LOADING

Type to search

Clase y partido Teoría

Ni estructuras ni grandes hombres

marxismo-leninismo

En los colectivos antiautoritarios se pretende construir una dinámica alternativa a la del Capital y a la jerarquía, que se basa en la afirmación de los grandes hombres y sustituirla por la horizontalidad. Pero el problema desde nuestro punto de vista, en esto y en otras cuestiones, es que se plantea la cuestión de modo formal y no de contenidos. No casualmente, todo el discurso de la participación directa ha sido canalizado por la izquierda del asalto de las instituciones. El ayuntamiento de Madrid nos da la oportunidad de elegir sobre todo, desde el diseño de la plaza de España hasta la forma de los bancos de la calle y sin embargo la gente no participa, ¿por qué? Será que es imposible separar las formas del contenido social, que seguiremos teniendo que trabajar para vivir aunque tengamos un diseño diferente de la plaza de España. Esta lógica, a otro nivel, se reproduce en los colectivos antiautoritarios donde las formas de administrar “el devenir” de las cosas suple la reflexión sobre los contenidos de la vida. Podremos discutir hasta la saciedad las mejores formas de participar o el sistema más participativo de elecciones internas para decidir a los Grandes Nombres, pero nuestra vida continúa atomizada y fragmentada, sometida al trabajo y a la locura de las grandes ciudades. Podremos votar el diseño de la plaza de España desde una cafetería con sillas de colores mientras consumimos.

El problema son los Grandes Nombres, antiautoritarios o no, y la solución frente a ellos no es formal. Los Grandes Nombres surgen de la separación, de la escisión del individuo de la comunidad, de la especialización de un saber para rédito propio. En esta separación meritocrática surgen todas las opresiones que se desarrollan y estandarizan en su máximo nivel en la sociedad capitalista contemporánea. Esta separación meritocrática es el culto del individuo abstracto, del mito del hombre hecho a sí mismo; abstracto porque se encuentra separado de la comunidad y de las relaciones sociales, el mito social nos lo presenta como aquel que es capaz de aprovechar sus oportunidades. Pero aquel que lo merece suele ir a la universidad y haber nacido en la “eterna castigada” clase media. Esta meritocracia no solo como ideología sino como práctica social es uno de los elementos fundantes de la sociedad del Capital. Por eso los autores del asalto a las instituciones cuando hablaban en la televisión de sus matrículas de honor, competían en pedigrí burgués con la casta. A su pesar, solo son títeres del Capital. Nosotros queremos acabar con todos los títeres meritocráticos.

La respuesta ante esta reproducción de las estructuras invisibles de la meritocracia nunca pasa por hacerlas formales, es decir democráticas, el decidir democráticamente quienes son nuestros héroes. Porque seguimos presos del formalismo de la separación y por el medio democrático lo único que conseguimos es atar la separación, no queremos mantener y sostener a ningún individuo, abstraído, en la mayoría o minoría de los bandos en combate que caracteriza a la política. Estamos igualmente en contra de la mano invisible del mercado de la meritocracia como de la elección democrática de los héroes de la comunidad. Muchos conocemos la práctica democrática de las organizaciones de la izquierda, en la cuales como si de una empresa se tratase  el objetivo último es ascender en la escala social del partido. Donde las rivalidades entre bandos (siempre liderados por su gran hombre) aparentemente ensucian la salud democrática de las organizaciones cuando, en realidad, son la expresión máxima de la lógica democrática. ¿Alguien conoce alguna organización democrática que no esté fragmentada por disputas? Las luchas permanentes entre familias en Podemos y en todas las candidaturas municipalistas son un claro ejemplo de lo que estamos exponiendo aquí. La democracia solo tiene un adjetivo: bélica.

Lenin masasFrente a la lógica democrática y mercantil que son siempre formales, la revolución es una cuestión de contenidos. Pero este no es un fin lejano en el tiempo y que llegará con una buena táctica revolucionaria o/y electoral, sino que es una cuestión que se construye cotidianamente en la relación inseparable entre medios y fines, entre teoría y práctica, entre táctica y principios, entre individuo y comunidad. Por eso la organización no se puede plantear como una cuestión de formas, para nosotros la organización se define por sus contenidos, por eso es una organización comunista. La organización debe evitar por todos los medios reproducir la lógica democrática de la separación y la  lógica de organizaciones construidas por individuos separados en la defensa de su libertad negativa, la de convertirse en líderes. El único modo de llevar esto a cabo es prefigurando la comunidad emancipada de mujeres y hombres, rompiendo con las separaciones entre líderes y bases, entre intelectuales orgánicos y “pegacarteles”, entre escritor y difusor, entre la elaboración individual y la repetición colectiva y la separación de las separaciones, entre individuo y comunidad. En una organización comunista la individualidad vive y se piensa a través de la comunidad y la comunidad se desarrolla a través de sus individualidades, lo que debe morir es el individuo separado propio de la sociedad del Capital. La revolución se despertará y surgirá anónima, es el anonimato de las grandes multitudes que disuelven las separaciones del mundo del Capital, con todas y cada una de ellas. La comunidad tiene que ser anónima, en su sentido radicalmente igualitario donde desaparece el individuo abstraído, por eso en una organización comunista no caben los Grandes Hombres. Las formas de autoorganización social han sido la obra de millones de personas anónimas. El comunismo acaba con todas las formas de propiedad incluyendo la propiedad de los Grandes Hombres. ¿Quién inventó los soviets, los Rätte, los comités del 36 español, los cordones chilenos, los consejos del 56 húngaro, las asambleas del 15M? Siempre esa obstinado y creativa comunidad anónima en revolución. Anónima y revolucionaria porque, como decimos, lucha por disolver todas las separaciones. La revolución no es una cuestión de formas, tampoco de personalidades, no se trata de echar a “los malos” ni de que nos guíen “los buenos”, es una cuestión de emancipación colectiva. Y como decíamos al principio no se trata de esperar a que Alguien nos guíe a ese mañana porque “Él” no llegará. Solo a través de una prefiguración anónima encarnada en una organización comunista.

Una organización comunista es un órgano vivo que coopera a través de un medio y un fin común frente a las organizaciones democráticas de Grandes Hombres enfrentados entre sí o a la mano invisible de la meritocracia. Es la mutua cooperación de individualidades anónimas que viven y se piensan en común porque el medio y el fin es la recíproca e inseparable emancipación. Una de las separaciones más comunes en las organizaciones de izquierdas es entre los que elaboran y los que difunden y en aras de la coherencia entre medios y fines, nos parece fundamental que nuestras elaboraciones, como colectivo, y la de todos los colectivos que busquen la emancipación tengan tendencialmente un carácter comunitario, orgánico y anónimo. Quien nos haya leído entenderá que nuestro anonimato no reproduce ningún Dios laico se llame este Estado, Clase o Partido, sino que se trata de un desafío necesario si queremos prefigurar la comunidad del mañana.

Tags:

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *