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Arco histórico Serie: Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española Teoría

Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española (VI)

También en alemán

Hacia Mayo de 1937

 

Entrado ya el año 1937 las consecuencias de la derrota del proletariado eran cada vez más evidente. La polarización de la guerra interburguesa seguía transformando, cada vez con más fuerza, la guerra de clases en guerra imperialista. En el bando republicano la reconstrucción del Estado había sido llevada a cabo de forma eficiente por todas las fuerzas de la izquierda, sobre todo a través del PSOE, PCE, CNT, POUM y demás satélites, reunidas bajo la bandera del antifascismo y el Frente Popular.

La nefasta y machacona proclama de apoyar el mal menor para combatir al fascismo, había conseguido arrinconar a las fuerzas revolucionarias de tal forma que, Barcelona y otras regiones de Cataluña, era donde permanecía más vivo el recuerdo de las Jornadas de julio, respecto a todo el espectáculo contrarrevolucionario que venía sucediéndose después de Julio de 1936. Por todo esto, la burguesía puso todo su interés y energía  en acabar con este último reducto proletario con constantes provocaciones y ataques.

No obstante, pese a toda esta situación desfavorable, la evidencia palpable de que lo que estaba ocurriendo no tenía nada de revolucionario, dio lugar a un clima de tensión y oposición que se vio cristalizada en la formación de minorías revolucionarias como Los Amigos de Durruti en marzo del 37 o con las distintas posiciones adoptadas durante los hechos de Mayo por la Sección Bolchevique-Leninista de Munis que en ese momento se ubicaba en una expresión de izquierdas del trostkismo. De las minorías revolucionarias hablaremos más adelante, pero es importante retener que pese a la atmosfera cada vez más desfavorable, surgían resistencias y avances en posiciones programáticas   en medio de la lucha que fueron y son muy importantes.

La situación de polarización interburguesa dentro del estado español era un reflejo de la tensa situación internacional que ya dejaba entrever el conflicto que vendría más adelante con la llamada II Guerra Mundial. Por un lado, Italia y Alemania y por otro Francia y Rusia (la URSS y Francia desde 1936, con el Pacto Laval-Stalin) e Inglaterra más tarde, teóricamente enfrentadas pero unidas para aplastar al proletariado como enemigo común.  A este respecto, queremos insistir en la relación de complicidad entre las potencias democráticas y el estalinismo ruso. Se suele decir presentar a Stalin como alguien mucho más sanguinario frente a las moderadas  Francia e Inglaterra. Nada que ver. El estalinismo era más bien el pit bull, el ejecutor de las democracias que operaban en España a través del PCE Y PSUC como representantes de la URSS.

Además, hay otro mito que tiene que ver con el supuesto miedo a que el conflicto en la región española provocase una intervención extranjera. Decimos que es un mito, porque está intervención existió desde el principio. Tanto el proletariado como la burguesía son clases internacionales por lo que la intervención internacional se dio desde el momento que la burguesía española se vio amenazada. La solidaridad de clase actúa en ambas direcciones.

Los hechos de Mayo

En Barcelona seguía latiendo un doble impulso. Por un lado, era la ciudad donde la resistencia a la reconstrucción del Estado burgués era mayor, pero, además, era el lugar donde se acumulaba toda la tensión. Los obreros de la zona, que habían sido víctimas de numerosas provocaciones, como asesinato del anarquista Antonio Martín en abril de ese mismo año, sabían de forma instintiva que la situación iba a estallar de un momento a otro. Tal era la tensión que ya el 1 de Mayo se habían anulado cualquier manifestación y celebración propias de la fecha.

La provocación que hizo saltar el resorte tuvo lugar el día 3 de Mayo. Rodríguez Salas, comisario general de orden público y miembro del PSUC se presentó con  tres  furgones de guardias de asalto armados  con una orden del consejero del interior en la central  telefónica, centro estratégico tomado íntegramente por los proletarios en armas. Rodríguez Salas pidió a los trabajadores que tomaban la central que se desarmasen y cediesen a su mando el edificio. Esta provocación acabó con la poca paciencia que les quedaba a los trabajadores que respondieron disparando a los guardias de asalto y desencadenando un estallido insurreccional casi de forma inmediata por toda ciudad: si el ataque se la central se había producido a las 15.00, a las 19.00 ya había barricadas por las principales zonas de Barcelona.

Esta rápida y eficaz respuesta de los obreros había pillado totalmente desprevenida a la burguesía que había quedado desbordada por los acontecimientos, CNT incluida. La Mayoría de los centros de poder de la ciudad habían sido tomados en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de esto, Rodríguez y el PSUC al completo siguieron en su empeño de tomar la telefónica.

El día 4 toda Barcelona era tomada por los obreros. Mientras tanto la CNT y la FAI a lo suyo, pidiendo por radio el cese de la lucha para que el gobierno de la Generalidad pudiese tomar el control del conflicto  pesé a que Companys y Tarradellas no estaban dispuestos a pactar nada con ningún delegado cenetista, les interesaba más forzar una intervención armada para provocar la intervención del gobierno de Valencia al que ya se había solicitado 1500 guardias de asalto. Ese mismo día los ministros cenetistas llegaban a Barcelona para pactar la capitulación y tenía lugar uno de los episodios que más repulsión despertó en los trabajadores: García Oliver emitió un discurso radiofónico en el que pedía a los obreros explícitamente  el alto el fuego. Los obreros  rápido le calificaron de “judas”, algunos compañeros disparaban a la radio…No podían creer que estuvieran recibiendo ese tipo de órdenes de alguien que creían compañero

Ante este descontento Los Amigos de Durruti deciden impulsar la lucha contra las directrices de CNT. Ese mismo día esta pequeña organización se reúne con miembros destacados del POUM (Andreu Nin, Gorkin entre otros) donde examinaron la situación y llegaron a la conclusión unánime que dado que la CNT y la FAI no iban a la insurrección había que realizar una retirada ordenada intentar para así impedir una represión sangrienta. Es decir, se pedía un imposible, por un lado el alto el fuego a los obreros y por otro una respuesta no represiva por parte de la burguesía. Al día siguiente, el 5 de mayo, Los Amigos de Durruti repartieron su famosa octavilla donde pedían una junta revolucionaria y el fusilamiento de los culpables. Declaraciones que en realidad estaban supeditadas a la posición que tomara la dirección cenetista.

Ante este estado de cosas Los Amigos de Durruti en la noche del 4 al 5 decidieron elaborar una polémica octavilla clarificando lo ocurrido, defendiendo las posiciones revolucionarias y atacando duramente a los miembros de la dirección de CNT.

El día 5 se pide, desde el gobierno y CNT, más intensamente  el alto el fuego. El gobierno de la Generalitat dimite en pleno mientras que el gobierno de Valencia se hace cargo del Orden Público y de la dirección de la guerra en Cataluña. La burguesía había enviado primero a miembros de la FAI para calmar la situación al tiempo que planeaba el envío de tropas al puerto de Barcelona.

La lucha continuaba en las barricadas, la octavilla elaborada la noche anterior era repartida y celebrada por los obreros (algún compañero llegó a morir en el propio reparto). La CNT en seguida calificó de fascista este llamamiento a continuar el combate provocando confusión y desmoralizando a los insurrectos. La Sección Bolchevique Leninista también reparte una octavilla en las barricadas.

Durante ese día se producen varias reuniones entre Los Amigos de Durruti y  otras minorías revolucionarias como eran la célula 72 de POUM dirigida por Josep Rebull o la sección Bolchevique-Leninista. Ninguna de estas reuniones fructificó

El día 6 la CNT y UGT sacaban un comunicado conjunto pidiendo la vuelta al trabajo y a la normalidad. CNT declara ese mismo día una tregua, pidiendo a los insurrectos que depusieran  las armas. Se exigió la vuelta al trabajo y se permitió   la entrada de 6000 hombres de la Guardia de Asalto. La tregua solo fue parcial, ya que mientras muchos obreros dejaban de disparar ante la petición de lo que consideraban una organización “propia”, al mismo tiempo eran tiroteados y extorsionados  en las barricadas  por los estalinistas del PSUC, una vez desarmados. Este terror era acompañado con nuevas difamaciones -difundidas principalmente por Solidaridad Obrera- contra las organizaciones que impulsaban el combate tachándolos de fascistas y llamando por enésima vez al orden. Esta campaña de difamación no se ceñía exclusivamente a Cataluña, la CNT en Madrid también cargaba duramente contra los revolucionarios.

Este cúmulo de factores hicieron que finalmente los obreros de la central claudicaran y entregasen las armas, lo que supuso una pérdida importantísima de una posición estratégica que debilitaría la resistencia en otros lugares de la ciudad (los obreros ya no podían confiar en el teléfono).

Poco a poco las tropas del gobierno tomarían control de Barcelona e irían avanzando por el resto de Cataluña, García Oliver pidió a los obreros que recibiesen a estos “compañeros” del gobierno con los brazos abiertos y de forma pacífica al tiempo que estos provocaban decenas de muertos en Reus, Tarragona o Tortosa. La CNT terminó por neutralizar el último intento de continuar la lucha que impulsaban, de nuevos, Los Amigos de Durruti con los Bolchevique-Leninistas.

El día 7 las barricadas se vaciaban de revolucionarios pero las del PSUC, CNT y gobierno continuaron en pie victoriosas. Los Bolcheviques-Leninistas intentaron, no obstante, llegar a algún tipo de acuerdo con Los Amigos de Durruti pero ya era inútil. La represión de los obreros se multiplicaba de una forma atroz con fusilamientos, cárcel, torturas… Marianet, Secretario de la Regional Catalana, y Federica Montseny acordaron prohibir, con su cinismo habitual, los entierros públicos de compañeros para evitar disturbios.

Como siempre ocurre, la derrota del levantamiento revolucionario fue seguido de una represión sanguinaria. De sobra son conocidas las maniobras asesinas del PSUC  con sus checas y campos de exterminio donde era apilados y masacrados aquellos que habían osado levantarse en armas contra el orden burgués. Esta represión estalinista se fraguó al calor de los procesos de Moscú con resonancia internacional, no eran algo exclusivo de la región española. Pero sí el estalinismo tuvo un papel especial en todo este horror, tenemos que insistir en su papel de ejecutor de un plan que incluye además a la CNT  y a las naciones democráticas. No solo el nazismo y el estalinismo construyeron campos de concentración; Recordemos por ejemplo los campos de concentración franceses de Le Vernet o Septfonds donde se encarceló y humilló hasta límites insospechados a los refugiados españoles  que huían desesperados. El mito del asilo democrático es otra mistificación grotesca.

Algunas notas de balance

El significado de lo ocurrido en Mayo es de una relevancia enorme, que llega hasta nuestros días. Las luchas durante estos cuatro días y su posterior represión inhumana, habían sido una revelación explícita de todo el proceso contrarrevolucionario que venía sucediendo  en la región española. El proletariado, en Mayo, se habría  enfrentado desnudo y reducido a sus fuerzas cada vez más escasas, a todas las variantes de la contrarrevolución agrupadas bajo la bandera del antifascismo. CNT, el estalinismo a través del PSUC, PSOE y UGT. Diferenciamos el papel del POUM por su centrismo y subalternidad a la CNT que le harán adoptar un papel contrarrevolucionarias, pero no comparable al del PSUC, PSOE y UGT. Organizaciones que, aunque habiendo actuado de forma diferente contra su potencial enterrador, fueron – como ya hemos dicho – una muestra a las claras de lo representaba desde un primer momento el colaboracionismo de clase. Si había alguna duda sobre todo lo que significada el antifascismo, las jornadas de Mayo las despejaban brutalmente. La verdad última del capitalismo aparece en forma de conflicto violento entre dos clases. En ningún caso se puede decir que se tratase de una “guerra civil interna” entre anarquistas y comunistas como es habitual escuchar.

Se suele decir que los hechos de acabamos de contar, serían una muestra más de la vida del proletariado que estaría llevando a cabo una revolución desde que los obreros fueron capaces de parar el golpe de Franco. Nuestro colectivo parte de una visión muy diferente. Los hechos de Mayo solo se explican comprendiendo retrospectivamente lo que ya hemos repetido varias veces: que la pérdida de la autonomía del proletariado al aceptar el colaboracionismo de clase en nombre del antifascismo, había dejado vía libre a todo el proceso de contrarrevolucionario ya descrito. Por tanto, lo que sucede en Mayo se entiende  como un momento revolucionario en un clima general de derrota y que el levantamiento de Barcelona, representaba una ruptura temporal con una correlación de fuerzas desfavorable.

Como siempre, todas las tentativas revolucionarias e insurreccionales hay que comprenderlas desde un punto de vista internacionalista, teniendo en cuenta  el contexto mundial de las diferentes luchas del proletariado como clase mundial. Ya hemos señalado  que todo el proceso revolucionario en la región española venía precedido de la derrota de la oleada mundial que había estallado alrededor de 1917. Lo ocurrido en Mayo, por tanto, trasciende no solo a Barcelona sino también a España y se considera el último impulso del proletariado de combatir de forma radical el capital antes de ser convertirse en carne de cañón en la II Guerra Mundial.

Es decir, el clima de derrota que venía imponiéndose en España, es mucho más grave si se observa  el clima  internacional. Por esto hay que admitir que era realmente difícil, sino imposible, para el proletariado, poder revertir la correlación de fuerzas. Es necesario, no obstante, aclarar que pese a esta dificultad, todas las  lecciones extraídas de Mayo del 37 son de plena vigencia y  por ello la importancia de afirmar y recordar, no solo lo ocurrido, sino a los miles de compañeras y compañeros que dieron sus vidas  de forma heroica durante estos días.

La primera de las lecciones y la más importante es sobre el antifascismo, ya hemos hablado profundamente sobre esto y no creemos que sea necesario extenderse más. Pero además, Mayo del 37 nos aclara la necesidad del proletariado de imponer su dictadura frente a la del capital. En estos momentos  decisivos no hay término medio, o se aplasta  a la burguesía o esta se recompone para imponerse. Hay que subrayar esto porque durante las jornadas de Mayo, la superioridad frente a la burguesía era enorme  en la ciudad de Barcelona y a pesar de eso, las vacilaciones y dudas permitieron a las organizaciones contrarrevolucionarias de izquierda, accionar y generar confusión pasa así  liquidar a las fuerzas revolucionarias. O dictadura del proletariado o dictadura del capital, no hay más.

Después de todo el proceso de luchas en la región española, la contrarrevolución terminaba de imponer su dominio y el mundo se sumiría en un clima horrible de guerras, miseria y represión quedando reducido todo el movimiento radical a pequeñas minorías muy separadas las unas de las otras. Con todo, el proletariado volvería a ser capaz de levantarse a nivel mundial al calor de las huelgas de Mayo del 68 demostrando de nuevo que la última palabra no estaba dicha por el capital.

Semillas de futuro en el presente: las minorías revolucionarias

Conocer las posiciones de aquellos que apostaron por llevar la lucha en las barricadas de mayo hasta sus últimas consecuencias es una responsabilidad programática de nuestra clase. Conocer y sacar lecciones de aquellos que apostaron por la revolución hasta el final y buscaron enfrentarse al estado, ya sea este republicano o franquista, es crucial para afirmarnos en las posiciones del partido histórico del proletariado.

La crispación del proletariado en Barcelona en mayo explotó, la gota que colmó el vaso fue el asalto del edificio de la Telefónica por los perros de la Guardia de asalto a las órdenes del estalinista de Rodríguez Salas, pero el vaso llevaba llenándose mucho tiempo. La CNT se había convertido en un aparato de Estado más interesada en la política de Valencia que en la revolución, las colectividades y las fábricas autogestionadas habían traído más horas de trabajo y menor salario, la supuesta guerra popular ya no podía esconder su carácter de guerra entre dos facciones de la burguesía, la persecución estalinista cada vez era más feroz y descarada, etc. El hambre era la reina de Barcelona, aquella gobernada por los partidos obreros que servilmente servían al capital y a la burguesía republicana.

En esta situación algunos grupos destacaron por su claridad y por sus rupturas, aunque no suficientes en la mayoría de los casos, minorías de revolucionarios que pusieron su anhelo de romper con este mundo por delante de la responsabilidad de Estado y la fría estrategia militar para ganar la guerra al fascismo. Los incontrolados como los llaman los voceros de la intelectualidad socialdemócrata de ahora y del momento.

Entre aquellos grupos que consideramos como minorías revolucionarias hay uno en especial que destaca por encima del resto por su claridad: Bilan. Lo que diferencia este grupo –  que formaba parte de la Fracción de la Izquierda Comunista italiana en Francia – es que fue a partir de un balance realizado durante los años 30 de la oleada revolucionaria mundial extrajeron una serie de posiciones que luego aplicaran en el análisis que hacen de la revolución española. Con esto queremos decir que no será del calor del combate entre clases durante el 36 y el 37 que rompan con ciertas posiciones socialdemócratas mantenidas hasta el momento, sino a partir del balance de la oleada de luchas de la década de los 20.

En una posición de aislamiento, en un contexto internacional que pedía armas para España, Bilan las pedía para el proletariado para luchar contra la burguesía fascista o antifascista. A diferencia de todos aquellos revolucionarios que participaron en las jornadas de Mayo del 37, Bilan situaba ya en las jornadas de Julio el fracaso de la revolución. No era una cuestión de nombre propios o derivas burocráticas de tal o cual organización antaño revolucionaria, se trataba de las decisiones tomadas en las Jornadas de Julio. Para los compañeros italianos los días 19 y 20 de julio fueron el momento en el que se pudo tener todo, pero se tiró por la borda. Como bien explican, la contrarrevolución no siempre viene de los aparatos clásicos de la burguesía, también de aquellos que se dicen representantes del proletariado.

Lo que la amenaza es la independencia de la lucha proletaria que condiciona la otra etapa revolucionaria hacia la abolición de la dominación burguesa. Por consiguiente, el capitalismo debe rehacer la malla de su control sobre los explotados. Los hilos de esa malla que antes eran la magistratura, la policía, las prisiones, se transforman, en la situación extrema de Barcelona, en los Comités de Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros gerentes de los sectores esenciales de la economía, etc.

La alianza interclasista que sostendrá y levantará casi de sus cenizas el Estado republicano incapaz de contener las aspiraciones del proletariado por los medios clásicos de represión, tendrá la ideología antifascista como pegamento. Es en la crítica al antifascismo donde los compañeros de Bilan nos han dejado la mejor aportación sobre los hechos de España. El antifascismo oculta el antagonismo entre el proletariado y la burguesía y lo traslada una falsa oposición entre dos facciones de la burguesía de las que nuestra clase se convertirá en carne de cañón. En el caso español serán la burguesía republicana en la que caben desde la CNT hasta Azaña contra Franco. Pero no hay que dejarse engañar bajo falsos radicalismo, al final el heroico Durruti y la consigna de hacer la revolución y la guerra al fascismo a la vez estaba defendiendo la misma burguesía de la que formaba parte Azaña. No hay revolución posible, no hay esperanza posible para el proletariado bajo el paraguas de la burguesía sea esta democrática o fascista. Fue en defensa del antifascismo que la CNT vio como una oportunidad tener ministros, fue en defensa del antifascismo que la CNT y el POUM miraban hacia otro lado mientras estalinistas en Barcelona asesinaban y encerraban en checas a revolucionarios, fue en defensa del antifascismo que el proletario aceptó trabajar más por menos salarios, etc. El antifascismo fue el virus que expandió la contrarrevolución. Inapreciable en Julio pero que se convirtió en una losa difícilmente de aguantar en mayo de 1937.

Otro elemento en el que Bilan tuvo una claridad especial fue en el tema del ejército y la guerra. El alabado ejército de milicias mandadas por las organizaciones obreras y, en el caso de las anarquistas, sin jerarquías ni con la clásica estructura de mando militar. No se trata de la forma en la que se estructuraba ese “nuevo ejército”. Fueron las milicias las que hicieron el trabajo sucio de la burguesía al aceptar luchar en defensa de un Estado en el que, eso sí, ondeaba la bandera roja o rojinegra. Allí donde los franquistas no triunfaron, la izquierda como agente diligente del capital se encargó de mantener al proletariado encerrado en su cerril. La directriz revolucionaria no es escoger el mal menor, democracia frente a fascismo, es el derrotismo revolucionario. Volver a dibujar la frontera de clase y apuntar los fusiles a la burguesía. Está posición que tan bien recogieron los compañeros italianos del balance de lo que supuso la masacre imperialista, mal llamada Primera Guerra Mundial, es esencial. Toda guerra o es un conflicto de clase o es una guerra imperialista, ya sea llamada popular o de liberación, puesto que todo conflicto interburgués es en esencia imperialista. En el caso de España la obviedad salta a la vista ya que fue el laboratorio de pruebas de lo que luego fue la 2 Guerra Mundial. Esa tan celebrada masacre hecha en nombre de la democracia y contra el fascismo. Ante todo esto, Bilan se mantendrá en la única posición revolucionaria posible, el derrotismo revolucionario.

Los frentes militares no podían sino cavar la tumba de los trabajadores porque representan los frentes de la guerra del capitalismo contra el proletariado. Contra esa guerra, los proletarios españoles, al igual que sus hermanos rusos que les dieron el ejemplo de 1917, sólo podían replicar desarrollando el derrotismo revolucionario en los dos campos de la burguesía; el republicano y el «fascista». Transformando la guerra imperialista en guerra civil con la finalidad de lograr la destrucción total del Estado burgués.

Por otro lado, hubo toda una serie de grupos que pese a no romper con ciertas concepciones socialdemócratas (véase el sindicalismo), pero que mantuvieron posiciones revolucionarias durante las jornadas de mayo del 37 y que denunciarían con vehemencia la contrarrevolución dentro de sus organizaciones como fueron Los Amigos de Durruti, la Sección Bolchevique-Leninista o la Célula 72 de Josep Rebull. Aunque con sus claras limitaciones y no llegando a tener la claridad que poseía Bilan, es importante poner en valor las rupturas y críticas de estos grupos por la significación política e histórica que siguen teniendo hoy en día. Es por eso que, aunque en diferente grado, los consideramos como minorías revolucionarias. Aquellos que no solo estaban atrapados en la foto del presente, sino que llevaban consigo el futuro en sus actos.

Uno de estos grupos fue Los Amigos de Durruti formada en marzo de 1937 por milicianos contrarios a la militarización de las milicias que decidieron volver a Barcelona con las armas antes que entregarlas al gobierno republicano. Hasta las jornadas de mayo del 37 está agrupación al interior de la CNT organizó mítines y diferentes acciones y publicó un periódico llamado el Amigo del pueblo. Durante el asalto proletario de mayo tuvieron un papel destacado llamando a fusilar a los dirigentes cenetistas que pedían la retirada de las barricadas. Las octavillas repartidas con sus posiciones y el balance que los mismos hicieron de lo sucedido vio la luz en un folleto que llamaron Hacia una nueva revolución a finales de 1937. Texto que tuvo que salir clandestinamente debido a la caza de revolucionarios dirigida por la República y los estalinistas.

