¿Llamados al liderazgo? (III) El asalto institucional
Cuando abordamos el porqué de esos fracasos, no podemos recurrir a suposiciones sobre “qué hubiera pasado si…”, culpando de la derrota a todo (a los líderes, a las formas de organización, a las ideas erróneas, a las condiciones inmaduras) excepto a los propios movimientos en su contenido determinado
(Bring out your dead, Endnotes)
El asalto institucional
Indudablemente, los últimos tiempos de nuestra coyuntura política se encuentran profundamente marcados por la construcción, por parte de la izquierda política y social, de un conjunto de “arietes institucionales en condiciones”1. Prácticamente toda ella, previamente institucional o queridamente extraparlamentaria, ha entrado en esta lógica. A partir de unos razonamientos comunes, hay que disputar la hegemonía a la oligarquía dominante. Y dicha hegemonía se alcanza y se conquista en las instituciones y en el Estado. Obviamente los más inteligentes de “nuestros conquistadores” entienden que se trata de una “guerra de posiciones” larga y complicada, que el Estado no es un ámbito neutral, sino que se encuentra embarrado por un conjunto de minas personales e ideológicas, pero que al fin y al cabo es el único terreno posible de lucha, que si hacemos un uso inteligente de “nuestras virtudes y la fortuna nos es favorable” habremos avanzado en el camino correcto, en una revolución democrática, en la puesta de las instituciones al servicio de la ciudadanía… Y desde ahí quién sabe, incluso algunos, los más “anticapitalistas”, todavía creen en “asaltar los cielos”.
Y, sin embargo, dicho relato parece haberse fracturado tras las primeras experiencias de gestión del poder estatal por parte de “las candidaturas del cambio”, tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, con el apoyo por parte de las CUP a la investidura de Puigdemont (JpS), o debido a que Podemos se está convirtiendo en un partido cada vez más asimilado a la política institucional, como indica Emmanuel Rodríguez en el artículo ya mencionado. Por primera vez, comienzan críticas más contundentes al operar concreto del asalto institucional, ahora bien lo que parece resumirse de dichas críticas es que otro “asalto” es posible, más democrático, teniendo más en cuenta a los “movimientos sociales”, siendo menos jerárquicos y más horizontales. En definitiva los problemas, cada vez más evidentes, de los “asaltadores de las cuevas del enemigo”, son de modelo organizativo, no de programa, de finalidad, de contenidos.
Cómo habrá entendido quién haya leído ya algunos de nuestros artículos previos para nosotros el problema, por el contrario, es precisamente de contenidos, de finalidades, de programa2. Vamos a detenernos en algunos ejemplos concretos para poder entender de modo más detallado nuestros argumentos.
En Cádiz gobierna José María González Santos, Kichi, integrante de Anticapitalistas, el sector “más radical” dentro de Podemos. Aquellos que hablan de “un pie en las instituciones y mil en las calles”, los que defienden “el modelo de los círculos frente a las decisiones tomadas sólo por parte de las elites partidarias”. En definitiva un modelo presuntamente diferente al populismo virtual y a la pura “máquina de guerra electoral” defendida por Pablo Iglesias y, sobre todo, por parte de Iñigo Errejón. Esperaríamos ver un ejemplo de esa diferencia, de lo que implica “un ariete institucional positivo” en la gestión del ayuntamiento gaditano. Y, sin embargo, el reciente ejemplo de una pareja que protestó por su posible desahucio de una vivienda propiedad municipal es suficientemente aleccionador para que nos detengamos en ello. Sobre todo por la carta de respuesta que escribió Kichi:
El reto es atender las urgencias, que son muchas, de una forma justa y no arbitraria. Repartir con criterios claros recursos escasos. Dejando hacer a los técnicos, con protocolos más humanos pero sin meter las narices en listas de demandantes de vivienda ni en ofertas de empleo en función de lo que nos venga mejor mediáticamente, eso no lo vamos a hacer. No podemos y no debemos.
Lo que sí podemos hacer es cambiar las prioridades. Eliminar todo lo superfluo y poner en el centro la atención a la emergencia social y a la generación de empleo de calidad. Ese es el reto humilde que podemos asumir desde ya. Ni obras megalómanas, ni despilfarros, ni gastos suntuarios, ni mamotretos. Liberar esos recursos para esas dos prioridades, es lo que estamos haciendo y es lo que se verá reflejado en el presupuesto.3
Es decir de lo que se trata es de repartir con criterios claros los recursos escasos, a partir de la pericia técnica, siguiendo las reglas formales y neutrales que nos proporciona el derecho. Eliminando la corrupción económica y los gastos faraónicos. A esto se reduce “la otra política” y el “asalto institucional” a tratar de gestionar de un modo más eficaz y “justo” los recursos escasos… Pero ¿quién establece esa escasez? La objetividad del mercado, de la acumulación del capital, de su gestión por parte de las instancias superiores de ese capital colectivo que se llama Estado. Frente a esto Kichi asume que es un funcionario, no le van a obligar “a cometer un delito” como espetó en el Pleno del Ayuntamiento ya señalado, pleno donde se reunía además “la soberanía del pueblo de Cádiz”. Es muy significativa la asunción plena y total, inconsciente, de los fundamentos de los Estados democráticos en sus principios teóricos. Los “anticapitalistas” se relacionan con el Estado como los mejores gestores de éste, como sus más denodados fautores… Es significativo cómo han entrado en la lógica de que el gran problema sería la corrupción. El problema son los gestores corruptos del Estado, aquellos que se llevan los dineros para sus venalidades privadas. No hay ningún problema estructural, que ubique lo central en otros ámbitos, quizá el nombre de su organización les pudiese ayudar a pensar: Anti Capitalistas.
El capital, valor hinchado de valor, en constante e imparable crecimiento, monstruo voraz siempre deseoso de saciar su sed de trabajo vivo.
Nuestra crítica a “los anticapitalistas” no consiste en proponer que si nosotros estuviésemos al frente lo haríamos mejor, o que tenemos una receta mágica para hacer lo que nadie ha conseguido hacer jamás (poner el Estado y las instituciones al servicio de un sujeto diferente al capital). No se puede. Y nosotros, simplemente, no vamos a caer en esa provocación. No queremos “asumir el liderazgo” al que otros creen “que están destinados”4.
No se puede porque la función determina al órgano. La función de cualquier institución estatal (municipal, autonómica, estatal o a nivel de la Unión Europea) es la de ser un gestor del capital colectivo que se llama Estado y la de permitir la reproducción ampliada del capital global. Esa es la función y la función determina al órgano y a aquéllos que de modo provisional son titulares de dichos cargos. Kichi en esto es coherente, tiene que ser un funcionario que aplica las normas estatales y la distribución de los recursos escasos (es decir la distribución del valor). Ahora bien lo que si le achacamos a él y a todos los fautores del asalto institucional es lo mismo que le achacaban desde el salón de plenos del ayuntamiento de Cádiz: «habíais prometido resolver nuestro problema», los desahucios, etc. Qué el asalto institucional iba a obrar como un milagroso solucionador omnicomprensivo porque se trataba simplemente de un problema de voluntad, de la casta contra los auténticos representantes del pueblo, etc. Y, sin embargo, ahora los recursos son escasos. La tozudez del capital y de su reconocimiento institucional.
La función determina al órgano también para Ada Colau. La activista que viene de los movimientos sociales y de la PAH, del movimiento autónomo catalán, el ala más movimentista de la constelación de las “fuerzas del cambio” descubre de repente que tiene que gobernar para el “bien colectivo” y eso supone aceptar toda una serie de presupuestos tácitos. Por ejemplo que el ayuntamiento es un gestor del capital colectivo que se reproduce en su municipio. Y eso significa garantizar legalmente y administrativamente las condiciones de dicha reproducción. Y, entonces, no cuentan lo mismo (a pesar de las declaraciones y los compromisos del pasado) los intereses del Corte Inglés que los de los “manteros” (que además son inmigrantes ilegales), y que además éstos suponían una molestia permanente de cara a la celebración de un momento especialmente importante para los “pasajes de la mercancía” de la Barcelona posa´t guapa: Mobile World Congress. ¿Cuál es la función del Estado en esos casos? Garantizar el pasaje legal de las mercancías a través de sus cuerpos de seguridad. De esta manera:
Esta vez el objetivo era “limpiar” las calles de la molestia que supone la venta ambulante para la celebración en Barcelona del Mobile World Congress (MWC). Durante estos días viene siendo una imagen habitual encontrarse con unidades de la Guàrdia Urbana profundizando la intimidación y represión por las calles más céntricas de la ciudad, donde normalmente se ubican las paradas de los manteros. Además de provocar detenciones y persecuciones, o sustrayendo material de venta a golpe de cañón en las estaciones de metro.
La persecución policial no se ha limitado esta vez a los puntos de venta habituales. La Guàrdia Urbana ha dado un paso más allá y, mediante orden directa del Ayuntamiento de Ada Colau, ha efectuado redadas donde viven los manteros. Cortando calles de barrios como el del Besòs, uno de los más afectados por la crisis y la pobreza, y registrando domicilios por presuntos delitos contra la propiedad industrial»5.
