Nikolai Bujarin: del internacionalismo al socialismo en un solo país
Una crítica al ABC del comunismo
Introducción
Bujarin dentro del bolchevismo fue un personaje peculiar. Dotado de una gran capacidad teórica y de un carácter bonachón y algo infantil, fue un dirigente del ala izquierda internacionalista durante numerosos años y después fue un teórico del socialismo en un solo país que Stalin utilizaría para la intensa acumulación de capital que vivió Rusia desde finales de los años 20 del siglo pasado. En este texto cuyo primer boceto fue escrito hace ya algunos años, pretendemos explicar dicho giro a partir de la lectura de uno de sus textos más importantes: El ABC del comunismo, escrito con Eugeni Preobajensky.
Como decíamos, la primera militancia de Bujarin se caracteriza por su capacidad teórica y por ser, junto a Eugenia Bosch y a Georgi Piatakov, el líder del ala izquierda bolchevique que pretende llevar hasta sus últimas consecuencias algunas posiciones revolucionarias, rompiendo para ello con la socialdemocracia de la II Internacional. Indicamos brevemente algunas de estas posiciones: la crítica al nacionalismo y a la defensa del derecho a la autodeterminación que mantenía Lenin, una crítica al uso de las consignas democráticas y a la utilización del parlamentarismo por medio de la participación en la Duma que defendía la mayoría bolchevique, la necesidad de destruir el Estado burgués en el proceso revolucionario y sustituirlo por un Estado no-Estado como corazón de la dictadura del proletariado. Todas estas posiciones fueron duramente criticadas por Lenin, que acusabaa Bujarin de tendencias anarquizantes. Y, sin embargo, a lo largo de 1916 y 1917 fue haciendo suyas sus concepciones en relación al Estado y al imperialismo como un elemento de ruptura de los bolcheviques con la II Internacional y la defensa de unas posiciones intransigentes que les conducirán a la defensa del derrotismo revolucionario en la Gran Guerra y al asalto revolucionario durante el año 1917 y los diez días que estremecieron al mundo en octubre.
Bujarin, junto a otros líderes de la izquierda comunista rusa, se opondrá a la paz de Brest Litovsk y a las primeras medidas económicas del gobierno bolchevique. Para ello editarán la revista Kommunist y estarán a punto de fracturar el Partido Bolchevique. Uno de los elementos característicos a nivel programático de Bujarin era su comprensión de que el comunismo es una sociedad sin mercancía, dinero y Estado. Ese motivo de fuerza será, sin embargo, una de sus debilidades de modo paradójico . La voluntad de implementar el comunismo de modo concreto en Rusia, a pesar de su claridad internacionalista inicial compartida por otros miembros destacados de la izquierda comunista rusa como Piatakov, le llevará finalmente a ser el teórico del socialismo en un solo país, cuyo frío ejecutor será Stalin.
Programa de los comunistas
En mayo de 1918 redactará el Programa de los comunistas (bolcheviques). Ahí sostenía que el comunismo es un plan centralizado de distribución gratuita de bienes a través de la abolición gradual del dinero. Pero identificaba dicha distribución con una gigantesca cooperativa de trabajo, siguiendo con ello una perspectiva gestionista ya presente en las críticas previas de la izquierda comunista rusa y que tendrá graves consecuencias para su evolución futura.
Como complemento y explicación al Programa se redactó El abc del comunismo. Éste fue pasado de mano en mano, cientos de miles de veces, en el momento en que se publicó por primera vez en numerosos idiomas. Su éxito se debió a la época en que fue publicado, en 1920 aunque fue escrito en 1919: a menos de dos años del inicio de la Revolución de Octubre, una enorme esperanza sacudía Europa de Finlandia a España, desde el Piamonte proletario a Budapest, Viena o Múnich. La revolución hablaba numerosos idiomas y se extendía más allá de Europa, importantes experiencias de huelgas de masas y soviets recorrieron la costa oeste de Estados Unidos (Seattle) o el mismo Brasil (de Sao Paolo a Rio).
Esta premisa quizá ayude a entender la emoción y la certeza que recorren las páginas de ese texto… Una época en que parecía que el asalto a los cielos de la emancipación se tocaba con los dedos.
El abc del comunismo fue escrito por dos importantes dirigentes bolcheviques, Nikolai Bujarin y Eugeni Preobajensky. Y, como decíamos más arriba, acompañó al programa del Partido Bolchevique, que fue aprobado en el VIII Congreso del Partido Comunista Ruso para sustituir al programa del II Congreso, que fue aprobado conjuntamente por bolcheviques y mencheviques. Desde entonces muchas cosas habían sucedido. El nuevo programa de 1919 había sido redactado por Nikolai Bujarin igual que otro importante texto de ese mismo año, La Plataforma del Congreso de Fundación de la Internacional Comunista. En realidad El abc del comunismo es un texto ágil y fluido cuya misión era acompañar de un modo explicativo al programa y al mismo tiempo convertirse en un texto propagandístico de los fundamentos del comunismo internacional de matriz bolchevique. Preobajensky escribirá las partes menos conocidas del programa (que de hecho en la mayoría de las ediciones posteriores desaparecerán) por ser las más “prácticas”, en relación a las cuestiones militares, de educación, acerca de la justicia, de la religión o la vivienda… Mientras, Bujarin se encargará de redactar las partes teóricas del programa. No casualmente, como dijo Lenin de él en su testamento, se trataba «del teórico más valioso del partido».
¿Cuál es el abc del comunismo?
1919 es todavía un año de ascenso de la oleada revolucionaria. El bienio rosso italiano (1919 y 1920) está en su corazón decisivo. La revolución húngara acaba de ser derrotada al igual que la república de los consejos de Baviera, pero aún viviremos sobresaltos decisivos en Alemania hasta 1923.
La estructura de temas que articula el abc es muy significativa. Nos indica por una parte qué es el capitalismo y cuáles son sus tendencias endógenas y por otra parte cómo subvertir dichas tendencias a través de la definición programática del comunismo por medio de la dictadura del proletariado.
La tendencia a la decadencia del capitalismo
Bujarin nos explica que el capitalismo tiende inevitablemente a la concentración y centralización de capitales en pocas manos, y que dicha concentración implica el dominio del capital financiero sobre el resto de fracciones del capital. Dicha concentración y centralización se encuentra animada por la competitividad y anarquía que son consustanciales al capitalismo. Es esta una tendencia que explica el militarismo y el imperialismo reinante, expresado en la reciente I Guerra Mundial. Por una parte existe una lucha por el reparto mundial de los mercados. Por otro existe una tendencia (y esto será una aportación novedosa e importante de Bujarin) al capitalismo de Estado, es decir a la intervención centralizada del Estado en la economía privada. Desde este punto de vista la estatalización de la economía no tiene nada de positivo ni mucho menos de socialista. En realidad la lectura que hace Bujarin del capitalismo y del imperialismo (había publicado en 1915 su importante trabajo La economía mundial y el imperialismo) es deudora de las concepciones de Rudolf Hilferding del capital financiero y del trabajo de Lenin sobre el imperialismo. Se trata de lecturas en buena medida fenomenológicas, o sea, que describen cual es la tendencia del capitalismo y de su expansión imperialista en los hechos, pero con una dificultad de comprensión teórica más profunda acerca de cuáles son las tendencias subyacentes a partir de la propia dinámica interna del capital. Desde este punto de vista el trabajo de Rosa Luxemburgo, La acumulación del capital, con toda la polémica que generó en su día, es indudablemente muy superior por cómo explica la tendencia a la expansión del capital por la necesidad de absorber y subsumir mercados extracapitalistas y por las dificultades, combinadas, que generaba un mundo puramente capitalista ya sea por las dificultades de realización de plusvalor como por la agudización de la tendencia a la caída de la tasa de beneficio.
En este sentido la obra de Bujarin peca de una lectura demasiado fenomenológica de las tendencias del capitalismo. La concepción de la decadencia del capitalismo la compartía también Rosa Luxemburgo, como hemos indicado, aunque daba de esta una explicación más poderosa desde un punto de vista teórico. Para Bujarin por el contrario, ya sea en su trabajo ya mencionado sobre el imperialismo que en un texto escrito un año más tarde, Economía del período de transición, la decadencia del capitalismo no es una fase histórica sino un acontecimiento ya en curso e irreversible. Decadencia es sinónimo de derrumbe. En algunos casos el derrumbe es acompañado por la disyuntiva socialismo o barbarie, pero en la mayoría de los casos el triunfo del comunismo parece irreversible. Obviamente, cuando el capitalismo demuestre a partir de 1922 y 1923 que su derrumbe no es inmediato esto implicará importantes consecuencias programáticas en el III y IV Congreso de la Internacional Comunista, pero como vemos había un error previo en el considerar sinónimos la decadencia y el derrumbe inmediato y en una lectura fenomenológica de la dinámica del capital.
En cualquier caso, la misma interpretación de la dinámica del capitalismo en términos de ascenso y decadencia del capitalismo es rechazable. Sobreentiende que hay dos capitalismos diferentes. Un capitalismo progresista que las organizaciones proletarias deberían apoyar en sus desarrollos positivos y otro decadente que cambiaría la naturaleza del programa revolucionario. Los sindicatos, el parlamentarismo y la cuestión nacional serían elementos positivos en la época de ascenso del capital pero no en su período de decadencia. De este modo se oculta el carácter invariante de la naturaleza del capital que analizó Marx y del mismo modo queda soslayado el programa invariante del comunismo como movimiento real.
El comunismo y la dictadura del proletariado
El desarrollo del capitalismo conduce inevitablemente a la revolución y al comunismo. La idea de la dictadura del proletariado está demasiado asociada a la práctica contingente de los bolcheviques en el poder, es decir, a los problemas que progresivamente y a partir de 1918 llevarían a un proceso de subsunción del partido al Estado, con el consiguiente agotamiento y destrucción de los soviets (véase al respecto la terrible represión sangrienta de Kronstadt) que condujo finalmente a la contrarrevolución. En El abc del comunismo (a diferencia de otros textos previos como El Estado y la revolución) existe ya una legitimación de una violencia que ejerce el Estado contra el propio proletariado y una justificación de que el fin justifica los medios, unos medios a veces terribles, porque el proletariado es la única clase que lucha por una humanidad emancipada. Con respecto a esta debacle bolchevique (en la práctica y justificada teóricamente) eran interesantes las reflexiones programáticas de crítica al terror y acerca de la diferenciación entre revolución burguesa y revolución proletaria que llevo a cabo Rosa Luxemburgo en su Programa de la Liga Espartaco. Aunque en el caso de Rosa Luxemburgo es aún muy marcado una cierta perspectiva democrática que obstaculiza el valor de su crítica. Es decir, el problema no es la violencia del proletariado en lucha ni el papel dirigente del partido en el proceso de dictadura del proletariado: dirigente en el sentido de luchar por la perspectiva comunista al que conduce la lucha del proletariado. En este sentido sí son mucho más importantes las críticas que llevará a cabo la izquierda comunista de Italia en el texto escrito por Vercesi en la revista Bilan: «Partido, Internacional y Estado». Son importantes tanto por cómo individualiza en el proceso internacional el elemento central de la perspectiva revolucionaria del proletariado, como por la manera en que rechaza la violencia dentro del propio medio proletario.
Con todo creemos que existen elementos fundamentales en la reflexión de Bujarin y de este texto que son decisivos en su día. Al mismo tiempo, tienen una enorme actualidad para los difíciles e interesantes tiempos que nos ha tocado vivir.
- Bujarin desarrolla un esbozo, insuficientemente desarrollado sobre todo en otras obras, del comunismo como una sociedad antimercantil, una sociedad en la que sólo habrá «simples seres humanos, camaradas». Sin clases ni Estado. Visto las dificultades que el movimiento socialista ha tenido posteriormente de entender la raíz antimercantil y antiestatalista del comunismo creemos que estas páginas exigen más de una reflexión. Y, sin embargo, ese elemento central será decisivo en la degeneración de Bujarin. La dictadura del proletariado vive inevitablemente rodeada de un medio mercantil y capitalista. La mercancía no es una realidad social subjetiva que se puede derrumbar por la mera voluntad como creen los comunizadores del presente. Solo la revolución mundial crea las premisas para la superación y extinción del Estado, el mercado y el dinero. En este sentido, el inmediatismo en la perspectiva de Bujarin le conducirá primero al comunismo de guerra (un contrasentido que no tenía nada de comunismo, como ya indicó Bilan) y después a la defensa del socialismo en un solo país que tomará prestado Stalin.
- La revolución proletaria exige la destrucción del Estado, «el deber del proletariado es destruirlo y para nada defenderlo». En esto el pensamiento de Bujarin (Hacia una teoría del Estado imperialista será escrito en 1916) convergerá con el de Pannekoek e influenciará decisivamente al Lenin del Estado y la revolución. Alguna reflexión se puede conceder a esos escritos a la luz de los probables espejismos efusivamente buscados en el presente por medio del asalto a las instituciones.
- Igualmente son interesantes sus reflexiones sobre las alianzas con otras clases no explotadoras a partir de la lucha por el fin, es decir, el comunismo. Las alianzas no son entonces un fin en sí mismo sino un medio que se inscribe en un fin. Obviamente se trata de otro tema de candente actualidad.
¿Quién era Bujarin?
Como ya hemos dicho, se trataba de uno de los principales teóricos del partido bolchevique que empezó su andadura en la extrema izquierda del bolchevismo, para ser precisos en el grupo Baugy, junto a otros exiliados bolcheviques en Suiza como Piatakov. El grupo Baugy se caracterizó por sus posiciones luxemburguistas en relación a la cuestión nacional (en contra del derecho de las naciones a la autodeterminación que defendía por el contrario Lenin) o por sus posiciones semianarquistas sobre el Estado, como las caracterizó Lenin. Posteriormente y al inicio de la revolución rusa encabezará con otros camaradas izquierdistas de su tendencia (junto a otros neobolcheviques como Radek) la revista Kommunist, que sintetizará las posiciones contrarias a la paz de Brest Litovsk y a favor de la guerra revolucionaria a toda costa. Y, sin embargo, ¿qué paso para que el dirigente de la izquierda del bolchevismo llegase a ser finalmente el teórico del socialismo en un solo país, el redactor de la constitución estalinista de 1936, que con una sorna monstruosa se llamaba «la más democrática del mundo»? ¿Por qué el defensor del comunismo de guerra y de la abolición del dinero y el intercambio mercantil fue el principal defensor de la NEP?
Las respuestas no son sencillas ni fáciles. De todas maneras, sería oportuno tratar de dar una explicación no económica. En realidad el problema no era la NEP y la solución no era una infausta acumulación originaria de tipo “socialista”, como sostuvieron Trotsky y el otro redactor de El abc, Preobajensky (como demostró el mismo Stalin en 1929 al copiar el programa económico de la oposición de izquierdas). Habría que proporcionar explicaciones políticas para vislumbrar cómo la contrarrevolución se fue adueñando de un partido y de unos revolucionarios que se identificaron con el Moloch estatal. Cuando Bujarin se convierta en el teórico del socialismo en un solo país su responsabilidad será tremendamente negativa. Y su destino trágico, igual que la revolución que ayudó a crear, víctima de la máquina totalitaria que engrasó teórica y prácticamente. Se acabó convirtiendo en una personalidad totalmente atenazada por el sufrimiento en los años 30, consciente del la monstruosidad del régimen de Stalin, como le confesó en París a Nikolaievsky, unexiliado menchevique y destacado biógrafo de Marx, y al mismo tiempo impotente frente a él, como explicaban los recuerdos del mismo Nikolaievsky o las actas del Politburó que condenaron a Bujarin a esos juicios farsas de Moscú, y que sin embargo bendijo buena parte de la intelectualidad progresista mundial. En esos juicios, antes de confesar definitivamente, con su joven esposa Larissa como rehén deStalin, Bujarin por lo menos explicó que confesaba igual que confesaban los herejes ante la Santa Inquisición.
Bujarin antes de morir asesinado por la monstruosa máquina estalinista (a la que no era ajeno en absoluto) escribió una Carta a las generaciones futuras del PCUS. Ya es significativo a quién se dirige: no al proletariado internacional, sino a su organización formal, lo que viene a ser otro límite de su dependencia de la máquina que ayudó a tejer. Pero en cualquier caso la Carta a las generaciones futuras nos ayuda para concluir esta breve introducción y dar la palabra a El abc del comunismo. Y es que muchas de las reflexiones de esta generación internacional de revolucionarios (en sus aciertos y en sus errores) son imprescindibles para los tiempos presentes: discusiones acerca del Estado, sobre su transformación o destrucción, sobre la relación entre organización partidaria, autoorganización social y poder político, sobre la decadencia del capitalismo, etc. Conocer, debatir, ubicarse en estas discusiones es un deber para todo revolucionario, más aún cuando no todos de entre los compañeros de Bujarin acabaron como él, víctima y verdugo de la máquina inquisitorial, y pensamos no sólo en la oposición de izquierdas trotskysta sino en comunistas de izquierda que acompañaron al primer Bujarin, como el grupo Centralismo Democrático de Vladimir Smirnov y Sapronov o el Grupo Obrero de Miasnikov. En definitiva, un espíritu que es lo contrario de la manía posmoderna de creación ex nihilo, que en su orgulloso narcisismo se retrata a sí misma. Y la ignorancia nunca ha ayudado a nadie. Mucho menos a quienes aspiramos a una sociedad donde «no haya sino simples seres humanos, camaradas».