La agrupación en su balance de las jornadas de julio llega a conclusiones de suma importancia para el ámbito anarquista de la CNT que fueron principalmente dos: la ausencia de un programa revolucionaria en la CNT y que las revoluciones son siempre totalitarias porque afectan a la totalidad de la realidad social. Ante la obvia pregunta de por qué los dirigentes de la CNT cedieron el poder el 19 de julio, ellos responden tajantemente que fue por la ausencia de un programa revolucionario.

La C.N.T. estaba huérfana de teoría revolucionaria. No teníamos un programa correcto. No sabíamos hacia dónde íbamos. Mucho lirismo pero, en resumen de cuentas, no supimos que hacer con aquellas masas enormes de trabajadores; no supimos dar plasticidad a aquel oleaje popular que se volcaba en nuestras organizaciones y, por no saber que hacer, entregamos la revolución en bandeja a la burguesía y a los marxistas, que mantuvieron la farsa de antaño y, lo que es mucho peor, se ha dado margen a que la burguesía volviera a rehacerse y actuase en plan de vencedora.

No solo estaba huérfana de teoría revolucionaria, sino que actuó como una organización socialdemócrata más y, como tal, aceptó la colaboración de clases y tuvo un papel esencial en la redificación de un Estado republicano en ruinas. Y fue de estos hechos que dedujeron que las revoluciones son totalitarias.

Aunque los Amigos de Durruti claramente no rompieron con muchas posiciones socialdemócratas como pudo ser la del sindicato como organizador de la economía o la idea de un “ejército revolucionario”; idea imposible dentro de un conflicto interburgués. Y ante otros problemas como la ausencia de dirección de la revolución que planteó la CNT y llevo a la claudicación en la práctica, la Agrupación proponía la creación de una Junta Revolucionaria que dirigiese los asuntos de la guerra y ejerciese el poder. Hay que valorarlos, no ciertamente por su cualidad programática, sino por la capacidad que tuvieron esta minoría de ser capaz de criticar públicamente la contrarrevolución evidente a los ojos del proletariado y hacer balance de las jornadas de Julio como una revolución inconclusa (con todos los límites de ver en julio una revolución inconclusa y no una derrota del proletariado a través de la guerra imperialista en forma de guerra civil). A parte de su incuestionable papel en los sucesos de mayo, llamando a ir a por el todo y haciendo el esfuerzo de plantear un programa, en contraposición a la crítica que hacen de las Jornadas de Julio. Los Amigos de Durruti frente a un ambiente donde la colaboración de clases era el pan de cada día defendieron la autonomía de clase y criticaron el colaboracionismo de los dirigentes de la CNT, pidieron el fusilamiento de los responsables de la derrota de Mayo entre los que estaba García Oliver como ministro de Justicia.  Frente a las posiciones de la FAI y la CNT en torno al autoritarismo de la revolución, ellos dirán que la revolución es siempre totalitaria, no hay una tercera vía en una sociedad de clases antagónicas. Y sin un programa no hay revolución posible como bien vieron en los días de julio.

Las revoluciones sin una teoría no siguen adelante. “Los Amigos de Durruti” hemos trazado nuestro pensamiento, que puede ser objetos de retoques propios de las grandes conmociones sociales, pero que radica en dos puntos esenciales que no pueden eludirse. Un programa y fusiles.