Y qué decir del conflicto de Metro en Barcelona donde la alcaldesa Ada Colau ha defendido que «las huelgas son incompatibles con las mesas de negociación» o que sólo tienen legitimidad de realizarse ante planteamientos de recortes no para obtener más derechos. Y nuevamente el mismo mantra, del que ya habíamos escuchado hablar a Kichi: «el presupuesto es limitado por lo que sería una responsabilidad ceder»6. Ada Colau descubre que la función determina al órgano.
Nos podríamos detener en otros ejemplos, como el papel del ayuntamiento de Madrid en el caso de los titiriteros –con la denuncia que efectuó Celia Mayer en tiempo real para evitar «dar argumentos a la derecha mediática»– o la misma disputa actual en Podemos. Pero lo que nos parecía oportuno destacar es no sólo la crítica a los ejemplos más fáciles de “asimilación institucional”, sino como hay un trasfondo programático y estratégico común en todos los defensores del asalto institucional, qué no existen fórmulas milagrosas para alcanzar «un ariete institucional» digno de este nombre porque se trata de un oxímoron, que no depende de la buena voluntad o de la pericia de sus protagonistas, y es que la gestión del Estado conlleva «redistribuir los recursos» que, en una sociedad dominada por el valor, “son siempre escasos”, como han descubierto para su sorpresa los “activistas del pasado”.
A partir de los apuntes que hemos indicado más arriba nos gustaría detenernos en algunas reflexiones que ayuden a entender lo que para nosotros tienen que ser las prioridades para los comunistas revolucionarios en estos tiempos. Nos parece esencial la deslegitimación teórica de la vía institucional, no hay “unos salteadores mejores que otros”, no hay unas opciones mejores que otras. Todas las discusiones de contraponer las CUP a Podemos, Ada Colau a Manuela Carmena, un gobierno PSOE-Podemos a la crítica de dicho gobierno, nos parecen que parten de presupuestos comunes igualmente falsarios.
Además porque el asalto institucional es el resultado de la fase de repliegue que se ha vivido tras el momento instituyente que supuso el 15-M. Por eso no es casual que dicho “asalto que se ha visto asaltado por el mismo Estado” ha conllevado al mismo tiempo la desmovilización social en las calles. En primer lugar porque ha supuesto la integración en los aparatos del Estado de miles y miles de antiguos activistas que anteriormente decían luchar desde las calles y las plazas y que de golpe se ven a sí mismos como “los representantes de la soberanía popular”. En este proceso de integración lo que subyace es una enorme debilidad y fragilidad teórica y programática. No basta decirse anarquista, comunista o anticapitalista para serlo. Y es que esos nombres no son significantes vacíos o flotantes que cualquiera puede invocar. Son nombres que indican un hilo histórico, una continuidad, que hay que conocer y, sin embargo, es una tarea difícil y ardua porque dicha continuidad ha sido rota durante el siglo XX, entre otras razones por la contrarrevolución estalinista y fascista. Los comunistas somos expresiones de la construcción de nuestra clase en su combate secular por negarse como clase (negando todas las clases para afirmar el comunismo, la comunidad femo-humana7). Recuperar dicha tradición es una tarea imprescindible para poder a su vez continuar anudando y creando nuevos ovillos del hilo trazado por millones de seres humanos que hemos buscado la emancipación radical. Y es que ser comunista supone vivir que:
Las violentas chispas que saltaron de entre los conductores de nuestra dialéctica nos han enseñado que es compañero militante comunista y revolucionario quien ha sabido olvidar, renegar, quitarse de la mente y del corazón la clasificación en que lo inscribe el padrón de esta sociedad en putrefacción, y se ve y confunde a sí mismo en todo el arco milenario que liga al ancestral hombre de la tribu que luchaba contra las bestias, con el miembro de la comunidad futura, fraterna en la armonía alegre del hombre social
(Amadeo Bordiga: Consideraciones sobre la orgánica
actividad del partido cuando la situación es desfavorable)
Los revolucionarios comunistas tenemos que ser el mañana comunista en el presente (es decir los defensores de la sociedad comunista sin clases y sin Estado frente a esta sociedad putrefacta que nos quiere catalogar en la escisión economía –esclavos asalariados- y política –ciudadanos dotados de soberanía ergo servidumbre voluntaria-) pero para ello nos tenemos que ligar a las generaciones comunistas y emancipadoras del pasado, a ese largo arco milenario y al más reciente acervo programático y teórico que nos han legado algunos y algunas revolucionarias del pasado, es en este sentido que hablamos de Partido histórico. Noción de Amadeo Bordiga que remite al concepto de invarianza8 en, por lo menos, dos sentidos. Por una parte el programa comunista se estableció en el siglo XIX. Ya que el capitalismo (en sus cambios y transformaciones) se fundamenta en categorías abstractas (mercancía, dinero, trabajo… capital), el programa comunista es invariante, supone la lucha por la comunidad humana contra las separaciones del capital, por la superación de las divisiones en clases que ocasiona el capital, la mercancía, el trabajo asalariado y el Estado en todas sus formas. Por otra parte y como indicamos en la nota a pie de página precedente remite a una tensión antropológica, a la comunidad humana.
