistas ecologistas en el medio estadounidense. Las acciones de sabotaje que se realizaron tuvieron por objetivo denunciar la contaminación vertida por empresas en zonas fluviales por parte del primero, y conservar el medio y el paisaje rural puestos en peligro por la nueva infraestructura eléctrica pública por parte de los segundos, impactados por la contradicción entre el desarrollo del sistema industrial y el mundo natural o agrario. A través de todos estos movimientos se impulsó toda una lucha por la defensa del entorno natural contra la extracción de recursos, las grandes infraestructuras mediante el sabotaje, que afectaron las ganancias de las empresas. Sin embargo, para nosotros estas luchas no podían sino exigir indirectamente parches para los desperfectos de la agresividad del desarrollo de la sociedad del Capital, pues esta espontaneidad se orientaba de forma interclasista e individualista, pero fueron un aliciente para los activistas.

Los activistas radicales, también llamados ecoteurs, veían en estas actividades de protesta y de desobediencia civil un potencial para la lucha contra las tecnologías dañinas y las leyes que las protegían, porque las consideraban un peligro, no solo para la naturaleza y el medioambiente, sino también para el ser humano y las formas comunitarias existentes, pues desembocaba en la pérdida de antiguos saberes y conocimientos legados por generaciones en el medio rural. En E.E.U.U y en otros países vieron nacer grupos como Earth First!, y de este Earth Liberation Front, Animal Liberation Front, Sea Shepherd Conservation Society (SSCS), etc, que llegaron a tener alcance internacional, conviviendo con toda una serie de grupos tanto locales, de carácter informal, o de individualidades bastante activos.

Desde los años 60 se había desarrollado toda una actividad de divulgación y difusión de ideas del medio radical llamada contra-cultura, a partir de toda una serie de publicaciones, tanto de activistas como de autores contemporáneos y decimonónicos, como Lewis Mumford, Jacques Ellul, Henry David Thoreau, etc. También difundió el conjunto de ideas rompedoras surgidas en aquellas décadas que influyeron en el ecologismo radical, como fueron las ideas espiritualistas de carácter anticientífico hasta las ideas del propio situacionismo, pero fue muy importante la difusión, como medio de propaganda, del libro de Ecotage! y otras publicaciones en las que se describían las formas de protesta que los activistas empleaban en su lucha. Esta actividad generaría el caldo de cultivo que asentó las bases ideológicas del ecologismo radical hasta el día de hoy. Diversas corrientes de pensamiento se nutrieron de estos aportes, mezclándose y compartiendo muchos elementos teóricos, desde el antidesarrollismo, la ecología profunda, hasta llegar a desarrollos teóricos como el primitivismo, se considere anarquista o no, y otras formas de individualismo anti-industrial, confluyendo en lo que llamaríamos hoy neoludismo.

Tratando de definir la “ideología neoludita”, sin olvidar las diferencias, se origina en la academia de los años 80, y pone el foco en la crítica al sistema industrial o capitalista industrial. Este sistema, según los neoluditas, se logró imponer al desposeer a los individuos de su capacidad creativa y de sus medios de subsistencia, de su capacidad individual de producir y decidir sobre sus asuntos cotidianos, destruyendo las antiguas comunidades urbanas y rurales. Estos productores pasaron a depender de la ciencia, la tecnología y la técnica modernas, las cuales estaban vinculadas al beneficio privado de los capitalistas y de los Estados. Esa unión devino en un sistema tecnocrático de grandes corporaciones, haciendo que las decisiones de la sociedad tuvieran que pasar por las manos de científicos, especialistas y políticos, pues necesitaba generar un cuerpo de especialistas, donde el papel del ciudadano medio sobre las decisiones importantes sería anecdótico, siendo relegado a decisiones sin mayor importancia.

Este sistema, para los neoluditas, habría llegado a imponerse y a dominar tanto al ser humano como a la naturaleza, como si de un sistema con existencia propia se tratara, dotándose de una lógica propia, o siendo considerado por algunos como una nueva estructura que modifica aquellas relaciones que la engendraron, y llegando a ser identificado con la civilización. Esta se apoyaría en toda una suerte de ideología cientifista, racionalista, universalista, progresista y antropocéntrica, opuesta a todo tipo de consideraciones que no converjan en el beneficio de la sociedad industrial. El ser humano estaría atado a esta sociedad, en la que ha perdido toda independencia y pasaría a ser un engranaje de la máquina, que segrega individuos sin conciencia alguna de las consecuencias que tienen sus actos y llevando al total desequilibrio de la especie humana con la naturaleza al aumentar de forma desproporcionada la población, problema el cual algunos neoluditas lo enfrentan desde una perspectiva malthusiana, así como desde una crítica sobre la forma del consumo.

Es por ello que la técnica y la tecnología desarrollada por este sistema, la forma en la que se le da uso, así como las instituciones generadas, serían puestas en duda de forma parcial o en su totalidad por los neoluditas, según el grado de incompatibilidad que vean en ellas con la futura sociedad, pues no podrían ser aprehendidas en su totalidad ni por los individuos ni por comunidades pequeñas, o que deberían ser arrancadas de raíz para poder recuperar la potencialidad del individuo. La comunidad ideal para el ser humano para una parte de los neoluditas sería la pequeña colectividad del medio rural o de la pequeña ciudad, en lugar de las mega-urbes, donde el individuo pueda vivir en comunidad y en la que poder gestionar todas las necesidades de forma democrática o directa. Los neoluditas comprenden que este sistema tiene un carácter anti-democrático como burocrático, con el objetivo de asegurar el control social, que ha desarrollado la división internacional del trabajo mediante grandes medios de producción a lo largo y ancho del planeta, y el uso masivo de recursos naturales como energéticos. El sistema habría necesitado también de ciertas herramientas, como son la propaganda y el consumo de masas, para lograr productos de calidad mediocre para la mayoría de la población, siendo todas las necesidades actuales artificiales y creadas por la influencia de las tecnologías y el gran volumen que generaría la producción. Estas son herramientas necesarias para la alienación e imposición de una cultura deformada que determinan un estilo de vida, estilo que conlleva que el ciudadano no sea consciente del impacto de aquello que usa.

Los neoluditas ligaron este desarrollo teórico con el análisis sobre el impacto que ha provocado y provoca en el medio natural como en la fauna, que terminaría por desembocar en un colapso ecológico por la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la continuidad de las condiciones de vida en el planeta, como desarrolló Éditions de l’Encyclopédie des Nuisances, pues la tecnología desarrollada por el sistema separa al ser humano de la naturaleza y los opone cada vez más a medida que el sistema se expande y profundiza sus lógicas. La aparición y desarrollo del neoludismo coincide con la democratización de las nuevas tecnologías de la computación y móviles, y su rechazo es similar al que podría generar el uso generalizado del automóvil en las ciudades industriales de los años 60 y 70. El neoludismo también ha denunciado que el desarrollo de esta sociedad ha desembocado en toda una problemática en relación con las enfermedades que la sociedad industrial genera en los individuos, como por otro lado el impacto sobre las poblaciones y consumidores por el uso de los agroquímicos y los cultivos transgénicos. Los neoluditas enlazan el desarrollo tecnológico del presente y del pasado con la industria militar y la guerra, el “complejo industrial-militar”, y señalan la tendencia de la proliferación de aquellas herramientas usadas por el Estado para controlar a la población y mantener su dominio sobre los individuos.

Es importante para los neoluditas el papel concreto que tiene la ciencia para levantar el sistema industrial o el sistema técnico. La nueva sociedad habría sometido todos los conocimientos y prácticas de las diferentes formas de sociedad humanas mediante la ciencia y la racionalidad, con el objetivo de ser dispuestos para la “mega-máquina”, haciendo de la ciencia una herramienta para la dominación. Por otro lado, la tecnología producida por esta sociedad tendría un carácter político en beneficio de unos pocos, y que no se podría comprender sin la civilización industrial. Algunas formas de técnica preexistente, al haber sido combinadas con la ciencia, desembocarían en una nueva forma de técnica que no tendría otro fin que el de reproducir la misma sociedad, pues la sociedad industrial habría creado unas relaciones sociales especificas que introdujeron una forma de alienación, que en su desarrollo iría quitando espacio a las formas preindustriales como la posibilidad de existir para otras alternativas, sometiendo al conjunto de las conciencias humanas y haciendo de este un sistema totalitario. Ciencia, técnica y tecnología serían imposibles o casi imposibles de aprehender por el individuo y por las comunidades pequeñas, ya que estarían destinadas para unos fines específicos, según los neoluditas. Esto ha llevado a algunos de estos a teorizar que sería necesario crear formas de técnica más aptas para una existencia democrática en comunidad, el tratar de reutilizar las existentes, según el grado de compatibilidad con la misma perspectiva, pero existe toda una diversidad de opiniones en este medio ideológico con respecto a la posible utilidad de la tecnología actual. La consecuencia de este conjunto de planteamientos llevaría a los neoluditas a identificar su ideal en modelos pasados de sociedad y por ello a plantearse hasta qué punto querrían volver atrás con respecto de la técnica, siendo los primitivistas aquellos que llevarían las conclusiones anti-tecnológicas hasta las últimas consecuencias o hasta el extremo, pues su modelo es el de la humanidad primitiva.

Brevemente, el común de las propuestas de cambio social de los primitivistas consistiría en volver a un estado pretecnológico “más natural”, erradicando cualquier tipo de dominio sobre el ser humano, generado por las diversas sociedades que han existido hasta la desarrollada por la actual civilización. Esto significa que todos los aportes generados por las distintas formas de sociedad humana, desde la domesticación de los animales a la agricultura, desde la ingeniería a la ciencia necesarias para la elaboración de la tecnología actual, etc., deberían ser descartadas. Para nosotros esto tiene por consecuencia condenar la capacidad creativa, productiva y cooperativa intrínsecas a la especie, consideradas por los primitivistas como desastrosas para el ser humano, enfrentando a la especie con una parte característica suya, por identificar en estas cualidades y sus resultados todos los problemas existentes y pasados, los sistemas jerárquicos, teniendo como consecuencia final la sociedad industrial. Los primitivistas consideran que el ser humano es apto para vivir en las condiciones primitivas de las sociedades cazadoras-recolectoras, debido a los miles de años de evolución de la especie sin sistemas técnicos.

El neoludismo, al tener como antecedente los grupos ecologistas más radicales, premia el sabotaje como principal método de acción, acompañado de un desarrollo teórico que es orientado a la propaganda y la divulgación a través de individuos, grupos informales, federados como espontáneos. Algunos neoluditas, a su vez, consideran importante sumarse a diversos proyectos alternativos, de carácter mutualista, en los cuales se levantan instituciones, se organizan proyectos con técnicas alternativas de carácter democrático, donde el individuo puede realizarse, como dar apoyo a otros movimientos, y en caso de no poder ver una posibilidad de transformación cercana de la sociedad, darse la posibilidad de escapar a las comunidades agrícolas ecosostenibles, para poder vivir hoy la utopía. Los ecologistas radicales, por su forma de actuar, fueron y siguen siendo señalados como luditas, ya como neoluditas, por sus críticos liberales, que les llevó a identificarse como tal. Pero no solo, pues enlazaron sus experiencias con el movimiento ludita, pudiendo ser comprendido el ludismo por ellos como un movimiento ligado al movimiento obrero, pero siempre con un cariz más radical que el expresado por sus contemporáneos o por los siguientes en aparecer. A pesar de esto, los neoluditas consideran que el movimiento ludita estuvo limitado históricamente por no llegar a desarrollar una crítica teórica de lo que suponía la introducción de la maquinaria y, por tanto, llegar comprender la totalidad del sistema industrial y sus consecuencias, pero si llegó desarrollar una crítica práctica, muy bien valorada por el ecologismo radical.

Y es que, la vinculación que hacen con este movimiento incipiente de los trabajadores en los inicios del capitalismo como nuevo modo de producción se fundamenta en el ataque contra las nuevas tecnologías dañinas y los perjuicios que estas supusieron en las comunidades obreras y campesinas. Existen diferentes perspectivas neoluditas acerca del fenómeno. En algunos casos, los luditas representaron la posibilidad de haber abortado el desarrollo del sistema industrial por su “potencial revolucionario”; otros consideran que pudo estar condenado de antemano. En general, los neoluditas ven que los luditas pudieron llegar a realizar la critica práctica del sistema industrial que ellos profundizarán teóricamente. También, consideran que este movimiento expresó la falta de consideración del poder ante lo que supuso la introducción de la maquinaria para los propios artesanos y trabajadores, los cuales no fueron consultados ni pudieron expresar realmente su opinión, pues ellos debían haber tenido derecho a poder decidir sobre su introducción. Los neoluditas se consideran sus continuadores debido a que los luditas, mediante sus organizaciones informales y secretas, ligadas al pueblo, se posicionaron de forma tajante contra la introducción de las tecnologías modernas, contra los dueños de las fábricas que las instalaban, llegando a amenazar todo el orden establecido.

Ludismo

El contexto del movimiento ludita se encuadra en un momento histórico determinante, pues emerge en un punto álgido de transición entre modos de producción, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, momento en el cual el capitalismo incipiente se estaba asentando en el Reino Unido como país pionero. En este país se había experimentado la concentración de la tierra para la producción lanar que impulsó la manufactura, y tras un largo recorrido desembocó en el desarrollo de la gran industria textil burguesa. Esto fue posible debido a que la misma manufactura estaba orientada a producir mercancías, destinadas tanto al mercado interno como externo, y fue poniendo en el centro de la vida la producción orientada al intercambio. Este proceso histórico concentró y desarrolló la propiedad privada capitalista y el trabajo asalariado, por tanto, la extensión de la condición de proletario a amplias capas de la población expulsada del campo como por la destrucción de antiguos oficios que no podían competir en el mercado. Esta situación se agilizó tras diversas crisis que facilitaron la introducción de la maquinaria moderna de vapor, desembocando en la llamada revolución industrial, pues esta maquinaria transformó la actividad productiva general, como las comunicaciones, y dinamizó el proceso de proletarización.

A decir verdad, en el momento de eclosión del ludismo el proletariado moderno no era muy numeroso, su actividad era cercana a la del antiguo artesanado y se encontraba rodeado de un semiproletariado que mantenía vínculos con el campo y estaba ligado aún a sus herramientas, y por otro lado apenas existía un proletariado agrícola puro. En esos años, los gremios existentes estaban perdiendo su propio ser, pues en algunos casos los maestros gremiales se estaban transformando en capitalistas, pero mayoritariamente se estaban incorporando a la gran industria junto con los oficiales tan pronto el gremio no podía competir en la anarquía del mercado. Además, el remanente corporativo estaba generando una forma incipiente de organización, antecedente del sindicato o la unión. El marco en el que se desarrollaba la vida social se había visto desgastado en los siglos precedentes, siendo el siglo XVIII un siglo en el que se aceleraron las transformaciones sociales, desarrollándose una depauperación que generó numerosos motines del hambre como sabotajes de maquinaria a lo largo de este siglo.

Si la maquinaria no pudo tener un impacto significante hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX, se debió a que los gremios y corporaciones habían obstaculizado durante siglos la entrada de nuevos inventos en los talleres de la producción manufacturera, tanto en la ciudad y como en el campo, pues hasta esa fecha el desarrollo de la mercancía y la competencia no habían logrado erosionar la actividad artesanal ni manufacturera, pues aún las herramientas como los productos del trabajo estaban ligados a sus productores. Y es con el desarrollo de la vida real lo que lleva a que algunos de los maestros gremiales se tornen en burgueses, que los gremios en general se debiliten frente a los medianos y grandes productores, pues los flujos de demanda de mercancías por parte de los intermediarios, orientados principalmente al mercado internacional, necesitaron del abaratamiento de su coste. Finalmente, esto llevó a que la introducción de maquinaria nueva de vapor se volviera un hecho, especialmente en momentos de crisis, logrando ahorrar el tiempo de producción de la mercancía, el trabajo individual frente a un trabajo que cada vez se socializaba más, agrupados en talleres cada vez más grandes y fábricas, necesitando trabajadores con menor cualificación.

Esta introducción de maquinaria condujo a la descarnada competencia entre sectores de la producción, a la separación de las herramientas y los productos del trabajador artesanal y manufacturero, provocando una acelerada desaparición del oficio de artesano. Supuso la contratación de mano de obra sin experiencia, como los campesinos proletarizados y los inmigrantes irlandeses que se concentraban en los centros industriales, como también de los hijos y las mujeres de los mismos trabajadores de los talleres y fábricas para completar el salario familiar, pero también de la contratación de aquellos trabajadores manufactureros que dejaron de producir en sus hogares junto a sus familias. Además, la nueva actividad que generalizó la maquinaria conllevó la bajada de calidad de los productos que antes producían los trabajadores artesanales, pasando de producir artículos de lujo, manufacturados y únicos, a producir artículos de baja calidad e iguales, depauperando los salarios y las comunidades precapitalistas. Todo esto terminó provocando en la conciencia de esos antiguos trabajadores un sentimiento de sometimiento a la maquinaria y a las nuevas condiciones.

