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Chicago86: Por un Primero de Mayo rojo

Traducido por nosotros de la página de los compañeros de Chicago86

Pocos recuerdan ahora la huelga de Chicago de 1886 por la jornada laboral de ocho horas, ni la decisión de conmemorar ese momento de lucha, ni los caídos que causó entre el proletariado haber levantado la cabeza y dejar de sufrir de modo pasivo. Desde entonces el Primero de Mayo fue el símbolo de la lucha contra la burguesía, su Estado y la sociedad basada en el trabajo asalariado. Hoy, cuando la propia burguesía lo ha convertido en una parodia payasa de armonía, paz y fraternidad, sigue siendo para todo comunista un símbolo de la lucha revolucionaria del proletariado.

Volvemos a proponer estos dos viejos artículos sobre el Primero de Mayo, uno de 1950 y otro de 1954. Sólo queremos reiterar lo que representa este día de lucha, lo que se ha hecho de él y lo que debe volver a ser.

Rojo contra la tricolor1

Para las fuerzas de la democracia, el 1 de mayo se celebró el 25 de abril [día de la «liberación» italiana del fascismo que en realidad oculta el sometimiento del proletariado a la burguesía nacional antifascista, NdT]. Era necesario volver a confirmar ante todos, pero especialmente ante el proletariado, que derecha e izquierda, gobierno y oposición, se reconocen como hijos de la misma madre —la llamada guerra liberadora— y como madres de la misma hija —la democracia constitucional burguesa. Era necesario reivindicar, sobre todo a los partidos, que por el interés superior de la patria conviene llamar obreros a los «valores de la resistencia», es decir, reconocerse y ser reconocidos como las fuerzas operantes de la masacre mundial, de la reconstrucción del Estado en la variante actualizada y reforzada de sus engranajes, de la inserción de los sindicatos tradicionales en el mecanismo estatal, reivindicando el mérito de una victoria sobre los fascistas que multiplicó por mil, a escala mundial, los festejos e ignominias del fascismo, y de una paz que no es sino la continuación, con formas siempre diferentes, de la segunda matanza imperialista. Para los partidos de la izquierda burguesa, se trataba de recordar a los proletarios en vísperas del Primero de Mayo que su bandera no es roja sino tricolor, que su objetivo no es la revolución proletaria sino la reconstrucción patriótica, que sus filas no están soldadas a la tradición del marxismo sino a la continuidad de las conquistas burguesas del Risorgimento. No es casualidad que, justo antes del Primero de Mayo, Togliatti conmemorara a Giolitti: no se vuelve al Risorgimento sin reconectarse idealmente y de hecho con el ministro de los bajos fondos, con el gran corruptor del movimiento obrero, con el genial y pacífico liquidador de la ocupación de las fábricas.

Pero reconocerse y afirmarse como partidos solidarios de la democracia, volver a las raíces de su árbol ideológico para reincorporarse a la batalla mundial de la Segunda Guerra Mundial, significaba también volver a presentar detrás de la unidad de la tricolor el contraste que opone las fuerzas imperialistas de las barras y estrellas a las fuerzas imperialistas de la estrella de cinco puntas. El Primero de Mayo fue, por tanto, la reconfirmación de estas dos caras divididas y unidas de los partidos de la democracia: Primero de Mayo de la solidaridad política en nombre de la democracia y de la patria, Primero de Mayo de la preparación para la guerra imperialista; y Primero de Mayo de los planes para la recuperación de la economía nacional y de las campañas para orquestar la paz, para alistar a las masas en las legiones voluntarias de la nueva masacre. No en vano los sindicatos de los partidos de filiación norteamericana esperaban esa fecha para fusionarse en un organismo único que se opusiera al organismo único de filiación rusa. No en vano en Berlín, simbolizando la tragicomedia de la guerra y la paz liberadoras, el Primero de Mayo era celebrado por fuerzas obreras opuestas, divididas por una barricada de guerra.

Para nosotros, el Primero de Mayo no podía ser sino la contraposición violenta contra la bandera tricolor (que es una y trina, porque lleva en sí, como su realidad profunda, los colores de los dos centros mundiales del imperialismo) en nombre del rojo de las fuerzas proletarias ligadas a la continuidad de un siglo de batallas de clase. La separación, incluso física, que ha marcado a nuestros Primeros de Mayo desde hace cuatro años debía traducirse en una actitud que no se limita a ellos, sino que es la norma constante de nuestra batalla: hay en efecto una fractura que va más allá de las divisiones del Partido, porque es una fractura de clase, entre nosotros y el estalinismo, como entre nosotros y los partidos oficiales de gobierno, y es el abismo que opone desde hace un siglo al proletariado a su explotador, a su carcelero, a su capataz. Ya no se trata de volver a ganar para la batalla de clase a los organismos sindicales viciados por el oportunismo: se trata de prepararse para destruirlos como a cualquier organismo del Estado burgués. Ya no se trata de derribar el diafragma que los reformistas habían levantado entre la vanguardia revolucionaria y las masas: se trata de arrancar a los proletarios de las garras y de la prisión de los campos políticos y de guerra del imperialismo. Celebrar separados el Primero de Mayo era para nosotros volver a llamar a los proletarios a la conciencia de un abismo, invitarlos a negarse a servir de masa de maniobra, bajo cualquier pretexto, a los ejercicios tácticos y estratégicos de la contrarrevolución. Como en la Segunda Guerra Mundial, en este interludio de paz caliente o de matanza fría, nuestra consigna es la deserción de las filas de los partidos del imperialismo, la rebelión contra la movilización de la guerra que, bajo el disfraz de la paz rusa o americana, de la democracia parlamentaria o popular, de la justicia social predicada por las confederaciones de derecha y de izquierda, encauza a los proletarios hacia los frentes sangrientos del conflicto mundial. Que nuestro rechazo a marchar detrás de los partidos de la tricolor sea el NO de los proletarios a los verdugos de la derecha y de la izquierda.

Battaglia Comunista,
nº 9, 4 – 18 de mayo de 1950

Por el Primero de Mayo Rojo
Contra el Primero de Mayo tricolor

El nazismo convirtió el Primero de Mayo en una fiesta de la nación y de la raza. La democracia lo ha convertido en una fiesta de Estado, un apéndice del 25 de abril en el que todos los partidos bailan alrededor del árbol abundante del orden establecido. De ser una fiesta obrera en memoria de los trabajadores caídos en la guerra de clases y una reunión de fuerzas empeñadas en el derrocamiento de un régimen que chorrea sangre por todas partes, el Primero de Mayo rojo ha pasado a ser una pacífica celebración de la colaboración interclasista bajo la bandera de la tricolor.

Sin embargo, nunca como este año han aparecido trastocados los términos tradicionales de la fijación de un día que, para nosotros, sólo tiene valor en la medida en que expresa y condensa una experiencia internacional de lucha. Dejando de lado a los sindicatos que participan en la celebración por deber, la máxima organización obrera, la CGIL, está más comprometida que nunca con la ejecución de un plan de propaganda explícitamente dirigido a rescatar la economía nacional de la crisis. La versión más actualizada del oportunismo ha «descubierto» que la industria nacional es nuestra, y que los intereses proletarios se defienden asegurando a los accionistas un flujo constante de sus beneficios. Después de haber abrazado el nacionalismo más desenfrenado y las palabras más manidas de defensa de la «patria contra el extranjero», ha descubierto un nuevo… internacionalismo, el de los comerciantes, y anuncia una era de paz basada en la conquista pacífica de los mercados del Este (que proclama socialista) por industriales y comerciantes honrados. Ha recogido, siguiendo las enseñanzas de Stalin, la bandera caída de las ideologías burguesas de la «personalidad humana», la Constitución, el derecho, la democracia, la igualdad de todos los ciudadanos y la solidaridad nacional. Incluso a nivel de reivindicaciones, lo que Marx llamaba la reivindicación revolucionaria de «¡Abolición del asalariado!» ha sido sustituida por una versión aún peor de la consigna conservadora «¡Salario justo por jornada de trabajo justa!», convirtiéndola en «¡Máxima productividad por salario justo!». Mercaderes de la política y alcahuetes de la ideología, adoran la mercancía como único Dios. Su Primero de Mayo es el Primero de Mayo de los industriales.

Mientras tanto, en esta democracia construida por ellos sobre los escombros de una guerra a la que dieron una justificación ideológica y para la que movilizaron las mejores energías obreras, la situación social desmiente todas las consignas en las que está implantada la propaganda oficial de las organizaciones políticas y sindicales, organizaciones que, explotando un pasado glorioso, reúnen a la mayoría de los proletarios bajo sus banderas. La ley de hierro de la economía capitalista es implacable: en la mordedura de la crisis, se suceden los despidos y los cierres patronales, las horas de trabajo de los asalariados se reducen, el paro se desboca a un ritmo que las laboriosas y grotescas maniobras de taponamiento y cautela del gobierno no consiguen seguir. En el plano internacional, mientras los mercaderes se dedican a forjar nuevas relaciones comerciales, los proletarios son enviados al matadero en los teatros de guerra coloniales. La colaboración de clases es en realidad una lucha de clases unidireccional: en el sentido del capitalismo contra su encadenado enemigo hereditario.

Si en este ambiente de celebración tiene sentido que conmemoremos el Primero de Mayo, es precisamente para reafirmar el carácter perenne de la lucha de clases y la inevitabilidad de que, a pesar del trabajo de los bomberos a sueldo de la clase dominante, la lucha de clases vuelva a estallar en los ejércitos unidos del proletariado revolucionario: no para la defensa de la patria tricolor y de la industria nacional, sino para el asalto a estos santuarios de la servidumbre del trabajo.

Programma Comunista
nº 9, 30 de abril – 13 de mayo de 1954

 

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1 Se refiere a la bandera italiana (NdT)

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