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Arco histórico Serie: Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española Teoría

Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española (V)

También en alemán

 

La resaca posterior a la insurrección de Asturias y la terrible represión que sufrió el proletariado por atreverse a desafiar la vida miserable bajo el capitalismo hizo de 1935 un año de relativa calma. La ideología antifascista tomó impulso como consecuencia de la represión, asociada al gobierno de la CEDA y el Partido Radical, y la táctica de la conformación de frentes contra el fascismo tomaba forma. En julio se conformaba el Frente Popular francés con la unión de los socialistas, los estalinistas y el partido radical-socialista que 10 días más tarde se convertiría en ley sagrada para los estalinistas quedando establecida la política de alianzas en el VII Congreso de la Komitern. En este Congreso se aprobó la alianza con la socialdemocracia y los partidos burgueses contra la amenaza fascista y en defensa de la democracia.

Togliatti, baluarte de la contrarrevolución y que tendrá un papel de gran importancia en la guerra en España, explica perfectamente qué significa realmente la alianza contra la amenaza fascista y en defensa de la democracia:

«¿Cuáles son todas esas fuerzas, interesadas en la paz, que los partidos comunistas deben agrupar en un frente común? Desde luego las masas populares, pero también todo grupo de las clases dominantes interesado por la paz, incluidos los Estados, pequeños o grandes, que tienen análogo interés en el momento dado. […] La política de paz de la URSS, no solo devastará los planes de los imperialistas, encaminados al aislamiento de la Unión Soviética, sino que ha creado las bases para su colaboración, en la causa de la conservación de la paz, con los pequeños Estados para los cuales la guerra, al amenazar su independencia, representa un peligro especial, así como también con aquellos Estados que, en el momento dado, estén interesados en la conservación de la paz»

En el frente imperialista participa el proletariado, no en defensa de sus necesidades sino como carne de cañón, en defensa del Estado y el capitalismo o como dice Togliatti para preservar la paz. La paz de la obediencia y la libre circulación de mercancías.

En España, 1935 será el año de la disolución de la ICE (Izquierda Comunista de España, sección de la región española vinculada a León Trotsky) debido a que la mayoría de sus militantes dirigidos por Andreu Nin participarán en alianza con el BOC (Bloque Obrero y Campesino, organización dirigida por Joaquín Maurín y vinculada a la Oposición de Derechas de Bujarin dentro de la Komintern) en la creación del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) que buscaba la unión de todos los marxistas en un solo partido y que, bajo la bandera de la unión, se integró en el Frente Popular. Aunque la parte de la ICE (su principal dirigente será Grandizo Munis), que manteniéndose en las posiciones de Trotsky se integrará en las juventudes del PSOE y que posteriormente se organizará en la Fracción Bolchevique-leninista, siempre denunció el Frente Popular como alianza interclasista.

La victoria en las elecciones de febrero por el Frente Popular fue otro paso más en la consolidación programática del antifascismo y su conformación en frente interclasista, como no podía ser de otra forma. Consolidación que llegará a su máximo durante el conflicto interburgués mal llamado Guerra Civil, se trata en realidad de una guerra imperialista como afirmaron los compañeros de Bilan, de la Izquierda Comunista “italiana”. El Frente Popular estará conformado por Izquierda Republicana, Unión republicana, PSOE, PCE, Partido Sindicalista y el POUM. La CNT, aunque no formó parte del frente renunció a hacer difusión del absentismo revolucionario, aludiendo a la importancia coyuntural de esas elecciones, lo que fue como hacer campaña a favor del Frente Popular. Su inmediatismo le hizo apoyar un gobierno que el día después de las elecciones ya declaró el Estado de alarma que daba facilidades legales – como si las necesitaran – para reprimir con impunidad al proletariado.

Las cárceles estaban llenas de proletarios que habían participado en la insurrección del 34 y conseguir su libertad era una prioridad para el movimiento obrero. En este sentido, el inmediatismo característico de la CNT hará que no haga campaña contra el Frente Popular ya que hicieron de la amnistía la base de su campaña electoral. La amnistía de los presos fue la respuesta burguesa ante la demanda proletaria de sacar a sus hermanos presos después de la insurrección del 34. De hecho, muchas prisiones fueron asaltadas y liberados sus presos, sin distinción entre políticos y comunes, hasta que la amnistía fue declarada y la cuestión de los presos quedó reglada bajo el imperio de la ley.