Las condiciones que existían en el campo, tras la expansión comercial y la producción mercantil,  había impulsado a que los campesinos se dedicaran a la manufactura por un lado, o a que se vieran expulsados de la tierra y tuvieran que emigrar por otro, fruto de los cercamientos o enclosures establecidos desde el siglo XVI, concentrando esta población sobrante en torno a los talleres y fábricas, o en las workhouses establecidas por la Ley de Pobres. Este proceso de proletarización enfrentó a los antiguos campesinos desplazados con los miembros de los gremios y las corporaciones, que solían rechazar a los emigrados por competir a la baja en salarios, por la alta demanda de trabajo por parte de los primeros, sumado a la protección que existía de los antiguos oficios.

La transformación social que se asentaba a finales del siglo XVIII como a principios del XIX, se aceleró por el período de crisis y de guerras contra Francia y después contra E.E.U.U, de bloqueos comerciales a la isla, que condujeron a períodos de sobreproducción y desempleo, y generaron una fuerte conflictividad social fruto de esa proletarización acelerada. Esto llevó a los diferentes gobiernos a promulgar leyes antigremiales (leyes que regulaban la instrucción de los aprendices contra el funcionamiento de los gremios; las Combination Acts que atentaban contra la unión corporativa de los trabajadores; leyes que pusieron fin al límite de máquinas que podía adquirir un fabricante). Por otro lado, disminuyeron el presupuesto para ciertas partidas estatales, fruto del gasto militar y la crisis que agotaban sus recursos (como la Ley de Pobres, que introdujo las workhouses como centros de explotación para evitar la mendicidad o el bandidaje a cambio de garantizar unas condiciones de vida paupérrimas; el subsidio del sistema Speenhamland, que combinado con el salario disminuía la cantidad que el empresario tenía que pagar a sus trabajadores; la limitación de las ayudas para garantizar el sustento de los más pobres a través de las parroquias, etc). A su vez, el Estado mismo impulsó la introducción de máquinas con mayor celeridad.

Todo esto desembocó en un movimiento generalizado que se expresó en diversas formas de protesta, en las que algunas ya se expresaba cierta carga política, pero del conjunto de estas destacó el sabotaje de máquinas, pues presentó un carácter particular por su generalización. El caso del supuesto tejedor Ned Ludd quedó marcado en la conciencia popular, pues fue convertido en leyenda, y tras generalizarse la destrucción organizada de maquinaria en toda la isla en 1811 se convirtió en el símbolo de este movimiento, pasando a ser su “General” o su “Rey”.

Y es que, a pesar de que se dieron casos de competencia entre maestros gremiales y propietarios de la nueva maquinaria, allá donde aún pervivía cierta unidad entre los maestros del gremio y sus oficiales, como sucederá mayoritariamente en Francia con el avance de la introducción de maquinaria al norte del país en la segunda década del siglo XIX, en Reino Unido será la destrucción de maquinaria fruto del impacto que tuvo la introducción de esta maquinaria para los propios productores. En otros países, como la España de 1821 en los hechos de Alcoy, se vivieron sucesos de sabotaje de maquinaria que, a diferencia del caso británico, no llegaron a escalar hasta la rebelión popular.

El movimiento ludita tuvo un carácter conspirativo, informal y poco centralizado. Estaba fuertemente ligado a las poblaciones en donde se articuló, como a las corporaciones, los comités secretos y otras asociaciones existentes, que le permitió sortear la represión a medida que se fue intensificando al calor de la lucha, actuando por norma general en la oscuridad de la noche. El cuidado que ponían los luditas al actuar y organizarse se debía a que la destrucción de maquinaria podría ser penada con años de prisión, y a partir de marzo de 1812, tras diversos cambios legislativos, penada con la condena a muerte. El despliegue territorial ludita se limitó a ciertas regiones del reino en sus inicios, en las llamadas Midlands, pero terminó extendiéndose a una multitud de regiones industriales, logrando que los trabajadores en lucha fueran más allá de las diferencias entre profesiones y logrando que algunos de ellos entraran en las redes luditas. En algunas regiones ya existía un espíritu combativo importante, previo a la aparición del ludismo.

En un principio, por su carácter espontáneo, se ligaba al malestar general, pero sin presentar un carácter político marcado, pues teniendo en cuenta las primeras cartas que enviaron los propios luditas a los dueños de las fábricas, estas tenían como objetivo el de amenazar a los fabricantes para apartar las máquinas de la producción, elevar los salarios y restaurar las condiciones anteriores de trabajo. En la misma fase del conflicto, se enviaron cartas a distintos representantes de las instituciones estatales hasta llegar al rey, en las que se puede observar la preeminencia de una relación patriarcal entre rey y súbditos.

En algunos casos, las amenazas y sabotajes surtieron efecto, logrando objetivos parciales frente a sus empleadores, pero poco duraderos. Los asaltos a las fábricas supusieron la destrucción generalizada de la nueva maquinaria, respetando a su vez aquellas herramientas tradicionales, y llevó a los fabricantes en solitario o junto con las instituciones estatales a contratar u organizar cuerpos del orden para garantizar la seguridad de las fábricas, que en algunos casos llegaron a asestar golpes a los asaltantes nocturnos. El Estado trató de infiltrar chivatos y delatores entre los luditas, pero sin mucho éxito, por no poder revelar la identidad de estos insurrectos debido a su fuerte conexión con el conjunto del pueblo, como por su organización clandestina. Llegados a cierto punto, el Estado desplegó una cantidad de soldados en las poblaciones afectadas comparado al desplegado en las batallas frente a la Francia de Napoleón. La burguesía procuró en diversas situaciones instalar la maquinaria allá donde pudiera haber menos resistencia, donde los trabajadores se encontraran más dispersos, como era en el medio rural, pero en algunos casos sin mucho éxito.

La profesionalización de la actividad destructiva les llevaría a solicitar financiación a otros trabajadores como a medianos y grandes agricultores, así como a terratenientes ligados a la burguesía industrial, incluso mediante la extorsión para obtener alimentos, dinero, y aprovecharon diversos disturbios que se fueron produciendo para poder asaltar almacenes de armas, aunque también usaron el dinero recaudado para adquirirlas. Por otro lado, la represión desencadenada en alguna de las zonas con mayor actividad ludita les condujo a instalarse en el campo para tratar de hacer frente las diversas fases de combate que se desarrollaron, como lo fueron la guerra de guerrillas y el bandidaje, métodos contra los cuales el gobierno utilizó los empleados por los ejércitos napoleónicos contra las guerrillas en sus campañas militares.

En 1812 se exacerba la virulencia general, los motines de hambre y los disturbios se desencadenan a lo largo y ancho del reino, el movimiento ludita se extiende y participan en nuevas regiones como punta de lanza (pues otros sectores afectados por la crisis social no se organizaban de forma tan eficaz ni actuaban de forma tan coordinada). Al calor de los acontecimientos, se desarrollan nuevas formas de lucha en las que se atacan mansiones, se generalizan los enfrentamientos con las fuerzas del orden que acaban en batallas campales, se asaltan cárceles, se realizan llamamientos que atraen a mineros y trabajadores de otras provincias para participar en protestas masivas, se incita a la población combativa a la subversión como al acaparamiento de armas, etc. Ante la colaboración estrecha entre la burguesía y el Estado para sofocar el movimiento, en alguna de las nuevas cartas amenazadoras se señalará tanto a gobernadores como, en última instancia, al propio monarca, adoptando un carácter que podríamos llamar jacobino y que recuperaba el espíritu de la Revolución inglesa, de los levellers y los diggers. A partir de abril de 1812 se planteaba la insurrección abierta.

A su vez, el conjunto de trabajadores experimenta formas de solidaridad que van más allá del componente corporativo, pues las corporaciones defendían a sus miembros frente a trabajadores ajenos a la organización, como con menor cualificación, junto con la reivindicación de un salario mínimo para los miembros del mismo, erosionándose de forma parcial esta antigua barrera precapitalista, cada vez más marchita. También se expresan formas de solidaridad que fueron más allá de la nacionalidad, con respecto al proletariado irlandés que emigraba por la miseria experimentada en su lugar de origen. En general, se fueron desarrollando formas superiores de lucha y organización contra el hambre, la explotación laboral y la degradación de las condiciones de trabajo. Por ejemplo, las organizaciones protosindicales se expandieron considerablemente, como fue la Sociedad de Unión de los Medieros, encabezada por Gravenor Henson. Estas organizaciones no tuvieron un carácter tan subversivo como lo fue el movimiento ludita, que ante el reflujo de este último adquirieron mayor importancia. Este tipo de organización tomó cuerpo organizativo más visible para llevar diferentes demandas ante el gobierno, con el fin de solventar los problemas sociales apremiantes, como fue el tratar de establecer por ley un salario decente, la protección de los oficios del sector textil y la derogación de las Combination Acts, todas ellas reformas o peticiones de carácter legalista, y que fueron apoyadas por algunos sectores de la burguesía. Estos sectores ilustrados se pusieron del lado de las masas depauperadas, pero en contra de las acciones mas subversivas de los luditas y de las protestas violentas.

En mayo de 1812, el primer ministro Percival, después de recibir sucesivas cartas amenazantes fue finalmente asesinado, pues había tomado un papel decisivo en la represión del movimiento. Tras esto, los luditas sufrieron diversas detenciones que les sometió a un proceso judicial y que se saldó con varios luditas ahorcados. La burguesía y el Estado, que se habían visto en la necesidad de incentivar la introducción de la nueva maquinaria de vapor, a pesar de la diferencia de intereses entre los terratenientes e industriales, entre whigs y tories, profundizaron en esta unidad para proteger el orden en el reino, pudiéndose vislumbrar el carácter burgués del Estado. La clase capitalista veía en el movimiento ludita un movimiento subversivo de carácter jacobino, confabulado con la Francia de Napoleón, pues causaba un caos social y había llegado a impulsar algunas consigas de unidad de lucha para tomar las armas contra la Corona y el Estado, consignas aludiendo a la Francia revolucionaria.

Es notorio que la revolución francesa de 1789 tuvo un gran impacto entre los intelectuales de la pequeña burguesía y los trabajadores ilustrados ingleses de la última década del siglo XVIII, producto de las difíciles condiciones sociales en las que se encontraba el país y el proceso de proletarización de estas capas, como del carácter de la monarquía frente al impulso democrático y republicano de la revolución. El espíritu de la misma y de transformación social que esas capas sociales vehicularon tuvieron un gran impacto en las conciencias a nivel internacional, a pesar de los límites que encontraron.

Los ideales de igualdad, libertad, fraternidad y propiedad que se exhibieron en la Francia revolucionaria desembarcaron en las costas de Albión y se mezclaron con las antiguas aspiraciones de la Revolución inglesa, instalándose clubes jacobinos en los burgos de todo el país. Pero este espíritu sufrió un duro revés en la conciencia de la pequeña burguesía británica tan pronto la revolución francesa recurrió al Terror, que desembocó en el Termidor, y llevó a alguna de estas capas a alejarse de esos ideales, tornándose reaccionarias y nacionalistas. La supervivencia del espíritu jacobino se mantuvo en aquellos clubes, cercanos a las corporaciones obreras, y es junto con la nueva explosión social que engendró al ludismo cuando volvió a tener cierto protagonismo en la escena social, pues ya desde la primera década del siglo XIX se presentaron protestas con carácter antimonárquico. A medida que el movimiento ludita se iba encontrando en frente suya, no solo a los burgueses individuales, sino también al conjunto de estos y a la monarquía, se fue esparciendo un espíritu republicano y democrático, aunque sin lograr que el movimiento llegara a converger en torno a un programa. Igualmente, la influencia que pudo tener el jacobinismo como ideología democrática radical quedó parcialmente reflejado en algunas de las cartas luditas que enviaron a los representantes reales. Dentro del movimiento ludita existía toda una diversidad de opiniones, pero entre las cuales surgieron componentes y líderes con aspiraciones políticas definidas, como George Mellor, con perspectivas de acceder al poder político para asegurar toda una serie de reformas liberales democráticas, por tanto más elaboradas y alejadas de la espontaneidad que les caracterizó en un primer momento.

El movimiento ludita vivió este proceso de radicalización política a la par que encontraba sus límites, mientras se desinflaba la conflictividad social y entre clases, sobre todo a partir del verano de 1812. El agotamiento y fin de esta oleada inicial tendrá como consecuencia una gran represión en octubre del mismo año que termina en numerosas ejecuciones, pero también con muchos trabajadores amnistiados. Seguirán sucediéndose actos de sabotaje, pero con menor intensidad en todo el mapa hasta abrirse de nuevo largos períodos de conflictividad, presentando oscilaciones, como fue entre abril y octubre de 1814, en 1816, hasta diluirse completamente a partir de 1819. Podemos decir que el movimiento ludita, como forma primitiva que adquirió la lucha de clases, tuvo dificultades por el estadio del desarrollo objetivo, como internamente por la forma de organización, la capacidad de coordinación, la falta de extensión en el campo, de vinculación con el conjunto de trabajadores y la diversidad de acciones espontáneas que llevaban a cabo, así como de conciencia y, por tanto, de comprender completamente cual debería de ser su aspiración. En los años 30, junto con una acelerada introducción de maquinaria en el campo, fue el turno de los trabajadores agrícolas y campesinos, quienes dieron vida a su General Ludd particular, el Capitán Swing, coincidiendo en el tiempo con las jornadas de París y que ayudó a impulsar al movimiento cartista.

¿Por qué el neoludismo lo reivindica?

Una parte de los comentaristas neoluditas describen el desarrollo de la sociedad industrial capitalista a partir de una suerte de imposición a voluntad de una minoría de individuos que buscaban el simple beneficio personal o la imposición de su ideología, logrando unificar los distintos grupos de poder para así atraerse al Estado y sus tentáculos en la defensa del nuevo proyecto social en marcha y que aprovecharon la situación de miseria social para acometerlo. Esta visión, a nuestro parecer, solo puede realizarse abstrayendo la introducción de la nueva maquinaria del estado real del desarrollo de la producción y el intercambio, así como las transformaciones que se venían dando en la sociedad británica como a nivel internacional. El dinamismo mercantil del feudalismo acabó por desencadenar un choque entre las relaciones sociales de producción burguesas y feudales, desencadenando cambios en la conciencia de sus protagonistas, los cuales hicieron posible las distintas revoluciones burguesas y el desarrollo del capitalismo una vez se liberaron de las trabas feudales.

Es a partir del reconocimiento de su realidad cuando podríamos hablar de la dirección que la burguesía británica trató de dar al proceso histórico, proceso de carácter impersonal que la burguesía encabezó, siendo esta en primer lugar su producto, para garantizar sus necesidades como clase social frente a la sociedad estamental del feudalismo. El desarrollo de la burguesía, debido a la importancia que fue adquiriendo como estamento, transformó al conjunto de componentes de la sociedad feudal, desarrollando una relación estrecha con cada vez más sectores de la aristocracia que transformó a su vez los intereses económicos y políticos de esta capa social. Por tanto, no se puede obviar el interés en desarrollar un estado de cosas a través del mismo Estado, que legisló para establecer los cercamientos, atacó a los gremios, deshizo las leyes aduaneras y los privilegios feudales. Tenemos que señalar de nuevo el choque entre modos de producción, favorecido por la expansión colonial y la apertura del mercado mundial tras la llegada a América, sin olvidar que esto sucedía dentro de un conjunto de estados en pugna.

El neoludismo, si ha querido comprenderse como heredero del ludismo, es por ver en aquel movimiento el primero en desafiar al sistema industrial que se estaba desarrollando con firmeza a principios del siglo XIX, aunque no tuvieran plena conciencia de ello y no pudieran sacar todas las conclusiones para ellos pertinentes, y lo defiende como experiencia revolucionaria frente aquellos que consideran la destrucción de maquinaria como algo reaccionario. Nosotros podemos estar en acuerdo con los neoluditas en esta cuestión de forma parcial, aunque no por las mismas razones, pues consideran que el hecho de atacar a la maquinaria era y es atacar directamente a las relaciones sociales, poniendo en tela de juicio al capitalismo entero, según nos explican teóricos como John Zerzan. Los neoluditas tienden a realizar esta identificación, en lugar de entender que esto sucede por como el capitalismo se expresa de forma fetichista, como si fuera una relación entre cosas y no entre personas. Esta posición vendría a decir que toda destrucción de maquinaria en la historia del sistema industrial atacaría al propio sistema, pero no tendría en cuenta, a nuestro modo de ver, aquellos escenarios donde esta forma de acción podría desplegarse y su finalidad, como en los casos de competencia entre distintos fabricantes o empresarios, como en la simple forma de negociación desplegada por trabajador o trabajadores frente a su patrón a través del sabotaje. Además, celebran toda destrucción característica del ludismo y lo oponen a cualquier intento de gestión de maquinaria del “Sindicalismo” de aquellos años, que les hacía confraternizar con los pequeños burgueses.

Como decíamos anteriormente, las organizaciones ecologistas más activas sufrieron diversas rupturas entre sus miembros, pues algunas fracciones que partieron de aquellas organizaciones veían en la acción legal e institucional una forma de adaptarse al sistema, a la que opusieron la destrucción de la nueva maquinaria, la infraestructura necesaria para sostenerla y los bienes de consumo desarrollados por el sistema industrial, como forma de acción directa, de propaganda por el hecho. Poniendo el foco en cualquier movimiento radical, extrajeron la conclusión de que las formas ilegales eran las más viables como revolucionarias o subversivas frente al sistema industrial y de dominación, de ahí su crítica al movimiento obrero en ascenso por desplegar toda una serie de formas de lucha por reformas o democráticas, como por su visión progresista con respecto al desarrollo de las fuerzas productivas, postura que supuestamente les ataba al mismo sistema que querían demoler.

Entre las formas de acción desplegadas por el ecologismo radical, algunas llegaron a herir de gravedad a trabajadores, por lo general de forma involuntaria, pero dentro del neoludismo hay quienes apoyan formas de mistificación de la violencia o eco-terrorismo, siendo Theodore Kaczynski el más reconocido de todos. Este individuo llevó a cabo su comprensión de la acción práctica y clandestina mediante el envío de cartas o paquetes-bomba contra científicos, políticos y ejecutivos de grandes empresas, llevándose por delante la vida de varias personas, fueran sus objetivos o no, pero también llegó a intentar introducir uno de estos explosivos en un avión sin éxito. El carácter de este tipo de violencia no solo partía del individuo aislado, alejado de cualquier fuerza social expresada por las clases en lucha que emplearían la violencia y las formas convenientes de esta para defender y poder llevar adelante su programa histórico, sino también tenía una dirección que no distinguía a las víctimas por clases, pues algunas de sus acciones, fallidas o no, afectaban a proletarios como a burgueses. A fin de cuentas, desplegó una forma de terrorismo individualista. Antes de ser detenido, realizó estos envíos con el objetivo de hacer publicar a diferentes medios de comunicación su manifiesto subversivo, El Manifiesto Unabomber: “La sociedad industrial y su futuro”, de carácter individualista y anticivilizatorio o anti-industrial. Este individuo ha tenido y sigue teniendo una gran influencia entre el medio neoludita, aunque en este entorno o en el ecologista radical siempre hubo debates acerca de los límites de la violencia.

Es notorio, entonces, la mistificación de la acción en el neoludismo, hasta al punto de no lograr ver si el contenido de los movimientos sociales tiene un carácter u otro, de no comprender el grado de consciencia que estos movimientos y sus organizaciones adquieren de la necesidad del cambio social, por tanto del grado de comprensión de la realidad y de los medios puestos por ellos para acometer su agenda. Es por ello que pueden reivindicar movimientos pequeñoburgueses como la acción de individuos aislados. Sin duda, hay una coherencia lógica entre la concepción teórica de la realidad y la táctica en los neoluditas, que para nosotros no es revolucionaria. La violencia contra las máquinas como medio práctico empleado por los luditas y otros destructores de máquinas es vista como una actividad subversiva en sí en todo momento, siendo esta actividad enfrentada con el sindicalismo contemporáneo y posterior, así como las diversas formas en las que se desplegó el movimiento obrero en general, parlamentario como sindical, e incluso el insurreccional, señalando que el ludismo, como movimiento revolucionario, apenas ha sido igualado por experiencias posteriores.

Y es que para nosotros, los comunistas, no todo momento es propicio para que una revolución social pueda llevarse a cabo. Los neoluditas como John Zerzan y otros señalan que la irrupción de formas de organización como los sindicatos (más bien serían organizaciones protosindicales), así como la influencia política jacobina, fueron lesivas para el desenvolvimiento del ludismo y la revolución. Como comentamos anteriormente, este movimiento protosindical tuvo adherentes tanto en el momento de actuación del ludismo, como en el reflujo del mismo. Los neoluditas dan a entender que la convivencia entre ambos actores dificultó una vía más combativa, enfrentó al movimiento por los medios a usar y sus fines, y echó a perder las aspiraciones de emancipación. El mismo hecho de que el movimiento ludita en reflujo desembocara en el ascenso de formas legales de acción sería para los neoluditas otro síntoma de que esas formas de organización estaban contra la revolución. Por tanto, para ellos, en ese momento la revolución era posible, así como en todo momento de la historia de gran ebullición social, de revuelta popular, y solo haría falta una verdadera voluntad para lograrlo.

Nuestra concepción de la revolución nos lleva a comprender que para poder hablar de la posibilidad  de echar abajo al capitalismo en un momento concreto de la historia debemos atender a diversas cuestiones: de qué se compone la sociedad, tanto a nivel nacional como internacional (grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la división del trabajo y su carácter, la distribución de las herramientas, de los medios de producción y de los productos del trabajo, las formas de cambio, y, por tanto, las formas de propiedad y las relaciones sociales existentes) y hacia dónde se dirige esta. Según el estadio de desarrollo de la sociedad y en la apertura de períodos de conflictividad social, saber qué clases se encuentran en el terreno, cuáles luchan y de qué manera. Ante un conflicto que enfrenta a las clases, habría que conocer qué tendencias sociales se encuentran en el tablero. En caso de existir entre alguna de las clases sociales una convergencia de intereses económicos y políticos, habría que comprender qué programa buscarían desplegar, siendo el programa la expresión de su propio ser, dependiendo de la fase de desarrollo y del grado de conciencia que las clases tendrían del mismo, y, finalmente, qué medios prácticos y formas organizativas usarían para defenderlo.

Entonces, decir que el movimiento ludita representa un movimiento revolucionario por encima del protagonizado por los proletarios revolucionarios de 1917 implicaría afirmar que en aquel momento existió una fuerza social que se desplegó con unos intereses homogéneos y una conciencia superior. Esto desconocería totalmente al proletariado revolucionario en Rusia, pues este se movilizó por el fin de la explotación, la propiedad privada y por el comunismo, es decir, fue capaz de organizarse entorno a un programa y una perspectiva de emancipación propia y de clase que a su vez pudiera vehicular al resto de capas sociales en lucha y darse la posibilidad de orientar el proceso hacia el fin del capitalismo, pero no solo en el terreno nacional, sino también internacional. No tendría sentido reducir la importancia histórica de este movimiento, a pesar de su fatal desenlace en la contrarrevolución, fruto del reflujo internacional de la revolución, pues este era su alcance, de las consecuencias de la guerra civil como de los errores de los bolcheviques, y de la inversión del programa tras la convergencia de intereses entre algunas fracciones del partido con el Estado. Entonces, hablar de la mayor importancia revolucionaria del movimiento ludita, que apenas presentó coherencia programática interna, pues solo algunos miembros en su seno buscaron una vía republicana jacobina, es decir, que se adhirieron a un programa político burgués, y que apenas pudo darse cuerpo organizativo ni dirección al movimiento general, no tendría sentido, pues no daría cuenta del contenido real de ambos movimientos. Este movimiento apenas pudo darse una conciencia de su situación real y de las tareas a acometer, fruto de su momento histórico y no de la simple voluntad de los individuos.

Entonces, esta posición neoludita implicaría quedarse únicamente en las formas de actividad práctica que se dieron los luditas, como en la defensa de su antiguo modo de vida. Y en las consecuencias que los neoluditas darían ante un posible éxito del movimiento ludita estaría, por un lado, el hecho de considerar que la no introducción de maquinaria nueva pudiera suponer el poder abortar el sistema capitalista naciente, logrando dar un paso hacia atrás en la historia o pudiendo dar la posibilidad de abrir la puerta a una sociedad diferente, igualmente estacionaria. Esta posible comprensión de las posibilidades del movimiento por parte de los neoluditas nos da a entender que se desconocería el proceso histórico que dio lugar a la introducción de maquinaria, como mencionamos anteriormente, ya que el alcance real de aquel proceso habría dado lugar a una ralentización del despliegue del capitalismo. Por otro, considerar que podría lograrse una revolución que acabara con la explotación sin un grado avanzado de desarrollo del proletariado, solo posible por el desarrollo doloroso del capitalismo, y de la conciencia de clase, así como considerar que podría haberse llegado a una sociedad sin Estado, rodeada por otros Estados, que supondría a su vez no comprender cuales eran las limitaciones reales con la que se enfrentaba el movimiento ludita, como cualquier movimiento en general, y estaría relacionado con la incomprensión de saber cuál sería la base real para que el Estado pueda desaparecer en la historia.

Conclusión

Afirmamos entonces que existía un límite histórico en aquella época, por el grado de desarrollo del modo de producción capitalista, que tenía por consecuencia la incapacidad de comprender que aquello que había trastocado su forma de vida no fue por la sola introducción de las máquinas en el proceso productivo, ni tampoco lo fue por una casual convergencia de intereses entre los dueños de las máquinas y el Estado, sino por el desarrollo cada vez más pleno de la producción mercantil y la propiedad privada de los medios de producción, causa y consecuencia de la separación total del productor de sus herramientas de trabajo, del campesino con respecto de la tierra, y, por tanto, la necesidad cada vez mayor de tener que sobrevivir mediante la venta de la fuerza de trabajo (subsunción del trabajo al capital), que solo a partir del proceso de la lucha de clases y, a través de esta, el surgimiento de la teoría revolucionaria del proletariado, podría plantearse las verdaderas bases de la transformación de la sociedad hacia una sociedad sin explotación.

A pesar de la valentía con que los luditas combatieron, como el conjunto de proletarios, semiproletarios y campesinos pobres, debido a la proletarización como la degradación de sus medios de vida y de sus comunidades, atacaron las propiedades de los capitalistas, pero sin tener la perspectiva de abolirla. Por ello volvemos a afirma que sus posibilidades históricas eran las de retardar, si acaso, la transformación del sistema naciente, pero no la de abortar el capitalismo, pues era la misma actividad productiva la que se estaba orientando hacia una competencia caótica y anárquica en el mercado, a nivel nacional e internacional, que impulsó las novedades técnicas que se habían paralizado anteriormente por no existir el sustrato social adecuado.

Podría afirmarse también que los límites del período histórico solo podían dar como papel de corriente política más avanzada la propia de la democracia radical del jacobinismo, expresando esto la incapacidad de transformar la lucha de los trabajadores en verdadera lucha de clases entre el proletariado y la burguesía con carácter de clase. El jacobinismo, como concepción política, se habría dado el papel de agilizar las transformaciones restantes del capitalismo británico, desarrollando aún más la igualdad entre los individuos como el sistema democrático, propio de la igualdad entre mercancías en el mercado, pero no la destrucción de las relaciones sociales emergentes, como son principalmente la abolición de la propiedad privada y el trabajo asalariado. En esas fechas, el capitalismo se estaba empezando a desarrollar de forma plena, libre de trabas feudales o precapitalistas, y la lucha ludita se encontraba a medio camino de la Revolución francesa y el surgimiento del movimiento obrero revolucionario.

Y, a pesar de este determinismo, que no es fatalismo, consideramos que el ludismo es parte de nuestra historia, pero no incurrimos en la necedad ahistórica de intentar forzar la concepción que ellos mismos tenían de su sociedad ideal como una concepción comunista, como tampoco nos quedamos en la limitación teórica como práctica que desplegaron. Entonces, cuando decimos que forman parte de nuestra historia, nos referimos a la historia del movimiento obrero, en su camino hacia su conformación como clase revolucionaria, sin importar el grado de conciencia que presentaron sus protagonistas acerca del momento concreto que enfrentaron, que como hemos analizado, reaccionaron frente a las relaciones y fuerzas sociales capitalistas de la única manera en que pudieron comprenderlas, y defendieron unas necesidades que el Capital les estaba negando, de forma muy virulenta.

Algo parecido le sucedería a las distintas expresiones del movimiento obrero, precedentes como posteriores, todas ellas con un diferente grado de conciencia social. Los enragés y los sans-culottes de la Francia revolucionaria se expresaron en el babuvismo, los obreros ingleses en el cartismo, así como en las diferentes tendencias del socialismo utópico para el joven movimiento obrero desarrolladas en la primera mitad del siglo XIX, a partir de las cuales trataron de poner fin a su situación de miseria. Estas tendencias políticas fueron insuficientes en sí mismas, pues no garantizaban la independencia de intereses políticos de clase con respecto de los pequeños burgueses, pero fueron necesarias como experiencias prácticas y teóricas para el proletariado.

Y es que, a partir de períodos de gran actividad combativa, la clase se fue dotando de los elementos necesarios para lograr alcanzar una mayor conciencia de su ser social y su perspectiva de emancipación, hasta poder incubar y engendrar el Manifiesto del Partido Comunista. A partir de este programa se asentaron las bases políticas e históricas de emancipación social del proletariado, como único sujeto revolucionario bajo el modo de producción capitalista, que por su alcance internacional solo podía ser internacionalista, debido al alcance global de la socialización del trabajo que estaba conduciendo el propio capitalismo. Mediante los desarrollos teóricos emanados tras las diferentes experiencias históricas, el programa se fue dotando de mayor contenido y desechando aquellas partes que el proceso histórico había superado ya. El propio movimiento real de la clase, en el cual participaron y dirigieron nuestros compañeros históricos, generó la necesidad de superar los límites existentes en su organización y comprensión de la tarea, haciendo converger en una unidad dialéctica la clase y su partido, en las discontinuidades que experimentaba el movimiento, pues no tendían a ser graduales. Y es a través de los organismos intermedios de la clase que surgían en períodos ascendentes de lucha, en especial aquellos en los que se lograba romper con la separación entre economía y política, donde germinaba aquella conciencia que ligaba a la clase con su programa y su partido, donde las minorías que se agrupaban en él pasaban de ser producto a factor de la lucha revolucionaria.

Muy alejados están aquellos grupos que se desembarazan del movimiento obrero o que lo rechazan de base, que le quitan su papel central en la historia, la importancia de su programa, siendo los neoluditas en parte un producto indirecto de la derrota histórica del proletariado y de la contrarrevolución política internacional, como del individualismo de los activistas procedentes o no de la pequeña burguesía que inundaron los medios radicales a partir de los años 60. Esta forma de activismo social se reproduce al trata de ignorar al proletariado a partir de la puesta en práctica de una voluntad firme, tratando de remover conciencias sin tener en cuenta otros aspectos y que en algunos casos justifican su forma de actividad a través de la existencia de leyes morales superiores a las del hombre, pero que en general se encuentran por encima de la realidad histórica, de su necesario determinismo, de la lucha de clases, para tratar de destruir o frenar y limitar el desarrollo de la técnica capitalista.

Por otro lado, la forma que tienen algunos teóricos del neoludismo de interpretar la lucha contra el capitalismo en base a la destrucción de la maquinaria, como de objetos de consumo, presenta una perspectiva ecléctica que no da cuenta de que así invierten totalmente la realidad, pues toman de los fenómenos opresivos y destructivos de la maquinaria sobre la naturaleza, como sobre el ser humano y sus comunidades, la imagen inmediata que se nos presenta a la conciencia y le dan una forma teórica. Tras los esfuerzos para dar una respuesta a la catástrofe capitalista, su elaboración ideológica ha fetichizado las relaciones sociales en la cosas, precisamente como sucede de manera espontánea en la conciencia del ser social del Capital, y por ello solo saben dar una respuesta inmediatista y estéril.

Es más, una crítica sistemática que hacen los neoluditas a los comunistas es producto de la incomprensión de la experiencia del llamado “socialismo realmente existente”, pues para ellos estos países eran la puesta en práctica del comunismo y, por tanto, expresión de la meta real del marxismo revolucionario. Esto les llevará a afirmar que el comunismo es un fracaso, por su componente burocrático, su acción destructiva de la naturaleza, fruto de su lógica productivista, pues según el neoludismo los comunistas se dejaron dominar por las inmensas fuerzas productivas legadas por el sistema capitalista industrial, y es por eso que nosotros, los comunistas, podemos decir que son fruto indirecto de la contrarrevolución política. Los neoluditas no dan cuenta que las experiencias nacional-comunistas eran antagónicas al movimiento revolucionario, y la batalla ideológica desplegada por ellos contra ese falso comunismo no puede conducir sino a asentar aún más las concepciones liberales imperantes en los medios radicales. Critican a los fundadores del marxismo por no darle importancia al ludismo y despreciarlo, por ignorar el perjuicio de la introducción de las máquinas a los antiguos productores. También por identificar el “progreso” con la moral y el desarrollo ilimitado de la ciencia y la tecnología, como medios positivos para conseguir una sociedad más justa y libre. Para los neoluditas, el problema radica en la necesidad de gestionar la gran industria y aquellas tecnologías que carecen de carácter democrático (todas para los primitivistas), y no en si se gestiona bajo el socialismo o bajo el propio capitalismo.

