Matériaux Critiques – Relato de una experiencia militante
Traducimos este texto de los compañeros de Matériaux Critiques y recomendamos
acompañar su lectura junto a Algunas consideraciones sobre la cuestión sindical
En este repaso a mi trayectoria militante intento reflexionar sobre la relevancia de la herramienta sindical para los militantes de base. No me detendré en la crítica a la burocracia sindical, que es tan obvia y que ya se ha tratado extensamente, sobre todo en el texto anterior[1].
Obrero en Renault
Trabajé en la planta de Renault Flins durante 5 años, entre 1995 y 2000. Concretamente en el taller de guarnicionería. Era obrero en la cadena de montaje. Trabajé en varios puestos en la producción del Twingo. A menudo me encontraba montando puertas o la luneta trasera. Evolucionaba haciendo parte de esos obreros que repetían la misma operación 400 veces al día en turnos rotativos de 3×8. Trabajábamos en el turno de mañana/tarde o en el turno de noche.
Me contrataron justo después de que hubiera tenido lugar una importante huelga en la fábrica. Recuerdo que mi primer contacto concreto y mi primera conversación con un militante fue después de una reacción por mi parte a la inhumanidad de las condiciones de trabajo.
Una joven obrera acababa de desplomarse justo delante de mí y el jefe de unidad estaba pidiendo que la sustituyeran rápidamente sin parar la línea de montaje, sobre todo no parar la línea. Apreté el botón de la parada de emergencia de un buen puñetazo. El jefe corrió hacia mí para ponerme en mi sitio, a lo que respondí que «si alguien se cae, yo paro». Volvió a su despacho. Así, pudimos ocuparnos de la compañera antes de volver a poner en marcha la línea.
P., un militante de la CFDT, se dio cuenta de lo que había pasado y me propuso hablar después del trabajo. Quedamos en un café. Me dijo que estaba buscando obreros cabreados para que se implicaran en el sindicato. Me dijo que era interesante porque incluso antes de presentarme a las elecciones, podía conseguirme horas sindicales para empezar a militar.
Me explicó que se había afiliado a la CFDT porque estaba menos controlada políticamente y se encontraba más libre. Me explicó que el sindicato Force Ouvrière estaba directamente vinculado a la dirección y que la CGT estaba controlada por el Partido “Comunista”, que no aceptaba en absoluto elementos incontrolados. En lo que respecta a la CGT y a FO, más tarde pude comprobar la verdad de estas observaciones. En cuanto a la libertad de acción dentro de la CFDT, podréis juzgarlo en lo que sigue.
Primer encuentro con otros dos militantes, E. y D.
En aquel encuentro, recuerdo que me impresionó la personalidad de D., una fuerza de la naturaleza que demostraba tener una cultura militante impresionante. Me explicó que tenía un mandato en la CGT, pero que formaba parte de un grupo que conseguía resistir la presión de los miembros del partido “comunista”. Más tarde me enteré de que eran miembros de Lutte Ouvrière. E. también era militante de la CGT. Estos tres militantes me hicieron comprender muy rápido que no estaban necesariamente de acuerdo con su dirección sindical, pero que la herramienta sindical les permitía tener horas sindicales para poder militar en la fábrica y estar en contacto con un número importante de obreros.
Así que acepté las horas sindicales que me ofrecían y al cabo de unos meses me nombraron delegado sindical, lo que me daba acceso a 20 horas de delegación al mes.
Esta fue mi entrada en el mundo de los delegados. Fui delegado sindical durante dos años, hasta que una gran huelga puso fin a mi experiencia sindical. En efecto, las horas sindicales me permitían moverme libremente por las cadenas de montaje y hablar con los obreros de la fábrica. Es un aspecto interesante de la función, aunque el hecho de que los obreros deleguen su voz en una persona encargada de dialogar con la dirección ya plantea problemas.
También descubrí otra función de un delegado sindical: participar en diversas reuniones y en el diálogo social. Me encontré participando en reuniones con representantes de la dirección y otros delegados sobre las condiciones de trabajo y los futuros cambios en la fábrica. Lo que me sorprendió desde el principio fue la falta de conexión con las realidades de la fábrica y la aplicación de soluciones prácticas para los obreros.
Lo cierto es que me encontré con varias horas de delegación extra para participar en reuniones, además de las 20 horas que ya me habían concedido. En estas reuniones pronto me di cuenta de que se nos valoraba, se nos tenía en cuenta, se nos reconocía y se nos llamaba por nuestro apellido, si no por nuestro nombre de pila. Me di cuenta de que toda la cuestión residía ahí, en tratar de implicarnos en el diálogo social y crear un vínculo entre los delegados y la dirección. Como delegado sindical, podía asistir a cualquier instancia. Fui dos veces a la reunión mensual de delegados de personal. Tengo que admitir que con eso me bastaba. Era un auténtico tira y afloja que reunía a unos cuarenta delegados con el director de RRHH y su ayudante. En la primera reunión, me sorprendió la vehemencia de los delegados.
Algunos montaban un show espectacular, denunciando las condiciones de trabajo, el maltrato de ciertos jefes y la falta de aumentos salariales. Algunos estaban incluso al borde del insulto. Los dos miembros de la dirección se limitaban a responder con calma y serenidad. Más tarde me di cuenta de que este tipo de reuniones son representativas del diálogo social y sirven de desahogo para los delegados. Lo importante para los directivos de la Renault era que todas estas conversaciones se mantuvieran dentro de un marco legal definido y que durante las mismas no hubiera huelgas en las cadenas de montaje. Mientras los delegados eructaban, los obreros seguían produciendo. Como he dicho antes, tras dos delegaciones con mis compañeros P. y E., nos encontramos a la cabeza de un movimiento huelguístico que salía del sector de la guarnicionería.
Tras el anuncio de beneficios récord por parte de la dirección, la huelga se había desarrollado con la reivindicación de aumentos salariales, reivindicación que se transformó rápidamente, bajo el impulso de los delegados, en reivindicación de primas, lo que correspondía a la lógica empresarial. D., que trabajaba en el sector de la chapa y estaba menos implicado en la huelga, venía a aconsejarnos de vez en cuando.
P. y yo éramos miembros de la CFDT y E. y D. eran de la CGT. FO, el otro sindicato de la Renault, estaba claramente identificado como el sindicato de la patronal, y sus militantes tenían poca influencia en la huelga. Ya había adivinado que cada papel tenía su importancia para la dirección de la Renault, pero la forma en que se desarrolló la huelga no hizo sino confirmar mis intuiciones y observaciones. Un malo malísimo por un lado y dos sindicatos más respetables por el otro.
Solo los sindicatos aparentemente en oposición a la dirección podían ser capaces de controlar y canalizar esta huelga. Muy rápido conseguimos implicar a una gran parte del taller (no recuerdo las cifras), pero lo cierto es que estaba bloqueado por completo y cientos de obreros estaban en huelga. Todos los días se hacía una asamblea y los representantes sindicales acudían a hablarnos de las propuestas de la dirección. Por nuestra parte, nos habíamos negado a toda conversación con la dirección y nos mantuvimos firmes en nuestra reivindicación de un aumento salarial. Las asambleas pronto se volvieron bastante acaloradas, y la oposición se centró en la cuestión de las negociaciones. Los dirigentes sindicales (CGT y CFDT) informaban sobre los resultados de las negociaciones con la dirección, y a menudo eran abucheados cuando hablaban. FO no participaba en las asambleas. Su acción se centraba en distribuir octavillas denunciando el carácter maximalista de la huelga y subrayando el carácter limitado de nuestra acción, así como la importancia de saber negociar en el momento oportuno. Por nuestra parte, nuestras intervenciones en la asamblea se centraban en la importancia de convencer a los no huelguistas y de llevar nuestra acción a otras fábricas.
Durante las discusiones, D. nos gritaba y señalaba la importancia de formalizar un comité de huelga para no dejar la dirección de la huelga en manos de los burócratas sindicales. Nosotros le respondíamos que estábamos presentes en las reuniones, y entonces se enfadaba aún más, gritándonos que eso no era suficiente, que lo importante era tener el control del movimiento. Tenía razón, pero debido a nuestra falta de experiencia no fuimos lo suficientemente autoritarios y convincentes en esta huelga y nos apoyamos en “nuestros” dirigentes sindicales. El ejemplo de los autobuses que desarrollaré a continuación es significativo a propósito de nuestro error.
Tras una semana de huelga, durante un período de aproximadamente unas dos semanas, conseguimos imponer en la asamblea la organización de viajes en autobús para extender nuestra lucha a otras fábricas. Los sindicatos tenían ocuparse de la logística. La mañana que íbamos a salir estaban congregados para ello un centenar de huelguistas. Pero ¡no había autobús! El responsable de la CGT nos explicó que habían hecho la petición pero que aún no se la habían concedido y que tendríamos que esperar. Nunca se hubo autobuses durante la huelga. Ante esta política, nos quedamos a la espera ingenuamente y no pudimos desarrollar nuestra propia acción independiente.
Este hecho es representativo de la política del sindicato de canalizar un movimiento. En lugar de oponerse frontalmente a las acciones más reivindicativas, las desmantelan sigilosamente. Al cabo de dos semanas, la dirección ofreció una modesta prima y promesas de mejora de las condiciones de trabajo. Para nosotros esas migajas eran inaceptables. El sindicato defendía la importancia de saber poner fin a una huelga. La opinión de los obreros, que durante mucho tiempo había sido favorable a continuar la huelga, empezaba a estar muy dividida. Además, hay que decir que habíamos sido incapaces de extender la huelga.
El golpe final vino del delegado de la CFDT en Renault Boulogne Billancourt, el cargo más alto de la CFDT en la Renault. Tras las últimas propuestas de la Renault, viajó a Flins para reunirse conmigo, con P. y con otros dos compañeros de la CFDT que participaban en la huelga. Comenzó la reunión recordándonos la importancia de saber poner fin a una huelga. En la instancia nacional de la CDFT se había decidido poner fin a la huelga. Nuestra acción «maximalista» iba a dificultar el diálogo social. Es cierto que antes de la reunión, al hablar entre nosotros, ya nos dábamos cuenta de que habíamos perdido y de que teníamos que parar la huelga. Pero desde luego no era un burócrata quien iba a decidir cuándo, y mucho menos en nombre del diálogo social. Le dijimos que no le correspondía a él decidir el final de la huelga. La tensión subió de tono. Y aún más cuando empezó a reprocharnos no haber hablado lo suficiente de la CFDT durante el movimiento, no haber mostrado nuestras insignias de CFDT, no habernos presentado como militantes de la CFDT en nuestras intervenciones en las asambleas. La conversación se hizo cada vez más tensa. Al cabo de un rato, sin habernos puesto de acuerdo previamente, los cuatro nos levantamos y cada uno rompió su carnet de la CFDT, gritando que no queríamos saber nada más de ella. Se lo dijimos a nuestros compañeros, que estaban indignados por la situación. La dirección y los delegados presionaron para la vuelta al trabajo. Los delegados lucharon por defender las escasas mejoras obtenidas por la huelga. Los obreros volvieron al trabajo más por hastío del movimiento y, lo que es más grave, con un sentimiento de derrota.
Conclusión
He compartido aquí parte de mi experiencia militante para reflexionar sobre la pertinencia de mi compromiso sindical. ¿Sirvió la herramienta sindical a mi práctica militante? Después de lo que he contado, creo que la respuesta es clara: no. Al contrario, mi compromiso sindical había empezado a distanciarme de mis compañeros de la fábrica. La práctica sindical impulsaba mi vinculación a la dirección a través del diálogo social, con el objetivo de circunscribir mi actitud contestataria al sistema instaurado por la dirección.
Durante la huelga, cuando intentamos ir más allá del marco sindical, no pudimos lograr nuestros objetivos por dos razones: la falta de apoyo de los cuadros sindicales y nuestra incapacidad, la incapacidad de los obreros de tener la fuerza para autoorganizarse (también hoy en día).
Esta incapacidad se deriva del hecho de que la práctica organizativa sindical es inherente al buen funcionamiento de la fábrica, y requiere delegados sindicales en un tipo de oposición que les permita mantener el vínculo con el jefe por la buena salud de la empresa.
Enero 2022: Fj
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[1] Se refiere al texto que referenciamos al inicio de Algunas consideraciones sobre la cuestión sindical