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Crítica del valor Teoría

La sociedad implosiva: un comentario

El libro de Corsino Vela, editado hace casi un año por la editorial vasca Muturreko Burutazioak, es un texto enormemente interesante y estimulante para ubicarnos en las cuestiones esenciales que nos preocupan a quienes aspiramos y queremos una transformación radical del orden imperante. En estos tiempos, donde dominan el inmediatismo y la poqueza de los argumentos, se agradece un ensayo (escrito en forma de breves tesis, más de mil) que no sólo ayuda a pensar sino que lo hace desde la reivindicación de una praxis del conflicto, del antagonismo, de autonomía proletaria.

El agotamiento de la sociedad del valor

Se trata de un libro que parte de la centralidad que tiene el valor en nuestras sociedades dominadas por el capital. La vida sometida a ese quid pro quo que transforma a las personas en cosas y a las cosas en sujetos autónomos e independientes que mueven nuestras acciones y pensamientos. Las cosas, los productos del trabajo y las relaciones sociales que tejemos en nuestra vida cotidiana se autonomizan y se igualan como mercancías. Su valor de uso sólo tiene sentido en la medida en que encuentran un comprador para su valor de cambio, siempre y cuando sea productiva y rentable su producción. Si el valor somete al valor de uso, si la riqueza sólo se expresa en la medida en que es producción y realización de valor de cambio, esta lógica de autonomización adquiere una dimensión mucho más marcada en la medida en que el capital tiende a subsumir toda nuestra vida. El capital no es simplemente valor, es un valor hinchado de valor, en perpetuo movimiento y crecimiento, que necesita del trabajo vivo para crecer y expandirse. El trabajo (abstracto, porque dan igual las propiedades concretas del trabajo de un sastre o de impresor) es la sustancia social del valor, es la fuente de riqueza del capital como relación social. Este aspecto fundamental es constantemente repetido por Corsino Vela a lo largo de su libro, detrás de la apariencia del movimiento autónomo del valor y del capital, del movimiento espasmódico y contradictorio del dinero y las mercancías, subyace una relación social, una relación social sustentada en la explotación del trabajo asalariado por parte del capital, subyace conflicto y antagonismo. Debajo del adoquín la playa, detrás del capital y sus homicidios, la vida de la humanidad proletarizada.

Pues bien, nos encontramos en la época histórica de la descomposición y derrumbe de esa relación social que es el capital. Éste ha dejado de ser funcional, ha agotado su tiempo histórico pues experimenta (y experimentamos) la imposibilidad de desarrollar su lógica interna. El desarrollo de la automatización y el desarrollo tecnológico (movimiento que nace del aguijón permanente que la competitividad entre muchos capitales ocasiona), la búsqueda constante de mejoras de productividad, ocasiona un aumento constante del trabajo muerto (del trabajo cristalizado en forma de maquinaria y tecnología, de capital constante) a expensas del trabajo vivo, del trabajo humano inmediatamente empleado en la producción de riqueza. Una de las expresiones de este proceso irreversible es la disminución de la tasa de ganancia en que vive el capital (con cada vez más fuerza) en las últimas décadas. El capital se encuentra con que se está secando la fuente de su propia relación social (el trabajo vivo). Esto ocasiona un modelo histórico que ha agotado su tiempo histórico por la imposibilidad de desarrollar su lógica interna, como decíamos más arriba parafraseando a Vela. La quiebra de la ley de valor es la quiebra de la sociedad que la sustenta, un proceso imparable que alimenta las tendencias suicidas que connotan al capital en su fase de subsunción real y total de la sociedad. El capital se vuelve anacrónico.

¿El problema es el capital financiero?

Este último aspecto es importante. Si, como indica Corsino, el capital ha entrado en una fase de subsunción real y total (retomando para ello los análisis de Marx en el Capítulo VI Inédito), de manera que el valor y el capital permean todos los aspectos de la vida humana, el declive del capital es el declive de todas sus formas de civilización (instituciones, valores culturales, ideológicos, estéticos…). Una sociedad que tiende a implosionar debido a como se socavan sus fundamentos internos. El agotamiento de sus fundamentos, de la fuente de creación de valor y de riqueza por la expulsión de la fuerza de trabajo y la acumulación desproporcionada de trabajo muerto, implica la disgregación y la descomposición de la sociedad, de la sociedad del capital. Obviamente esta dinámica implica un proceso, no se trata de una implosión total, no hablamos de un derrumbe improviso del edificio social, el capital, en su lógica suicida, trata de superar sus límites internos a través de pasos adelante cada vez más profundos. Pasos adelante hacia el precipicio, hacia su ocaso. Al respecto, son muy interesantes los análisis de Corsino Vela en relación al peso desproporcionado del capital financiero (ficticio preferiríamos utilizar nosotros) en esta fase de (no) acumulación capitalista.

El capital financiero es la forma apoteósica de la fetichización del capital. Es la forma máxima de una relación social que parece nacer por sí misma, sin anclaje en relaciones sociales concretas. Dinero crea dinero: D-D´. Es la fórmula del capital ficticio. Es la forma espectacularizada de la máxima autonomización del capital con respecto a las relaciones sociales. Y, sin embargo, como no podía ser de otro modo, estallidos como los de la crisis financiera de 2007-2008 recuerdan al capital que éste es una relación social, que encuentra su fundamento y su sustento en el trabajo vivo como fuente de valor. A través de la hipertrofia del capital financiero y sus derivados el capital realiza una huida hacia adelante que ubica siempre en un grado superior las contradicciones de la propia dinámica del capital. De su tendencia cada vez más palmaria a la (auto) aniquilación, a su agotamiento. Vivimos la época de la economía política en su fase terminal, en el que el capital se hace anacrónico al vivir una dinámica suicida que amenaza no sólo al capital sino a la misma supervivencia humana. Como recuerda Corsino ya Gunther Anders advertía que lo esencial no es cómo viviría la humanidad en el futuro sino si vivirá.

Volviendo a la cuestión del capital financiero y su realidad inscrita y subalterna a la lógica de la creación y acumulación de valor, Corsino Vela nos recuerda que no se trata de oponer (como hace la izquierda del capital y los neo reformistas de todo pelaje) el capital productivo (los buenos) al capital financiero (los malos). En realidad, la hipertrofia del capital ficticio es el resultado de la crisis de la acumulación de capital, de la ausencia de producción y creación de valor suficiente en relación a las necesidades de valorización del capital. En realidad el capital ficticio no es sino un capital virtual convertido en una alucinación. Una alucinación socavada por dentro a raíz de la pérdida de sus fundamentos, un dinero sin valor.

La izquierda del capital

Y de esta manera entramos en la parte última del libro, una parte de candente actualidad,    tratada de un modo magistral por el autor. Aquí desarrolla una certera crítica a la izquierda del capital, es decir a las visiones neorreformistas del asalto institucional desde los movimientos sociales, a los fautores de procesos constituyentes en un plano formal y político. Izquierda del capital definida como el último bastión de la salvaguardia del capital, como aquéllos que siguen alimentando aún su fe en el desarrollo y el progreso del capital, en su carácter eterno e irreversible. Pero para ello Corsino realiza una reflexión previa, una crítica a la esencia capitalista que adoptan las formas estatales y democráticas en nuestras sociedades. La democracia y el derecho son formas sociales objetivas que adopta la metamorfosis del capital en las instancias de reproducción social. El ciudadanismo está siempre anclado en el fetichismo del valor. Merece la pena leer directamente a Vela:

“El sistema democrático descansa sobre una falacia fundamental: la equivalencia del voto en una sociedad de clases. El voto es en el plano social, político, de representación, la transposición del principio de equivalencia universal que subyace al intercambio general de mercancías en el mercado. La falacia de la equivalencia del voto en el sistema de representación disimula la realidad de la desviación radical entre igualdad jurídica y la realidad social de los individuos” (página 145).

Es decir, y como decíamos, la democracia es la forma más funcional a la reproducción de la sociedad del capital porque en buena medida los ciudadanos atomizados y aislados entre sí son la proyección de la separación y la subsunción que los trabajadores/as viven en el terreno de la producción. La democracia, nos dice Corsino con una frase muy eficaz, no es sino: “El sistema de representación de la vida social sometida al capital” (página 138). Y es que el Estado, por una parte, es la expresión de la separación de subjetividades y vidas que implica la relación salarial y el dominio del capital pero por otra es:

“La proyección hacia el conjunto de las relaciones humanas de la relación que fundamenta la sociedad del capital (la mediación asalariada).

El Estado es la representación del capital fuera del centro de la producción que cumple una función complementaria a la explotación directamente productiva” (página 135).

El Estado y su forma democrática son el resultado de la atomización capitalista y, al mismo tiempo, la solidifican y cristalizan al expresar la comunidad fictica del capital. Es el terreno en el que confluyen de un modo unificado los antagonismos y conflictos propios de la relación capital-trabajo y las fragmentaciones propias a la competencia intercapitalista. El Estado es la expresión en el ámbito de la reproducción social del fetichismo de la mercancía, del mismo modo que en el intercambio mercantil aparecemos como meros compradores y vendedores de mercancías objetivas (anulando las marcas y los signos de las relaciones sociales subyacentes), en el ámbito del formalismo jurídico y democrático aparecemos como sujetos iguales en derecho y posibilidades (anulando las determinaciones sociales de los antagonismos propios de la relación capital y trabajo).

