Economía bajo cero: pasado, presente y futuro
Comenzamos la publicación de una serie de artículos sobre actualidad económica. A pesar de que el estudio de la actualidad es aquel que corresponde al tiempo presente, como grupo, creemos firmemente que no es posible explicar la realidad que presenciamos sin tener en cuenta toda una serie de factores que nos han traído hasta aquí. Todo análisis de lo inmediato debe estar necesariamente unido a una reflexión del pasado y el futuro como componentes de un mismo hilo histórico. De esta manera, este primer texto que inicia el análisis de la actualidad económica constituirá el germen del que broten las diferentes raíces que representan las distintas manifestaciones actuales de la coyuntura económica.
¿De dónde venimos?
Es innegable que internacionalmente estamos viviendo uno de los momentos más complejos a nivel económico de la historia reciente. Asimismo, es indudable que el detonante del estallido de la crisis que estamos viviendo es el coronavirus. Sin embargo, como ya hemos explicado, esta no es la crisis del virus, es la crisis del capital.
El capitalismo es un sistema productivo que necesita crecer de forma ilimitada para mantenerse con vida. Este crecimiento continuado se logra a través de la repetición necesaria de los ciclos de acumulación. Una economía parada o ralentizada, es una economía destinada a fracasar. Por otro lado, el sustento del que se nutre el capitalismo para lograr la repetición de estos ciclos es la plusvalía que se obtiene a través de la producción de bienes y servicios, y la mercantilización de los mismos. Es un sistema, por tanto, que se alimenta de la producción real. En los años 70, el proceso de valorización entra en crisis, y queda al descubierto un sistema que ya no es capaz de dinamizar el sistema económico a partir de la producción real. Tenemos, por tanto, un sistema cuyo objetivo es su propio crecimiento, cuyo sustento deriva de la producción real, y que, sin embargo, no es capaz de nutrirse lo suficiente a partir de la producción real como para garantizar su reproducción.
Esta encrucijada expresa una de las contradicciones fundamentales del capitalismo: el capital se nutre de la producción real pero cada vez está más desligado de ella. Por esta razón hablamos de un sistema que está agotado, porque vivimos en una crisis que es inherente a la propia dinámica del sistema, y por tanto irresoluble. En este contexto de agotamiento, el capital ficticio, va a jugar un papel fundamental para ser el respirador que mantenga con vida a un sistema agotado en sí mismo. El crecimiento a través de burbujas, de la deuda pública, depósitos bancarios, u otros mecanismos relacionados con la financiarización y con la desmesurada cantidad de dinero sin valor, son claros ejemplos de este cambio de paradigma.
Es por este motivo por el que afirmamos que el capitalismo es un sistema que se asemeja cada vez más a un cuerpo que carece de vida en su interior, y que, solo asistido artificialmente a través de mecanismos, como el capital ficticio, es capaz de dinamizar los ciclos de acumulación. Porque, aunque es evidente que el capitalismo no ha sido superado, sí se encuentra en una suerte de muerte clínica en la medida en la que se trata de un sistema que se agota, de un sistema que no posee capacidad de crecimiento a través de su base: la producción real.
¿Dónde estamos?
Estamos muy lejos de poder hablar de las consecuencias económicas de la pandemia como algo que pertenece al pasado. Desde que el virus comenzó a propagarse globalmente, muchos se empeñan en afirmar que la recuperación va a ser tan fácil y rápida que podría parecer magia, primero sosteniendo que la crisis tendría forma de V, y más tarde, sustituyéndola por una W. Como si la subida fuera a ser tan natural e inmediata como la bajada.
Sin duda hay muchos elementos que reflejan la singularidad de la situación económica actual, pero uno de ellos es el estado de suspensión en el que se halla la economía mundial. La economía global se encuentra en una suerte de stand by, de pause en el que la nueva normalidad no permite que la economía crezca lo que el capital requiere para lograr su reproducción. Tenemos un sistema productivo que, como hemos explicado, está en plena fase de declive, que encuentra serios obstáculos para extraer de la producción real el jugo necesario para lograr expandirse, pero es que, además, la coyuntura actual eleva esos obstáculos al máximo al detener la actividad productiva. Si antes comparábamos la situación histórica que vive el capital con un cuerpo en estado de muerte clínica, el momento actual que vivimos se podría interpretar como si ese mismo cuerpo muerto hubiera sido criogenizado, congelado a la espera de que la tormenta pase, con la esperanza de que, al apagar la cámara de refrigeración, el muerto reviva. Este ha sido el ánimo que ha guiado a los Estados alrededor de todo el mundo a insuflar aire a las empresas en forma de créditos empresariales, ERTEs, avales de préstamos, y otros mecanismos que se traducen en un espectacular aumento de la deuda pública mundial.
En una economía que cada vez esta más desconectada de su base real y en la que el capital ficticio adquiere un papel cada vez más protagonista, las expectativas juegan un papel fundamental. Lo que no es posible ganar en un presente a través de la economía productiva, se confía a un futuro, disfrazando expectativas a todas luces inciertas, de certezas. Al igual que en las burbujas en las que se produce un aumento de los precios de determinados activos con respecto a su valor real, fruto del aumento de las expectativas, este tipo de mecanismos que emplea el Estado, solo consiguen posponer la certificación de la muerte de un cuerpo clínicamente muerto, que ya no es capaz de vivir por sí mismo.
¿A dónde vamos?
Esta pandemia nos demuestra de nuevo que el capitalismo es incapaz de resolver las crisis que surgen, y que solo puede posponerlas. La única salida que podemos esperar de este sistema es la huida hacia delante en forma de deuda pública y privada, y el aumento del capital ficticio. Nada de esto nos sorprende, pues como reflejó Marx en el Manifiesto del Partido Comunista la burguesía intenta superar las crisis “preparando crisis más extensas y más violentas, y disminuyendo los medios para prevenirlas”.
Ni sabemos, ni pretendemos vaticinar cuándo estallará la próxima crisis, o cuál será el detonante. Lo que sí podemos afirmar es que al no ser posible resolver las contradicciones que viene acumulando el capital, los nuevos agujeros a los que se están poniendo parches, se unen a los anteriores, por tanto, es perceptible que la próxima crisis que estalle, será elevada a una escala superior. No sabemos qué nos depararán los próximos años, pero sí sabemos que lo único que podemos esperar de un sistema que se agota, es que cuánto más agoniza, más violencia ejerce contra nuestra clase, por este motivo, nuestra única alternativa es la lucha.