Dado que partido histórico como causa histórica, no sólo remite al pasado, sino también a que la defensa de esa causa es independiente del lugar y del momento donde uno milite en muchos casos, que la tensión comunista reaparece en cada lucha viva, sería interesante, entonces, articular este aspecto, con la idea de lucha programática, práctica y teórica. De tal modo que se entiende que cuando hablamos de esa actividad, no hablamos de ejercer como intelectuales externos –necesariamente burgueses– sino que implica un tejer lazos, un trabajo de propaganda de llegar y hacer reflexionar a otras personas, un escuchar y dialogar con otras compañeras, un cuidarse y auto transformase unos a otros, es decir, un reagrupamiento teórico y programático, que precede y es más importante que el reagrupamiento organizativo, formal. En este sentido la lucha por actualizar el comunismo es también una tarea del presente, no trasladable a un futuro remoto.
Por eso las cuestiones centrales del presente son teóricas, programáticas en un sentido amplio. El comunismo es la comunidad humana universal, es la ruptura de las fronteras y de los Estados. Uno de los grandes límites de la izquierda española (o catalana, o vasca…) dónde más se ve su papel subalterno al capital es en su sentido profundamente nacional. Dicha clarificación teórica, a la que aludimos, es hoy en día la tarea central de nuestro momento, la que tiene que ocupar nuestra actividad. Con frecuencia se nos acusa de inactividad, de pasividad. En realidad «se nos reprocha nuestra “inactividad” porque rechazamos lanzarnos al torbellino de la corrupción burguesa; nuestra acción les es por tanto incomprensible (Jacques Camatte, Origen y función de la forma Partido)». Lo que resulta incomprensible es precisamente nuestra “anticipación” comunista. Pero dicha anticipación tiene que ser pensada, dialogada, discutida, reflexionada en común. La clarificación teórica es la tarea del presente. Hermosa tarea en realidad a la que os invitamos a todos/as aquellos/as que sintáis que no queréis pertenecer a esta sociedad globalmente putrefacta y miserable.
Las y los comunistas del pasado disfrutaban de sus estancias en las cárceles burguesas. Era el tiempo que tenían para poder volver a pensar, reflexionar, estudiar… Aprovechemos nosotros/as el repliegue de la lucha para conocernos y luchar desde la recuperación teórica y programática. Para que cuando el viejo topo de la revolución vuelva (y volverá) estemos en mejores condiciones de germinar, junto a ella, lo radicalmente nuevo, la sociedad comunista.
mayo, 2016
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1 Término utilizado positivamente por Emmanuel Rodríguez en un reciente artículo crítico con la dirección de Podemos. El fin de Vistalegre
2 Véase por ejemplo el reciente artículo Las instituciones son el límite.
3 Las negritas son nuestras. Véase dicha carta en La reacción de ‘Kichi’ cuando una pareja indignada irrumpe en el pleno
4 Véase al respecto el artículo de Teresa Rodríguez en El Pais Ser más sin ser lo mismo. Artículo emblemático para entender como concibe “Anticapitalistas” su intervención “rupturista”.
5 Véase entre otras fuentes el artículo de Arsen Sabaté, Ada Colau limpia la calle de manteros para mantener la imagen del MWC y recibir al rey
6 Véase por ejemplo el artículo de La Vanguardia Ada Colau, de alentar huelgas a verlas «desproporcionadas».
7 Utilizando la bella expresión de Jacques Camatte.
8 Invarianza es un término matemático que alude a lo que permanece en una dinámica de cambio. Bordiga, y con él otros revolucionarios como el primer Camatte o Dauvé, lo utilizan en dos sentidos. El programa comunista alude a aspectos que son invariantes y al mismo tiempo a una tensión antropológica secular, la lucha por el comunismo, por la comunidad originaria (Gemeinwesen).