Para los comunistas, por el contrario, la victoria obtenida por la clase no consiste en ningún decreto, sino en la fortificación organizativa de la clase, la afirmación práctica de su autonomía, y que los presos estén en la calle. ¿Y la amnistía? La amnistía la denunciamos como lo que es:  una maniobra jurídica de la burguesía que intenta integrar en su legalidad, en su estado democrático, lo que pasa en la calle y no puede evitar. Su objetivo es evidente, transformar una correlación de fuerzas coyunturalmente favorable a su enemigo en su contrario, al retomar las riendas de la sociedad. [efn_note]Qarmat: Contra la democracia[/efn_note]

Otro ejemplo de la imposibilidad de integrar al proletariado dentro de las instituciones fueron las ocupaciones de tierras por parte de los jornaleros antes de julio. Ante la espera de alguna mejora por parte de una Reforma Agraria ya prometida desde el primer gobierno en el 31, el proletariado decidió ocupar las tierras de los latifundistas y ponerlas a disposición de sus necesidades. El 25 de marzo en Extremadura hubo un movimiento masivo, unos 80.000 jornaleros, que ocuparon cerca de 25.000 hectáreas. Ante la inmensidad del movimiento el Gobierno envió funcionarios del Instituto para la Reforma Agraria para dar una apariencia de legalidad a las ocupaciones. Extremadura fue el movimiento más masivo pero la actividad del proletariado en el campo no solo se circunscribe a ese momento y a ese lugar. Desde el 1 de mayo hasta el estallido de la guerra se registraron la mitad que durante todo 1933 y las mismas que en 1932. Pero no fue solamente el campo el terreno de lucha proletaria, las huelgas y ocupaciones de fábricas eran el pan de cada día. La huelga de la construcción en Madrid donde la postura claudicante de la UGT no fue aceptada por los obreros, llevando a serios enfrentamientos entre militantes de la UGT y la CNT. El izquierdista gobierno del Frente Popular no dudó, con la ayuda de pistoleros falangistas, desatar la represión contra los huelguistas.

Ante la imposibilidad de la burguesía liberal de asimilar a un proletariado en proceso de conformarse en clase dentro de las instituciones democráticas, la revuelta militar estalló el 17 de julio en Marruecos, iniciándose el conflicto.  El golpe de Estado no fue producto de un pequeño grupo de malvados – como villanos de una película de superhéroes – que querían acabar con la libertad de una paradisiaca República[1], mas bien fue la incapacidad de la facción democrática de la burguesía de aplacar al proletariado como había hecho, a duras penas, desde la proclamación de la República. De hecho, los preparativos para el golpe de Estado ya estaban sobre la mesa desde finales de febrero ante la imposibilidad de evitar la conformación del gobierno del Frente Popular mediante la declaración del Estado de Guerra.

La conflictividad social preocupó y molestó más al gobierno republicano que los constantes avisos de una conspiración militar. Al fin y al cabo, no era una cuestión de ideologías enfrentadas sino de antagonismo de clase.

La verdad, añade, es que Azaña tenía muy serios motivos para sentirse contrariado, no por los militares, que mantenían cuidadosamente tapados sus designios con el ejercicio de una perfecta disciplina, pero sí por la suma fabulosa de conflictos sociales y de orden público que le provocaban los electores que habían hecho triunfar al Frente Popular. [efn_note]Bolloten[/efn_note]

El golpe de Estado no fue una sorpresa ni para el gobierno ni para las organizaciones obreras. La burguesía republicana prefería ofrecer ministerios a los golpistas – Martínez-Barrios se los ofreció a Mola intentando poner fin a rebelión – antes que armas al proletariado, que las cogería por la fuerza. La extensión del golpe militar a la Península el 18 de julio y la inacción del gobierno republicano hizo del proletariado el auténtico responsable del fracaso del golpe en gran parte de España. En Barcelona donde las jornadas del 18 y el 19 de julio fueron más allá que la defensa de la legalidad republicana, el proletariado estaba organizado en torno al Comité Local de Coordinación Revolucionaria que surgió de la unión de los Comités de Defensa y los Comités de barriada. Fue a través de este y otros comités que el proletariado preparó minuciosamente la respuesta al golpe militar del 18 de julio.

 

Fueron la amplia red de comités la que mejor ejemplifico la composición del proletariado en clase y, a su vez, fue su vinculación con la CNT y la dirección de esta la que contuvo su impulso hasta eliminar toda su capacidad. A este respecto la ideología antifascista fue el tsunami que arrastró toda perspectiva revolucionaria al terreno de la burguesía. No será hasta las jornadas de mayo del 37 donde estos comités volverán a jugar un papel destacado como organización autónoma del proletariado contra la dirección colaboracionista de la CNT.

Mientras en las calles de Barcelona se seguían librando combates entre los sublevados y los proletarios que les resistían, las organizaciones socialdemócratas se juntaban para crear un Comité de Enlace, el llamado posteriormente Comité Central de las Milicias Antifascistas –CCMA – para reconstruir las instituciones del Estado y encuadrar al proletariado en ellas. Para llevar a cabo semejante tarea necesitaban de la CNT ya que era la única organización con capacidad para reorientar al proletariado hacia la recomposición del Estado. Papel que aceptaron de muy buena gana. Companys llamó al Comité Regional de la CNT el día 20 y para decidir se convocó un plenario de la CNT-FAI para ese mismo día del que saldrá una comitiva formada por Durruti, García Oliver, Abad de Santillán y Aurelio Fernández entre otros. Esa comitiva ya suponía dejar de lado el establecimiento de la dictadura de las necesidades por la colaboración antifascista.

El ejemplo más terrible del antiautoritarismo, de las terribles consecuencias que tiene pensar el problema del poder en la revolución como algo que no atañe a los revolucionarios puesto que este es idealmente causa de corrupción del ser humano. El idealismo puede estar muy alejado de lo material pero sus consecuencias las sintieron miles de proletarios durante esos años. La reunión con Companys y el resto de las fuerzas que componían ese Comité de enlace, que mencionamos más arriba, fue donde surgió el Comité Central de Milicias Antifascistas que fue aceptado ese mismo día por el Comité Regional Ampliado en espera de ser refrendado el próximo día por el Pleno. Aunque poco decidiría esa reunión, salvo poner de manifiesto el autoritarismo de la política antifascista que lo único que entiende es la colaboración de clases. Fue el comienzo de la contrarrevolución y el comienzo de la guerra imperialista.[2]

No puede hablarse de una dualidad de poderes entre el CCMA (Comité Central de Milicias Antifascistas) y el gobierno de la Generalitat, puesto que nunca hubo un centro de poder obrero. Aunque Trotsky y, por tanto, Munis entendían el CCMA como un órgano de clase y no como lo que era, un órgano de colaboración de clases. En el caso de Cataluña antes que de dualidad de poderes entre el CCMA y la Generalitat se podría hablar de duplicidad de poderes, donde el CCMA actuaría como mediador entre los comités revolucionarios y el colapso del aparato estatal. En esta tarea el papel de la CNT fue imprescindible para encuadrar al proletariado que vehiculado por medio del antifascismo entraría de lleno en el conflicto interburgués. La CNT fue el agente más importante de la socialdemocracia como el partido histórico de la burguesía para el proletariado. El CCMA fue un pacto entre organizaciones burguesas, obreras e instituciones del Estado, no fue más que la reorganización del polo burgués tras la jornada revolucionaria del 19 de julio. Los comités revolucionarios fueron, en cambio, la autoorganización que se dio el proletariado en un momento revolucionario, aunque sin una coordinación y una centralización no llegaron a desarrollarse como auténticos órganos de poder. También la influencia de la ideología antifascista tuvo un gran peso en ellos que conllevo que muchos acabaran convirtiéndose en comités antifascistas.

Según García Oliver, el Comité se creó a propuesta del presidente Companys. Probablemente fuese así, pues nadie podía darse cuente más claramente que Companys de que para ganar la guerra,  para salvar parte de los valores e instituciones del régimen republicano del huracán revolucionario y para someter al terror revolucionario a un mínimo de control, era necesario un organismo de gobierno central – un gobierno de hecho, aunque no lo fuera de nombre, en el que los dirigentes de la CNT-FAI pudieran participar sin sufrir descrédito y que dirigiera la guerra  hasta que llegará el momento en que el gobierno nominal estuviera en condiciones de recuperar los instrumentos indispensables del poder real. [efn_notes]Bolloten págs 604-605[/efn_notes]

Una vez constituido el CCMA con la CNT se formaron las primeras columnas de milicianos. Con las columnas ya formadas a las órdenes de Durruti, se reunió por última vez el grupo Nosotros. Esta reunión es un ejemplo vivo de lo que era «el anarquismo» en los años 30, insurreccionalismo e instinto revolucionario y colaboracionismo al mismo tiempo. En esa reunión García Oliver planteó utilizar todos los hombres a su disposición y en vez de marchar a Zaragoza tomar los centros de poder en Barcelona, mientras que Durruti, paladín del antifascismo, aceptó marchar bajo la bandera del Frente Popular hacia la guerra interburguesa. La reunión terminó con la disolución del grupo y la aceptación de la posición de Durruti. En estas milicias como la Columna de Hierro o la Columna Durruti, que salieron hacia el frente entre finales de julio y principios de agosto, participaron muchos revolucionarios experimentados que llevados por la idea de que la guerra y la revolución debía hacerse a la vez abandonaron la retaguardia donde seguramente hubiesen sido de más ayuda a la revolución. La creación de las milicias y la aceptación de una guerra de dos frentes donde uno de ellos era el Estado democrático y el otro el Estado fascista, eliminaba la posibilidad de una guerra entre clases y aceptaba la guerra como un conflicto entre dos fracciones de la burguesía. El proletariado que había sido el protagonista de la insurrección de julio se plegaba a los métodos y al programa de la burguesía, renunciando a luchar por su programa y cavando su propia tumba. La militarización de las milicias ocurrida en octubre y considerada como momento central del proceso contrarrevolucionario por algunos balances, no es más que la continuación lógica del desarrollo y la estructuración de todo ejército. Por tanto, el ejército burgués no se crea con la militarización, sino que ya fue creado en el momento que se aprobó participar en la guerra interburguesa.

A principios de septiembre y después de que el PSUC – partido estalinista que se creó después de las jornadas de julio, como resultado de la fusión de diferentes partidos socialdemócratas – y ERC intentaran formar un nuevo gobierno de la Generalitat para limitar el poder de la CNT-FAI y de los comités, la propia CNT propuso la disolución del CCMA. Según Abad de Santillán la propuesta de la CNT de disolver el CCMA fue debido a que la única forma de no perder la guerra era disolver el Comité y formar parte de un gobierno de la Generalitat ya que solo este tendría el favor del gobierno central y recibiría financiación para comprar armas en el extranjero.

Se formó un nuevo gobierno con todas las fuerzas antifascistas y pasó a llamarse Consejo de la Generalitat por petición de la CNT para poder justificar ideológicamente su participación. Respecto al programa mantuvieron el mismo que el del Consejo de Economía del CCMA. El nuevo gobierno se formó el 28 de septiembre por Tarradellas, el que fue representante de la Generalitat y hombre de confianza de Companys en el CCMA. La CNT solo controlaron tres carteras de doce (Economía, Sociedad y Asistencia Pública y Abastos) y Andreu NIN por el POUM tenía Trabajo y Obras Públicas. Montseny justificó de esta forma tan repugnante la entrada en el gobierno de la Generalitat:

En Rusia los anarquistas habían intentado poner en práctica sus ideas en regiones como Ucrania, donde se estableció el comunismo libertario, pero por no participar en todos los ámbitos de la vida pública se encontraron apartados de la dirección política y perseguidos a sangre y fuego. Por esta razón en Cataluña nuestra labor ha sido introducirnos en todas partes, meternos en todas partes, y estar en todas partes. Así, hasta en la política, hemos hecho una revolución en España. No hay transgresión de principios, sino un poco de aceptación de lo que la Historia nos ha enseñados.

El 9 de octubre para intentar reducir la fuerza que aún mantenía la CNT que a través de la Junta de Seguridad controlaba las patrullas de control, los propios obreros armados y toda la red de comités que aún se mantenían, la Generalitat decretó la disolución de los comités revolucionarios surgidos después de julio. A partir de ese momento serán sustituidos por consejos municipales donde las organizaciones estarán representadas según su participación en el gobierno. Paralelamente se aprobaba con el apoyo de la CNT el Decreto de Colectivizaciones por el que se instauraba un capitalismo sindical y un fuerte intervencionismo por parte de la Generalitat. El antiguo propietario se había sustituido por un comité en el que participaban obreros, técnicos administrativos e incluso algún antiguo propietario, todo tutelado por un interventor de la Generalitat.

El 4 de septiembre Largo Caballero se convierte en el nuevo presidente, siendo a la vez ministro de Guerra. Este gobierno estuvo compuesto principalmente por socialistas (moderados y de izquierdas) y comunistas” . En un principio Largo Caballero solo ofreció a la CNT un ministerio sin cartera que el Pleno Nacional rechazó. No por convicción revolucionaria, la CNT estaba deseando entrar en el gobierno, sino por creer merecer más peso en el nuevo gobierno sabiendo del reconocimiento que tenían dentro de la clase obrera. Para justificar la decisión de entrar al nuevo gobierno, la CNT declaró:

Tenemos en cuenta los escrúpulos que pueden experimentar los actuales gobiernos ante la realidad internacional…y por ello, la CNT realiza la máxima concesión, compatible con su espíritu antiautoritario: la de intervenir en el gobierno. No significa esto que renuncie a la conservación integral de sus ideas en el futuro; significa tan solo que, ante la disyuntiva de perecer bajo la garra inmunda de la reacción, frustrando la más alta esperanza emancipadora abierta sobre el proletariado de todos los países, está dispuesta a colaborar con quien sea, dentro de órganos de dirección llamados Consejos o Gobiernos, con tal de vencer en la contienda y salvar el futuro de nuestro pueblo y el mundo.

El 3 de noviembre la CNT entra al gobierno con los ministerios de Justicia, Industria, Comercio y Sanidad. Obviamente no solo fue parte de la política antifascista, integrando a la CNT en el gobierno no solo ganaba legitimidad frente a la parte más radical del movimiento obrero, sino que abría la puerta a la recuperación de toda la autoridad y la capacidad represiva que el Estado había perdido después de las jornadas de julio. Cuatro días más tarde el gobierno se traslada a Valencia por miedo a la toma de Madrid por los franquistas.

Sobre la entrada de los anarquistas al gobierno Largo Caballero dijo: «Del terrorismo y la acción directa pasaban a la colaboración y a compartir responsabilidades del Poder…Era un caso único en el mundo y no sería estéril.».