Junto con los Amigos de Durruti, la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE) fue otra de las organizaciones revolucionarias que impulso la lucha y las rupturas programáticas en la misma. Munis, de hecho, escribió uno de los balances más interesantes e importantes en su libro Jalones de derrota, promesas de victoria. En él, Munis deja bien claro no solo su ruptura con el oportunismo y la confusión típicamente trotskista, sino que además hace un análisis muy claro de lo ocurrido en Mayo insistiendo en la delimitación de las dos barricadas entre el proletariado en armas y la contrarrevolución. Sin embargo, así como Rebull y Los Amigos de Durruti la SBLE no rompió de forma total con las organizaciones supuestamente radicales del frente popular y solo llegan a proponer de forma un tanto vaga una junta revolucionaria formada por CNT, FAI y POUM. Con todo, los principales militantes de esta organización sí que consiguieron extraer a posteriori conclusiones muy valiosas de todo lo ocurrido siendo el libro ya citado, unas de las primeras tentativas de balance de nuestra clase.

Así como Los Amigos de Durruti dentro de la CNT, la Célula 72 dirigida por Josep Rebull mantuvo posiciones críticas con la dirección seguidista del POUM. Aun sin romper con su organización matriz, Rebull realizaron un análisis importante de los errores cometidos en julio y mantuvieron posiciones revolucionarias durante mayo del 37 en torno al Frente Popular y el Estado burgués que suponen rupturas de peso frente a la política oportunista del POUM. En lo que respecta a las jornadas de julio, como Los Amigos de Durruti, la calificaron como una revolución inconclusa, pero su crítica más importante fue al carácter burgués del Frente Popular y el papel contrarrevolucionario de las organizaciones que formaban parte de él, así como de la CNT-FAI y, en torno, al difundido mito de la posible intervención extranjera durante los días de mayo.

Movimiento provocado precisamente por los componentes del FP y aprovechado por ellos para reforzar el aparato represivo de la burguesía, ha quedado como la prueba más contundente de que el FP es un frente contrarrevolucionario que al impedir el aplastamiento del capitalismo – causa del fascismo – prepara el camino a éste, mientras reprime por otro lado todo intento de llevar la revolución hacia adelante.

El mantener una posición como esta dentro de una organización que estaba dentro del Frente Popular y en un momento donde el terror estalinista actuaba con plena libertad, los colocó en el lado de la revolución. Frente al seguidismo del POUM que Rebull criticó, ellos extrajeron posiciones de clase de la derrota de mayo aunque al no romper con su partido no pudo transformarse en algo más que una certera crítica.

Uno de los tópicos que los voceros de la contrarrevolución no pararon de repetir para hacer que el proletariado retirara las barricadas fue la posibilidad de una intervención extranjera. El temor de que buques anglo-franceses atracaran en el puerto de Barcelona para poner fin a la insurrección. Ciertamente era una posibilidad, pero la intervención imperialista era ya una realidad para cualquier revolucionario perseguido por los perros de Stalin en Barcelona.

La intervención anglo-francesa contra la revolución proletaria española ya existe desde hace meses, de forma más o menos encubierta. Esta intervención consiste en el dominio ejercido por dichos imperialismos, a través del estalinismo, sobre los gobiernos de Valencia y Barcelona; consiste en la reciente lucha – siempre a través del estalinismo – dentro del gobierno de Valencia, que terminó con la eliminación de Largo Caballero y de la CNT; consiste, en fin, en los acuerdos de “no-intervención” sólo observados y cumplidos cuando de favorecer al proletariado hispano se trata. La intervención abierta mediante envíos de buques de guerra y tropas de ocupación sólo cambiaría la forma de intervención.

Los límites socialdemócratas de la Célula 72 son evidentes, el extremo tacticismo les hizo criticar el papel de la contrarrevolución y de todos sus agentes en las jornadas de mayo. Pero nunca que hicieron una ruptura con el POUM como parte organización oportunista. No vamos a centrarnos en sus límites sino en como en un momento donde mantener posiciones como las que Rebull y sus compañeros mantuvieron y colocarse del lado de la revolución podía costar la vida como fue para muchos revolucionarios después de esos días de mayo. Esto es lo que hace que sus lecciones sean tan valiosas, fue su práctica revolucionaria la que derivó en las posteriores críticas que escribieron y no al revés.

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