Desde este fundamento teórico sólido, la crítica de Corsino Vela a la izquierda del capital no pierde ningún atisbo de fuerza y es que:

“Los procesos constituyentes preconizados desde diversos ámbitos políticos, están inscritos en el marco de la concepción institucional, tecnocrática, de las relaciones sociales. Las propuestas constituyentes de orden ciudadanista camufladas en la excusa de la transformación de las relaciones sociales en el capitalismo desarrollado, confunden la desaparición formal de la clase obrera industrial en las formaciones sociales de algunos países capitalistas (desarrollados) con la realidad de la extensión de la condición proletarizada en la escala mundial. Pero sobre todo, el error más patente consiste en asociar el proceso constituyente, de constitución sociológica, institucional, de ciudadanía, con la auto constitución de la población proletarizada como clase: su autonomización frente al capital” (página 181-182).

Los límites de todas las opciones ciudadanistas y neorreformistas del último período son estructurales. No se deben a las buenas o malas voluntades, a la corrupción de unas élites malas frente a otras más honestas, las opciones institucionalistas están destinadas a enmarañarse en un terreno, el del Estado y la democracia, que es propio del capital y de su reproducción social. De ahí que las propuestas constituyentes, incluso las más radicales, no dejan de ser opciones que reproducen y repiten los tópicos democráticos del reformismo burgués e ilustrado del siglo XIX. ¡Triste época en que ser radical se confunde con la reivindicación de los principios ilustrados de las revoluciones burguesas!

Por el contrario, el terreno de la lucha por el comunismo, por una sociedad auto emancipada que supere la condición obrera y la sociedad dividida en clases, pasa por otro terreno, un terreno de antagonismo y de conflicto, un terreno adecuado para que el proletariado se exprese como clase, afirmando su comunidad de lucha contra el capital y de confianza y unidad para sí:

“La auto constitución real sólo se da en la conflictividad y en las relaciones que tal conflictividad genera, y no en la formalidad política de un proceso tendente a constituir instituciones de gestión; ellas sí formal y técnicamente “autonomizadas”, en virtud de la dinámica de la representación (política, institucional) y de las mediaciones que comporta con respecto de sus representados. Se trata, bajo un lenguaje aparentemente actualizado y retóricamente anticapitalista, de una reproducción de la idea constituyente de la sociedad del capital que históricamente ha sido encarnada por la socialdemocracia” (página 182).

La clase sólo se puede instituir a sí misma de modo directo, a través de su práctica antagonista y la creación de instancias propias de tipo comunitario, en la perspectiva de la negación y la superación de la sociedad del capital y sus mediaciones (políticas y jurídicas). Esta posibilidad de ruptura con el capital radica prácticamente en el antagonismo entre capital y trabajo asalariado, inherente a la relación asalariada. El capital no es una cosa sino una relación social (de explotación), y en sus dinámicas conflictivas puede ser superada, como por otra parte muestra la accidentada historia de insurrecciones y revoluciones del siglo XX, si la clase se afirma como sujeto autónomo, negando su misma condición laboral y asalariada.

Algunos apuntes críticos para continuar la reflexión

Brevemente me gustaría apuntar algunas reflexiones para continuar el debate:

  • El libro de Corsino Vela se inscribe en una tradición revolucionaria y comunista de indudable importancia, la izquierda comunista germano-holandesa. Son continuos las referencias directas o indirectas a comunistas como Pannekoek, Gorter, Otto Rühle, Korsch o Paul Mattick. Nos parece que es una de las corrientes más importantes de las que aprender para renovar el hilo comunista durante el siglo XXI. Ahora bien nos parece que al mismo tiempo Corsino recoge los méritos pero, también, los límites (que en nuestra opinión) de los que adolece esta corriente. Sobre todo la reivindicación de la primacía de la práctica sobre la teoría, del ascenso desde la autonomía de las luchas a la negación del capital que se daría a partir de la propia dinámica auto instituyente del movimiento real. Nosotros, junto a la izquierda germano holandesa, somos críticos de la perspectiva leninista y kautskysta que quiere inyectar, desde los intelectuales exteriores a la clase, la conciencia. De este modo la clase se convierte en una masa informe, impotente, que ve la luz gracias a la pericia de sus líderes. Este pensamiento del partido es propio del jacobinismo burgués. Ahora bien, y desde una posición no externa a la clase, es fundamental una reflexión sobre la organización de los comunistas, no como agentes exteriores a la clase, que la dirigen y la organizan, sino como aquéllos que tratan de acelerar y profundizar el desarrollo de la conciencia comunista durante los momentos insurreccionales en que la clase tiende a constituirse a sí misma. En este sentido, la perspectiva comunista no surge sólo a partir del cómo se lucha (sin quitar importancia a los elementos de auto institución de la lucha a partir de los procesos de extensión, generalización y auto organización) sino también los mismos contenidos de la lucha. Es por lo que nosotros si reivindicamos una tradición programática, el programa comunista como negación del capital y sus metamorfosis mercantiles, dinerarias, clasistas, estatales…. Al respecto la aportación de la izquierda comunista italiana y de Bordiga, en especial, nos parece fundamental (Recomendamos para ello el texto de Dauvé sobre Pannekoek y Bordiga, contenido en el libro Declive y resurgimiento de la perspectiva comunista). Obviamente esto no implica asumir la perspectiva leninista y jacobina que aún se puede vislumbrar contradictoriamente en el último Bordiga (aunque al respecto su noción de partido formal e histórico como prefiguración del comunismo va en otro sentido, como indica Camatte). Parte central del programa comunista es la comunización práctica que transforma todos los aspectos de la vida cotidiana desde el presente. El comunismo no es una tarea ilustrada y meramente teórica, sino práctica y de vida, pero, ahora bien, su pensamiento y reflexión, el hacer teoría y programa (organizado) de ella es fundamental.
  • Más brevemente hay otros aspectos que nos resultan interesantes para el debate. Por ejemplo la utilización de los términos de subsunción formal y subsunción real asociados a dos etapas del movimiento obrero y proletario puede ser problemática si como hacen algunas corrientes y grupos (pensamos en Théorie Communiste o en Endnotes) esto implica que las luchas autónomas del pasado estaban destinadas a fracasar, a ser meros alimentos de la reproducción del capital. Al respecto las tesis de Corsino Vela son contradictorias. Algunos de sus argumentos nos recuerdan posiciones como las arriba descritas aunque otras, contradictoriamente, van en un sentido más afín a nosotros. Es decir a pensar la importancia de las comunidades de lucha y las perspectivas comunistas que se abrieron durante las revoluciones del pasado. No creemos que se pueda reducir dichas revoluciones a partir de límites constitutivos e irreversibles derivados de que el movimiento obrero de la época de la subsunción formal simplemente quería gestionar el capital y distribuir de un modo más equitativo la riqueza producida de modo capitalista. Pero, obviamente, se trata de un debate complejo que escapa de las breves notas que queríamos tratar en esta breve recensión.
  • El concepto de implosión social nos resulta interesante para reverberar el proceso de descomposición social que está viviendo el capitalismo, pero nos resulta menos útil (como hace el autor) para pensar los procesos de lucha, de antagonismo, de insurrección y de explosión que seguirán y siguen adquiriendo los ascensos proletarios. Obviamente sabiendo que se trata de procesos en zigzag y oleadas, donde la posible victoria futura nace de las continuas derrotas del presente y de las lecciones que como clase extraemos de modo difuso.

Para acabar, el texto de Corsino Vela trata otros argumentos que no hemos podido tratar pero que son de un interés indudable. Su reflexión en contra de la tecnología y la mega máquina, utilizando para ello a autores como Lewis Mumford o Noble, es fundamental en una perspectiva comunista. Además Corsino tiene el mérito de tratar la tecnología como una mercancía y de vincular su dinámica actual a la lógica de acumulación del capital, frente a las perspectivas ecológicas que quedan reducidas (como el reformismo político de la izquierda del capital) a ser tecnócratas del colapso.

En otro orden de cosas, es muy eficaz sus críticas a autores de moda en los últimos años (pensamos por ejemplo en Toni Negri y el posobrerismo italiano) que hacen un fetichismo de la condición inmaterial del trabajo cognitivo sin ver la subsunción capitalista en que se despliegan esas formas de trabajo asalariado o autónomo. Ningún sujeto sociológico preconstituido al margen de la lucha y el antagonismo es útil para una perspectiva comunista de auto emancipación. O su epígrafe destinado al patriarcado y el trabajo doméstico que nos parece muy sugerente por como alude a la ocultación del trabajo doméstico bajo el capitalismo, pero al mismo tiempo por como señala las profundas transformaciones que ha vivido el capitalismo y la humanidad proletarizada al respecto durante las últimas décadas, con la irrupción social de las mujeres como sujeto autónomo proletarizado, ya sea por sus luchas autónomas en la segunda oleada feminista que por su masivo proceso de salarización.

Esperemos haber proporcionado, a lo largo de estas líneas, argumentos para leer un libro importante  para clarificar cuestiones esenciales para los que seguimos defendiendo una perspectiva de transformación global del orden existente. Y esperemos que el libro sea leído con la misma pasión de búsqueda con que lo hemos leído y con el que éste está escrito. No “desde la pasión de la cabeza sino desde la cabeza de la pasión” como le gustaba decir al joven Marx.  Desde la pasión revolucionaria.

 

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