Realmente, los comunistas no miramos a un lado cuando la maquinaria y el trabajo social, la ciencia y la técnica contenidas en ellas, se convierten en fuerzas que por si solas parecen aplastar a los obreros como a la naturaleza, así como arrebatarle al productor la capacidad de decidir sobre el producto de su trabajo, pero le damos la vuelta a esa imagen invertida. Marx contempló este aspecto del Capital y lo reflejó en sus escritos, como en los Grundrisse:

La apropiación del trabajo vivo por el capital adquiere en la maquinaria, también en este sentido, una realidad inmediata. Por un lado, lo que permite a las máquinas ejecutar el mismo trabajo que antes efectuaba el obrero, es el análisis y la aplicación -que dimanan directamente de la ciencia- de leyes mecánicas y químicas. El desarrollo de la maquinaria por esta vía, sin embargo, sólo se verifica cuando la gran industria ha alcanzado ya un nivel superior y el capital ha capturado y puesto a su servicio todas las ciencias; por otra parte, la misma maquinaria existente brinda ya grandes recursos. Las invenciones se convierten entonces en rama de la actividad económica y la aplicación de la ciencia a la producción inmediata misma se torna en un criterio que determina e incita a ésta. No es a lo largo de esta vía, empero, que ha surgido en general la maquinaria, y menos aun la vía que sigue en detalle la misma, durante su progresión. Ese camino es el análisis a través de la división del trabajo, la cual transforma ya en mecánicas las operaciones de los obreros, cada vez más, de tal suerte que en cierto punto el mecanismo puede introducirse en lugar de ellos. (An economy of power). El modo determinado de trabajo pues, se presenta aquí directamente transferido del obrero al capital bajo la forma de la máquina, y en virtud de esta transposición, se desvaloriza su propia capacidad de trabajo. De ahí la lucha de los obreros contra las máquinas. Lo que era actividad del obrero vivo, se convierte en actividad de la máquina. De este modo la apropiación del trabajo por el capital, el capital en cuanto aquello que absorbe en sí trabajo vivo -«cual si tuviera dentro del cuerpo el amor»- se contrapone al obrero de manera brutalmente palmaria.

A pesar de ser parte del proceso histórico, afirmamos que la maquinaria como la técnica actual podrían dejar de ser un medio puesto para la explotación si tras la revolución proletaria estas son conducidas no con el objetivo de incrementar el tiempo trabajo sino para ser disminuido, hasta la abolición del trabajo asalariado, pues a partir de la destrucción del capitalismo, la abolición de la mercancía y el valor, la nueva sociedad no tendría el objetivo de ampliar constantemente la producción, siendo este un desarrollo fundamental de la teoría revolucionaria del marxismo que tratamos de acercar con los textos contenidos en nuestro libro “Hacia el comunismo”. Esto resultaría en dejar de explotar al proletariado, que acabaría con las clases sociales, como en cesar de destrozar la tierra, que frenaría o modificaría la forma de extracción de recursos que no encajasen con las nuevas necesidades, así como el uso ineficiente e inconsciente de los recursos, y desechando aquellas tecnologías que no pudieran ser aprovechadas o transformando aquellas tecnologías que siguieran siendo necesarias para poder reconducirlas hacia los fines del comunismo. Con Marx de nuevo:

Pero si bien el capital tan sólo en la maquinaría y otras formas de existencia materiales del capital fijo, como ferrocarriles, etc. (a las qué volveremos más: adelante) se confiere su forma adecuada como valor de uso dentro del proceso de producción, ello en absoluto significa que ese valor de uso -la maquinaria en sí- sea capital, o que su existencia como maquinaria sea idéntica a su existencia como capital; del mismo modo que el oro no dejaría de tener su valor de uso como oro si cesara de ser dinero. La maquinaria no perdería su valor de uso cuando dejara de ser capital. De que la maquinaria sea la forma más adecuada del valor de uso propio del capital fixe, no se desprende, en modo alguno, que la subsunción de la relación social del capital sea la más adecuada y mejor relación social de producción para el empleo de la maquinaria.

Pasando a otro punto importante de la crítica a la ideología neoludita, está la cuestión organizativa, por ser contraria a cualquier tipo de la centralización, tanto para la revolución como para la organización de la sociedad futura, pues plantearían una sociedad estacionaria basada en la existencia de pequeñas comunidades, capaces de gestionar de forma democrática o directa los recursos existentes, consiguiendo retornar a unas vivencias propias del antiguo mundo campesino, o generar nuevas en comunidad. Esto nos obliga a señalar, por ejemplo, que la vivencia de las antiguas comunidades campesinas europeas del feudalismo, como las indígenas precolombinas, no estaban al margen de su impacto en la naturaleza, pues transformaron grandes extensiones de bosque en campos de cultivo, y provocaron grandes incendios que dieron lugar a llanuras desérticas en Norteamérica. Entonces, no tiene sentido idealizar la antigua y pequeña comunidad precapitalista. Y es que, a este nivel de organización en pequeñas comunidades, se piensan que estarían a salvo de la inmensidad de las grandes instalaciones y máquinas puestas en movimiento por el Capital, pero habría que preguntarse, ¿acaso lo estarían estas comunidades de la forma mercantil de los productos y de su intercambio?

El capitalismo, al basarse en la producción e intercambio entre productores privados, en la división social del trabajo, y en un cierto nivel de desarrollo de la técnica, sus fundamentos o basamentos no desaparecerían, sino que se mantendrían en la misma existencia o larvados en una infinidad de pequeñas comunidades desde un inicio del cambio social neoludita. Estas necesitarían entrar en contacto de alguna manera, sin olvidar que la abolición de la propiedad privada no estaría entre las prioridades para el conjunto de los neoluditas. Es por ello que afirmamos que la organización de la actividad en este mundo no podría desprenderse de su ser mercantil, pues en la diferencia existente de recursos entre regiones, como de capacidades productivas en cada unidad no podría asegurar una autarquía comunitaria, al menos no como fue en el pasado, y si quisieran compartir en base a la gratuidad, esta forma comunitaria presentaría limites reales y objetivos, pues el bajo nivel productivo es un factor importante en la historia para dar lugar los conflictos, como a las clases sociales y las jerarquías, pero no solo. Y teniendo en cuenta el volumen actual de la población humana, se presentaría difícil de imaginar que estas pequeñas comunidades pudieran gestionar las necesidades mundiales.

Es por ello que todo este planteamiento habría reformado, entonces, la forma en la que se presenta el capitalismo, un capitalismo que a la hora de producir mercancías seria ineficiente, y allá donde la pura voluntad no fuera suficiente para mantener el edificio social, la forma de sociedad neoludita no podría sobreponerse de los golpes que la realidad le daría, teniendo estos por origen la propia necesidad histórica del desarrollo social, y la utopía gris del antidesarrollismo, de la ecología social o del primitivismo se desmoronaría de golpe o paulatinamente hasta abrazar conscientemente la realidad que ya estarían practicando.

Pues si no se comprende la realidad material del modo de producción capitalista, no se puede siquiera acabar con el de forma consciente. Y esto implica entender como se expresan sus leyes históricas concretas, sus relaciones sociales, su mecanismo económico, que parten del infierno de la producción y se expresan en el cielo de la ley, el Estado y su asociación en organizaciones supranacionales, de carácter imperialista, pasando por el mercado y las instituciones propias del capital financiero, y como esto se expresa en los distintos aspectos de la vida social. Esta dinámica social tiene un carácter impersonal que genera y desarrolla una problemática en la relación del ser humano consigo mismo y con la naturaleza, desarrollada hasta tener alcance mundial, pues logró socializar la producción a través de su interconexión hasta tener alcance mundial, tras impulsar las fuerzas productivas de una manera grotesca y catastrófica, pero logrando a su vez disminuir el tiempo de trabajo necesario para producir las necesidades humanas generales. Estas necesidades existentes en forma de productos son enajenados por el Capital, que como expresaba Marx en los Grundrisse:

En la misma medida en que el tiempo de trabajo -el mero cuanto de trabajo- es puesto por el capital como único elemento determinante, desaparecen el trabajo inmediato y su cantidad como principio determinante de la producción -de la creación de valores de uso-; en la misma medida, el trabajo inmediato se ve reducido cuantitativamente a una proporción más exigua, y cualitativamente a un momento sin duda imprescindible, pero subalterno frente al trabajo científico general, a la aplicación tecnológica de las ciencias naturales por un lado, y por otro frente a la fuerza productiva general resultante de la estructuración social de la producción global, fuerza productiva que aparece como don natural del trabajo social (aunque [sea, en realidad, un] producto histórico). El capital trabaja, así, en favor de su propia disolución como forma dominante de la producción.

Y todo ello mediante la negación de la propiedad al proletariado, extrayendo de su trabajo el máximo plusvalor para obtener ganancias, aunque cada vez con mayores dificultades para extraerlas, por el aumento de la densidad de capital y su composición orgánica, erosionando el valor como fuente de medida de la riqueza social. A pesar de esto, como del descenso tendencial de la tasa de ganancia, la propia ganancia sigue siendo apropiada por el capitalista, para su disfrute personal por un lado, pero esencialmente para la reinversión permanente en nuevo capital con el objetivo de expandir la producción constantemente por el otro, siendo este un proceso automático, inconsciente e incontrolable, propio de la dinámica del ser social que hace del burgués un mero funcionario del Capital. El capitalista, para poder lograr reproducir y mantener su posición de clase, tiene que continuar llevando al mercado las mercancías obtenidas mediante la explotación del trabajo, de forma directa o indirecta, sorteando la competencia entre productores privados. Pero, a mayor desarrollo de la propiedad privada capitalista mayor desarrollo de su negador histórico.

Esto nos permite asegurar la posibilidad de poner al servicio del proletariado y la futura humanidad liberada aquellas fuerzas productivas que hoy se ponen frente a nosotros mismos, como fuerzas alienantes, para poder garantizar las necesidades mundiales de la especie, sin dejar a nadie atrás y que tendrá en cuenta las generaciones futuras, gracias al movimiento del comunismo. Este movimiento dejará de ser subterráneo, pues hace expresar las contradicciones del capitalismo en su seno, entre relaciones de producción y fuerzas productivas, que generará nuevos períodos de revolución social, como exponemos en nuestro texto sobre la perspectiva revolucionaria actual, para los cuales el comunismo tendrá la posibilidad de encarnar su fuerza material en el movimiento revolucionario del proletariado, tan pronto el proletariado logre romper la barrera entre política y economía, y así poder hacer frente a la burguesía y su Estado, mediante su partido y su programa. Este programa o plan de especie será un plan antiproductivista, pero no antidesarrollista, y solo podrá ser aplicado mediante la dictadura del proletariado, pudiendo comenzar a nivel local, que para triunfar deberá extenderse a partir del movimiento conjunto del proletariado mundial. El comunismo no será construido, porque sus bases se encuentran en las fuerzas productivas existentes, que deberán ser liberadas a partir del programa como expresión del movimiento del mismo. Este programa adecuará los medios de producción a las necesidades del proletariado mundial, con el objetivo de acabar con la forma mercantil de los productos, de los medios de producción, de la tierra y  de la fuerza de trabajo, logrando así transformar la forma en que la sociedad produce y reproduce sus condiciones de vida, acabando por fin con las clases sociales y abriendo el comunismo o el socialismo como modo de producción.

Esta dictadura, que desarrollamos en nuestro audio, es la forma superior que adopta la lucha de clases cuando el proletariado revolucionario, a través de su partido y apoyado en los organismos intermedios creados durante la revolución, ha alcanzado el poder destruyendo el estado burgués. Este semiEstado no será el socialismo, pues la existencia del estado implica que existen en el seno de la sociedad intereses de clase antagónicos, pues se extienden más allá de las fronteras, entonces la persistencia de la explotación del trabajo, por tanto de la necesidad de intervención autoritaria frente al resto de las clases, hasta transformar el propio mecanismo económico. Asumimos que no puede darse una nueva y profunda forma de libertad bajo este estado de cosas de forma inmediata, aunque se irá prefigurando una forma de sociabilidad nueva para el proletariado tan pronto el proceso tenga la mayor amplitud y permita al proletariado desenvolver su actividad como ampliarla en todas las dimensiones sociales, como comunidad o Gemeinwesen. Además, desde la fase de transición se transformará la forma y el contenido del conjunto de los productos y los medios de producción, dejando de ser mercancías bajo la primera fase del socialismo, que perderían la forma fetichista propia del ser social del Capital, haciendo desaparecer el Dinero como equivalente general, teniendo por consecuencia que los productos del trabajo social serían asignados según las capacidades, y tan pronto fuera posible, según las necesidades de los productores. Este cambio tendría en cuenta todo el mal uso que se le ha dado a toda una serie de recursos bajo el capitalismo, tanto en la pequeña como en la gran producción, en la fábrica como en la tierra, el que se le da a las distintas fuentes de energía,  haciendo uso de toda la capacidad por fin liberada de nuestra especie para enfrentarnos a los grandes retos que heredaremos del capitalismo.

Durante este proceso, como después bajo el comunismo de forma más exhaustiva, se terminará con las diferentes divisiones existentes en la sociedad, como la división social del trabajo, conservando formas de división técnicas mientras estas sean necesarias, pero expandiendo la creatividad y las capacidades de los individuos a través de la disponibilidad de tiempo libre; la separación entre la ciudad y el campo, así como terminando también con las grandes aglomeraciones de población en las que hoy día millones de proletarios viven en casas pequeñas, inseguras e insalubres, y logrando una mejor distribución poblacional en el espacio, etc. Tras el nacimiento de la nueva sociedad seguirán existiendo ciertas taras propias del capitalismo que los futuros productores deberán abordar.

La consecución de esta transformación no se podrá realizar si no hay una conciencia de la realidad objetiva como de las tareas apremiantes a acometer, si no se busca la cooperación social al nivel de la gran difusión de las fuerzas productivas existentes, pues no habrá posibilidad de unificar siquiera la especie en una dirección de emancipación y los conflictos se seguirán sucediendo como ocurren a día de hoy. Sin una dirección clasista, tanto en los medios y los fines a realizar, no habrá lucha alguna existente que triunfe sobre el capitalismo, pues no se lograrán acometer aquellas tareas que permitirán dar el salto productivo para hacer desaparecer las clases sociales. Tampoco se podrá hacer un uso positivo y racional de aquellas fuerzas de la naturaleza, objetivadas en la ciencia, que el ser humano ha llegado a comprender y que son clave para dejar atrás esta sociedad presente, que nos permitirá a partir de cierto momento deshacernos de las que son irrecuperables, más temprano o más tarde, para conservar de la mejor manera posible nuestro planeta para las generaciones futuras, a pesar de que el capitalismo usó estas fuerzas para poder desplegarse y asentarse como modo de producción organizado en clases, último de la historia, y que tanto afectó a los propios luditas, sus medios de vida y comunidades extintas.

La experiencia que protagonizaron los luditas es inseparable de la historia del movimiento del proletariado revolucionario, pues aseguraron los primeros aprendizajes necesarios para garantizar el desarrollo de la independencia de clase y de nuestro programa. Es solo a través de esta comprensión del ludismo como realmente podemos recuperarlo e insertarlo en nuestra memoria como clase, y no podrían estar más alejados del mismo aquellos que lo reivindican desde la academia como desde el activismo radical pequeñoburgués e interclasista que lo desvinculan de la historia del proletariado revolucionario.

 

Material recomendado

Libros:

– Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol, 2, México. Siglo XXI, 1972.

– Julius Van Daal, La cólera de Ludd. Pepitas de cabalaza ed.

– Frank E. Manuel, Kevin Robins, Frank Webster, Máquina maldita. Contribuciones para una historia del ludismo. AliKornio ediciones.

– E.P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera, Inglaterra: 1780-1832. Editorial Laia.

– Murray Bookchin, Anarquismo social o personal.

– Asa Ekengren San Andres – El neo-ludismo en los movimientos ecologistas de acción directa en los Estados Unidos

 

Artículos:

Luddism for These Ludicrous Times

Why the Luddites Matter

– Why elites” don’t care if you “fear the robot”:

– John y Paula Zerzan: ¿Quién mató a Ned Ludd? [1976]

Happy Birthday, King Ludd!

– Christian Ferrer. Los destructores de máquinas [1996]

 

Audios y vídeos:

Los amigos de Ludd

Entrevistamos a Adrián Almazán

– La Nevera Vol.29: El neo-ludismo en los movimientos ecologistas de acción directa en EEUU

 

 

 

 

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *