Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española (VII): Conclusión y balance
También en alemán
Esta última sesión de nuestra serie sobre las luchas del proletariado en la región española está enfocada a extraer las lecciones programáticas más importantes. Presentamos estas lecciones sintetizadas en tesis; Muchas ya se habían mencionado en las series anteriores pero hemos considerado necesario volver a resaltarlas para incidir sobre ellas y darles la importancia que merecen. Aclaramos que estas lecciones no parten de la cabeza de ningún genio, son aprendizajes que el proletariado saca de su lucha y este aprendizaje es fundamental e imprescindible de cara a afrontar las luchas que vienen y que ya se están dando. Una de las debilidades que arrastramos como clase, es la dificultad para unir las luchas actuales con las del proletariado en el pasado, condenándonos así, a caer en un presente continuo, a caer en errores y mistificaciones una y otra vez. Como todas las lecciones programáticas, estas tesis apuntan al comunismo, son una modesta contribución a la emancipación humana.
I
Cualquier estudio o análisis de cualquier lucha proletaria tiene que partir de manera ineludible de la situación internacional en la que esta se encuentra. En este caso todo el proceso revolucionario acontecido en la región española viene condicionado por la derrota de la oleada mundial, que tuvo sus ejemplos más claros en Alemania y Rusia (1917-1923) pero que cuenta con otros casos que dieron por todo el globo. El fracaso de esta oleada y su posterior represión supuso la aniquilación física del movimiento revolucionario que quedó reducido a pequeña minorías habitualmente aisladas unas de otras. Este “corte” en el movimiento no se dio en la región española, lo que explica en gran medida que el proletariado experimentase un ascenso de luchas a contracorriente del contexto internacional. Es esto lo que explica lo específico de este proceso revolucionario.
II
El ascenso de luchas del proletariado dentro del estado español fue experimentando un crecimiento y ascenso casi desde principios del siglo XX. Las luchas contra la guerra de Marruecos, la llamada semana “trágica, la huelga de la canadiense así como las diversas luchas contra la miseria, la explotación y la violencia inhumana de la burguesía, habían tenido un efecto plasmado en el creciente asociacionismo, solidaridad y autonomía por parte de los proletarios respecto a sus objetivos, así como iba ganando capacidad organizativa para defender sus intereses. Ningún régimen, liberal o conservador era capaz de frenar esta fuerza, que no reconocía como suyo ninguno de los bandos burgueses. La llegada de la dictadura de Primo Rivera precisamente se impone para intentar aplacar este impulso revolucionario que hacía tambalear al estado que no tuvo más remedio que incrementar más si cabe su fuerza represiva.
III
Dada la importancia histórica que llega a nuestros días, es importante hacer algunas reflexiones sobre la huelga de la canadiense que trascienden a esta lucha concreta. El aplastamiento de esta lucha vino acompañado del establecimiento legal de las famosas cuarenta y ocho horas de trabajo (en 8 horas de trabajo diario a lo largo de 6 hora semanales). A día de hoy se sigue vendiendo esto como uno de los mayores triunfos de la clase obrera, cuando en realidad supuso una división legal –es decir, impuesta por el estado- entre los objetivos inmediatos e históricos del movimiento. Obviamente es mejor trabajar ocho horas al día que trabajar doce, pero el problema es que aceptando la regulación estatal se neutralizaba la solidaridad y la potencia revolucionaria que había obligado a la burguesía a emplearse a fondo. El efecto de esto se vio claramente cuando el Gobierno se negó a cumplir el acuerdo de liberar a todos los presos, la huelga posterior que llevó a cabo la CNT se hizo en condiciones mucho más desfavorables y fue un fracaso: la integración y absorción del movimiento por parte del estado posibilita siempre la represión de las partes del mismo que quedan fuera de él. Esta separación entre objetivos históricos e inmediatos del proletariado a través de su reconocimiento legal es una de las armas que utiliza siempre la burguesía para descomponer al proletariado como clase.
IV
Las duras condiciones impuestas por el gobierno de Primo de Rivera, que había obligado a muchos compañeros a exiliarse, no logró estabilizar la situación para la burguesía que seguía viéndose desbordada. Es en este contexto que llega la II República, régimen anunciado a bombo y platillo por la burguesía, sobre todo a través de la socialdemocracia como partido de la contrarrevolución. La II República llega cargado de un peso ideológico muy fuerte, como la solución a un país supuestamente aún inmerso en relaciones de producción propias del feudalismo. Esta es la típica visión ideológica de la socialdemocracia, según la cual, serían necesarias las tareas de modernización de las relaciones de producción para poder avanzar hacia el “socialismo” y lo que ellos llaman justicia social. Este tipo de posiciones ignoran lo que realmente son las relaciones de producción capitalistas, y por tanto, ignoran que el estado español ya era de hecho una nación moderna-capitalista cuya producción estaba regida por la mercancía y la imposición del trabajo asalariado, así como hacía parte del mercado mundial como una nación más. Que se modernizase este o aquel sector, o que se propusiesen la modificación de algunas infraestructuras no invalida que el principal objetivo con la llegada de la II República fuese mistificar y neutralizar las luchas del proletariado que estaban siendo imposibles de calmar por los distintos gobiernos propuestos por la burguesía.
Que todo esto no era más que estúpida ideología burguesa se vio rápidamente, como siempre, a la luz de los enormes conflictos entre burguesía y proletariado que tuvieron lugar desde el comienzo de la llegada de la II República. Estos primeros años estuvieron marcados por un ascenso de las luchas con sus correspondientes aplastamientos. Podemos hablar principalmente de las luchas del Alto Llobregat, la matanza de las trabajadoras de Arnedo o el asesinato de los compañeros de Casas Viejas ordenado por Manuel Azaña (1933). La culminación de este ascenso de luchas tiene lugar en Asturias en Octubre de 1934.
De todo este periodo es importante destacar la capacidad de organización y centralización de las luchas del proletariado, sobre todo a través de los comités de defensa. Hay todo un mito acerca de la espontaneidad de las luchas, pero lo cierto es que si estas luchas fueron ganando en importancia fue justamente por la mejora y aprendizaje en cuanto a la capacidad de organización de la clase se refiere y la habilidad de los comités de defensa de centralizar y coordinar los distintos grupos de acción del conjunto de la clase.
V
Antes de hablar de Octubre del 34 es importante hablar de la polarización que había sufrido la burguesía y que sirvió para dividir al proletariado entre dos bandos. Por un lado, la izquierda del capital a través de la socialdemocracia liderada por el PSOE y por su supuesta ala más radical encabezada por Largo Caballero, que había respondido a la radicalización del proletariado con un discurso mucho más agresivo, mistificador y directo, que consiguió hacer de tapón a esta radicalización promoviendo una falsa unidad para combatir a la derecha que se materializó con la formación de las Alianzas Obreras.
Por otro lado, la derecha del capital que era acusada de Fascista por la aparición de la CEDA. Ya hemos visto en otros textos que la CEDA no compartía ninguna de las características típicas del fascismo pero es que además se opuso públicamente a este.
Esta tensión ascendente entre distintas fracciones de la burguesía era resultado de un aumento de la conflictividad social que estaba siendo canalizada. Se trataba, por tanto, de un falso conflicto que servía en última instancia para mantener el orden y encuadrar al proletariado dentro de esta lucha interburguesa. De este modo la tensión se mantiene pero el todo no revienta.
VI
El levantamiento del proletariado en Asturias supuso un salto cualitativo en cuanto a la práctica y el contenido respecto a las luchas que se venían sucediendo. El proletariado, aunque de forma reducida y con límites, consiguió plantear el problema de la dictadura del proletariado, imponiendo una organización de la producción para la satisfacción de las necesidades humanas (incluidas las necesidades de armamento para el combate) al tiempo que se quemaba el dinero de manera decidida en varias partes de la región. Obviamente la quema de dinero per se no acaba con el capitalismo como relación social, ya que el dinero es una manifestación que va implícita en dicha relación social, pero hay que insistir que en este caso esto fue acompañado de una puesta en cuestión de la producción capitalista y su dictadura del valor como pilar fundamental a destruir.
Es importante resaltar que el levantamiento de Octubre no fue un levantamiento que ocurrió solo en Asturias, sino que se dio en las principales ciudades del estado español. El aislamiento que sufrió la insurrección en Asturias fue ocasionado por la paralización de las fuerzas revolucionarias por la socialdemocracia sobre todo el Bilbao y Asturias. En Barcelona esta división y paralización fue promovida por el nacionalismo catalán y su reaccionario líder Companys. En este sentido es importante destacar el papel negativo que jugó la CNT como parte de la socialdemocracia. Si bien esta organización apoyo la insurrección en Asturias, no lo hizo en el resto del estado colaborando así en el aplastamiento del propio levantamiento en Asturias. Un ejemplo ilustrativo de esto es el hecho de que al no apoyar la huelga del ferrocarril en todo el estado, el armamento del ejército destinado a apagar la revuelta en Asturias pudiese llegar a la región sin mayores problemas.
La represión tras Octubre del 34 fue de una violencia indescriptible por la parte de la burguesía. En este sentido fue muy importante la labor del General Franco y otros militares como Mola a la hora de defender la legalidad republicana. Es fundamental retener esto, Franco no era un agente del fascismo, sino que en este caso fue el ejecutor que terminó lo que la izquierda no había conseguido al no ser capaz de contener al proletariado salvando así la república.
VII
La polarización entre los diferentes bandos de la burguesía continuaba, más aún después de lo sucedido meses Asturias en el 34. Esta polarización llega a un punto muy importante con la victoria en las elecciones del frente popular en Febrero de 1936. El FP no era sino una agrupación burguesa con aspiraciones interclasistas formada por PSOE,PCE, Partido Sindicalista , POUM , Izquierda Republicana y Unión Republicana, para combatir, supuestamente, a la amenaza fascista. Aunque CNT no formó parte del FP tampoco llamo a la abstención de sus militantes, colaborando así de forma implícita en la victoria electoral del FP. El ascenso de todas estas organizaciones significaba el encuadramiento del proletariado en ellas y la palpable derrota y descomposición como clase.
VIII
Las jornadas de Julio de 1936. El FP se había mostrado incapaz de estabilizar y pacificar el clima de tensión social, por tanto la burguesía venía urdiendo un relevo en el poder a favor de los sectores de derecha representados por los Franco, Mola etc…De hecho el propio Franco ya había advertido previamente a Casares Quiroga-presidente de la República en aquellos momentos- de todo el plan que los generales tenían establecido para este cambio de poder. Pese a todo, este cambio de cromos no pudo hacerse de forma natural por lo que los generales del ejército decidieron dar un golpe de estado el 19 de Julio que fue parado por los obreros de forma autónoma. Queremos insistir en que este ataque en forma de golpe de estado no fue un ataque del fascismo, sino del capitalismo en su conjunto. Si fue posible detener este ataque fue justo porque los obreros ocuparon su posición específica de clase contra el capital en sus diversas formas, no fue una respuesta antifascista a una agresión de los militares.
IX
La paralización del golpe provoco un debilitamiento de la burguesía al completo que se vio superada por el conflicto de clase. Los obreros luego del 19 de Julio, respondieron con huelgas y luchas específicas de clase llevando la lucha a su expresión típica de clase. Lamentablemente, esta pérdida de fuerza y de poder que había sufrido la burguesía no fue acompañada por organizaciones de clase que orientasen la correlación de fuerzas favorable en esos momentos contra el estado capitalista. Es decir, los obreros de manera instintiva se habían posicionado en el terreno específico de clase el 19 de Julio, pero este instinto no fue suficiente, faltó claridad y determinación respecto a los objetivos del movimiento. Esta falta de claridad es la que hace necesario el trabajo militante, para orientar la lucha revolucionaria y la insurrección. Esta orientación de la que hablamos no tiene nada que ver con la concepción socialdemócrata según la cual los “comunistas”, poseedores de la conciencia, inyectan su sabiduría y marcan el camino al proletariado. Esta concepción leninista del partido -que ya fue criticada en la primera sesión del debate- cree que los revolucionarios son una cosa y el proletariado otra, cayendo en un voluntarismo respecto a la lucha. Para ellos el partido nunca es el producto de la clase sino que se trata de una herramienta que en las manos justas puede cambiar la historia. Por eso reivindicamos el rol que llevaron a cabo los compañeros de Bilan, que entendían que el partido es un producto de los movimientos telúricos de la clase y que solo desde ahí se puede convertir el partido en un factor de la historia. De esta manera se entiende la unidad profunda entre clase y partido (la organización del proletariado en clase y por lo tanto en partido como decían Marx y Engels en El Manifiesto). Es a partir de esta noción que los compañeros de Bilan van a entender que en general se vivía una época contrarrevolucionaria y que en España la reacción proletaria del 19 de julio será rápidamente encauzada hacia una guerra imperialista, con dos bandos burgueses en combate.
X
Entonces, podemos decir, que la falta de un programa claro de clase, provoco que el proletariado fuese fácilmente conducido a reconstruir el estado burgués que había conseguido poner en jaque el 19 de Julio. Nos gustaría ser rotundos en este sentido: al capital y al estado, sino se les destruye, se les deja vía libre para su reconstrucción. Así se entiende, por tanto, que la efervescencia y la autonomía inicial del levantamiento se agotasen rapidamente en sí misma y los obreros quedasen atrapados en la red de todas las organizaciones burguesas aglutinadas en el frente popular, CNT incluida. La cristalización más palpable de esta derrota fue la formación de las milicias antifascistas como órganos de colaboración entre clases antagonistas. Aquí reside toda la verdad esencial sobre la trampa del antifascismo que no es sino una ideología burguesa para la cual es necesario que el proletariado olvide sus objetivos específicos de clase para que combata contra el mal absoluto encarnado supuestamente en el fascismo, quedando así descompuesto como clase y convertido en un simple engranaje de uno de los bandos burgueses en disputa.
XI
Al abandonar el proletariado su autonomía de clase, la guerra de clases se convirtió en una guerra imperialista en la que el proletariado solo podía ser carne de cañón de la misma. Afirmamos que no se puede hablar de “hacer la revolución y la guerra al mismo tiempo”. Es decir, que una vez s eha integrado al movimiento en la maquinaria de guerra burguesa, la revolució muere. Todos los debates acerca de si el ejército mal llamado revolucionario, debía estar liderado por milicias o “desde abajo”, por brigadistas venidos de todas las partes del mundo o por fotogénicas milicianas son estériles. Lo esencial es la correlación de fuerzas, reconocer el tipo de guerra que se está luchando. El conflicto bélico interbugues siempre tiene como objetivo aplastar y neutralizar al proletariado como clase, por eso, entre las democracias y el fascismo, no hay que elegir, sino hacer el boicot por igual a ambos frentes. Esta práctica conocida como “derrotismo revolucionario” es la única salida revolucionaria en cuanto un conflicto semejante ocurre. Fueron muy pocos los compañeros que rechazaron por igual tanto el fascismo como el antifascismo, destacamos en este sentido a los compañeros de BILAN como la expresión de clase más clara pese a su aislamiento provocado por la contrarrevolución.
XII
Por analogía podemos entender mejor el “fenómeno” de las famosas colectividades. Al quedar paralizada la burguesía después del 19 de julio, la economía había quedado fuera de control. Pero una vez recuperado el poder tras la integración del proletariado, lo que habían sido ocupaciones y toma de fábricas se convirtieron en centros de producción para alimentar la guerra y para la reorganización del estado y del capital. Las colectividades, con CNT al mando en colaboración con la Generalitat primero y con el gobierno de la república después, organizaron las necesidades del capital del momento. La mistificación del “control obrero” o de la autogestión no son sino mentiras de la socialdemocracia que queda atrapada en las formas. No importa lo que los participantes digan de sus propias luchas, ni de las formas que estas puedan tomar, lo esencial, como decíamos con el tema de la guerra, es el contenido de las relaciones sociales que se están reproduciendo y las colectividades, en tanto que constituían unidades separadas de producción, no pusieron en cuestión la teoría del valor ni sirvieron, por añadidura, a tocar ninguno de los pilares fundamentales del capital.
XIII
La derrota del proletariado obliga a debatir sobre la importancia de la dictadura del proletariado como necesidad material. Hemos visto que el proletariado o lucha como clase o queda presa de intereses ajenos. Es por esto, que la única vía para acabar con el capitalismo es imponer una fuerza de clase centralizada contra el capital y el estado siendo la extensión de las luchas a nivel internacional una parte esencial de revolución La concepción de dictadura que estamos vindicando nada tiene que ver con la noción heredada del bolchevismo, según la cual, se trataría de tomar el poder para poder manejar el estado contra la burguesía y el capital. El estado no es un mero instrumento de la clase dominante, un ente separado de las relaciones de producción capitalistas, sino que las organiza y las reproduce inevitablemente, con independencia de la voluntad de aquellos que creen tener el poder. Así todos aquellos que han creído usar el estado contra el capital, han acabado reproduciéndolo, sin ninguna excepción.
En el caso de la región española, esta crítica del estado como exterioridad es más pertinente aplicada al anarquismo teniendo en cuenta lo ocurrido con las colectividades. Los defensores de la autogestión, el confederalismo y la colectivización ven al estado como mal absoluto a erradicar y como un ente puramente exterior que parasita a las relaciones económicas “normales”. Por tanto si el estado, en apariencia, ha desaparecido, queda vía libre para el ejercicio de una economía basado en comunas confederadas. Lo que desconocen los partidarios de este tipo de posiciones, es que esas comunas no son sino unidades de producción separadas que son organizadas por el estado para reproducir las relaciones sociales capitalistas.
La dictadura del proletariado no hace esta separación entre economía y política, sino que como fuerza de clase centralizada a nivel internacional, se organiza para destruir el estado al tiempo que trastoca de arriba abajo todos los pilares del capitalismo como relación social, organizando la producción para satisfacer las necesidades humanas de forma directa. La dictadura del proletariado tiende a imponer su fuerza contra la dictadura y a abolir la separación que posibilita existencia del estado moderno-capitalista. No hablamos aquí por lo tanto de un semiestado, sino de un “antiestado” impuesto por la clase para la destrucción a nivel mundial de las relaciones capitalistas.
Obviamente este proceso no se lleva de un día para otro y necesitaría tiempo para poder ir acabando con el capitalismo y la dictadura del valor. Ahora bien, esto no significa que se deba esperar hasta el infinito para empezar a establecer otro tipo de relaciones y de formas de satisfacción de necesidades humanas, todo lo contrario: el proceso de la revolución social tiene que contener en sí mismo todas las características de esa revolución social, negando el patriarcado, cuestionando la forma en la que nos comunicamos, aprendemos, cuidamos nuestra salud etc…. Es decir, es necesario no separar la dictadura del proletariado con la transformación de la vida cotidiana, ya que acabar con el capitalismo no implica cambiar a una burguesía por otra o un cambio de gestión de lo existente, sino finalmente, poner en cuestión como nos relacionamos entre nosotras y con la naturaleza.
Es importante resaltar que la dictadura del proletariado no es la autoafirmación del proletariado como clase. Es justo lo contrario. La lucha del proletariado tiene como objetivo acabar con su condición de clase explotada, de autonegarse suprimiendo todas las separaciones que lo constituyen como clase, permitiendo de este modo la posibilidad de la comunidad humana a escala mundial.
XIV
El levantamiento proletario de mayo de 1937 puso en evidencia la verdad de lo que venía ocurriendo desde los días posteriores al 19 de Julio del 36. El intento por parte del PSUC y ERC de tomar la central telefónica en Barcelona fue una provocación para acabar con uno de los últimos reductos donde el proletariado aún resistía. Esto provocó una respuesta inmediata de los trabajadores que consiguieron desbordar en horas a todas las organizaciones donde estaban encuadrados. La respuesta de todas las organizaciones socialdemócratas se produjo al unísono como en julio del año anterior: CNT, POUM, PSOE, PSUC, UGT y el gobierno de la Generalitat unieron sus fuerzas para intentar machacar al proletariado en armas. Mayo no fue una guerra civil entre los anarquistas y los estalinistas, fue un acontecimiento que marcó una vez más la línea divisoria entre revolución y contrarevolución. En realidad Mayo fue una reacción puramente defensiva del proletariado en una situación de derrota casi total.
De nuevo tenemos que hablar de la falta de dirección del proletariado en estos momentos clave, ya que los obreros consiguieron poner en jaque a toda la burguesía catalana en muy poco tiempo, pero la falta de determinación y las rupturas incompletas de las minorías revolucionarias con sus organizaciones satélite, hicieron que las consignas de vuelta al trabajo y de dejar la armas, anunciadas sobre todo por CNT y PSUC tuvieran efecto y el levantamiento fuese derrotado a los pocos días.
Es importante entender que esta falta de dirección es inseparable de la confianza que el proletariado había puesto en CNT como parte de la socialdemocracia y que limitó la capacidad de decisión del movimiento a la hora de actuar en contra de las consignas pacificadoras que Garcia Oliver había lanzado en medio de la batalla.
XV
Si empezábamos estas notas de balance aludiendo a la situación internacional, es preciso terminarlas de la misma manera. Ya habíamos dicho que todo el proceso de luchas en la región española venía marcado por el aislamiento respecto a la oleada internacional en torno a 1917, por lo que el triunfo de la revolución en España era prácticamente imposible. El destino de las luchas del proletariado en cualquier región depende de forma inevitable de las luchas de sus hermanas y hermanos de clase en el resto del mundo. Esto no invalida, ni mucho menos, todas las ricas lecciones que hemos ido extrayendo de este periodo histórico pero es importante recordar que todas las luchas que quedan aisladas acaban muriendo. Mayo del 37 fue, de hecho, el último del levantamiento de esa oleada internacional y dio paso al inicio de la llamada II Guerra Mundial donde el proletariado iba a ser masacrado haciendo de carne de cañón en esta guerra imperialista. Se cerraba un ciclo de revoluciones y vendría otro muy oscuro de contrarrevolución, donde el movimiento revolucionario quedaría aislado en el mejor de los caso, cuando no perseguido y torturado. Al calor de las huelgas y luchas de 1968 el proletariado volvería aparecer de nuevo como clase revolucionaria abriendo un nuevo ciclo.