Notas sobre el patriarcado en el capitalismo
También en francés, y portugués.
A lo largo de la historia de las sociedades de clase, para poder reproducirse debieron controlar cuatro invariantes de la vida de la especie: el cuerpo, la sexualidad, la reproducción y la educación de los hijos. En este punto el control de la mujer se vuelve esencial, incluso si no es más que un aspecto del conjunto de prácticas y dinámicas sociales que operan para la destrucción de la comunidad humana y el mantenimiento de la explotación de clase. El control de la mujer (su cuerpo, su sexualidad, su capacidad reproductiva) permite controlar al mismo tiempo a los hombres, puesto que controlando a la mujer se controla una fase nodal en la reproducción de la especie. En este sentido puede decirse que el patriarcado no es la subordinación de las mujeres a los hombres, sino la subordinación de las mujeres a las sociedades de clase por medio de los hombres. Por tanto, a través de la fractura de la comunidad primitiva y la imposición de una división entre los hombres y las mujeres, el patriarcado es una de las diferentes formas en que se reproducen las sociedades de clase.
Esta división sólo puede ser comprendida desde la comunidad humana y el comunismo como movimiento histórico. Actualmente la socialdemocracia pone todos sus esfuerzos en situar al mismo nivel la lucha de clases y la división entre el hombre y la mujer, así como la división de razas, de prácticas sexuales, etc. Sin embargo, esta afirmación es la mejor manera de negar la posibilidad de la comunidad humana, puesto que para llegar a ella no sólo habría que acabar con el capitalismo y las clases sociales, sino también con toda la diversidad que existe en la especie (cf. la teoría queer). Bien al contrario, la única forma de destruir esa máquina de muerte y miseria que es el capital es la lucha de clases y, a través de ella, la negación de todas las clases. No obstante, esta lucha no sólo es la lucha del proletariado contra el capital, sino también su lucha por unir lo que ha sido separado en el seno de la clase. La única forma que tiene el proletariado para hacer esto es confrontarse a las divisiones impuestas por las sociedades de clase, entre ellas la división hombre-mujer. El devenir critica al ser y, como dice Marx, el proletariado necesita hacerse una crítica rigurosa para avanzar. Pese a que la gran mayoría de las luchas contra el patriarcado sean recuperadas por el feminismo, no dejan de hacer parte de este proceso de autocrítica del proletariado que, enfrentándose al capital, tiende a la restauración de la comunidad humana.
Privado y público
En esa sociedad de clases particular que es el capitalismo, en la que se establece una discontinuidad profunda con el resto de las sociedades de clase, el patriarcado se organiza en torno al ser social del capital: la democracia. Esto presupone la escisión entre producción y reproducción creada por la generalización del valor como relación social. A diferencia del resto de modos de producción clasistas, en el capitalismo la producción de la riqueza social y la reproducción de las condiciones de vida que la hacen posible se encuentran separadas.
De hecho, esta es la característica primordial del capitalismo como relación social. El capital subsume la producción precisamente porque separa una multiplicidad de trabajos privados, donde a su vez los objetos de la producción se encuentran separados y se oponen a los productores. La única forma que encuentran estos de hacer pública su actividad privatizada y fragmentada, de socializar su trabajo, de unir lo separado, es a través la venta de la fuerza de trabajo en un lugar público: el mercado, la fábrica, la empresa. Así, su actividad es reconocida y queda reducida a trabajo abstracto. Esto implica que el espacio particular ya no es una unidad de producción y reproducción sino un ámbito de mera reproducción de la fuerza de trabajo que se vende en el espacio público del mercado. La separación pues entre lo privado y lo público (con sus diversas manifestaciones: la producción del consumo, la sociedad civil del Estado, la política de la economía, la ética de la política) es el fundamento principal del capitalismo.
Valor y no-valor
Entender esta separación como consustancial al capital es muy importante para no caer en un neo-proudhonismo típico de algunas feministas contemporáneas como Silvia Federici, cuando reclaman un salario para las actividades domésticas como si estas fuesen una expresión no reconocida de trabajo abstracto bajo el capitalismo. Lo que es o no trabajo abstracto bajo el capitalismo es algo automático, que surge de la propia naturaleza inconsciente e impersonal del capital. Antes bien, esta forma de pensar es propia del postestructuralismo, que reduce la explotación y el carácter impersonal del capital a un dispositivo “biopolítico” cuyo origen nadie conoce, ni nadie tiene intención alguna de explicar (cf. Foucault), y que nada tiene que ver con la manera en que producimos y reproducimos nuestra vida. Como diría Dauvé, el pensamiento posmoderno reduce la explotación al dominio.
Por neo-proudhonismo nos referimos al intento (típico de Proudhon y en última instancia de toda forma de socialdemocracia) de mantener la estructura capitalista sin su polo negativo, como si fuese posible mantener la producción capitalista de valor sin el lado oscuro de la reproducción como esfera de no valor, como no reconocida socialmente, como una dimensión que es privada porque en ella estamos privados, despojados del carácter social de nuestro trabajo.
Sin esta escisión entre producción y reproducción, sin la esfera de la reproducción como una esfera de no valor, no habría capitalismo. La privatización del trabajo con que nace el capitalismo hace que sólo pueda encontrarse reconocido socialmente, adquirir su carácter social, en la esfera pública del mercado. Sólo vaciando de carácter social la esfera particular de la unidad familiar puede generalizarse la necesidad de vender la fuerza de trabajo. El capitalismo es esto: la subsunción de la producción al capital, la simbiosis entre producción y circulación, que nace precisamente porque la esfera particular de la reproducción, de los vínculos familiares, queda vaciada de su dimensión directamente productiva y social, abocándose así a un mero ámbito privado de consumo y cuidados. Así el llamado “trabajo doméstico” poco tiene que ver con el trabajo (abstracto) en el capitalismo, que es una sustancia social, reducida a un denominador común que es el tiempo de trabajo socialmente necesario. La reproducción de la mercancía fuerza de trabajo es así necesariamente el polo opuesto pero imprescindible a su venta en el ámbito público del mercado. Es una esfera de no trabajo y de no valor precisamente porque crea las condiciones que permiten la aparición del trabajo abstracto y del valor.
La democracia
A partir de esta separación constitutiva del capitalismo podemos entender por qué el patriarcado hace parte indivisible del ser social del capital: la democracia. La democracia no es un sistema político concreto, sino la forma misma que adoptan las relaciones sociales capitalistas. Éstas nacen de una separación continua y permanente entre lo privado y lo público, entre el ciudadano y el trabajador, entre la sociedad civil y el Estado, entre el ámbito doméstico y el del mercado, entre la producción y la circulación, entre el individuo atomizado y la nación como comunidad ficticia. De esta separación constitutiva del capital nace la democracia. El capitalismo es la única sociedad de clases que no puede reconocerse como tal. Sólo en el capitalismo veremos una sociedad que niega la existencia de clases sociales en el ámbito público mientras que las reproduce en el privado, para lo cual la separación entre lo político y lo social, entre el Estado y el mercado, el ciudadano y el trabajador, es imprescindible. La esfera de lo público en el capitalismo siempre será la esfera de la abstracción (ciudadano, nación, Derechos Humanos, igualdad, libertad: trabajo abstracto). El ser humano concreto en el capitalismo solo puede ser reconocido en su abstracción. Esa abstracción supone precisamente la negación, el vaciamiento, de los antagonismos concretos que atraviesan el mundo real de los proletarios en su lucha contra el capital. El capital atenta contra nuestra vida concreta en todos los ámbitos, la abstracción que nace automáticamente de la separación entre ámbitos privados y públicos en el mundo del capital es lo que permite la reproducción automática (aunque siempre conflictiva) de la sociedad de clases capitalista. Como decía Marx el capital es una religión de la vida cotidiana, la separación entre la vida terrenal y la vida celeste que en San Agustín suponían dos mundos diferentes, son un mismo mundo en el capital, el despotismo terrenal de la fábrica convive con el cielo político de la ciudadanía.
De la misma manera, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres como sujetos jurídicos es el correlato necesario de la violencia patriarcal. El feminismo no es sino el cielo jurídico de dicha violencia. La lucha contra el patriarcado solo puede ser tal si enfrenta esta separación. La socialdemocracia, sin embargo, opera en esta separación reproduciéndola. El feminismo es su expresión con respecto a la violencia patriarcal, es la respuesta que la socialdemocracia da a la lucha contra el patriarcado. El feminismo tiene necesariamente un carácter político porque es incapaz de poner en cuestión la separación entre privado y público, ámbito doméstico y social en que opera el capital. Así cuando en los años 60 en la lucha contra el patriarcado se enfrentó dicha separación, la socialdemocracia y el feminismo reivindicaban que lo personal es político y en realidad no hacían sino reproducir dicha separación. Lo personal solo se puede leer desde el ámbito de lo público, del mismo modo que los trabajos concretos solo se pueden leer como trabajo abstracto, que la voluntad de los seres humanos solo puede ser la del ciudadano político. No por casualidad la recuperación feminista de las luchas proletarias que en la oleada de los años 60´y 70´luchaban contra las separaciones del capital, se hizo a través de la consigna “lo personal es político” que supuso un aumento de la lógica del derecho y de las reformas estatales en la lucha de las mujeres. El feminismo opera claramente como socialdemocracia en este sentido, a través de la legislación sobre el aborto, sobre el divorcio, sobre la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. El feminismo es la subsunción al capital de las mujeres concretas, es la cosificación de su humanidad y de su ser mujeres al mundo del capital. En este sentido el feminismo es la expresión pura del patriarcado en el mundo del capitalismo, es el correlato lógico de la democracia, de la ciudadanía, de los derechos humanos y de toda la mierda socialdemócrata. Lógicamente la forma más desarrollada de esta mierda apuesta por la abolición de las diferencias entre hombres y mujeres, la abolición de los géneros.