Otra justificación aún más repugnante de la CNT acerca de la entrada en el gobierno:

La entrada de la CNT en el gobierno central es uno de los hechos más transcendentales que registra la historia política de nuestro país. De siempre, por principio y convicción, la CNT ha sido enemiga antiestatal y enemiga de toda forma de gobierno.

Pero las circunstancias…han desfigurado la naturaleza del gobierno y del Estado español.

El gobierno en la hora actual, como instrumento regulador de los órganos del Estado, ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya el organismo que separa a la sociedad en clases. Y ambos dejarán aún más de oprimir al pueblo con la intervención en ellos de elementos de la CNT.

Acogiéndose al rápido avance de las tropas franquistas por el sur y con la toma de Toledo a finales de septiembre, el gobierno aplico el 14 de octubre una serie de decretos que llevaron a la militarización de las milicias y la creación del llamado Ejército Rojo bajo el mando, en teoría, de Largo Caballero que en realidad solo era una fachada puesto que el auténtico mando lo tenían los enviados soviéticos y de la Komitern.

El gobierno español, y en particular el ministerio responsable de las operaciones, como también los Estados Mayores, especialmente el Central, no han podido proceder con absoluta independencia, pues han tenido que estar sometidos, contra su voluntad, a una injerencia extraña, irresponsable, sin medios de emanciparse de ella, so pena de poner en peligro la ayuda de Rusia que recibíamos vendiéndonos material de guerra. Algunas veces, so pretexto de que no se cumplían sus órdenes con la puntualidad que deseaban, la Embajada y los generales rusos se permitían manifestarme su disgusto, diciendo que si no considerábamos necesaria y conveniente su cooperación lo dijéramos claramente, para ellos comunicarlo a su gobierno y marcharse.

La aplicación de la militarización no fue algo inmediato ya que muchos militantes anarquistas se opusieron a ella como la cuarta agrupación de Gelsa de la columna Durruti que se volverán a Barcelona con las armas y será parte de la agrupación Los amigos de Durruti o la Columna de Hierro, aunque la CNT no tuviera problemas para un mes más tarde formar parte del mismo gobierno que la había aplicado.

Y tenían razones de sobra para estar en contra de la militarización, sobre todo, porque pocos meses antes de la Guerra Civil la CNT aprobó en su congreso una resolución que afirmaba que cualquier ejército permanente sería una amenaza para la revolución y que el único que podía garantizar su defensa es el proletariado armado pero el huracán del antifascismo arrasa todo en pro de la colaboración de clases. Pero al final, como bien expuso la mayoría de Bilan, la creación de las milicias que luchaban contra los sublevados ya eran parte del proceso de reconstrucción del Estado burgués. No tendrían la apariencia de un ejército convencional, pero en su contenido cumplían la misma función, defensa del Estado y de la burguesía, aunque estos estuvieran teñidos de rojo.

No queremos ejército nacional. Queremos milicias populares, que son la encarnación de la voluntad y la vida libre del pueblo español. Como antes de esta guerra social, volvemos a gritar ahora: ¡Abajo las cadenas! El ejército es el encadenamiento, el símbolo de la tiranía. Suprímase el ejército.

Texto anexo: Crítica de las colectividades

Una vez tratados los principales hechos ocurridos durante este periodo, creemos importante analizar lo acontecido entorno a las famosas colectividades. Se suele separar este análisis de los hechos “políticos” como si esto fuera posible. Se habla de “hacer la guerra y la revolución” al mismo tiempo de la manera más confusa. Queremos aportar claridad en este sentido, abordando críticamente esta separación entre economía y política típica de la socialdemocracia.  Es decir, queremos dejar constancia de que de ninguna manera la pérdida de autonomía por parte del proletariado, luego del pacto vergonzante con la burguesía tras las jornadas de Julio, habría conllevado alguna mejora en forma de ventajas sociales y económicas para el proletariado. Partimos de una posición totalmente contraria; la colectivización fue  un arma de la burguesía en un momento delicado para ella  y por tanto más miseria y sacrificio para los explotados, el apoyo del proletariado a la lucha antifascista había supuesto claramente el reforzamiento del capitalismo.

Ya hemos visto que la II República había reprimido duramente desde sus inicios los asaltos de las tierras por parte del proletariado de campo, especialmente en las regiones de Andalucía y Extremadura. Con la llegada del gobierno del Frente Popular esto no cambió ni mucho menos. Ya hemos visto más arriba que las promesas electorales de la reforma agraria no habían sido más que papel mojado-como no podía ser de otra forma- y así fueron tomadas muchas tierras violentamente con su posterior represión salvaje por parte del gobierno progresista del FP.

La reforma agraria fue una de las principales medidas que el gobierno republicano prometió desde sus inicios. No fue sino un intento del estado para desarticular las potentes luchas que venían sucediéndose en el campo desde los años 20. Los republicanos, con la formula demagógica de “acabar con los grandes señores del campo” prometieron conceder tierras a los campesinos y una pretendida redistribución de la propiedad agraria, cosa que solo sucedió en contadas ocasiones y en unas condiciones de risa. Las pocas concesiones que otorgo el Instituto de Reforma agraria fue bajo condiciones de individualismo burgués enfrentado al carácter comunitario que significaba la toma de tierras por parte del campesinado. La propia populista republicana de señalar a unos pocos señoritos, ya era indicativo de la desarticulación que suponía a la lucha, ya que ya no se trataba de combatir a la burguesía en su conjunto sino solo contra unos pocos hombres.

 El gobierno del Frente Popular, como medida electoral, propuso retomar la reforma agraria, pero la negativa a conceder nada provocó la toma masiva de tierras que ya hemos señalado. Es en este  contexto  sucede la  masacre de Yeste, donde unos 17 campesinos son asesinados por la Guardia Civil tras el intento de parte de la población de recuperar las tierras arrebatadas por el estado. Al igual que con los hechos de Casas Viejas en 1933, lo ocurrido en Yeste no fue un hecho aislado, sino un episodio representativo de una situación general en la que el campesinado estaba llevando al límite al gobierno del Frente Popular, lo cual será decisivo para entender los motivos del alzamiento militar.

Queremos subrayar esta lucha del proletariado agrícola por dos razones. La principal  es que porque  nos oponemos a la separación entre las luchas en el campo y las de la ciudad  como hace la ideología socialdemócrata. La otra razón es dejar  claro la oposición  que la burguesía había mostrado a cualquier intento por parte de los explotados de apropiarse por la fuerza la mejora de sus condiciones de vida. Esto ayudará a comprender la farsa del proceso de colectivización que vendrá después de las jornadas de Julio.

La economía de guerra tras las jornadas de Julio

Luego del contundente levantamiento del 19 de Julio por parte del proletariado, toda la burguesía había temblado. El miedo no se limitaba a este o aquel político tipo Azaña o Companys sino que se había extendido a patrones, jefes empresarios etc… Muchos de ellos tuvieron que huir, abandonaron sus fábricas y centros de explotación, cuando no  fueron directamente ajusticiados por los propios trabajadores. La paralización del golpe de la burguesía había hecho lo propio con la economía. Con la correlación de fuerzas favorable a los revolucionarios, se formaron consejos de fábricas  junto con otros organismos autónomos y en el campo se pudieron llevar a cabo el reparto de tierras de forma autónoma por parte del proletariado.

Ya hemos explicado que tras la alianza con la burguesía- en nombre del antifascismo -la semana después del golpe, el proletariado había quedado vendido, encuadrado entre dos frentes de una guerra interburguesa, sirviendo únicamente como carne de cañón e una guerra que no era la suya puesto que el objetivo de este conflicto no era otro que la pervivencia del capitalismo.

Por tanto, una vez establecido este pacto, los sindicatos, como órganos burgueses de mediación y recuperación, intervinieron en la neutralización de la autonomía del proletariado con CNT y UGT  a la cabeza. Ambos sindicatos se encargan de llamar a la vuelta al trabajo tras la huelga general. El POUM aunque en un principio llamó a continuar la huelga pero solo para “parar el fascismo.” El día 30 de Julio sin embargo  también ordena a los trabajadores  volver a las fábricas.

Por su parte Companys concede algunas medidas económicas como la reducción de las horas semanales y el aumento del salario para algunos sectores para facilitar la vuelta a la normalidad capitalista. En realidad no fueron  sino concesiones que toda burguesía otorga  en un momento de economía de guerra. Además, este reconocimiento por parte del estado de ciertas peticiones inmediatas de los trabajadores, sirven para separar las necesidades inmediatas de los trabajadores de las históricas y finalistas independientemente del estado que sea y del lugar geográfico donde se desarrolle el conflicto. Al final que había ocurrido con las 8 horas después de la huelga de la canadiense en 1919, estas concesiones solo buscan la continuidad del capitalismo sin tocar lo más mínimo ninguno de sus pilares.

Por tanto, tras la huida de los patrones y burgueses, los centros de producción volvían a funcionar sin ellos pero dirigidos por los sindicatos. Así los comités de fábrica fueron adheridos el 11 de Agosto al consejo de economía formado por Estado Republicano Catalán, CNT, FAI, UGT, POUM, Acción Catalana y Unión Republicana. Ya el programa del consejo de economía dejaba claro que se trataba de una gestión ejercida por los sindicatos, centralizada por la Generalitat y que como no podía ser de otra forma, respetaba la propiedad privada y que lo fundamental era asumir la propia explotación.

Por su parte, el estanilismo a través PCE también se sumaba al carnaval  contrarrevolucionario. La Pasionaria, personaje reaccionario donde los haya, hacía un llamado durante las jornadas de Julio a “realizar la revolución burguesa” mientras que Mundo Obrero, órgano del PCE ,lanzaba una consigna muy clara: “nada de huelgas en la España democrática”

Hay que matizar que muchas de las llamadas colectivizaciones  se hicieron con la aprobación de los propios patronos, un personaje tan lamentable como Gaston Leval dice lo siguiente respecto al proceso de la colectivización en Valencia:

Motivados por el deseo de modernizar la producción tanto como de suprimir la explotación del hombre por el hombre, la CNT convocó una asamblea el 1º de Septiembre de 1936. Los patronos fueron invitados a participar en la colectividad lo mismo que los obreros. Y todos aceptaron asociarse para organizar la producción y la vida sobre bases inéditas».

Pese a lo que había significado el proceso colectivizador por parte de la burguesía, se vendió como un triunfo de los trabajadores que  por fin podrían-según ellos-controlar la producción y dirigir las empresas y centros productivos para satisfacer sus propias necesidades, cuando en realidad había ocurrido lo contrario. Al haber sido arrastrado fuera de su terreno de clase, el proletariado en lugar de continuar con la huelga y con las expropiaciones para satisfacer sus propios intereses, fue llevado a reconstruir el estado capitalista y acabarían siendo prisioneros de la gestión del capital.

La administración por parte del estado de las colectividades continuaría y al ya mencionado  Consejo de Economía le sucedería el decreto del gobierno en Octubre en el que participarían tanto la CNT como los estalinistas del PSUC. Todo este proceso conllevo una progresiva militarización de los centro de trabajo ejercido por las llamadas patrullas de control. La CNT prohibió las luchas reivindicativas y hacía llamamientos constantes al aumento de la producción. Un ejemplo significativo de este histerismo productivista fue la inauguración por parte de García Oliver del Campo de trabajo en Totana, en cuya entrada se podía leer “Trabaja y no pierdas la esperanza” que no suena tan diferente del “el trabajo os hará libres” de los campos de concentración del nazismo.

Otro mito de las llamadas colectividades es la supuesta realidad de que los obreros obtuvieron mejoras y controlaban la producción. Obviamente esto no es más que otra falsedad. El poder adquisitivo de los trabajadores entre Julio de 1936 y Diciembre de 1938 cayó en nada menos que un 200%. Los precios y el paro aumentaron pese a la matanza que sufrieron los proletarios en los frentes de guerra. La  jornada laboral, aunque había sido reducida de 44 a 40 horas, en un golpe de mano de la burguesía  en nombre de Companys para calmar la insurrección, había sido aumentada a 48 horas semanales. Además, la CNT en Diciembre, dejaba  claro que la mitad de los ingresos de cada empresa sería para los costes y recursos de la propia  empresa y el otro 50% para consejo comarcal o local. En resumen: nada para los trabajadores. A través del proceso de colectivización y control obrero, los trabajadores habían aceptado condiciones de explotación que no hubiesen tolerado si hubiesen sido impuestas por los antiguos patrones

Hay que ser muy imaginativo y mentiroso  para ver en alguna de estas medidas alguna beneficiosa en el plano económica y social para el proletariado. Como ya habíamos apuntado las colectividades solo habían supuesto más miseria, explotación, control y sumisión al capital.

Un ejemplo concreto especialmente significativo de lo que ocurrió con las colectivizaciones es el formidable desarrollo de la industria de guerra en Cataluña. No queremos centrarnos solo en una región pero seguir el desarrollo de ciertos hechos es emblemático de cómo se desarrollaron los acontecimientos. Pues bien, Cataluña, que  era la zona del estado español donde más industria se concentraba, carecía por completo de fábricas e industrias   hasta el 19 de Julio de 1936. En Octubre del año siguiente habrían surgido más de 400 fábricas relacionadas con la industria de guerra. Esta producción exponencial de armamentos fue impulsada  por el estado apenas un par de días de pues de que el proletariado parase el golpe.  CNT en seguida se puso a la cabeza y designó a Eusebio Vallejo como director de la centralización de esta industria con el beneplácito de García Oliver. A los poco días se forma la comisión de industrias de guerra, organismo dependiente de la Generalitat y Vallejo sería el delegado y el máximo responsable de hacer que los trabajadores se centrasen en su propia explotación al tiempo que producían para la guerra interburguesa. El desarrollo de la industria armamentística fue tan positiva para la burguesía, que el propia companys lo reconocía en una carta a Indalecio Prieto:

Puedo asegurarte que la masa obrera en Cataluña ha realizado siempre el máximo esfuerzo, sin regateo alguno, la mayor parte  de los obreros trabajando la semana de 56 horas, los otros haciendo horas extraordinarias sin cobrarlas  y los demás merecen el mayor elogio-como aquellos obrero de las casas Girona, Riviere, Ezalde, entre otros-aquellos que a pesar de los bombardeos y de las víctimas que causaron en sus fábricas  continuaron trabajando con el mismo entusiasmo de siempre.

En el sector agrario ocurriría lo mismo que en los sectores urbanos. Primero el Consejo de Economía y después el consejo de la Generalitat, encuadraron todas las iniciativas que suponían autonomía del proletariado de campo a favor de la guerra. En octubre, Uribe, ministro estalinista de guerra, autorizaba en Madrid la “expropiación” a favor del estado como medida de neutralización y como una medida más de un gobierno burgués e un contexto de economía de guerra.

Ni gestionismo ni politicismo: dictadura del proletariado

Con todo esto queremos dejar constancia sobre algo que ya hemos comentado por encima. Desde algunos sectores, predominantemente libertarios y trotskistas, se suele aceptar la idea de que aunque, desde un punto de vista de clase, se hubiera aceptado la guerra con el apoyo a la izquierda, también el hecho de pactar con el bando republicano hubiese hecho posible hacer la revolución en el plano económico y social, y como ejemplo de esto último estarían las colectividades y las así llamadas “socializaciones” de la industria y “control obrero”. Tenemos que insistir sobre este punto.

Al dejar el estado intacto tras haber sido arrastrado el proletariado de su terreno de clase, después de las jornadas de Julio, todos los aspectos en lo económico, social  y también militar, habrían sido enfocados hacía la reconstrucción del estado y la economía capitalista en su conjunto. Igual que somos críticos con la posición reaccionaria  típicamente leninista, que pone la toma del poder del estado por un partido como principal medida a aplicar, tenemos que combatir la otra posición según la cual el capitalismo se podría gestionar una vez han desaparecido aparentemente sus encarnaciones más visibles.

Los compañeros de BILAN lo explicaban mejor:

Ante un incendio de clase, el capitalismo no puede ni siquiera pensar en recurrir a los métodos clásico de legalidad. Lo que amenaza es la independencia de la lucha proletaria  que condiciona la otra etapa revolucionaria hacia la abolición de la dominación burguesa. Por consiguiente, el capitalismo debe rehacer la malla de su control sobre los explotados. Los hilos de esa malla que antes eran la magistratura, la policía, las prisiones, se transforman, en la situación extrema de Barcelona, en los comités de Milicias, las industrias socializadas, los sindicatos obreros gerentes de los sectores esenciales de la economía, etc.

Por tanto, sino se acaba con el capitalismo, la contrarrevolución se muestra elástica en sus diferentes formas. Por eso todas estas socializaciones tan alabadas, no son sino el producto de la derrota que supuso el antifascismo. Luchar contra un enemigo común no elimina las diferencias sociales. Además, teniendo en cuenta las alabanzas de Companys y demás burgueses  hacia las colectividades cabría preguntar ¿qué clase social se enorgullece de su derrota?

Por analogía, extendemos desde esta posición, el análisis de la supuesta militarización de las milicias. No importa tanto si quien dirige el ejército es este burgués o aquel obrero, lo que realmente importa aquí es la correlación de fuerzas, en última instancia, que guerra se está peleando; si hay lucha de clases o si hay guerra interburguesa donde el proletariado es encuadrado como carne de cañón. Nada de esto cambia tampoco  si la persona que empuña el arma es una mujer, como nos hace creer la propaganda burguesa mistificando a la miliciana con fusil en mano.

Compartimos la crítica libertaria hacia el estado. Pero sospechamos en el momento que esta crítica se diluye tan pronto como se eclipsan sus formas más evidentes. El estado no es  solo un  instrumento de coacción en manos de la burguesía. Es necesario preguntarse como desarrolla ese papel y por qué lo hace Si el estado se entiende así, se entiende que muchos crean que cuando la policía, los burgueses  o los jueces desaparecen también lo ha hecho el capitalismo.

De este modo, dirían los libertarios, ya no sería necesaria la destrucción del estado  y solo sería necesario reemplazar estas formas por distintas comunidades confederadas.

Todo esto demuestra  la necesidad de la dictadura del proletariado para acabar con el capitalismo. Si al capital no se le destruye  como relación social, va tender a reproducirse de forma inevitable. Lo que importa  es el contenido de la revolución, es en este caso acabar con el valor y el estado que lo reproduce, al tiempo que se afirman las necesidades humanas. No podemos valorar un movimiento como revolucionario solo a través de sus formas. Ya hemos visto que las socializaciones no eran sino una de las formas de la contrarevolución y que sin un análisis crítico de esas formas se lleva a defender unos intereses que no son los nuestros. Una vez se aclara el problema del contenido, el problema de las formas que adquiere la revolución se va resolviendo por sí solo.

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[1] Nos remitimos a la serie de artículos sobre los años 30 en España en https://barbaria.net donde explicamos el papel represivo del Estado republicano contra el proletariado.

[2] Aquí seguimos el análisis que hace Bilan del conflicto que caracteriza de guerra imperialista puesto que todo conflicto interburgués es, en esencia, imperialista.

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